El recién elegido jefe de
la Comisión de Actividades Provida de la Conferencia Episcopal de los Estados
Unidos, el arzobispo Jospeh Naumann, habla en una entrevista publicada en The
Catholic World Report sobre sus muchos años de servicio en favor de la causa
provida, predicando sobre el aborto, los políticos católicos pro-aborto y la
necesidad de cambiar la composición del Tribunal Supremo.
El arzobispo Naumann fue ordenado sacerdote en la archidiócesis de
St. Louis en 1975. Prestó servicio en una serie de parroquias y fue nombrado
vicario general. Fue ordenado obispo auxiliar en 1997 y arzobispo coadjutor de
Kansas City en 2004; sucedió a Mons. Keleher como arzobispo de Kansas City en
enero de 2005.
Ha hablado recientemente con CWR:
¿Qué hará usted como
director de la Comisión de Actividades Provida?
Primero de todo, aún no soy director. Durante un año seré el
director electo y el cardenal Dolan seguirá siendo el director de la comisión.
Por lo tanto, seré el director dentro de un año. La razón de esto es que, a
menudo, los obispos electos para la comisión no eran miembros. Por esto, ser
director electo durante un año le da la posibilidad al nuevo miembro de
participar, aprender sobre el trabajo en la comisión y crear una continuidad
año tras año. En mi caso, soy ya miembro de la comisión provida.
Respecto al trabajo de la comisión, la cuestión provida ha sido, y
sigue siendo, una de las cuestiones morales principales con las que la Iglesia
intenta dar directrices a nuestra gente, pero también a toda la sociedad. Hace
muchos años, la conferencia episcopal desarrolló un plan para las actividades
provida. Este plan tiene cuatro dimensiones: 1) oración; 2) educación (que
incluye informar a la gente sobre esta cuestión, trabajar para cambiar la
mentalidad y los corazones): 3) atención pastoral (en la Iglesia debemos
proporcionar alternativas al aborto y tener una pastoral post-aborto); 4)
defensa (apoyando políticas públicas que protejan la vida humana, ayudando a la
Iglesia a tener voz en el Congreso).
Algunos medios de
comunicación han observado que era inusual no tener a un cardenal en este
cargo. ¿Es algo digno de mención o es mucho ruido y pocas nueces?
La conferencia episcopal ha seleccionado sólo cardenales para esta
comisión; creo que era un modo silencioso de subrayar la importancia de este
cargo. Mi elección no significa que la importancia disminuye. He prestado
servicio durante seis mandatos en esta comisión y tuve ocasión de trabajar en
el apostolado provida en la Iglesia cuando era sacerdote en St. Louis. Muchos
obispos me han felicitado; creo que me apoyan en vista de mis muchos años de
servicio.
Por algunos de los artículos que he leído en los medios de
comunicación seculares, y en algunos de los católicos, creo que no ayuda
sugerir que un voto a mi favor es un voto contra el Papa Francisco, o que un
voto a favor del cardenal Cupich es uno contra el Papa San Juan Pablo II. Es
típico de la sociedad secular intentar crear un conflicto donde no lo hay.
Durante años la praxis habitual era no elegir un cardenal como
presidente de la conferencia episcopal; pero después, el cardenal George, de
Chicago, fue elegido en 2007 y cambió esta praxis. Las costumbres se cambian de
vez en cuando.
¿Es un cargo que usted
deseaba?
El proceso es que cada vez que se tiene que cubrir un cargo en la
conferencia episcopal, se invita a los obispos a proponer candidatos. Las
candidaturas se envían a la comisión de prioridades y planificación, que elige
a los diez con más votos y crea una lista con sus nombres. Se elige a cuatro de
esta lista –uno no sabe cuáles son los otros candidatos hasta que los nombres
son enviados a todos los obispos, por lo que así no estás compitiendo contra
alguien— y cuando dos aceptan la candidatura, sus nombres se pasan a todo el
cuerpo episcopal.
¿Por qué es tan importante
para usted, personalmente, la cuestión del aborto?
Me pidieron que llevara a cabo esta pastoral cuando era sacerdote
en St. Louis. Mi arzobispo en ese momento, Mons. John May, me llamó en 1984 y
me lo pidió. Por entonces era asistente parroquial y nunca había sido
responsable de una comisión parroquial provida. Pensé que había gente mucho
mejor que yo para ese trabajo, pero me alegré de poder realizarlo.
