jueves, 29 de agosto de 2013

El martirio de san Juan Bautista nos recuerda, que el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad, no admite componendas. Benedicto XVI

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 29 de agosto de 2012
 

Queridos hermanos y hermanas:

Este último miércoles del mes de agosto se celebra la memoria litúrgica del martirio de san Juan Bautista, el precursor de Jesús. En el Calendario romano es el único santo de quien se celebra tanto el nacimiento, el 24 de junio, como la muerte que tuvo lugar a través del martirio. La memoria de hoy se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste, en Samaría, donde, ya a mediados del siglo iv, se veneraba su cabeza. Su culto se extendió después a Jerusalén, a las Iglesias de Oriente y a Roma, con el título de Decapitación de san Juan Bautista. En el Martirologio romano se hace referencia a un segundo hallazgo de la preciosa reliquia, transportada, para la ocasión, a la iglesia de San Silvestre en Campo Marzio, en Roma.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Preocupación por la desacralización de la Eucaristía y los templos - Mons. Buti Joseph Tlhagale


El Arzobispo Buti Joseph Tlhagale (61) de Johanesburgo está horrorizado con el comportamiento de los fieles en relación al Santísimo.

Algunos católicos no demuestran fe alguna en la presencia real de Cristo- enfatizó el Prelado.

Muchos no hacen la señal de la cruz con agua bendita al entrar en la iglesia y no se arrodillan frente a Cristo en el Sagrario – ni siquiera una genuflexión.

Como una plaza de mercado

El Arcebispo Tlaghale criticó la destrucción de muchos comulgatorios. Así, los fieles no son invitados a arrodillarse para recibir la comunión.

“Nuestras iglesias son como plazas de mercado antes y después de las misas –en parte porque colocamos el Sagrario en un espacio separado, o simplemente porque perdemos el sentido de la presencia de lo sagrado. Abandonamos el silencio y la atmósfera devota en las iglesias”.

Monseñor  Tlaghale recomienda  volver a colocar el Sagrario en el centro de la iglesia, así como la recuperación de la práctica de las genuflexiones y del silencio.

martes, 27 de agosto de 2013

Tratado sobre la paciencia - San Agustín

LA PACIENCIA
CAPÍTULO I

La paciencia de Dios

1. La virtud del alma que se llama paciencia es un don de Dios tan grande, que Él mismo, que nos la otorga, pone de relieve la suya, cuando aguarda a los malos hasta que se corrijan. Así, aunque Dios nada puede padecer, y el término paciencia se deriva de padecer (patientia, a patiendo), no solo creemos firmemente que Dios es paciente, sino que también lo confesamos para nuestra salvación. Pero ¿quién podrá explicar con palabras la calidad y grandeza de la paciencia de Dios, que nada padece pero tampoco permanece impasible, e incluso aseguramos que es pacientísimo? Así pues, su paciencia es inefable como lo es su celo, su ira y otras cosas parecidas. Porque si pensamos estas cosas a nuestro modo, en Él, ciertamente, no se dan así. En efecto, nosotros no sentimos ninguna de estas cosas sin molestias, pero no podemos ni sospechar que Dios, cuya naturaleza es impasible, sufra tribulación alguna. Así, tiene celos sin envidia, ira sin perturbación alguna, se compadece sin sufrir, se arrepiente sin corregir una maldad propia. Así es paciente sin pasión. Pero ahora voy a exponer, en cuanto el Señor me lo conceda y la brevedad del presente discurso lo consienta, la naturaleza de la paciencia humana de modo que podamos comprenderla y también procuremos tenerla.

