miércoles, 30 de septiembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (22) - María Inmaculada, redimida por preservación

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 5 de junio de 1996

 María Inmaculada, redimida por preservación

Inmaculada Concepción - José Antolínez

(Lectura: capítulo 5 de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos,
versículos 15 y 17)

1. La doctrina de la santidad perfecta de María desde el primer instante de su concepción encontró cierta resistencia en Occidente, y eso se debió a la consideración de las afirmaciones de san Pablo sobre el pecado original y sobre la universalidad del pecado, recogidas y expuestas con especial vigor por san Agustín.

El gran doctor de la Iglesia se daba cuenta, sin duda, de que la condición de María, madre de un Hijo completamente santo, exigía una pureza total y una santidad extraordinaria. Por esto, en la controversia con Pelagio, declaraba que la santidad de María constituye un don excepcional de gracia, y afirmaba a este respecto: "Exceptuando a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el honor debido a nuestro Señor, cuando se trata de pecados, no quiero mover absolutamente ninguna cuestión, porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno" (De natura et gratia, 42).

San Agustín reafirmó la santidad perfecta de María y la ausencia en ella de todo pecado personal a causa de la excelsa dignidad de Madre del Señor. Con todo, no logró entender cómo la afirmación de una ausencia total de pecado en el momento de la concepción podía conciliarse con la doctrina de la universalidad del pecado original y de la necesidad de la redención para todos los descendientes de Adán. A esa consecuencia llegó, luego, la inteligencia cada vez más penetrante de la fe de la Iglesia, aclarando cómo se benefició María de la gracia redentora de Cristo ya desde su concepción.

2. En el siglo IX se introdujo también en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en el sur de Italia, en Nápoles, y luego en Inglaterra.

Carta Scripturae Sacrae Affectus en el XVI centenario de la muerte de San Jerónimo - Papa Francisco

 

CARTA APOSTÓLICA

SCRIPTURAE SACRAE AFFECTUS

DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
EN EL XVI CENTENARIO DE LA MUERTE DE SAN JERÓNIMO

San Jerónimo escribiendo - Caravaggio

 

Una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita es la herencia que san Jerónimo ha dejado a la Iglesia a través de su vida y sus obras. Las expresiones, tomadas de la memoria litúrgica del santo[1], nos ofrecen una clave de lectura indispensable para conocer, en el XVI centenario de su muerte, su admirable figura en la historia de la Iglesia y su gran amor por Cristo. Este amor se extiende, como un río en muchos cauces, a través de su obra de incansable estudioso, traductor, exegeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura; fino intérprete de los textos bíblicos; ardiente y en ocasiones impetuoso defensor de la verdad cristiana; ascético y eremita intransigente, además de experto guía espiritual, en su generosidad y ternura. Hoy, mil seiscientos años después, su figura sigue siendo de gran actualidad para nosotros, cristianos del siglo XXI.

Introducción

El 30 de septiembre del año 420, Jerónimo concluía su vida terrena en Belén, en la comunidad que fundó junto a la gruta de la Natividad. De este modo se confiaba a ese Señor que siempre había buscado y conocido en la Escritura, el mismo que como Juez ya había encontrado en una visión, cuando padecía fiebre, quizá en la Cuaresma del año 375. En ese acontecimiento, que marcó un viraje decisivo en su vida, un momento de conversión y cambio de perspectiva, se sintió arrastrado a la presencia del Juez: «Interrogado acerca de mi condición, respondí que era cristiano. Pero el que estaba sentado me dijo: “Mientes; tú eres ciceroniano, tú no eres cristiano”»[2]. San Jerónimo, en efecto, había amado desde joven la belleza límpida de los textos clásicos latinos y, en comparación, los escritos de la Biblia le parecían, inicialmente, toscos e imprecisos, demasiado ásperos para su refinado gusto literario.

