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lunes, 11 de marzo de 2013

Reflexiones sobre el cónclave - Mons. Sanz Montes

Los diversos Cónclaves
Carta Semanal del
Arzobispo de Oviedo
10 de marzo 2013
No se han hecho foto oficial de campaña ni ponen carteles en paredes y farolas. No llevan programa electoral ni arengan en mítines al uso. No jalean a sus votantes prometiéndoles prebendas tras la victoria. Tampoco zahieren a sus presuntos rivales para manchar su carrera. No prometen oros ni moros, pero se comprometen bajo juramento a la discreción absoluta en este proceso que les mete en el Cónclave. Esta manera de elegir a un nuevo Papa, resulta extraña para quienes la observan y manipulan, queriendo homologarla a los usos y costumbres de sus modos y sus jergas.
En estos días, estamos asistiendo a dos procesos electivos del sucesor número 266 del Apóstol Pedro. Por un lado están las elucubraciones que con variopinto interés o inconfesables motivos, se empeñan en dirigir su particular Cónclave en clave política, sociológica, moralista, desmitificadora. A algunos creadores de opinión se les antoja ocasión propicia para su batalla singular contra una Iglesia que no aceptan ni entienden, que no logran domesticar ni que vaya tras ellos como los ratones de Hamelin el flautista. Ellos hacen los carteles de quita y pon, ellos suben al podio de sus celebridades o arrojan a los avernos de sus insidias a los candidatos que usan y luego tiran. Son ellos quienes sondean la cuestión, nos cuentan los secretos que les han desvelado siempre fuentes anónimas bien informadas, y cuál es el currículum completo de los que están en sus censuras o en sus lanzaderas.

martes, 17 de abril de 2012

El riesgo de creer


Carta
semanal
del
Arzobispo
de
Oviedo
15 de abril de 2012



Queridos amigos y hermanos: paz y bien.
           Tantas veces damos por descontado que nuestro mundo occidental está permeado de una cultura cristiana. Sin duda que así lo asevera nuestra historia secular, y queda manifiesto en tantas instituciones que hacen las cuentas con el acontecimiento cristiano. También nuestro mejor arte levantado en la arquitectura, cincelado en la escultura, plasmado en los lienzos de la pintura, o escrito y melodiado en nuestras letras y músicas, son un testimonio de cómo pertenecemos a un pueblo que tiene raíz inequívocamente cristiana.
           Pero, con todo este monumento cultural e histórico ante los ojos, puede que luego no se siga la vivencia y tengamos un cristianismo desvaído, o mediocre, o disidente, junto a preciosos testimonios de verdaderos cristianos que de tantos modos dan cuenta de su fe.

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