martes, 30 de junio de 2020

“La comunión en la lengua es más segura que la comunión en la mano" Dr. Filippo María Boscia


Declaraciones del
Prof. Filippo María Boscia
Presidente nacional de la
Asociación de Médicos Católicos Italianos



“El problema que nos preocupa a todos, y en primer lugar a los médicos, es la difusión del virus. Lo que es seguro es que las manos son la parte del cuerpo más expuesta a los virus, porque lo tocan todo, desde objetos infectados a dinero. Hay personas obsesionadas con la idea de contagiarse y enfermar. Me gustaría contar una anécdota sobre esto: Al principio de mi carrera, un médico, compañero de trabajo, me pasó una pluma estilográfica muy elegante para que firmara un certificado. No quiso que se la devolviera porque yo la había tocado, y me la regaló. Como la situación me dejó incómodo, le compré una pluma estilográfica pero no la quiso, porque seguramente muchos la habrían tocado antes que yo. El resultado es que ahora tengo dos plumas estilográficas muy elegantes. Este médico contrajo un virus y murió, tal vez porque le faltaban anticuerpos”.

“La comunión en la lengua es más segura que la comunión en la mano. Como he dicho, las manos lo tocan todo, por lo que, definitivamente, es más contagiosa. En África he operado en carreteras polvorientas y al aire libre, en condiciones nada favorables, pero nadie enfermó. No era un riesgo para la gente”.

“Sí, he leído sobre las pincitas. Y también sobre la propuesta de distribuir la hostia consagrada en pequeños sobres para llevar. En serio, después de la gripe española, la gente siguió recibiendo la comunión en la lengua y nada cambió. Creo que estamos perdiendo el sentido común. No deberíamos estar defendiendo ciertas cosas. Sí, la salud es importante, es obvio, pero no hay que exagerar ni perder la razón. Como médico, estoy convencido que la comunión en la mano es menos higiénica y, por consiguiente, menos segura que la comunión en la lengua. Además, ¿no se nos está diciendo a diario que no toquemos nada, que nos lavemos las manos, que nos desinfectemos, que no nos toquemos el rostro, los ojos, la nariz? Tenemos que seguir algunas reglas sanitarias básicas y necesarias. No debemos tener miedo, ni debemos especular y, menos aún, perseguir intereses comerciales”.

¿En qué se funda el martirio?- Benedicto XVI


BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Palacio Apostólico de Castelgandolfo
Miércoles 11 de agosto de 2010

El martirio


Queridos hermanos y hermanas:

Hoy en la liturgia recordamos a santa Clara de Asís, fundadora de las clarisas, luminosa figura de la cual hablaré en una de las próximas catequesis. Pero esta semana —como ya anticipé en el Ángelus del domingo pasado— recordamos también a algunos santos mártires de los primeros siglos de la Iglesia, como san Lorenzo, diácono; san Ponciano, Papa; y san Hipólito, sacerdote; y a santos mártires de un tiempo más cercano a nosotros, como santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, patrona de Europa; y san Maximiliano María Kolbe. Quiero ahora detenerme brevemente a hablar sobre el martirio, forma de amor total a Dios.

¿En qué se funda el martirio? La respuesta es sencilla: en la muerte de Jesús, en su sacrificio supremo de amor, consumado en la cruz a fin de que pudiéramos tener la vida (cf. Jn 10, 10). Cristo es el siervo que sufre, de quien habla el profeta Isaías (cf. Is 52, 13-15), que se entregó a sí mismo como rescate por muchos (cf. Mt 20, 28). Él exhorta a sus discípulos, a cada uno de nosotros, a tomar cada día nuestra cruz y a seguirlo por el camino del amor total a Dios Padre y a la humanidad: «El que no toma su cruz y me sigue —nos dice— no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 10, 38-39). Es la lógica del grano de trigo que muere para germinar y dar vida (cf. Jn 12, 24). Jesús mismo «es el grano de trigo venido de Dios, el grano de trigo divino, que se deja caer en tierra, que se deja partir, romper en la muerte y, precisamente de esta forma, se abre y puede dar fruto en todo el mundo» (Benedicto XVI, Visita a la Iglesia luterana de Roma, 14 de marzo de 2010; L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de marzo de 2010, p. 8). El mártir sigue al Señor hasta las últimas consecuencias, aceptando libremente morir por la salvación del mundo, en una prueba suprema de fe y de amor (cf. Lumen gentium, 42).