Ese episodio de su vida favoreció la decisión de consagrarse totalmente a Cristo y a su Palabra, dedicando su existencia a hacer que las palabras divinas, a través de su infatigable trabajo de traductor y comentarista, fueran cada vez más accesibles a los demás. Ese acontecimiento dio a su vida una orientación nueva y más decidida: convertirse en servidor de la Palabra de Dios, como enamorado de la “carne de la Escritura”. Así, en la búsqueda continua que caracterizó su vida, revalorizó sus estudios juveniles y la formación recibida en Roma, reordenando su saber en un servicio más maduro a Dios y a la comunidad eclesial.

Por eso, san Jerónimo entra con pleno derecho entre las grandes figuras de la Iglesia de la época antigua, en el periodo llamado el siglo de oro de la patrística, verdadero puente entre Oriente y Occidente: fue amigo de juventud de Rufino de Aquilea, visitó a Ambrosio y mantuvo una intensa correspondencia con Agustín. En Oriente conoció a Gregorio Nacianceno, Dídimo el Ciego, Epifanio de Salamina. La tradición iconográfica cristiana lo consagró representándolo, junto con Agustín, Ambrosio y Gregorio Magno, entre los cuatro grandes doctores de la Iglesia de Occidente.

Mis predecesores también quisieron recordar su figura en diversas circunstancias. Hace un siglo, con ocasión del decimoquinto centenario de su muerte, Benedicto XV le dedicó la Carta encíclica Spiritus Paraclitus (15 septiembre 1920), presentándolo al mundo como «doctor maximus explanandis Scripturis»[3]. En tiempos más recientes, Benedicto XVI expuso su personalidad y sus obras en dos catequesis sucesivas[4]. Ahora, en el decimosexto centenario de su muerte, también yo deseo recordar a san Jerónimo y volver a proponer la actualidad de su mensaje y de sus enseñanzas, a partir de su gran estima por las Escrituras.

En este sentido, puede conectarse perfectamente, como guía segura y testigo privilegiado, con la XII Asamblea del Sínodo de los Obispos, dedicada a la Palabra de Dios[5], y con la Exhortación apostólica Verbum Domini (VD) de mi predecesor Benedicto XVI, publicada precisamente en la fiesta del santo, el 30 de septiembre de 2010[6].

De Roma a Belén

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 182

 

Miércoles de la 26ª semana

LA PERFECCÓN RELIGIOSA

CONSISTE EN LOS TRES VOTOS



 

El estado de religión puede ser considerado en tres aspectos: en que es cierto ejercicio para tender a la perfección de la caridad; en que tranquiliza el ánimo del hombre de las preocupaciones externas, conforme con lo que dice el Apóstol: Quiero que viváis sin inquietud (1 Cor 7, 32); y en que es un holocausto, por el cual uno se ofrece totalmente a Dios a sí mismo y sus cosas. Según esto, el estado religioso se completa con los tres votos.

 

1º) En cuanto al ejercicio de perfección, requiere que uno aleje de sí aquellas cosas que pueden impedir que su afecto tienda totalmente a Dios, y en ello consiste la perfección de la caridad. Estas cosas son tres: la ambición de los bienes exteriores, que se destruye por el voto de pobreza; la concupiscencia de los deleites sensibles, entre los cuales llevan la preferencia los deleites carnales, que son excluidos por el voto de continencia; el desorden de la voluntad humana, que se excluye por el voto de obediencia.

 

2º) La inquietud de los cuidados seculares afecta al hombre en lo que atañe principalmente a tres cosas: 1ª, la libre disposición de las cosas exteriores, y este afán se descarta del hombre por el voto de pobreza; 2ª, al gobierno de la esposa y de los hijos, lo cual se elimina con el voto de continencia; 3ª, a la disposición de los propios actos, la cual desaparece con el voto de obediencia, por el que uno se somete a las órdenes de otro.