Mi padre fue asesinado antes de que yo naciera. Fue en diciembre de
1948 y mi madre estaba embarazada de mí de tres meses en ese momento. Por lo
tanto, en un cierto sentido, fui parte de la crisis del embarazo, aunque en esa
época la cultura era muy distinta. A medida que la cuestión evolucionaba y se
convertía en un tema de nuestra cultura de hoy, mi historia personal me hizo
más sensible hacia las mujeres que tienen que enfrentarse a un embarazo en
circunstancias traumáticas.
Cuando predica sobre la
cuestión provida, ¿cómo presenta este tema?
Si estoy haciendo una homilía sobre este tema, empiezo afirmando
que soy consciente que es muy probable que haya gente entre los feligreses
sentados en los bancos que han tenido una experiencia directa de aborto. A
estas personas les digo que conocen mejor que nadie la tragedia que es el
aborto y les pido que recen por mí, para que en mi trabajo pueda ayudar a otros
en el dolor que están atravesando.
Hablo del Proyecto Raquel, que ayuda a mujeres que han abortado a
sanar su herida. Les digo que la ayuda está ahí, si la necesitan. A
continuación les digo por qué este tema es tan importante y que la retórica que
habla de «elección» es engañosa. La gente no habla de «elección» en otros ámbitos
en que está implicada la vida humana.
Me gusta subrayar que lo que hace el aborto tan particularmente
destructivo es no sólo el hecho que elimina la vida del hijo, sino que destruye
la familia, porque el aborto ocurre en el vientre de la madre, el lugar, por
antonomasia, en el que debería protegerse la vida.
Desafío a la gente a implicarse, a rezar, a ser más consciente y a
tener conversaciones personales, cara a cara, con otros. Podemos también votar
y compartir nuestras opiniones con los legisladores.
¿Cómo responde la gente a
estas homilías?
Unos pocos se van, pero son realmente una minoría, es un fenómeno
raro. Rezo por los que se van, está claro que he abierto una herida no
cicatrizada. Pero la mayoría de la gente que me oye me apoya.
Me gustaría también decir a nuestros sacerdotes: no podemos dejar
de hablar a nuestra gente sobre estos pecados reales que afectan a sus vidas.
¿Qué sentido tiene hablarles de pecados que no cometen?
Ciertamente, debemos hablar de este tema de manera delicada, siendo
comprensivos con quienes eligen el aborto y no se arrepienten. Pero si la
Iglesia permanece en silencio ante la destrucción de la vida, estamos siendo
negligentes y estamos dejando vulnerables a nuestros jóvenes para que tomen
esta trágica decisión.
¿Qué desea realizar durante
el ejercicio de su cargo como director de la Comisión de Actividades Provida?
Como he dicho, tengo un año antes de asumir este cargo, por lo que
tengo tiempo para pensar en ello. Pero, ciertamente, quiero defender las cuatro
dimensiones del plan pastoral que he mencionado anteriormente. Otro ámbito en
el que me gustaría centrarme es la atención pastoral a parejas con
infertilidad. Es un problema que va en aumento y creo que la Iglesia puede
hacer más para atender a las parejas que se encuentran en esta difícil
situación.
¿Qué piensa usted sobre la
política pública y el aborto? En esto últimos años, ¿son los gobiernos
federales y estatales más tolerantes con la posición provida?
Algunos ciertamente lo son. En Kansas, donde vivo, nuestro gobierno
estatal tiene un buen historial en la adopción de medidas de protección de la
vida. Sin embargo, la amenaza es que nuestro Tribunal Supremo estatal descubra
que hay un «derecho» al aborto en la constitución del estado, lo que
invalidaría las leyes estatales que hemos hecho aprobar para proteger la vida.
Hemos visto que en la mayoría de los estados, los legisladores han extendido la
protección del no nacido hasta donde permiten los tribunales federales.
A nivel nacional, el camino es más arduo debido, sobre todo, al
Senado de los Estados Unidos. Necesitamos 60 senadores para poder adoptar la
legislación. Hemos tenido mayorías significativas en la Cámara, pero no en el
Senado.