CAPÍTULO II

La auténtica paciencia humana y su utilidad

2. La auténtica paciencia humana, digna de ser alabada y de llamarse virtud, se muestra en el buen ánimo, con el que toleramos los males, para no dejar de mal humor los bienes que nos permitirán conseguir las cosas mejores. Pues los impacientes, cuando no quieren padecer cosas malas, no consiguen escapar de ellas, sino sufrir males mayores. Pero los que tienen paciencia prefieren soportar los males antes que cometerlos y no cometerlos antes que soportarlos, aligeran el mal que toleran con paciencia y se libran de otros peores en los que caerían por la impaciencia. Pues los bienes eternos y más grandes no se pierden mientras no se rinden a los males temporales y mezquinos: porque no son comparables los padecimientos de esta vida con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. Y también: lo que en nuestra tribulación es temporal y leve, de una forma increíble, nos produce un peso eterno de gloria.

domingo, 25 de agosto de 2013

Domingo XXI (ciclo c) Catena Aurea


Lucas 13,22-30
E iba por las ciudades y aldeas enseñando, y caminando hacia Jerusalén. Y le dijo un hombre: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?" Y El les dijo: "Porfiad a entrar por la puerta angosta, porque os digo, que muchos procurarán entrar y no podrán. Y cuando el padre de familias hubiere entrado y cerrado la puerta, vosotros estaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos, y El os responderá diciendo: No sé de dónde sois vosotros. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti comimos y bebimos, y en nuestras plazas enseñaste. Y os dirá: No sé de dónde sois vosotros: apartaos de mí todos los obradores de la iniquidad. Allí será el llorar y crujir de dientes cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y que vosotros sois arrojados fuera. Y vendrán de Oriente, y de Occidente, y de Aquilón y de Austro, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y he aquí que son postreros los que eran primeros, y que son primeros los que eran postreros".

 

Glosa

Después de las parábolas sobre la multiplicación de la doctrina evangélica, se propone extenderla por todas partes por medio de la predicación. Por esto dice: "E iba por las ciudades y aldeas".

 

Teofilacto

No sólo visitaba las pequeñas poblaciones, como hacen los que quieren engañar a los sencillos; ni sólo las ciudades, como hacen los que son amigos de la ostentación y buscan la gloria, sino que como Señor de todo y padre que a todos provee, andaba por todas partes. No visitaba, pues, ciudades principales, evitando entrar en Jerusalén, como si temiera las acusaciones de los doctores de la ley o la muerte, que podría ser consecuencia de ello. Y por esto añade: "Caminando hacia Jerusalén". Porque donde había más enfermos, allí convenía más que fuese el médico. Prosigue: "Y le dijo un hombre: Señor, ¿son pocos los que se salvan?".

Domingo XXI (ciclo c) Guión Litúrgico


Entrada:
Dios nuestro Padre, ha querido llamar a todos los hombres a través de Jesucristo para hacerlos participes de su comunión. Reunidos para celebrar el memorial del Sacrificio Redentor que nos abre la puerta para que podamos responder a este llamado, nos ponemos de pie y cantamos…

Domingo XXI (ciclo c) Mons. Domingo Castagna


25 de agosto de 2013
Lucas 13, 22-30

          Entren por la puerta estrecha. Una persona que, sin pretenderlo, asume la representación de numerosos hombres y mujeres, expone ante Jesús su angustiante inquietud: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” (Lucas 13, 23). No sé hasta qué punto la cultura contemporánea nos autoriza formular esta trascendente cuestión. El empeño en mantenerse en las afueras de la conciencia, sin valores que la iluminen, sin estímulos espirituales que produzcan un sano equilibrio existencial, constituye el estado letárgico de grandes sectores de la sociedad. La respuesta de Jesús al angustiado interlocutor se reduce a una recomendación directa y descarnada: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.” (Ibídem v 24). Responder a esa dramática pregunta es de vital importancia. El sacudón causado por un ocasional infortunio pone a la persona frente a sí misma y, en el mejor de los casos, acude al auxilio ofrecido por la fe. El Evangelio ofrece la sustancia de una respuesta oportuna y acertada.

