Marcos 1,1-8
Principio del Evangelio de Jesucristo,
Hijo de Dios.
Como está escrito en Isaías profeta:
He aquí que mando a mi ángel ante tu faz, el cual preparará tu camino delante
de ti: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor; haced
rectas sus sendas.
San Juan estuvo en el desierto
bautizando y predicando el bautismo de penitencia para la remisión de los
pecados. E iban a encontrarle todas las gentes de Jerusalén y de toda la Judea,
y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan
andaba vestido de pelos de camello y un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida
era langostas y miel silvestre, y predicaba diciendo: "En pos de mí viene
el que es más fuerte que yo: ante el cual no soy yo digno de postrarme para
desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado en agua; mas El os
bautizará en el Espíritu Santo".
San Jerónimo, en
el prólogo
Marcos evangelista, levita según su linaje, siendo sacerdote en Israel,
convertido al Señor, escribió el Evangelio en Italia (1).
En él mostraba lo que Cristo debía a su linaje. Señalaba el principio del orden
de la elección levítica, al decir: "Principio del Evangelio de Jesucristo,
Hijo de Dios". Y comenzaba el Evangelio con una exclamación profética
sobre Juan, hijo de Zacarías.
San Jerónimo, en
el principio del comentario
Se llama Evangelio ( euaggelion ), en griego, lo que en latín
significa buena nueva. Porque se refiere propiamente al reino de Dios y a la
remisión de los pecados, y porque es por el Evangelio por donde viene la
redención de los fieles y la bienaventuranza de los santos. Los cuatro
Evangelios, en realidad, no forman más que uno, ya que en cada uno se contienen
los cuatro. En hebreo se dice Jesús, en griego Soter (swthr ), y en
latín Salvador. Cristo se dice en griego cristoV , que en hebreo es
Mesías y en latín Ungido, esto es, Rey Sacerdote.
Beda
Se ha de comparar, pues, el principio de este Evangelio con el principio
del de San Mateo, que dice: "Libro de la generación de Jesucristo, Hijo de
David, Hijo de Abraham". El es llamado en San Marcos: "Hijo de
Dios". Pero debemos entender que Nuestro Señor Jesucristo es llamado
indistintamente Hijo de Dios e Hijo del hombre. Y con razón lo llama Hijo del
hombre el primer evangelista, y el segundo Hijo de Dios, a fin de que nuestro
pensamiento se eleve poco a poco de lo menor a lo mayor y llegue por la fe y
los sacramentos de la humanidad al conocimiento de la eternidad divina. Con
razón también el que había de describir la generación humana empezó por el Hijo
del hombre, esto es, David o Abraham. Igualmente, el que empezaba su libro
desde el principio de la predicación evangélica quiso mejor llamar Hijo de Dios
a Jesucristo, porque era de naturaleza humana el tomar verdaderamente la carne
de la descendencia de los patriarcas, y fue de potencia divina predicar el
Evangelio al mundo.
Hilar., De la
Trin., lib. 2 ante medium.
No confirmó, pues, a Cristo Hijo de Dios sólo en el nombre, sino también
en su naturaleza. Nosotros somos hijos de Dios, pero no lo somos como El, ya
que El lo era por principio, en sentido propio y verdadero, y no por adopción.
Lo era por verdad, no por promesa; por origen, no por creación.
Beda.
Habiendo de escribir San Marcos el Evangelio, cita ante todo
oportunamente el testimonio de los profetas, a fin de que mostrando lo que
había sido predicho por éstos, admitieran todos sin escrúpulo ni duda alguna lo
que él escribiese. Comenzando así su Evangelio, movió a los judíos, que habían
recibido la Ley y los Profetas, a recibir la gracia del Evangelio y los
sacramentos que habían sido predichos en las profecías. Juntamente lleva a los
gentiles, que por las nuevas del Evangelio vinieron al Señor, también a recibir
y venerar la autoridad de la Ley y los Profetas. Por lo que dice: "Como
está escrito en Isaías profeta: He aquí", etc.
