Novena de
Navidad-sexto día, para rezar 21 de diciembre.
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO
Para los nueve días antes de la Navidad
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO
Para los nueve días antes de la Navidad
Meditación VI
He venido a ser como hombre sin socorro, libre entre los muertos Sal. 87, 5
Factus sum sicut sine adjutorio, inter mortuos liber
Considera la vida
penosa que tuvo Jesucristo en el seno de su madre, por la prisión tan larga,
estrecha y oscura que allí padeció por nueve meses. Es verdad que los otros
niños están en el mismo estado; más ellos no sienten las incomodidades, porque
nos las conocen.
Pero Jesús las
conocía bien, porque desde el primer instante de su vida tuvo perfecto uso de
razón. Tiene sentidos, y no podía servirse de ellos; tenía ojos, y no podía
ver, tenía lengua y no podía hablar; manos, y no las podía extender; pies, y no
podía andar; así que por nueve meses hubo de estar encerrado como en un
sepulcro. He venido a ser, nos dice él mismo David, como hombre sin socorro,
libre entre los muertos. El era libre, porque voluntariamente se había hecho
prisionero de amor en aquella cárcel; pero el amor le privaba el uso de la
libertad, y allí le tenía estrechado con cadenas que no le permitían moverse.
¡Oh grande paciencia
del Salvador! Exclama san Ambrosio, pensando en las penas de Jesucristo mientras
estaba en el seno de María. Fue para el Redentor el vientre de María cárcel
voluntaria, porque fue prisión de amor; más por otra parte no fue injusta.
Era a la verdad
inocente, pero se había ya ofrecido a pagar nuestras deudas, y a satisfacer por
nuestros delitos. Con razón, pues, la divina justicia lo tiene de tal manera
encarcelada, comenzando con esta pena a exigir del mismo la merecida
satisfacción.
Mira a que se reduce
un Hijo de Dios por amor de los hombres; se priva de su libertad, y se pone en cadenas,
para librarnos de las del infierno.
Mucho, pues, merece
ser reconocida con gratitud y con amor la gracia de nuestro libertador y
fiador, quien, no por obligación sí solo por afecto se ha ofrecido a pagar, y
ha pagado por nosotros los débitos y las penas, dando por ellas su vida divina.
No olvides, dice el
Eclesiástico, el favor del que te salió por fiador, porque puso su alma por ti
Eccli. 29, 15
Afectos y súplicas.
Si, Jesús mío, tiene
razón el escritor sagrado de advertirme que no me olvide de la inmensa gracia
que Vos me habéis querido satisfacer por mis pecados con vuestras penas y con
vuestra muerte.
Mas, después de
esto, yo me he olvidado de tan grande gracia y de vuestro amor: he tenido
atrevimiento de volveros las espaldas, como si no fueses mi Señor, y aquel
Señor que tanto me ha amado. Pero si hasta aquí me he olvidado, no quiero,
Redentor mío, olvidarme más. Vuestras penas y vuestra muerte serán mi continuo
pensamiento; y estas me recordarán siempre el amor que me habéis tenido.
Maldigo aquellos días en los cuales, olvidado yo de lo que padecisteis por mí,
abusé tan malamente de mi libertad.
Vos me la habíais
dado para amaros, y me serví de ella para despreciaros.
Pero hoy la consagro
a Vos. Libradme, pues, Señor mío, de la desgracia de verme separado otra vez de
Vos, y hecho de nuevo esclavo de Lucifer. Ea, encadenad a vuestros pies esta mi
pobre alma con vuestro santo amor, a fin de que no se separe jamás de Vos.
Padre Eterno, por la
prisión de Jesús en el vientre de María, libradme de las cadenas del pecado y
del infierno.
Y Vos, Madre de
Dios, socorredme. Vos tenéis dentro de vuestro seno aprisionado y estrechado
con Vos al Hijo de Dios.
Ya, pues, que Jesús es vuestro prisionero, él hará cuanto le digáis. Decidle que me perdone; decidle que me haga santo. Ayudadme, Madre mía, por aquella gracia y honor que os hizo Jesucristo de habitar por nueve meses en vuestro interior.
Ya, pues, que Jesús es vuestro prisionero, él hará cuanto le digáis. Decidle que me perdone; decidle que me haga santo. Ayudadme, Madre mía, por aquella gracia y honor que os hizo Jesucristo de habitar por nueve meses en vuestro interior.
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