Domingo XXI (ciclo c) P. Raniero Cantalamessa


Entrar por la puerta estrecha

Isaías 66, 18-21;
Hebreos 12, 5-7.11-13;
Lucas 13, 22-30 


Existe un interrogante que siempre ha agobiado a los creyentes: ¿son muchos o pocos los que se salvan? En ciertas épocas, este problema se hizo tan agudo que sumergió a algunas personas en una angustia terrible. El Evangelio de este domingo nos informa de que un día se planteó a Jesús este problema: «Mientras caminaba hacia Jerusalén, uno le dijo: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?"». La pregunta, como se ve, trata sobre el número, sobre cuántos se salvan: ¿muchos o pocos? Jesús, en su respuesta, traslada el centro de atención de cuántos se salvan a cómo salvarse, esto es, entrando «por la puerta estrecha».

viernes, 23 de agosto de 2013

100 años de vida de un Obispo - Monseñor Guillermo Leaden, sdb


Huída - Fábula del P. Leonardo Castelani

HUIDA
(Fábula publicada en Camperas)




Una vez atraparon a un monje que venía huyendo a toda furia mirando hacia atrás.
-¡Párese! ¡Párese, don! ¡Adonde va!
El anacoreta estaba que no lo sujetaban ni a pial doble.
-¿Qué le pasa? ¿Quién lo corre?
-¿Lo persigue alguna fiera?
-Peor- Dijo el ermitaño.
-¿Lo persigue la viuda?
-Peor.
-¿Lo persigue la muerte?

jueves, 22 de agosto de 2013

¿Qué quiere decir María Reina? - Benedicto XVI

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 22 de agosto de 2012


Queridos hermanos y hermanas:
Se celebra hoy la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María invocada con el título: «Reina». Es una fiesta de institución reciente, aunque es antiguo su origen y devoción: fue instituida por el venerable Pío XII, en 1954, al final del Año Mariano, fijando para su celebración la fecha del 31 de mayo (cf. Carta enc. Ad caeli Reginam, 11 de octubre de 1954: AAS 46 [1954] 625-640). En esa circunstancia el Papa dijo que María es Reina más que cualquier otra criatura por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella no cesa de dispensar todos los tesoros de su amor y de sus cuidados a la humanidad (cf. Discurso en honor de María Reina, 1 de noviembre de 1954). Ahora, después de la reforma posconciliar del calendario litúrgico, fue situada ocho días después de la solemnidad de la Asunción para poner de relieve la íntima relación entre la realeza de María y su glorificación en cuerpo y alma al lado de su Hijo. En la constitución del concilio Vaticano II sobre la Iglesia leemos: «María fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo» (Lumen gentium, 59).

martes, 20 de agosto de 2013

San Bernardo de Claraval, un enemorado de Jesús y de María - Benedicto XVI

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de octubre de 2009
San Bernardo de Claraval

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy quiero hablar sobre san Bernardo de Claraval, llamado el "último de los Padres" de la Iglesia, porque en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los Padres. No conocemos con detalles los años de su juventud, aunque sabemos que nació en el año 1090 en Fontaines, en Francia, en una familia numerosa y discretamente acomodada. De joven, se entregó al estudio de las llamadas artes liberales —especialmente de la gramática, la retórica y la dialéctica— en la escuela de los canónigos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine, y maduró lentamente la decisión de entrar en la vida religiosa. Alrededor de los veinte años entró en el Císter, una fundación monástica nueva, más ágil respecto de los antiguos y venerables monasterios de entonces y, al mismo tiempo, más rigurosa en la práctica de los consejos evangélicos. Algunos años más tarde, en 1115, san Bernardo fue enviado por san Esteban Harding, tercer abad del Císter, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux). Allí el joven abad, que tenía sólo 25 años, pudo afinar su propia concepción de la vida monástica, esforzándose por traducirla en la práctica. Mirando la disciplina de otros monasterios, san Bernardo reclamó con decisión la necesidad de una vida sobria y moderada, tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios monásticos, recomendando la sustentación y la solicitud por los pobres. Entretanto la comunidad de Claraval crecía en número y multiplicaba sus fundaciones.