San Jerónimo, Del
mejor modo de interpretar, a Pammach., epist. 101, cap. 3
Esto no se halla en Isaías, sino en Malaquías, último de los doce
profetas.
San
Crisóstomo, homil. 1 sobre San Marcos
O de otro modo: se dice que reunió en una dos profecías anunciadas por
los dos profetas en distintos lugares; pues en Isaías profeta, después de la
historia de Ezequías, se lee ( Is 40,3): "Voz que clama en el
desierto"; y en Malaquías ( Mal 3,1): "He aquí que envío a
mi ángel". Cortando, pues, el evangelista, puso las dos profecías como de
Isaías (2), y las refiere a una lectura, no expresando quién dice:
"He aquí que envío al ángel".
San Agustín, de
quaest. novi et veteri testamentorum, 57
Sabiendo que ha de referirse al autor todo lo que sea suyo, atribuyó
estas palabras a Isaías, que fue el primero que les dio este sentido.
Finalmente, después de las palabras de Malaquías, añade en seguida: "Voz
que clama en el desierto", para unir las palabras de uno y otro profeta,
que tienen el mismo sentido, en la persona del primero.
Beda
O se ha de entender de otro modo, porque, aunque no se encuentren estas
primeras palabras en Isaías, su sentido, sin embargo, se halla en otros muchos
lugares, y más claramente en el que se añade: "Voz que clama en el
desierto". Pues lo que dijo Malaquías, que se ha de enviar el ángel
delante de la faz del Señor, el cual ha de preparar su camino, es lo mismo que
dijo Isaías con las palabras: "Voz que ha de oírse clamando en el
desierto", la cual debe decir: "Preparad el camino del Señor".
En una y otra sentencia, pues, se anuncia igualmente que ha de prepararse el
camino del Señor. Pudo suceder también que al escribir el Evangelio se
ofreciese Isaías por Malaquías a la memoria de San Marcos, como suele
acontecer. Lo que con todo hubiera enmendado, sin ninguna duda, advertido al
menos por algunos de los que pudieron leerlo en su tiempo. Salvo que hubiera
pensado que a su memoria, que era regida por el Espíritu Santo, no en vano
salía el nombre de un profeta por el de otro, pues así se insinúa que las cosas
que dijo el Espíritu Santo por los profetas, cada una de ellas es de todos y
todas de cada uno (3).
San Jerónimo
Así que por Malaquías suena la voz del Padre para el Hijo, que es la faz
del Padre, por lo que es reconocido.
Beda
Juan, pues, es llamado Angel, no por participación de naturaleza, según
la herejía (error) de Orígenes, sino por la dignidad del oficio, puesto que en
griego se dice ángel y en latín mensajero, con cuyo nombre pudo llamarse muy
acertadamente el hombre que fue enviado por Dios para que diese testimonio
cierto de la luz ( Jn 1), y anunciase que el Señor había de venir en
carne mortal al mundo; siendo constante que todos los que ejercen el sacerdocio
pueden ser llamados ángeles por el cargo de evangelizar, según dice el profeta
Malaquías (cap. 2): "Los labios del sacerdote guardan la ciencia, y se
pedirá de su boca la ley, porque él es el ángel del Señor de los
ejércitos".
Teofilacto
Así que el precursor de Cristo se llama ángel a causa de su vida
angélica y de su excelsa honra. Por eso cuando se dice: "ante tu
faz", es como si se dijera: "junto a ti está tu mensajero", por
lo que se manifiesta lo cercano que está el precursor de Cristo. Pues los que
andan alrededor de los reyes son los que están más cerca de ellos. Y sigue:
"El cual preparará tu camino ante ti, pues preparó por el bautismo las
almas de los judíos para que recibiesen a Cristo".