 

3ª) Hay holocausto cuando uno ofrece a Dios todo lo que tiene. Tres bienes tiene el hombre: el bien de las cosas exteriores, las que efectivamente y de manera total uno ofrece a Dios por el voto de pobreza voluntaria; el bien del propio cuerpo, que el hombre ofrece por el voto de continencia, pues por él renuncia a los mayores deleites corporales; y el bien del alma, que el hombre ofrece a Dios por el voto de obediencia y que consiste en el ofrecimiento de la propia voluntad, por la cual el hombre usa de todas las potencias y hábitos del alma.

(2ª 2ae q. CLXXXVI, a. 7)

martes, 29 de septiembre de 2020

Los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael y la misión de los obispos en la Iglesia - Benedicto XVI

 

CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
CON LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE SEIS PRESBÍTEROS

HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI

Basílica de San Pedro
Sábado 29 de septiembre de 2007


Queridos hermanos y hermanas:

Nos encontramos reunidos en torno al altar del Señor para una circunstancia solemne y alegre al mismo tiempo: la ordenación episcopal de seis nuevos obispos, llamados a desempeñar diversas misiones al servicio de la única Iglesia de Cristo. Son mons. Mieczyslaw Mokrzycki, mons. Francesco Brugnaro, mons. Gianfranco Ravasi, mons. Tommaso Caputo, mons. Sergio Pagano y mons. Vincenzo Di Mauro. A todos dirijo mi cordial saludo, con un abrazo fraterno.

Saludo en particular a mons. Mokrzycki, que, juntamente con el actual cardenal Stanislaw Dziwisz, durante muchos años estuvo al servicio del Santo Padre Juan Pablo II como secretario y luego, después de mi elección como Sucesor de Pedro, también me ha ayudado a mí como secretario con gran humildad, competencia y dedicación.

Saludo, asimismo, al amigo del Papa Juan Pablo II, cardenal Marian Jaworski, con quien mons. Mokrzycki colaborará como coadjutor. Saludo también a los obispos latinos de Ucrania, que están aquí en Roma para su visita "ad limina Apostolorum". Mi pensamiento se dirige, además, a los obispos grecocatólicos, con algunos de los cuales me encontré el lunes pasado, y a la Iglesia ortodoxa de Ucrania. A todos les deseo las bendiciones del cielo para sus esfuerzos encaminados a mantener operante en su tierra y a transmitir a las futuras generaciones la fuerza sanadora y fortalecedora del Evangelio de Cristo.

Celebramos esta ordenación episcopal en la fiesta de los tres Arcángeles que la sagrada Escritura menciona por su propio nombre: Miguel, Gabriel y Rafael. Esto nos trae a la mente que en la Iglesia antigua, ya en el Apocalipsis, a los obispos se les llamaba "ángeles" de su Iglesia, expresando así una íntima correspondencia entre el ministerio del obispo y la misión del ángel.

A partir de la tarea del ángel se puede comprender el servicio del obispo. Pero, ¿qué es un ángel? La sagrada Escritura y la tradición de la Iglesia nos hacen descubrir dos aspectos. Por una parte, el ángel es una criatura que está en la presencia de Dios, orientada con todo su ser hacia Dios. Los tres nombres de los Arcángeles acaban con la palabra "El", que significa "Dios". Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza.

Su verdadera naturaleza es estar en él y para él.

Precisamente así se explica también el segundo aspecto que caracteriza a los ángeles: son mensajeros de Dios. Llevan a Dios a los hombres, abren el cielo y así abren la tierra. Precisamente porque están en la presencia de Dios, pueden estar también muy cerca del hombre. En efecto, Dios es más íntimo a cada uno de nosotros de lo que somos nosotros mismos.

Los ángeles hablan al hombre de lo que constituye su verdadero ser, de lo que en su vida con mucha frecuencia está encubierto y sepultado. Lo invitan a volver a entrar en sí mismo, tocándolo de parte de Dios. En este sentido, también nosotros, los seres humanos, deberíamos convertirnos continuamente en ángeles los unos para los otros, ángeles que nos apartan de los caminos equivocados y nos orientan siempre de nuevo hacia Dios.