sábado, 17 de agosto de 2013

Santa Elena madre del emperador Constantino (248 - 329)


En un mesón propiedad de sus padres en Daprasano (Nicomedia) nació pobre en el seno de una familia pagana. Allí pudo, en su juventud, contemplar los efectos de las persecuciones mandadas desde Roma: vio a los cristianos que eran tomados presos y metidos en las cárceles de donde salían para ser atormentados cruelmente, quemados vivos o arrojados a las fieras. Nunca lo entendió; ella conocía a algunos de ellos y alguna de las cristianas muertas fueron sus amigas, ¿qué mal hacían para merecer la muerte? A su entender, solo podía asegurar que eran personas excelentes.

San Ambrosio, que vivió en época inmediatamente posterior, la describe como una mujer privilegiada en dones naturales y en nobleza de corazón. Y así debía de ser cuando se enamoró de ella Constancio, el que lleva el sobrenombre de Cloro por el color pálido de su tez, general valeroso y prefecto del pretorio durante Maximiano. Tenía Elena 23 años al contraer matrimonio. En Naïsus (Dardania) les nació, el 27 de febrero del 274, el hijo que llegaría a ser César de Maximiano como Galerio lo fue de Diocleciano.

Domingo XX (ciclo c) Guión Litúrgico


Entrada:
Hermanos; reunidos para celebrar el día del Señor  y renovar nuestra fe para poder dar testimonio de ella, nos ponemos de pie para dar comienzo al santo sacrificio de la Misa. Cantamos..

Domingo XX (ciclo c) Catena Aurea

Lucas 12,49-53
"Fuego vine a poner en la tierra: ¿Y qué quiero sino que arda? Con Bautismo es menester que yo sea bautizado: ¿Y cómo me angustio hasta que se cumpla? ¿Pensáis que soy venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino división. Porque de aquí adelante estarán cinco en una casa divididos, los tres estarán contra los dos, y los dos contra los tres. Estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra su padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre: la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra".
San Ambrosio
A los administradores -esto es, a los sacerdotes- es a quienes parece referirse lo que precede, para que sepan que habrán de padecer terriblemente en la otra vida, si cuidándose sólo de las diversiones mundanas, se olvidan de gobernar bien la grey del Señor que les ha sido encomendada. Pero como el separarse del error por miedo al castigo es poco adelanto, así es mayor la prerrogativa de la caridad y del amor. Por esto el Señor los excita a desear poseer a Dios, diciendo: "Fuego vine a poner a la tierra". No aquél que consume los bienes, sino el que produce la buena voluntad que mejora los vasos de oro de la casa del Señor y reduce a cenizas el heno y la paja.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
En algunas ocasiones en la Sagrada Escritura se acostumbra llamar fuego a la palabra sagrada y divina, porque así como los que quieren purificar el oro y la plata les quitan toda la escoria con el fuego, así el Salvador, por la palabra evangélica en la virtud del Espíritu, purifica la inteligencia de los que creen en El. Este es el fuego saludable y útil por el cual los moradores de la tierra, de algún modo fríos y endurecidos por el pecado, se calientan y enardecen por la vida santa.

Domingo XX (ciclo c) Benedicto XVI

BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Domingo 19 de agosto de 2007
 

Queridos hermanos y hermanas:

En el evangelio de este domingo hay una expresión de Jesús que siempre atrae nuestra atención y hace falta comprenderla bien. Mientras va de camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte en cruz, Cristo dice a sus discípulos: "¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división". Y añade: "En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra" (Lc 12, 51-53). Quien conozca, aunque sea mínimamente, el evangelio de Cristo, sabe que es un mensaje de paz por excelencia; Jesús mismo, como escribe san Pablo, "es nuestra paz" (Ef 2, 14), muerto y resucitado para derribar el muro de la enemistad e inaugurar el reino de Dios, que es amor, alegría y paz. ¿Cómo se explican, entonces, esas palabras suyas? ¿A qué se refiere el Señor cuando dice —según la redacción de san Lucas— que ha venido a traer la "división", o —según la redacción de san Mateo— la "espada"? (Mt 10, 34).

