Novena de Navidad-noveno
día, para rezar 24 de diciembre.
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO
Para los nueve días antes de la Navidad
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO
Para los nueve días antes de la Navidad
Meditación IX
Subió también José, para empadronarse con su esposa María, que
estaba en cinta. Lc. 2, 4
Asendit autem el Joseph, ut profiteretur cum Maria desponsata sibi, uxore proegnante
Asendit autem el Joseph, ut profiteretur cum Maria desponsata sibi, uxore proegnante
Había ya decretado Dios que
su Hijo naciese no en la casa de José, sí en una gruta y establo de bestias,
del modo más pobre y más penoso que puede nacer un niño; y para esto dispuso
que César Augusto publicase un edicto, mandando que cada uno fuese a
empadronarse en la propia ciudad, de la que traía su origen.
José cuando tuvo noticia de
esta orden se puso en agitación, pensando si debía dejar, o llevar consigo la
Virgen Madre, que estaba próxima al parto.
“Esposa y Señora mía, la
dice; por una parte, yo no quisiera dejaros sola; por otra, si os llevo me
aflige la pena de que Vos habéis de padecer mucho en este viaje tan largo, y
hecho en un tiempo tan rígido: mi pobreza no me permite llevaros con aquella
comodidad que a Vos es debida”
Más responde María, y le da
ánimo, diciéndole:
“José mío, no temas, yo iré contigo, el Señor nos asistirá”.
Sabía bien ésta Señora, por inspiración divina, y también porque estaba bien penetrada de la profecía de Miqueas, que en Belén había de nacer el Divino Infante. Por lo que, toma las fajas y los otros pobres paños preparados ya, y marcha con José: Asendit autem Joseph, ut profietur cum Maria.
Sabía bien ésta Señora, por inspiración divina, y también porque estaba bien penetrada de la profecía de Miqueas, que en Belén había de nacer el Divino Infante. Por lo que, toma las fajas y los otros pobres paños preparados ya, y marcha con José: Asendit autem Joseph, ut profietur cum Maria.
Vamos aquí considerando los
devotos y santos discursos que en este viaje deberían tener los dos santos
Esposos acerca de la misericordia, de la bondad y del amor del Verbo Divino,
que dentro de poco había de nacer y aparecer sobre la tierra, para la salvación
de los hombres.
Consideremos aquí también
las alabanzas, las bendiciones y acciones de gracias, los actos de humildad y
de amor en que se ejercitarían por el camino estos dos grandes viajeros.
Mucho ciertamente padecía
aquella santa doncellita vecina al parto, caminando largas distancias por
sendas extraviadas, y en la estación del invierno; pero padecía con paz, y con
amor; ofrecía todas aquellas penas a Dios, uniéndolas con las de Jesús, que
llevaba en su seno.
¡Ah! Unámonos también
nosotros, y acompañemos al Rey del cielo con María y José: a este Rey, que va a
nacer en una cueva, y hacer su primera entrada en el mundo, de niño, pero niño
el más pobre y abandonado que jamás ha nacido entre los hombres, y pidamos a
Jesús, María y José, que por el mérito de las penas padecidas en este viaje nos
acompañen en el que estamos haciendo a la eternidad.
¡Oh! Dichosos nosotros, si
nos acompañásemos y fuésemos siempre acompañados de estos tres grandes
personajes!
Afectos y súplicas.
Mi amado Redentor, yo sé
que en este viaje a Belén os acompañan a escuadrones los ángeles del cielo;
pero de los que habitan en la tierra ¿quién os acompaña? Solo lleváis con Vos a
José y a María, que os trae dentro de sí.
No rehúses, pues, Jesús
mío, que os acompañe también yo miserable e ingrato como he sido; más ahora
reconozco el agravio que os he hecho.
¡Ah! Sí, Vos habéis bajado
del cielo para salvarme, para ser mi compañero sobre la tierra, y yo tantas
veces os he dejado, ofendiéndoos ingratamente.
Cuando pienso, o mi Señor,
las muchas veces que por mis gustos malditos me he separado de Vos renunciando
a vuestra amistad, quisiera morirme de dolor; pero habéis venido para perdonarme.
Ea, pues, perdonadme
pronto, que ya me arrepiento con toda el alma de haberos tantas veces vuelto
las espaldas y abandonado.
Propongo y espero con
vuestra gracia no dejaros más, y no separarme de Vos, único amor mío.
Mi alma se ha enamorado de
Vos, o mi amable Dios niño. Os amo, mi dulce Salvador; y ya me habéis venido a
la tierra a salvarme, y a dispensarme vuestras gracias, estas solo os pido; no
permitáis que tenga que separarme más de Vos. Unidme, estrechamente a Vos,
encadenándome con los dulces lazos de vuestro santo amor.
¡Ah mi Redentor y Dios! ¿y
quién tendrá más corazón de dejaros, y de vivir sin Vos, privado de vuestra
gracia?
Santísima María, yo vengo para acompañaros en éste viaje; y Vos no
dejéis de asistirme, madre mío, en el viaje que hago a la eternidad.
Asistidme siempre, pero
especialmente cuando me hallaré al fin de mi vida, próximo a aquel m omento del
que depende, o estar siempre con Vos, para ver a Jesús en el Paraíso, o estar
siempre lejos de Vos, para aborrecer a Jesús en el infierno.
Reina mía, salvadme con
vuestra intercesión, y mi salud sea amar a Vos y amar a Jesús por siempre, en
el tiempo y en la eternidad.
Vos sois mi esperanza; de
Vos todo lo confío.
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