Cuando la Iglesia antigua llama a los obispos "ángeles" de su Iglesia, quiere decir precisamente que los obispos mismos deben ser hombres de Dios, deben vivir orientados hacia Dios. "Multum orat pro populo", "Ora mucho por el pueblo", dice el Breviario de la Iglesia a propósito de los obispos santos. El obispo debe ser un orante, uno que intercede por los hombres ante Dios. Cuanto más lo hace, tanto más comprende también a las personas que le han sido encomendadas y puede convertirse para ellas en un ángel, un mensajero de Dios, que les ayuda a encontrar su verdadera naturaleza, a encontrarse a sí mismas, y a vivir la idea que Dios tiene de ellas.

Todo esto resulta aún más claro si contemplamos las figuras de los tres Arcángeles cuya fiesta celebra hoy la Iglesia. Ante todo, san Miguel. En la sagrada Escritura lo encontramos sobre todo en el libro de Daniel, en la carta del apóstol san Judas Tadeo y en el Apocalipsis. En esos textos se ponen de manifiesto dos funciones de este Arcángel. Defiende la causa de la unicidad de Dios contra la presunción del dragón, de la "serpiente antigua", como dice san Juan. La serpiente intenta continuamente hacer creer a los hombres que Dios debe desaparecer, para que ellos puedan llegar a ser grandes; que Dios obstaculiza nuestra libertad y que por eso debemos desembarazarnos de él.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 181

 

Martes de la 26ª semana

ADHESIÓN A CRISTO

Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6).

 

I. El camino es el mismo Cristo, porque por medio de él tenemos acceso al Padre. Pero como este camino no está distante del término, sino unido a él, añade: verdad y vida. Y así es al mismo tiempo camino y término; camino por su humanidad; término, por su divinidad. Por eso dice en cuanto hombre: Yo soy camino; y en cuanto Dios añade: Verdad y vida. Estas dos cosas designan convenientemente el término de esta vida. Porque el término de este camino es el fin del deseo humano; ahora bien, el hombre desea dos cosas principalmente: conocer la verdad y continuar siendo lo que es. Y Cristo es el camino para conocer la verdad, porque él mismo es la verdad. Es también camino para llegar a la vida, porque él es la vida.

 

II. De este modo Cristo se designó a sí mismo como camino unido al término, pues él es terminó que contiene en sí todo lo que se puede desear, a saber: la verdad y la vida. Si buscas, por lo tanto, por dónde pasar, recibe a Cristo, pues él es el camino. Éste es el camino, andad en él (Is 30,21). Y San Agustín dice: "Anda por el hombre, y llegarás a Dios." Porque es mejor cojear en el camino, que correr fuera del camino:: El que cojea en el camino, aun cuando adelante poco, se acerca al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre tanto más se aleja del término.

 

Si buscas, por consiguiente, adónde ir, adhiérete a Cristo, pues él es la verdad, a la que deseamos llegar.

 

Si buscas donde permanecer, únete a Cristo, porque él es la vida: Quien me hallare, hallará la vida, y sacará salud del Señor (Prov 8, 35).

lunes, 28 de septiembre de 2020

CATEQUIZIS 42 - LA PARÁBOLA DE LAS LÁMPARAS DE ACEITE - Juan Manuel Cotelo


 Mateo 25, 1-13

Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: "¡Ya viene el esposo, salgan a su encuentro!". Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: "¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?". Pero estas les respondieron: "No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado". Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: "Señor, señor, ábrenos", pero él respondió: "Les aseguro que no las conozco". Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.