Domingo XX (ciclo c) San Ambrosio

Fuego purificador y pasión redentora
(Lc 12, 49-53)  

Yo he venido a poner fuego en la tierra, y ¿qué he de querer sino que arda? Tengo que recibir un bautismo, y ¡cómo me angustio hasta que eso se cumpla! En los párrafos anteriores nos ha expresado su deseo de vernos vigilantes, esperando en todo momento la venida del Señor de la salvación, para que nadie, mientras abandona y olvida con negligencia su trabajo, difiriéndole de un día para otro, cuando llegue, por la propia muerte, el juicio futuro, pierda la recompensa de su esfuerzo. Aunque la presentación general del precepto va dirigida a todos, sin embargo, el tenor de la comparación siguiente parece estar dirigida a los dispensadores, es decir, a los sacerdotes (obispos), por lo cual deben saber que, al fin de la vida, se harán acreedores de un gran castigo si, preocupados por el bienestar de este mundo, gobiernan con negligencia la casa del Señor y el pueblo a ellos encomendado.

viernes, 16 de agosto de 2013

"No escatimemos esfuerzos en la formación de los jóvenes" Papa Francisco

HOMILÍA DEL
SANTO PADRE
FRANCISCO
EN LA SANTA MISA
CON LOS OBISPOS, SACERDOTES,
RELIGIOSOS Y SEMINARISTAS
 DE LA XXVIII JMJ
Catedral de San Sebastián, Río de Janeiro
Sábado 27 de julio de 2013

 Amados hermanos en Cristo,
Viendo esta catedral llena de obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas de todo el mundo, pienso en las palabras del Salmo de la misa de hoy: «Que las naciones te glorifiquen, oh Señor» (Sal 66).
Sí, estamos aquí para alabar al Señor, y lo hacemos reafirmando nuestra voluntad de ser instrumentos suyos, para que alaben a Dios no sólo algunos pueblos, sino todos. Con la misma parresia de Pablo y Bernabé, queremos anunciar el Evangelio a nuestros jóvenes para que encuentren a Cristo y se conviertan en constructores de un mundo más fraterno. En este sentido, quisiera reflexionar con ustedes sobre tres aspectos de nuestra vocación: llamados por Dios, llamados a anunciar el Evangelio, llamados a promover la cultura del encuentro.

jueves, 15 de agosto de 2013

Asunción de la Virgen María - Homilía de Benedicto XVI (2005)


SANTA MISA EN LA
SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
HOMILÍA DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI

Parroquia Pontificia de
Santo Tomás de Villanueva
Castelgandolfo
Lunes 15 de agosto de 2005
 

Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:
 
Ante todo, os saludo cordialmente a todos. Para mí es una gran alegría celebrar la misa en el día de la Asunción de la Virgen María en esta hermosa iglesia parroquial. Saludo al cardenal Sodano, al obispo de Albano, a todos los sacerdotes, al alcalde y a todos vosotros. Gracias por vuestra presencia. La fiesta de la Asunción es un día de alegría. Dios ha vencido. El amor ha vencido. Ha vencido la vida. Se ha puesto de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte, que Dios tiene la verdadera fuerza, y su fuerza es bondad y amor.
María fue elevada al cielo en cuerpo y alma:  en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros:  "He aquí a tu madre". En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.

miércoles, 14 de agosto de 2013

La muerte de Maximiliano Kolbe se convirtió en un signo de victoria - Juan Pablo II


Homilía de Juan Pablo II
en la Canonización
de San Maximiliano María Kolbe
(1894-1941)
10 de Octubre de 1982