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 92


Martes de la 13ª semana

LA PERSEVERANCIA



El que perseverare hasta el fin, éste se salvará (Mt 24, 13).

1º) La perseverancia es virtud. Porque la virtud tiene por objeto lo difícil y lo bueno; y por lo tanto, donde ocurre una razón especial de dificultad y de bien, allí hay virtud especial.

Una acción virtuosa puede tener bondad y dificultad por dos motivos: o por la misma especie del acto, o por la larga duración del tiempo. Pues el hecho mismo de insistir mucho tiempo en algo difícil tiene una dificultad especial, y por lo tanto, el persistir mucho tiempo en algún bien hasta terminarla pertenece a una virtud especial. Luego, así como la templanza y la fortaleza son virtudes especiales porque la primera modera los deleites del tacto, lo cual ofrece en sí dificultad, y la fortaleza modera los temores y audacias acerca de los peligros de muerte, lo cual también es difícil, así también la perseverancia es una virtud especial, pues le corresponde persistir largo tiempo en tales o cuales acciones virtuosas, según lo que sea menester.

La perseverancia y la constancia se diferencian según la dificultad que se ofrezca para persistir en el bien; pues la virtud de la perseverancia hace que el hombre persista firmemente en el bien contra la dificultad que proviene de la misma larga duración del acto; mientras que la constancia hace que persista firmemente en el bien en contra de la dificultad que proviene de cualesquiera otros obstáculos exteriores.
(2ª 2ae , q, CXXXVII, a. 1, 3)

2º) El hombre en estado de gracia necesita del auxilio de la gracia para perseverar. La perseverancia tiene tres distintas acepciones. Unas veces significa el hábito del alma, por el que el hombre se mantiene firme para no separarse de lo que está de acuerdo con la virtud por las tristezas que le asedian. De otro modo puede decirse que la perseverancia es cierto hábito según el cual el hombre tiene el propósito de perseverar en el bien hasta el fin. En uno y otro concepto, la perseverancia se infunde juntamente con la gracia, como también la continencia y las demás virtudes.

Letanías al Sagrado Corazón meditadas por San Juan Pablo II - 33


SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS

Domingo 12 de noviembre de 1989

 33 -Corazón de Jesús delicia de todos los santos


Amadísimos hermanos y hermanas:

1. La Iglesia se alegra hoy por la glorificación de dos de sus hijos: Inés de Bohemia y Alberto Chmielowski. Estos dos santos se van a añadir a aquella "muchedumbre inmensa" que la liturgia nos ha invitado a contemplar en la reciente solemnidad de Todos los Santos. Ante un espectáculo tan exaltante sube espontáneamente a los labios la invocación de las letanías: "Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros".
De la esperanza al cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al cielo: este parece ser, amadísimos hermanos y hermanas; el ritmo según el cual suceden las tres últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón. Tras las invocaciones "salvación de los que en ti esperan", y "esperanza de los que en ti mueren", las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "gozo de todos los santos". Es ya visión de paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del cielo; es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.

2. Sobre esta tierra el discípulo de Jesús vive en la espera de alcanzar a su Maestro, en el deseo de contemplar su rostro, en la aspiración ardiente de vivir siempre con él. En el cielo, en cambio, cumplida la espera, el discípulo ya ha entrado en el gozo de su Señor (cf. Mt 25, 21. 23); contempla el rostro de su Maestro, ya no transfigurado durante un solo instante (cf. Mt 17, 2; Mc 9, 2; Lc 9, 28), sino resplandeciente para siempre con el fulgor de la eterna luz (cf. Hb 1, 3); vive con Jesús y de la misma vida de Jesús.
La vida del cielo no es más que la fruición perfecta, indefectible e intensa, del amor de Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- y no es más que la revelación total del ser íntimo de Cristo, y la comunicación plena de la vida y del amor que brotan de su Corazón. En el cielo los bienaventurados ven satisfecho todo deseo, cumplida toda profecía, aplacada toda sed de felicidad, y colmada toda aspiración.

lunes, 29 de junio de 2020

Lecturas del domingo y el catecismo de la Iglesia - Solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo


29 de junio: Solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo

CEC 153, 424, 440, 442, 552, 765, 880-881: San Pedro
CEC 442, 601, 639, 642, 1508, 2632-2633, 2636, 2638: San Pablo


CEC 153, 424, 440, 442, 552, 765, 880-881: San Pedro

153 Cuando san Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17; cf. Ga 1,15; Mt 11,25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él. «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con los auxilios interiores del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad"» (DV 5).