San Jerónimo
O el camino por el que el Señor viene hasta los hombres es la
penitencia, por la cual Dios baja a nosotros, y nosotros subimos a El. De aquí
el principio de la predicación de San Juan: "Haced penitencia".
Beda
Así como San Juan pudo ser llamado "ángel", porque precedió al
Señor evangelizando, así también pudo ser llamado "voz", porque iba
delante haciendo oír la palabra de Dios, por ello dice: "Voz que
clama", etc. Consta, también, que el Hijo unigénito se llama Verbo del
Padre. Así, por nuestro mismo hablar conocemos que la voz suena antes y que no
puede oírse la palabra sino después.
San Jerónimo
Se dice voz que clama, porque el clamor llega hasta los sordos y los que
están lejos, y porque suele hacerse con furor. Voz que ciertamente llegó al
pueblo judío, aunque la salvación no fue recibida por los pecadores ( Sal 118):
"y cerraron éstos sus oídos como áspides, que se hacen los sordos"
( Sal57,5), por lo que merecieron oír de Cristo indignación, enfado y tribulación.
San Crisóstomo
Por esto se dice "en el desierto". Manifiestamente significa
en la profecía que la doctrina divina no ha de predicarse en Jerusalén, sino en
el desierto. Juan Bautista lo cumplía a la letra anunciando en el desierto del
Jordán la saludable aparición del Verbo de Dios. Enseña también el pasaje
profético que, además del desierto que mostró Moisés, en donde abría sus
senderos, había otro desierto, en el cual se halla la salvación de Cristo.
San Jerónimo
O suena la voz y el clamor en el desierto, porque estaban desamparados
del Espíritu de Dios, como casa desocupada y barrida; desamparados también del
profeta, rey y sacerdote.
Beda
Qué clamaría, pues, se anuncia cuando dice: "Preparad el camino del
Señor, haced rectos sus senderos". Pues todo el que predica la recta fe y
las buenas obras, ¿qué otra cosa prepara sino el camino del Señor, que va a los
corazones de sus oyentes, para penetrarlos verdaderamente con la fuerza de su
gracia e ilustrarlos con la luz de la verdad? Hace rectos los senderos,
formando por la palabra de la predicación pensamientos puros en el alma.
San Jerónimo
O de otro modo: "Preparad el camino del Señor", esto es, haced
penitencia y predicad. "Haced rectos sus senderos", para que, andando
solemnemente el camino real, amemos a nuestros prójimos como a nosotros, y a
nosotros mismos como a nuestros prójimos. Pues el que se ama a sí mismo y no
ama al prójimo, se aparta del camino por la derecha, porque muchos obran bien y
no corrigen bien, como fue Heli. Y aquel que ama al prójimo pero tiene aversión
de sí mismo, se sale del camino hacia la izquierda, pues muchos corrigen bien,
pero no obran bien, como fueron los escribas y fariseos. Mas los senderos
siguen después del camino, porque los mandatos morales se explanan después de
la penitencia.
Teofilacto
O el camino es el Nuevo Testamento, estando ya como allanados los del
Antiguo. Era, pues, necesario prepararse para el camino, es decir, para el
Nuevo Testamento, porque convenía que se hiciesen rectos los senderos del
Antiguo Testamento.
San Jerónimo
Según la anterior profecía de Isaías, San Juan prepara el camino del
Señor por la fe, el bautismo y la penitencia. Los senderos rectos se hacen por
los austeros indicios del vestido de cilicio y de la correa de cuero, y de la
comida de langostas y de la miel silvestre, y de la voz muy humilde. Por esto
se dice: "Juan estuvo en el desierto". Juan y Jesús buscan, pues, lo
que se ha perdido en el desierto. Donde venció el diablo, allí se vence; donde
cayó el hombre, allí se levanta. Juan se interpreta gracia de Dios. Así, pues,
la narración empieza por la gracia. Sigue luego bautizando. Por el bautismo se
da la gracia, porque los pecados se perdonan por la gracia. Así los catecúmenos
empiezan a ser instruidos por el sacerdote y son ungidos por el Obispo. Para
señalar esto se añade: "Y predicando el bautismo de la penitencia",
etc.