1. «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).
Desde hoy la Iglesia quiere llamar «santo» a un hombre a quien le fue concedido cumplir de manera rigurosamente literal estas palabras del Redentor.
Así fue. Hacia finales de julio de 1941, después que los prisioneros, destinados a morir de hambre, habían sido puestos en fila por orden del jefe del campo, este hombre, Maximiliano María Kolbe, se presentó espontáneamente, declarándose dispuesto a ir a la muerte en sustitución de uno de ellos. Esta disponibilidad fue aceptada, y al padre Maximiliano, después de dos semanas de tormentos a causa del hambre, le fue quitada la vida con una inyección mortal, el 14 de agosto de 1941.
Todo esto sucedía en el campo de concentración de Auschwitz (Oswiecim), donde fueron asesinados durante la última guerra unos cuatro millones de personas, entre ellas la Sierva de Dios Edith Stein (la carmelita sor Teresa Benedicta de la Cruz), cuya causa de beatificación sigue su curso en la Congregación competente [fue canonizada por Juan Pablo II el 11 de octubre de 1998]. La desobediencia al mandamiento de Dios creador de la vida: «No matarás», causó en ese lugar la inmensa hecatombe de tantos inocentes. En nuestros días, pues, nuestra época ha quedado así horriblemente marcada por el exterminio del hombre inocente.

martes, 13 de agosto de 2013

Doctrina sobre la Iglesia Católica


LA SANTA IGLESIA CATOLICA

1 La Iglesia, continuadora de la misión de Cristo

"¿Qué objetivo -se preguntaba el Papa León XIII- persiguió Cristo al fundar la Iglesia? ¿Qué se propuso? Una sola cosa: transmitir a la Iglesia, para continuarlos, la misma misión y el mismo mandato que El había recibido de su Padre" (Enc. Satis cognitum).

Pocos años antes, el Concilio Vaticano I había declarado que Cristo, "Pastor eterno, decidió fundar la Santa Iglesia para perpetuar la obra salvífica de la redención" (Dz. 1821).

Unos años después, el Concilio Vaticano II subraya de nuevo esta continuidad e identidad profunda entre la misión de Cristo y de la Iglesia: "Esta misión (de la Iglesia) continúa y desarrolla en el transcurso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado para anunciar a los pobres la buena nueva" (Decr. Ad gentes, n.5).

lunes, 12 de agosto de 2013

"Los diez Mandamientos son un don de Dios, indican un camino de libertad" Papa Francisco

VIDEOMENSAJE DEL
SANTO PADRE
FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES
 EN LA INICIATIVA
«DIEZ PLAZAS PARA
DIEZ MANDAMIENTOS»
Sábado 8 de junio de 2013

¡Buenas tardes a todos!
Me complace unirme a vosotros que participáis, en las plazas principales de Italia, en esta relectura de los diez Mandamientos. Un proyecto denominado «Cuando el amor da sentido a tu vida...», sobre el arte de vivir a través de los diez Mandamientos que Dios dio no sólo a Moisés, sino también a nosotros, a los hombres y mujeres de todos los tiempos. Gracias a los responsables de la Renovación en el Espíritu Santo —son buenos estos de la Renovación en el Espíritu Santo, ¡felicidades!— que han organizado esta admirable iniciativa en colaboración con el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización y con la Conferencia episcopal italiana. Gracias a todos aquellos que con generosidad contribuyen a la realización de este proyecto especial en el Año de la fe. Preguntémonos entonces: ¿Qué sentido tienen para nosotros estas diez palabras? ¿Qué dicen a nuestro tiempo inquieto y confundido que parece querer prescindir de Dios?

domingo, 11 de agosto de 2013

"Cuánto debe la Iglesia a mujeres valientes y llenas de fe como Santa Clara de Asís" Benedicto XVI


BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 15 de septiembre de 2010

Clara de Asís

 

Queridos hermanos y hermanas:

Una de las santas más queridas es sin duda santa Clara de Asís, que vivió en el siglo XIII, contemporánea de san Francisco. Su testimonio nos muestra cuánto debe la Iglesia a mujeres valientes y llenas de fe como ella, capaces de dar un impulso decisivo para la renovación de la Iglesia.