424 Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Sobre la roca de esta fe, confesada por San Pedro, Cristo ha construido su Iglesia (cf. Mt 16, 18; san León Magno, Sermones, 4, 3: PL 54, 151; 51, 1: PL 54, 309B; 62, 2: PL 54, 350C-351A; 83, 3: PL 54, 432A).

440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16, 23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" (Jn 3, 13; cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13), a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53, 10-12). Por esta razón, el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 19-22; Lc 23, 39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2, 36).

442 No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque Jesús le responde con solemnidad "no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión en el camino de Damasco: "Cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles..." (Ga 1,15-16). "Y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9, 20). Este será, desde el principio (cf. 1 Ts 1, 10), el centro de la fe apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada en primer lugar por Pedro como cimiento de la Iglesia (cf. Mt 16, 18).

552 En el colegio de los Doce, Simón Pedro ocupa el primer lugar (cf. Mc 3, 16; 9, 2; Lc 24, 34; 1 Co 15, 5). Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación del Padre , Pedro había confesado: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Entonces Nuestro Señor le declaró: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). Cristo, "Piedra viva" (1 P 2, 4), asegura a su Iglesia, edificada sobre Pedro, la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 91


Lunes de la 13ª semana

EL AMOR A DIOS


Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu entendimiento (Lc 10, 27).

I. Este precepto se encuentra expresado diversamente en distintos lugares de la Sagrada Escritura. Porque en el Deuteronomio (6, 5) se ponen tres cosas: con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza. En San Mateo (22, 37) se ponen dos de aquéllas: con todo tu corazón, y con  toda tu alma, y se omite con toda tu fuerza; pero en cambio se añade: y con todo tu entendimiento. Pero en San Marcos se ponen cuatro: con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todo tu entendimiento, y con todas tus fuerzas (12, 30), que es lo mismo que fortaleza; y estas cuatro se expresan también en San Lucas (10, 27), pero en lugar de fortaleza y virtud, se pone: con todas tus fuerzas.

II. Es preciso, pues, asignar la razón de estas cuatro cosas; dado que si en algún lugar se omite alguna, es porque la una se entiende por las otras. Luego puede considerarse que el amor es un acto de la voluntad, que aquí se expresa por el corazón; porque así como el corazón corporal es el principio de todos los movimientos corporales, así también la voluntad, y principalmente respecto a la intención del fin último que es el objeto de la caridad, es el principio, de todos los movimientos espirituales. Y como son tres los principios de los actos, que son movidos por la voluntad, a saber: el entendimiento significado por la mente, la fuerza apetitiva interior, significada por el alma, y la fuerza ejecutiva exterior, expresada por la fortaleza o virtud o las fuerzas.

Se nos manda, pues, que toda nuestra intención se dirija a Dios, lo cual es amarlo con todo el corazón; que nuestro entendimiento se someta a Dios, lo que es amarlo con toda la mente; que nuestro apetito se regule según Dios, lo cual es amarlo con toda el alma; y que nuestros actos exteriores obedezcan a Dios, lo cual es amarlo con toda fortaleza, virtud o fuerzas.

Letanías al Sagrado Corazón meditadas por San Juan Pablo II - 32


SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS

Domingo 5 de noviembre de 1989

32 -Corazón de Jesús esperanza de los que en Tí mueren



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. La reciente conmemoración de todos los fieles difuntos nos invita hoy a contemplar, bajo una luz de fe y de esperanza, la muerte del cristiano, para la que las Letanías del Sagrado Corazón ―objeto de nuestras reflexiones en anteriores encuentros dominicales― nos ponen en los labios la invocación: "Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, ten piedad de nosotros".
La muerte forma parte de la condición humana; es el momento terminal de la fase histórica de la vida. En la concepción cristiana, la muerte es un paso: de la luz creada a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna.
Ahora bien, si el Corazón de Cristo es la fuente de la que el cristiano recibe luz y energía para vivir como hijo de Dios, ¿a qué otra fuente se dirigirá para sacar la fuerza necesaria para morir de modo coherente con su fe? Como "vive en Cristo", así no puede menos de "morir en Cristo".
La invocación de las letanías recoge la experiencia cristiana ante el acontecimiento de la muerte: el Corazón de Cristo, su amor y su misericordia, son esperanza y seguridad para quien muere en Él.