 


San Wenceslao de Bohemia tuvo el valor de anteponer el reino de los cielos a la fascinación del poder terreno - BenedictoXVI

 

VIAJE APOSTÓLICO
DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA REPÚBLICA CHECA
(26-28 DE SEPTIEMBRE DE 2009)

SANTA MISA EN LA FESTIVIDAD LITÚRGICA
DE SAN WENCESLAO, PATRONO DE LA NACIÓN

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Explanada Melnik en Stará Boleslav
Lunes 28 de septiembre de 2009

 

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas;
queridos jóvenes:

Con gran alegría me encuentro con vosotros esta mañana, mientras se encamina a la conclusión mi viaje apostólico a la amada República Checa. Dirijo a todos mi cordial saludo, en particular al cardenal arzobispo, a quien le agradezco las palabras que me ha dedicado en vuestro nombre al inicio de la celebración eucarística. Mi saludo se extiende a los demás cardenales, a los obispos, a los sacerdotes y a las personas consagradas, a los representantes de los movimientos y de las asociaciones laicales y especialmente a los jóvenes. Saludo con deferencia al señor presidente de la República, a quien felicito cordialmente con ocasión de su onomástico; felicitación que me agrada dirigir a quienes llevan el nombre de Wenceslao y a todo el pueblo checo en el día de su fiesta nacional.

Nos reúne esta mañana en torno al altar el recuerdo glorioso del mártir san Wenceslao, cuya reliquia he podido venerar antes de la santa misa en la basílica a él dedicada. Derramó su sangre sobre vuestra tierra y, como acaba de recordar vuestro cardenal arzobispo, su águila, que habéis elegido como escudo de la actual visita, constituye el emblema histórico de la noble nación checa. Este gran santo, a quien os complace llamar "eterno" príncipe de los checos, nos invita a seguir siempre y fielmente a Cristo, nos invita a ser santos. Él mismo es modelo de santidad para todos, especialmente para cuantos guían el destino de las comunidades y de los pueblos. Pero nos preguntamos: ¿la santidad sigue siendo actual en nuestros días? ¿O no es más bien un tema poco atractivo e importante? ¿No se buscan hoy más el éxito y la gloria de los hombres? Pero, ¿cuánto dura y cuánto vale el éxito terreno?

El siglo pasado —y de ello ha sido testigo vuestra tierra— contempló la caída de no pocos poderosos, que parecían haber llegado a alturas casi inalcanzables. De repente se encontraron privados de su poder. Quien ha negado y sigue negando a Dios y, en consecuencia, no respeta al hombre, parece tener vida fácil y conseguir un éxito material. Pero basta raspar en la superficie para constatar que, en estas personas, hay tristeza e insatisfacción. Sólo quien conserva en el corazón el santo "temor de Dios" tiene confianza también en el hombre y gasta su existencia para construir un mundo más justo y fraterno. Hoy se necesitan personas que sean "creyentes" y "creíbles", dispuestas a defender en todo ámbito de la sociedad los principios e ideales cristianos en los que se inspira su acción. Esta es la santidad, vocación universal de todos los bautizados, que impulsa a cumplir el propio deber con fidelidad y valentía, mirando no al propio interés egoísta, sino al bien común, y buscando en cada momento la voluntad divina.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 180

 

Lunes de la 26ª semana

SI LA OBEDIENCIA PERTENECE A LA PERFECCIÓN RELIGIOSA


 

La perfección religiosa consiste principalmente en la imitación de Cristo, según aquellas palabras del Evangelio: Si quieres ser perfecto... sígueme (Mt 19, 21). Pero en Cristo se recomienda, sobre todo, la obediencia, según dice el Apóstol: Hecho obediente hasta la muerte (Filip 2, 8).

 

I. El estado religioso es cierta disciplina o ejercicio para dirigirse a la perfección; y es conveniente que todos los que se instruyen o ejercitan para llegar a algún fin, sigan la dirección de alguno, por cuyo arbitrio sean instruidos y ejercitados para llegar a aquel fin, como los discípulos bajo el maestro; y por, eso es menester que los religiosos se sometan a la instrucción y órdenes de alguno en las cosas que pertenecen a la vida religiosa. El hombre se somete al imperio y a la instrucción de otro por la obediencia; luego ésta se requiere para la perfección de la religión.