¿Quién era Clara de Asís? Para responder a esta pregunta contamos con fuentes seguras: no sólo las antiguas biografías, como la de Tomás de Celano, sino también las Actas del proceso de canonización promovido por el Papa sólo pocos meses después de la muerte de Clara y que contiene los testimonios de quienes vivieron a su lado durante mucho tiempo.

Clara nació en 1193, en el seno de una familia aristocrática y rica. Renunció a la nobleza y a la riqueza para vivir humilde y pobre, adoptando la forma de vida que proponía Francisco de Asís. Aunque sus parientes, como sucedía entonces, estaban proyectando un matrimonio con algún personaje de relieve, Clara, a los 18 años, con un gesto audaz inspirado por el profundo deseo de seguir a Cristo y por la admiración por Francisco, dejó su casa paterna y, en compañía de una amiga suya, Bona de Guelfuccio, se unió en secreto a los Frailes Menores en la pequeña iglesia de la Porciúncula. Era la noche del domingo de Ramos de 1211. En la conmoción general, se realizó un gesto altamente simbólico: mientras sus compañeros empuñaban antorchas encendidas, Francisco le cortó su cabello y Clara se vistió con un burdo hábito penitencial. Desde ese momento se había convertido en virgen esposa de Cristo, humilde y pobre, y se consagraba totalmente a él. Como Clara y sus compañeras, innumerables mujeres a lo largo de la historia se han sentido atraídas por el amor a Cristo que, en la belleza de su divina Persona, llena su corazón. Y toda la Iglesia, mediante la mística vocación nupcial de las vírgenes consagradas, se muestra como lo que será para siempre: la Esposa hermosa y pura de Cristo.

Domingo XIX (ciclo c) Catena Aurea


Lucas 12,32-48

"No temáis, pequeña grey: porque a vuestro Padre plugo daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsas, que no se envejecen, tesoro en los cielos que jamás falta; a donde el ladrón no llega, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón".

"Tened ceñidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos. Y sed vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su señor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere y llamare a la puerta, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos que hallare velando el Señor cuando viniere. En verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa y pasando los servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela y así los hallare, bienaventurados son los tales siervos. Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre".

 Y Pedro le dijo: "Señor, ¿dices estas parábolas a nosotros, o también a todos?" Y dijo el Señor: "¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente que puso el señor sobre su familia, para que les dé la medida de trigo en tiempo? Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere le hallare así haciendo. Verdaderamente os digo, que lo pondrá sobre todo cuanto posee. Mas si dijere el tal siervo en su corazón: Se tarda mi señor en venir, y comenzare a maltratar a los siervos, y a los criados, y a comer y a beber, y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y le apartará y pondrá su parte con los desleales".
 "Porque aquel siervo que supo la voluntad de su señor, y no se apercibió, y no hizo conforme a su voluntad, será muy bien azotado: mas el que no la supo, e hizo cosas dignas de castigo, poco será azotado. Porque a todo aquél a quien mucho fue dado, mucho le será demandado. Y al que mucho encomedaron, más le pedirán".
Glosa
Después que el Señor separó el cuidado de las cosas temporales de los corazones de sus discípulos, ahora los libra del temor que procede de los cuidados por las cosas superfluas, diciendo: "No temáis", etc.
 Teofilato
El Señor llama pequeña grey a los que quieren hacerse discípulos suyos, ya porque en esta vida los santos aparecen pequeños en virtud de su pobreza voluntaria, ya porque son aventajados por la multitud de ángeles que nos son incomparablemente superiores.
Beda
El Señor también llama pequeña grey a los escogidos, ya comparándolos con el mayor número de réprobos, o más bien por su amor a la humildad.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Manifiesta por qué no deben temer, añadiendo: "Porque a vuestro Padre plugo", etc, como diciendo: ¿Cómo aquél que concede gracias tan extraordinarias, dejará de tener clemencia con vosotros? Aun cuando aquí esta grey sea pequeña -por su naturaleza, su número y su gloria-, sin embargo la bondad del Padre ha dispensado a este pequeño rebaño la suerte de los espíritus celestiales, es decir el reino de los cielos. Por tanto, para que poseáis el reino de los cielos debéis despreciar las riquezas de la tierra. Así dice: "Vended lo que poseéis", etc.