2. Pero conviene que nos detengamos un momento a preguntarnos: ¿Qué significa "morir en Cristo"? Significa ante todo, amadísimos hermanos y hermanas, leer el evento desgarrador y misterioso de la muerte a la luz de la enseñanza del Hijo de Dios y verlo, por ello, como el momento de la partida hacia la casa del Padre, donde Jesús, pasando también Él a través de la muerte, ha ido a prepararnos un lugar (cf. Jn 14, 2); es decir significa creer que, a pesar de la destrucción de nuestro cuerpo, la muerte es premisa de vida y de fruto abundante (cf. Jn 12, 24).
"Morir en Cristo" significa, además, confiar en Cristo y abandonarse totalmente a Él, poniendo en sus manos ―de hermano, de amigo, de buen Pastor― el propio destino, así como Él, muriendo, puso su espíritu en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46). Significa cerrar los ojos a la luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús, porque nada, "ni la muerte ni la vida... podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8, 38-39). En aquella hora suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas, el Corazón de Cristo es más grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si él está arrepentido (cf. 1 Jn 3, 20).

domingo, 28 de junio de 2020

Letanías al Sagrado Corazón meditadas por San Juan Pablo II - 31


SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS

Domingo 17 de septiembre de 1989


31 - Corazón de Jesús salvación de los que en Tí

«Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros».

1. A esta hora del Ángelus detengámonos durante algunos instantes para reflexionar sobre esa invocación de las letanías del Sagrado Corazón que dice: "Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros".
En la Sagrada Escritura aparece constantemente la afirmación según la cual el Señor es "un Dios que salva" (cf. Ex 15, 2; Sal 51, 16; 79, 9; Is 46, 13) y la salvación es un don gratuito de su amor y de su misericordia. El Apóstol Pablo, en un texto de alto valor doctrinal, afirma incisivamente: Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 4; cf. 4, 10).
Esta voluntad salvífica, que se ha manifestado en tantas intervenciones admirables de Dios en la historia, ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret, Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de María, pues en Él se ha cumplido con plenitud la palabra dirigida por el Señor a su "Siervo": "Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra" (Is 49, 6; cf. Lc 2, 32).

2. Jesús es la epifanía del amor salvífico del Padre (cf. Tt 2, 11; 3, 4). Cuando Simeón tomó en sus brazos al niño Jesús, exclamó: "han visto mis ojos tu salvación" (Lc 2, 30).
En efecto, en Jesús todo está en función de su misión de Salvador: el nombre que lleva ("Jesús" significa "Dios salva"), las palabras que pronuncia, las acciones que realiza y los sacramentos que instituye.
Jesús es plenamente consciente de la misión que el Padre le ha confiado: "el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19, 10). De su corazón, es decir, del núcleo más íntimo de su ser, brota ese celo por la salvación del hombre que lo impulsa a subir, como manso cordero, al monte del Calvario, a extender sus brazos en la cruz y a "dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10, 45).

10 frases de San Ireneo de Lyon para reflexionar




·        “La gloria de Dios es el hombre vivo”.

·        “No debería buscarse en otros la verdad que puede encontrarse fácilmente en la Iglesia, pues en ella, como en un rico tesoro, depositaron los apóstoles todo lo relativo a la verdad, para que todos pudieran beber de este brebaje de vida. La Iglesia es la puerta a la vida”.

·        “La obligación del cristiano no es más que la de estar en constante preparación para la muerte”.

·        “El error no se manifiesta tal cual es, por temor de que, apareciendo desnudo, sea reconocido; sino que, adornándose artificiosamente de un vestido de verosimilitud, obra de modo que aparece a los ojos de los ignorantes más verdadero que la verdad misma”.

·        “De la misma manera que nos hicimos deudores de Dios por medio del árbol, recibamos también por medio del árbol la remisión de nuestra deuda”.

·        “La predicación de la Iglesia presenta por todas partes una inconmovible solidez, manteniéndose idéntica a sí misma y beneficiándose, como lo hemos manifestado, del testimonio de los profetas, de los apóstoles, y de todos sus discípulos”.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 90


Domingo de la 13ª semana

ESTADO DE PERFECCIÓN


I. La vida religiosa es estado de perfección. Lo que comúnmente conviene a muchos, se atribuye por antonomasia a aquél a quien conviene por excelencia; así, la virtud que consiste en conservar la firmeza del alma ante las situaciones más difíciles reivindica para sí el nombre de "fortaleza"; y la virtud que atempera los mayores deleites, el de templanza. La religión es una virtud por la que uno hace algo en servicio y culto de Dios; y así se dicen religiosos por antonomasia los que se dedican totalmente al servicio divino, como ofreciéndose a Dios en holocausto. Por eso dice San Gregorio: "Hay algunos que nada reservan para sí mismos, sino que inmolan al Dios omnipotente sus sentidos, su lengua, su vida y todos los bienes que han recibido" *. La perfección del hombre consiste en unirse totalmente a Dios, y según esto la religión designa un estado de perfección. Ofrecer alguna cosa al culto de Dios es de necesidad para la salvación; pero el que alguno se dedique totalmente a sí mismo y sus cosas al culto divino pertenece a la perfección.

