Novena de
Navidad-tercer día, para rezar 18 de diciembre.
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO
Para los nueve días antes de la Navidad
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO
Para los nueve días antes de la Navidad
Meditación III
Ha nacido un
chiquito para nosotros, y un hijo se ha dado a nosotros Is. 9, 6.
Parvulus natus nobis, et Filius datus est nobos
Parvulus natus nobis, et Filius datus est nobos
Considera como
después de tantos siglos, después de tantos ruegos y suspiros, aquel Mesías,
que no fueron dignos de ver los santos Patriarcas y Profetas, el suspirado de
las gentes, nuestro Salvador vino por fin, ha nacido ya y se ha dado todo a
nosotros.
El Hijo de Dios se
ha hecho pequeñito, para hacernos grandes: se ha dado todo a nosotros, para que
nosotros nos demos todos a Él; y ha venido a manifestarnos su amor, para que
nosotros le correspondamos con el nuestro.
Recibámoslo, pues,
con afecto, amémosle, y recurramos al mismo en todas nuestras necesidades. Los
niños, dice san Bernardo, son fáciles en dar aquello que se les pide.
Jesús ha querido
venir tal, por manifestarse propenso y fácil a darnos sus bienes, ya que todos
los tesoros están en sus manos, y en ellas puso el Padre todas las cosas, nos
dice san Juan 3, 35.
Si queremos luz, Él
por esto ha venido para iluminarnos.
Si queremos fuerza
para resistir a los enemigos, Jesús ha venido para confortarnos.
Si queremos el
perdón y la salvación, Él ha venido para perdonarnos y salvarnos.
Si, finalmente,
queremos el sumo don del amor divino, Él ha venido para inflamarnos; y por
esto, sobre todo, se ha hecho niño, y ha querido presentarse a nosotros pobre y
humilde, para apartar de nosotros todo temor y conquistarse nuestro amor, dice
san Pedro Crisólogo: Talier venire debuit, qui voluit timorem pellere, quorere
charitatem.
Por otra parte,
Jesús ha querido venir de chiquito, para hacerse amar de nosotros, con amor no
solo apreciativo, sí también tierno. Todos los niños saben ganarse un especial
cariño de quién los guarda.
¿Quién, pues, no
amará con toda la ternura a un Dios viéndole hecho niñito, menesteroso de
leche, temblando de frío, pobre, envilecido y abandonado, que llora, que da
vagidos en un pesebre sobre paja? Esto hacía exclamar al enamorado san
Francisco: "Amemos al Niño de Belén, amemos al niño de Belén. Almas venid
a amar a un Dios hecho pobre, pequeñito, que es tan amable, y que ha bajado del
cielo para darse todo a nosotros".
Afectos y súplicas
¡Oh amable Jesús, de
mí tan despreciado! Vos habéis bajado del cielo a rescatarnos del infierno y
daros todo a nosotros;
¿cómo, pues, hemos
podido volveros tantas veces las espaldas, sin hacer caso de vuestros favores?
¡Oh Dios! ¡Los
hombres son tan agradecidos con las criaturas, que si cualquiera les hace un
regalo, si les envía una visita de lejos, si les muestra una señal de afecto,
no se olvidan de ella y se sienten obligados a corresponderles; y al mismo
tiempo son tan ingratos con Vos, que sois su Dios tan amable, y que por su amor
no habéis reusado dar la sangre y la vida!
Más, ¡Ay de mí! Que
he sido para con Vos peor que los demás, porque he sido más amado y más ingrato
que los otros.
¡Ah! Si las gracias
que me habéis dispensado las hubieseis hecho a un hereje o a un idólatra,
aquellos se habrían vuelto santos, y yo os he ofendido.
¡Ah! No os acordéis,
Señor, de las injurias que os he hecho. Vos, ya lo habéis dicho, que cuando el
pecador se arrepiente os olvidáis de todos los ultrajes recibidos: Omnium
iniquitatum ejus non recordabor.
Si por lo pasado no
os he amado, para lo sucesivo no quiero hacer otra cosa que amaros. Vos os
habéis dado todo a mí, y yo os doy toda mi voluntad. Con esta yo os amo, yo os
amo, y quiero repetirlo siempre. Así diciendo, quiero vivir y morir, espirando
el último aliento con estas dulces palabras en mi boca:
Mi Dios, os amo,
para comenzar desde el momento que entraré en la eternidad un amor continuo
hacia Vos, que durará eternamente, sin cesar jamás de amaros. Entre tanto,
Señor mío, mi único bien y amor, propongo anteponer vuestra voluntad a todo
placer mío. Venga todo el mundo, yo lo rechazo, que no quiero no, no, dejar más
de amar a quién tanto me ha amado; no quiero disgustar más a quien merece de mí
un amor infinito. Ayudad Vos, Jesús mío, con vuestra gracia este mi deseo.
Reina mía, María,
reconozco deber a vuestra intercesión todas las gracias que he recibido de
Dios; no dejes de interceder por mí. Alcanzadme la perseverancia, Vos que sois
la madre de ella.
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