sábado, 10 de agosto de 2013

Domingo XIX (ciclo c) Benedicto XVI


BENEDICTO XVI

ÁNGELUS

Domingo 12 de agosto de 2007

 

Queridos hermanos y hermanas: 

La liturgia de este XIX domingo del tiempo ordinario nos prepara, de algún modo, a la solemnidad de la Asunción de María al cielo, que celebraremos el próximo 15 de agosto. En efecto, está totalmente orientada al futuro, al cielo, donde la Virgen santísima nos ha precedido en la alegría del paraíso. En particular, la página evangélica, prosiguiendo el mensaje del domingo pasado, invita a los cristianos a desapegarse de los bienes materiales, en gran parte ilusorios, y a cumplir fielmente su deber tendiendo siempre hacia lo alto. El creyente permanece despierto y vigilante a fin de estar preparado para acoger a Jesús cuando venga en su gloria. Con ejemplos tomados de la vida diaria, el Señor exhorta a sus discípulos, es decir, a nosotros, a vivir con esta disposición interior, como los criados de la parábola, que esperan la vuelta de su señor. "Dichosos los criados —dice— a quienes el Señor, al llegar, encuentre en vela" (Lc 12, 37). Por tanto, debemos velar, orando y haciendo el bien.

Domingo XIX (ciclo c) San Agustín


Paralelo entre Lc.12,35-36
y Sal.33,13-15 

1. Nuestro Señor Jesucristo vino a los hombres, se alejó de ellos y a ellos ha de volver. Con todo, aquí estaba cuando vino y no se alejó cuando se retiró, y ha de volver a aquellos a quienes dijo: He aquí que estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos. Según la forma de siervo que tomó por nosotros, en un determinado tiempo, nació, murió y resucitó y ya no morirá ni la muerte se enseñoreará en adelante de él. Pero según la divinidad por la que es igual al Padre, estaba en este mundo, el mundo fue hecho por él y el mundo no le conoció. Sobre esto acabáis de oír lo que nos advierte el Evangelio precaviéndonos y queriendo que estemos dispuestos y preparados en la espera del último día. De forma que, después de este último día que ha de temerse en este mundo, llegue el descanso que no tiene fin. Bienaventurados quienes los consigan. Entonces estarán seguros quienes ahora carecen de seguridad, y entonces temerán quienes ahora no quieren temer. Este deseo y esta esperanza es lo que nos hace cristianos. ¿Acaso nuestra esperanza es una esperanza mundana? No amemos el mundo. Del amor de este siglo fuimos llamados para amar y esperar otro siglo. En éste debemos abstenernos de todos los deseos ilícitos, es decir, debemos ceñir nuestros lomos y hervir y brillar en buenas obras, que equivale a tener encendidas las lámparas. Pues en otro lugar del Evangelio dijo el Señor a sus discípulos: Nadie enciende una lámpara y la coloca bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Y para indicar por qué lo decía, añadió estas palabras: Luzca así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. 

Domingo XIX (ciclo c) Guión Litúrgico

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El domingo es el preanuncio incesante de la vida sin fin que reanima la esperanza de los cristianos y los alienta en su camino. En la perspectiva del último día, la celebración del domingo, día « primero » y a la vez « octavo », proyecta al cristiano hacia la meta de la vida eterna. Nos disponemos a celebrar la Santa Misa cantando… 

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