Y ha de saberse que no solamente corresponden a la religión las oblaciones de los sacrificios y otras cosas análogas, propias de la religión, sino también los actos de todas las virtudes, los que cuando se refieren al servicio y honor de Dios, se convierten en actos de religión. Así, pues, si alguno consagra toda su vida al servicio divino, toda su vida pertenece a la religión; y en tal concepto, por la vida religiosa que llevan, se llaman religiosos los que se hallan en estado de perfección.

Letanías al Sagrado Corazón meditadas por San Juan Pablo II - 30


SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS

Domingo 10 de septiembre de 1989

30 -Corazón de Jesús víctima de los pecadores


«Cor Iesu, victima peccatorum».
«Corazón de Jesús, víctima de los pecadores».

1. Muy queridos hermanos y hermanas:
Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón nos recuerda que Jesús, según la palabra del Apóstol Pablo, "fue entregado por nuestros pecados" (Rm 4, 25); pues, aunque Él no había cometido pecado, "Dios le hizo pecado por nosotros" (2 Co 5, 21). Sobre el Corazón de Cristo gravó, enorme, el peso del pecado del mundo.
En Él se cumplió de modo perfecto la figura del "cordero pascual", víctima ofrecida a Dios para que en el signo de su sangre fuesen librados de la muerte los primogénitos de los hebreos (cf. Ex 12, 21-27). Por tanto, justamente Juan Bautista reconoció en Él al verdadero "cordero de Dios" (Jn 1, 29): cordero inocente, que había tomado sobre sí el pecado del mundo para sumergirlo en las aguas saludables del Jordán (cf. Mt 3, 13-16 y paralelos); cordero manso, "al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda" (Is 53, 7), para que por su divino silencio quedase confundida la palabra soberbia de los hombres inicuos.
Jesús es víctima voluntaria, porque se ofreció "libremente a su pasión (Misal Romano, Plegaria eucarística II), como víctima de expiación por los pecados de los hombres (cf. Lv 1, 4; Hb 10, 5-10) que consumió en el fuego de su amor.

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - Domingo XXIII tiempo durante el año Ciclo A



La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.


Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.

Iniciamos la celebración

Juntos como hermanos
Juntos como hermanos
miembros de una Iglesia,
vamos caminando
al encuentro del Señor

Un largo caminar
por el desierto bajo el sol,
no podemos avanzar
sin la ayuda del Señor.

Unidos al rezar,
unidos en una canción
viviremos nuestra fe
con la ayuda del Señor.

La Iglesia en marcha está
a un mundo nuevo vamos ya,
donde reinará el amor,
donde reinará la paz.

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:
Todos: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden: Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: Para poder hacer esta celebración con espíritu fraterno y en paz, pidamos perdón por nuestras faltas de amor a Dios y entre nosotros:
Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:

sábado, 27 de junio de 2020

JUNTOS COMO HERMANOS - Canto de entrada


Juntos como hermanos

Juntos como hermanos
miembros de una Iglesia,
vamos caminando
al encuentro del Señor

Un largo caminar
por el desierto bajo el sol,
no podemos avanzar
sin la ayuda del Señor.

Al Corazón Benigno de María - Canción


Al corazón benigno de María

Al corazón beningno de María,
ven sin tardar, oh pobre pecador;
en su bondad aquel que se confía
perdón y paz alcanza del Señor.

Santa María, Madre de Dios
en este día ruega por nos.

Tu corazón, espejo de pureza,
no lo empañó la culpa original;
Dios te colmó de gracia y de belleza
para salvar a la triste humanidad.

Quien pierde su vida por Mí - Canción


Quien pierde su vida por Mí
Quien pierda su vida por Mí,
la encontrará, la encontrará, la encontrará.
Quien deja su padre por Mí, su madre por Mi,
me encontrara, me encontrara.
No tengas miedo, no tengas miedo
yo estoy aquí, yo estoy aquí.

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