 

Como dice el Filósofo: "Los hombres que se ejercitan en las obras llegan a formar hábitos de ellas, y adquiridos éstos, pueden ejecutar mucho mejor aquellas mismas obras"1. De modo que, obedeciendo, llegan a la perfección los que aún no la han conseguido; y los que ya la han alcanzado están más prestos a la obediencia, no porque necesiten ser dirigidos para adquirirla, sino para perseverar en lo que a ella pertenece.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Lecturas del domingo y el catecismo de la Iglesia - Domingo XXVI Ciclo A

 

Vigésimo sexto domingo del Tiempo Ordinario

 

CEC 1807: el hombre justo se distingue por su rectitud habitual hacia el prójimo

CEC 2842: solo el Espíritu Santo puede hacer nuestros los sentimientos de Jesús

CEC 1928-1930, 2425-2426: la obligación de la justicia social

CEC 446-461: el señorío de Cristo

CEC 2822-2827: “hágase tu voluntad

CEC 1807: el hombre justo se distingue por su rectitud habitual hacia el prójimo

1807 La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19, 15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4, 1).

 

CEC 2842: solo el Espíritu Santo puede hacer nuestros los sentimientos de Jesús

2842 Este “como” no es el único en la enseñanza de Jesús: «Sed perfectos “como” es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48); «Sed misericordiosos, “como” vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6, 36); «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que “como” yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13, 34). Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida “del fondo del corazón”, en la santidad, en la misericordia, y en el amor de nuestro Dios. Sólo el Espíritu que es “nuestra Vida” (Ga 5, 25) puede hacer nuestros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús (cf Flp 2, 1. 5). Así, la unidad del perdón se hace posible, «perdonándonos mutuamente “como” nos perdonó Dios en Cristo» (Ef 4, 32).

 

CEC 1928-1930, 2425-2426: la obligación de la justicia social

1928. La sociedad asegura la justicia social cuando realiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a cada uno conseguir lo que les es debido según su naturaleza y su vocación. La justicia social está ligada al bien común y al ejercicio de la autoridad.

I. El respeto de la persona humana

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 179

 

Domingo de la 26ª semana

TRES GRADOS DE CARIDAD

 

I. Como dice San Agustín*: "Cuando nace la caridad, es alimentada", lo cual pertenece a los que comienzan; "cuando está alimentada, se fortifica", lo cual corresponde a los que progresan; y "cuando está fortalecida, se perfecciona", lo cual es propio de los perfectos.

 

El crecimiento espiritual de la caridad puede considerarse de una manera semejante al crecimiento corporal del hombre, el que, aunque puede distinguirse en muchas partes, tiene, sin embargo, algunas distinciones determinadas, según las determinadas acciones o estudios a los que el hombre llega por el aumento. Así también se distinguen los diversos grados de la caridad según los diversos esfuerzos a que el hombre llegue por aumento de la caridad.

 

II. Primeramente, pues, el estudio principal del hombre consiste en apartarse del pecado y resistir a sus concupiscencias, que le mueven en sentido contrario a la caridad; y esto pertenece a los que comienzan, en los cuales la caridad debe ser alimentada y fomentada para que no se corrompa.

 

El segundo estudio que el hombre hace después tiene por objeto principal progresar en el bien; y esto pertenece a los que progresan, que tienden principalmente a que la caridad se robustezca en ellos por el aumento.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 178

 

Sábado de la 25ª semana

PRESENTACIÓN DE CRISTO EN EL TEMPLO

Presentación de Jesús en el templo - Girolamo Romanino


Cristo quiso nacer bajo la ley para redimir a aquéllos que estaban bajo la ley (Gal 4, 5) y para que la justificación de la ley se cumpliese espiritualmente en sus miembros. Mas de la prole nacida se establece doble precepto en la ley. Uno general, que se refería a todos, a saber, que cumplidos los días de la purificación de la madre, se ofreciese un sacrificio por el hijo o la hija*; y este sacrificio tenía por objeto, ya la expiación del pecado, en que la prole había sido concebida y nacida, ya también cierta consagración de la misma, puesto que entonces era presentada por vez primera en el templo. Por eso se ofrecía algo en holocausto y algo por el pecado.