Beda
Sabido es que San Juan no sólo predicó el bautismo de la penitencia,
sino que también bautizó a algunos. Sin embargo, no pudo aplicarles dicho bautismo
en remisión de los pecados, porque la remisión de los pecados sólo nos es dada
por el bautismo de Jesucristo. Así, pues, se dice: "Predicando el bautismo
de la penitencia en remisión de los pecados", puesto que predicaba, porque
no podía dar aquel bautismo que perdona los pecados. Esto era así para que,
como con la palabra de la predicación precedía al Verbo encarnado del Padre,
por el bautismo que daba, por el cual no podían perdonarse los pecados, así
también precediese al bautismo de la penitencia, por el cual sí se perdonan.
Teofilacto
O bien, aunque el bautismo de San Juan no llevara en sí la remisión de
los pecados, inducía, sin embargo, a los hombres a la penitencia. "Pues yo
soy, predicaba, el bautismo de la penitencia". Esta predicación de la
penitencia conducía a la remisión de los pecados, así como los penitentes que
recibieran a Cristo, recibirían con El la remisión de sus pecados.
San Jerónimo
Por San Juan, pues, como por el amigo del esposo, es conducida la esposa
a Cristo, así como Rebeca a Isaac por su criado ( Gén 24). Y continúa:
"E iban a encontrarle todas las gentes", etc. Confesión y belleza en
su presencia ( Sal95,6), esto es en presencia del esposo. La esposa baja
del camello así como ahora se humilla la Iglesia al ver a su esposo Isaac, esto
es, a Jesucristo. La bajada al Jordán, donde se lavan los pecados, se
interpreta ajena. Enajenados nosotros de Dios en otro tiempo por la
soberbia, y ahora humillados por el símbolo del bautismo, nos levantamos a lo
alto.
Beda
Para los que desean el bautismo se toma ejemplo de confesar los pecados
y prometer una mejor vida. De ahí las siguientes palabras: "Los que
confiesan sus pecados".
San
Crisóstomo, In Matth. hom., 10
Porque San Juan predicaba penitencia, daba ejemplo de ella en el vestido
y la comida. Así se dice: "Y traía Juan un vestido de pelos de
camello".
Beda
Vestido, dice, de pelo, no de lana, pues el primero es indicio de
vestido austero, y el último lo es de molicie. La correa de cuero con que se
ceñía, como Elías ( 2Re 1), es indicio de mortificación. Lo que sigue
después: "Y su comida eran langostas y miel silvestre", como conviene
al habitante del desierto, que no atiende al gusto de los manjares, sino a la
necesidad de la naturaleza humana.
San Jerónimo
El vestido de San Juan, la comida y todas sus obras, significan la vida
austera de los que han de predicar, y significan también a las futuras gentes
han de unirse dentro y fuera en la gracia de Dios, que es San Juan. Porque los
ricos entre los hombres están representados por los pelos de camello; los
pobres, muertos al mundo, por la correa de cuero; y los sabios del siglo, por
las langostas errantes, las cuales, dejando las pajas secas a los judíos, se arrastran
hacia los carros del trigo místico y en el calor de la fe se elevan dando
saltos. Y por la miel silvestre, inspirados los fieles se ceban en inculta
selva.