Pero el problema real lo crea el Tribunal Supremo de los Estados
Unidos, que usurpa el papel de los estados y crea políticas públicas en este
ámbito. Creo que podemos tener la esperanza de cambiar la composición del
Tribunal Supremo.
Si me remonto a la época en la que empecé a involucrarme en la
lucha provida, observo que más americanos son ahora provida, sobre todo entre
los jóvenes. Han vivido la tragedia del aborto y saben lo terrible que es. He
visto pruebas de esto con mis propios ojos: cuando participo en la Marcha por
la Vida que se celebra anualmente en Washington, DC, la mayoría de los
participantes son jóvenes.
¿Participará en la Marcha
por la Vida de enero de 2018?
Si Dios quiere, allí estaré. Intento ir cada año, junto a un grupo
numeroso de Kansas. Me maravillo por la bondad de la gente joven que encuentro
allí. He oído que describen la Marcha como una mini Jornada Mundial de la
Juventud.
Vamos como parte de una peregrinación de oración. Me gusta mucho celebrar la
misa con nuestros jóvenes.
También confesamos y tenemos Adoración del Santísimo. El clima
puede ser duro debido a la época del año, pero esto hace más puro nuestro
testimonio.
Según Jeanne Mancini,
presidenta de la Marcha por la Vida, los católicos siempre han sido el pilar de
la Marcha.
Hoy en día es un gran movimiento ecuménico, en el que participan
muchos de nuestros hermanos protestantes, pero la mayoría al principio decía
que no iba. Los católicos siempre lo han hecho y siguen siendo una parte
importante del movimiento provida.
Cuando un cargo público
electo se identifica como católico pero, al mismo tiempo, apoya la legalización
del aborto, ¿cómo deben reaccionar los líderes de la Iglesia?
Tenemos la obligación de dialogar con esa persona lo más posible.
Debemos dar por descontado su buena voluntad y que está desinformada, por lo
que debemos ayudarla a pensar con más atención y honestidad sobre esta
cuestión.
Lo que es especialmente problemático es cuando tenemos políticos
católicos que presumen de su catolicidad, pero defienden posiciones que son
contrarias a la enseñanza católica. Es el caso de Kathleen Sebelius, que fue
nuestra anterior gobernadora de Kansas. Hablaba de lo católica que era, pero
actuaba de manera totalmente contraria a la enseñanza de la Iglesia. Cuando los
políticos católicos hacen esto nos crean problemas a nosotros, los obispos,
porque enseñan a la gente que está bien ser católicos y apoyar la legalización
del aborto.
Tim Kaine, un senador de los EE.UU. y antiguo candidato a la
vicepresidencia, es otro ejemplo de político que presume de su catolicismo,
pero vomita una gran cantidad de retórica en favor del aborto. Cuando hacen
esto se comportan como profesores y engañan a la gente.
Cuando tienes a un político católico que defiende el aborto, pero
no dice que esto va de acuerdo con su fe católica, es menos problemático.
Seguimos necesitando el diálogo, pero no está diciendo: «Soy católico y
defensor del aborto, por lo que tú también puedes ser católico y defensor del
aborto».
¿Cómo pueden ayudar los
laicos en la lucha contra el aborto?
La educación más efectiva es la que se hace persona a persona.
Animaría a la gente a informarse sobre esta cuestión y a compartir su postura
provida con su familia, en su lugar de trabajo y con sus vecinos. Hay muchas
oportunidades para evangelizar.
La Vitae
Foundation es un recurso maravilloso que la gente puede
utilizar para ayudar a otras personas a aprender cómo hablar y pensar más
claramente sobre la cuestión provida. Empezó en Missouri, yo he estado muy
implicada en ella. Su material es fruto de una gran investigación, pues hemos
aprendido los modos más eficaces para comunicarnos con la gente. Espero que
siga ayudándonos a mejorar nuestra capacidad de cambiar las mentes y los
corazones. Es una de las mejores organizaciones provida del país. Animo a la
gente a informarse.
También podemos apoyar centros de embarazos difíciles y la pastoral
post-aborto, indicando a las personas los recursos que pueden serles de ayuda o
ayudarlas directamente en su recorrido de sanación y perdón. Por último, ánimo
encarecidamente a rezar y ayunar para que nuestro país recupere el respeto por
la santidad de la vida humana.
(Publicado en The Catholic World Report)
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