 

Existía otro precepto especial en la ley acerca de los primogénitos, tanto en los hombres como en los animales, porque el Señor se había reservado para sí a todo primogénito de los hijos de Israel, puesto que, para librar al pueblo de Israel, había matado a los primogénitos de Egipto desde el hombre hasta los animales, con excepción de los primogénitos de Israel. Este mandato se establece en el Éxodo (XIII), en el que se prefiguraba Cristo, que es el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8, 29). Luego, puesto que Cristo nació de mujer como primogénito y quiso nacer bajo la ley, demuestra el Evangelista haberse observado con él estas dos cosas: 1º) Lo que se refiere a los primogénitos, cuando dice: Lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor: Que todo varón que abriere matriz, será consagrado al Señor (Lc 2, 22-23). 2º) Lo que pertenece comúnmente a todos, cuando dice: Y para dar la ofrenda, conforme está mandado en la ley del Señor, un par de tórtolas o das palominos (Ibid., 24).

 

viernes, 25 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 177

 

Viernes de la 25ª semana

CÓMO PECA MÁS LEVEMENTE EL RELIGIOSO

Y SE LEVANTA MÁS FÁCILMENTE

 

Si el religioso, no por desprecio, sino por debilidad o ignorancia, comete algún pecado, sin escándalo, que no va en contra del voto de su profesión, por ejemplo, ocultamente, peca más levemente en el mismo género de pecado que un seglar, porque, si su pecado es leve, queda absorbido por las muchas obras buenas que hace; y si es mortal, se levanta de él con mayor facilidad.

 

I. En primer lugar, por la intención recta que tiene puesta en Dios, la cual, si de momento se interrumpe, fácilmente vuelve a lo que era antes. Así, sobre aquel pasaje del Salmo (36, 24). "Cuando cayere, no se lastimará", dice Orígenes: “Si el injusto peca, no se arrepiente ni sabe enmendarse de su pecado; en tanto que el justo sabe enmendarse, y corregirse; tal es el caso de aquél que, al decir: No conozco a este hombre, después que fue mirado por el Señor, supo llorar amarguísimamente; y del que, viendo desde la terraza aquella mujer, que despertó su deseo, supo decir: He pecado, y he hecho el mal delante de ti (Sal 50, 6)”1 .

 

También es ayudado por sus compañeros a levantarse, conforme con aquello del Eclesiastés (4, 10): Si uno cayere, le sostendrá el otro. ¡Ay del solo que cuando cae no tiene quien le levante!

 

II. En verdad los justos no pecan fácilmente por desprecio; sino que algunas veces caen en algún pecado por ignorancia o debilidad, del cual fácilmente se levantan.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (21) - La Inmaculada Concepción

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 29 de mayo de 1996

La Inmaculada Concepción

La Inmaculada del Escorial - Bartolomé Esteban Murillo
 

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de Oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: "Ella te aplastará la cabeza", ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta a la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto, por consiguiente, no atribuye a María, sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además, se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: "Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese período de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre" (AAS 45 [1953], 579).

Gozos a la Virgen de la Merced

 

GOZOS A LA VIRGEN DE LA MERCED

Versión tradicional

 

Virgen Madre de Mercedes, Reina de Cielos y Tierra;

En la vida y en la muerte ampáranos, Madre Nuestra.

 

Cándido Iirio del valle

Pura y fragante azucena

Esbelta palma que cubres

con dulce sombra la tierra,

fuente de límpidas aguas

que nos da la vida eterna.

 

Virgen Madre de Mercedes, Reina de Cielos y Tierra;

En la vida y en la muerte ampáranos, Madre Nuestra.