Teofilacto
O de otro modo, el vestido de pelos de camellos era una señal del dolor
que por indicación de San Juan conviene que sienta el penitente; pues el saco
significa dolor, pero la correa de cuero significa la mortificación del pueblo
judío. La comida de San Juan señala, no sólo la abstinencia, sino que es
también significado del alimento del alma, con el que se alimentaba entonces el
pueblo, que, aunque no entendiendo las cosas superiores, sin embargo se elevaba
a lo alto y se abatía de nuevo al igual que la langosta que se eleva a saltos
para luego caer otra vez. Así el pueblo ciertamente se alimentaba de la miel,
que es obra de las abejas, esto es, de los profetas: miel no trabajada, sino
silvestre. Los hebreos tenían las Escrituras como esta miel, pero no las
entendían bien.
San Gregorio, 31
Mor., cap. 19, super Job 39, 20
O por la misma especie de alimentos designó su precursor al Señor. El,
que en verdad vino para nuestra redención, comió la miel silvestre, porque tomó
la dulzura del infructuoso gentilismo. Y, porque verdaderamente convirtió en
parte a muchos judíos, tomó por alimento langostas, las cuales dando súbitos
saltos caen al punto en tierra. Y, como ellas, los judíos daban saltos cuando
prometían llenar los preceptos de Dios y caían en tierra cuando por sus malas
obras negaban haberlo oído. Así, pues, se levantaban por las palabras y caían
por los hechos.
Beda
El vestido y el alimento de San Juan pueden también expresar la
naturaleza de sus inclinaciones. Usaba vestidos austeros, porque no fomentaba
la vida de los pecadores con halagos, sino que los increpaba con el vigor de un
áspero enojo. Ceñía su cintura con una correa de cuero, porque crucificaba su
carne con sus vicios y concupiscencias. Comía langostas y miel silvestre,
porque su predicación tenía para el pueblo cierto sabor dulce, por lo que
juzgaron las gentes que El era el Cristo. Sin embargo, pronto entendieron sus
oyentes que no era él el Cristo, sino su precursor y profeta, porque la
dulzura, en verdad, es propia de la miel, y el vuelo rápido lo es de las
langostas. Y continúa: "Y predicaba diciendo: El que ha de venir después
de mí, es más poderoso que yo".
Glosa
Decía esto para hacer cambiar de opinión a la muchedumbre que creía que
él era el Cristo. Anunciaba que Cristo era más fuerte. Este había de perdonar
los pecados, cosa que él no podía hacer.
San Jerónimo
¿Quién es más fuerte que la gracia -representada por San Juan Bautista-
por la que se perdonan los pecados, sino Aquél que los perdona setenta veces
siete? Ciertamente que la gracia antecede, pero perdona por el bautismo una
sola vez los pecados, en tanto que la misericordia alcanza a los desdichados
pecadores desde Adán a Jesucristo por setenta y siete generaciones, y llega
hasta ciento cuarenta y cuatro mil.
San
Crisóstomo, In Matth. hom., 11
Para que no se piense que se compara con Cristo al decir esto, añade:
"Y no soy yo digno", etc. Ahora bien, no es lo mismo desatar la
correa de sus sandalias (esto es lo que dice San Marcos) que descalzar las
sandalias (esto es lo que dice San Mateo). Y ciertamente, siguiendo el orden de
la narración y no engañándose por esto en nada, dicen los evangelistas que, de
acuerdo al significado de la afirmación, San Juan Bautista dijo lo uno y lo
otro. En cuanto a los comentadores, cada uno lo expone de diferente modo,
teniendo en cuenta que se llama correa a la ligadura de las sandalias. Así,
pues, San Juan dice esto para ensalzar la excelencia del poder de Cristo y la
grandeza de su divinidad. Es como si dijera: ni siquiera soy digno de figurar
en el orden de sus ministros. Así, pues, es asunto de la mayor importancia el
considerar las cosas que pertenecen al Cuerpo de Cristo como inclinándose en
tierra, desde donde hay que mirar la imagen de las cosas superiores para
descifrar cada uno de los inexplicables tesoros que se refieren al misterio de
la encarnación.
San Jerónimo
La sandalia está en la parte extrema del cuerpo, el Salvador en su
Encarnación ha tenido como fin extremo la justicia. Por esto dice el profeta
( Sal 59,10 y 107): "Sujetaré la Idumea a mi imperio, o por la
Idumea extenderé mis plantas".
San Gregorio, hom.
7, sobre el Evang
Las sandalias se hacen también de los animales muertos. Al encarnarse
apareció como calzado el Señor, Aquel que en su divinidad tomó para sí lo
mortal de nuestra corrupción. O de otro modo: Era costumbre entre los antiguos
el que, si alguno no quería recibir por esposa a la que se pretendiera para él
por derecho de parentesco, desatase su calzado el que debía ser su esposo. Por
esta razón anuncia que él es indigno de desatar la correa de sus sandalias,
como diciendo abiertamente: "Yo no soy digno de descalzar al Redentor,
porque no usurpo el nombre de esposo, que no merezco".
Teofilacto
Se entiende también así: Todos los que se acercaban y eran bautizados
por San Juan, creyendo en Cristo eran librados de la ligadura de los pecados
por la penitencia. De este modo desataba San Juan la correa de todos los demás,
es decir, la ligadura de los pecados. Pero esto no valió para Jesús, porque no
encontró pecado en El.
Beda
San Juan no llama aún al Señor manifiestamente Dios o Hijo de Dios, sino
tan solamente varón más fuerte que él, porque sus oyentes, aún ignorantes, no
comprendían lo insondable de tan gran misterio. ¿Cómo era que el Hijo Eterno de
Dios hubiese nacido de nuevo, tomando forma humana de la Virgen? Por ello, poco
a poco habían de ser introducidos en la fe de la divinidad eterna por el
conocimiento de la humildad glorificada. Sin embargo, aunque ocultamente, les
declaraba que éste era el Dios verdadero al decir: "Yo os bautizo en el
agua, pero El os bautizará en el Espíritu Santo". ¿Quién puede dudar,
pues, que nadie además de Dios puede dar la gracia del Espíritu Santo?
San Jerónimo
¿Qué cosa hay diferente entre el agua y el Espíritu Santo, que era
llevado sobre las aguas? El agua es misterio del hombre, pero el Espíritu es
misterio de Dios.
Beda
Somos bautizados por el Señor en el Espíritu Santo, no sólo cuando el
día del bautismo fuimos lavados en la fuente de la vida para remisión de los
pecados, sino también cada día cuando la gracia del mismo Espíritu nos inflama
para hacer lo que agrada a Dios.
Notas
1- Según la más antigua tradición sobre el origen del Evangelio según San
Marcos, que viene de los tiempos apostólicos, éste habría sido escrito en Roma,
dependiente de la catequesis de San Pedro. Son muchas las razones para
respaldar este antiguo testimonio, que llega a través de Eusebio de Cesarea,
citando fuentes primitivas. Ya por lo circunstancial de las catequesis, ya
porque San Pedro se une al Señor siendo adulto, es posible que en su
predicación no se refiriese a los años previos de la vida de Jesús. En tal
sentido Marcos también los omite.
2-
La referencia de San Marcos, bajo
el nombre de Isaías se puede desdoblar en dos partes. La primera estaría tomada
del Exodo 23,20, en paralelo de precisión con Malaquías 3,1. La segunda parte
efectivamente viene de Isaías 40,3. Esta forma de citar puede bien responder a
una costumbre de la época en que un texto de la ley era esclarecido a modo de
comentario por uno de los profetas (Farrer; Camacho).
3- Estas disquisiciones, que muchos aún hoy hacen, aunque en otro sentido,
se podían haber comprendido mejor si se toma en cuenta que probablemente la
primera parte del pasaje es del Exodo 23,20 en conjunción de Malaquía 3,1, y la
segunda lo es de Isaías. La yuxtaposición de los dos textos sigue la costumbre
judía del tiempo: citar un pasaje profético como comentario de la ley (Farrer;
Camacho).
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