 

Madre piadosa, que siempre

el ser madre desempeñas,

en los conflictos prestando

Mercedes a manos llenas;

y en tu santo escapulario

armas, escudo y defensa.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 176

 

Jueves de la 25ª semana

VISIÓN INMEDIATA DE DIOS

 

Ésta es la vida eterna: Que te conozcan a ti solo Dios verdadero (Jn 17, 3). 


I. Como resulta imposible que un deseo natural quede insatisfecho, lo cual ocurriría, ciertamente, si no pudiera llegarse a conocer la sustancia divina, que desean naturalmente todos los espíritus, es necesario afirmar que es posible ver la sustancia de Dios por la inteligencia, y también por las sustancias separadas y por nuestras almas.

 

Esa visión inmediata de Dios se nos promete en la Escritura: Ahora vemos como por espejo en obscuridad; mas entonces cara a cara (1 Cor 13, 12). Esto no ha de entenderse corporalmente, de modo que imaginemos un rostro corporal en la misma divinidad, pues Dios es incorpóreo; ni tampoco es posible que con nuestra cara corporal veamos a Dios, pues la vista corporal que reside en nuestro rostro no puede tener por objeto sino cosas corporales. Así, pues, veremos la faz de Dios porque lo veremos inmediatamente, como al hombre a quien vemos cara a cara.

 

En esta visión nos asemejamos en gran manera a Dios y participamos de su bienaventuranza; porque Dios conoce su substancia por su esencia, y ésta es su felicidad. Por eso se dice en la Epístola 1ª de San Juan: Cuando él apareciere, seremos semejantes a él, por cuanto nosotros le veremos así como él es (3, 2). Y el Señor dice en el Evangelio de San Lucas: Dispongo yo del reino para vosotros, como mi Padre dispuso de él para mí. Para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino (22, 29-30). Esto no puede entenderse de comida y bebida corporal, sino de lo que se sirve en la mesa de la sabiduría, como agrega la misma divina sabiduría: Comed mi pan, y bebed el vino que os he mezclado (Prov 9, 5). Por lo tanto, sobre la mesa de Dios comen y beben los que gozan de la misma felicidad con que Dios es feliz, viéndolo del modo como él se ve a sí mismo.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

El documento "Samaritanus bonus" ofrece un enfoque integral de la persona humana, del sufrimiento y la enfermedad, del cuidado de los que se encuentran en fases críticas y terminales de la vida - Card. Ladaria S.J.

 

Entrevista publicada en Vatican News

con el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

Cardenal Luis Ladaria S.J.

sobre la Carta "Samaritanus bonus"

 

Eminencia, ¿por qué era necesario este nuevo documento de la Congregación sobre los temas del fin de la vida?

"Al concluir la Sesión Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 2018, en relación con el estudio de las cuestiones doctrinales y pastorales relativas al acompañamiento de los enfermos en las fases críticas y terminales de la vida, los padres sugirieron que era conveniente disponer de un documento que tratara de ello, no sólo de manera doctrinalmente correcta, sino también con un fuerte énfasis pastoral y un lenguaje comprensible, en consonancia con el progreso de las ciencias médicas. Se trataría de profundizar, en particular, en los temas del acompañamiento y la atención de los enfermos desde un punto de vista teológico y antropológico, centrándose también en algunas cuestiones éticas pertinentes relacionadas con la proporcionalidad de las terapias y con la objeción de conciencia y el acompañamiento de los enfermos terminales. A la luz de estas consideraciones y aunque la enseñanza de la Iglesia sobre el tema ya está contenida en conocidos documentos magisteriales, un nuevo pronunciamiento orgánico de la Santa Sede sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida parecía oportuno y necesario en relación con la situación actual, caracterizada por un derecho civil internacional cada vez más permisivo sobre la eutanasia, el suicidio asistido y las disposiciones relativas al final de la vida".

 

¿La Carta "Samaritanus Bonus" contiene alguna novedad? Y si es así, ¿cuáles son estas novedades?

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