Prólogo
que Benedicto XVI
ha
redactado para la edición rusa
de sus
Obras Completas
Nihil Operi Dei praeponatur − Nada se anteponga al Culto Divino. Con estas palabras san
Benito, en su Regla (43,3), estableció la prioridad absoluta del Culto Divino
respecto a cualquier otra tarea de la vida monástica. Esto, incluso en la vida
monástica, no resultó inmediatamente realizado porque para los monjes el
trabajo en la agricultura y en la ciencia también era tarea esencial.
Ya sea en la
agricultura, como también en la artesanía y en el trabajo de formación,
ciertamente podía haber necesidades temporales que podían presentarse como más
importantes que la liturgia. Frente a todo esto Benito, con la prioridad
asignada a la liturgia, pone de relieve de manera inequívoca la prioridad de
Dios mismo en nuestras vidas: «A la hora del oficio divino, tan pronto como se
escuche la señal, dejado todo lo que se trae entre manos, se acude con la
máxima solicitud” (43,1).
En la conciencia de
los hombres de hoy las cosas de Dios, y con ello la liturgia, no se muestran en
absoluto urgentes. Hay urgencia para cualquier cosa posible. Las cosas de Dios
nunca parece que sean urgentes. Se podría afirmar que la vida monástica es, en
cualquier caso, algo diferente de la vida de los hombres en el mundo; y esto es
sin duda correcto. Y sin embargo, la prioridad de Dios que hemos olvidado vale
para todos. Si Dios no es más importante, se trasmutan los criterios para
establecer qué es lo importante. El hombre, al dejar de lado a Dios, se somete
a sí mismo a las constricciones que lo hacen esclavo de fuerzas materiales y
que, por tanto, se oponen a su dignidad.
En los años que
siguieron al Concilio Vaticano II he vuelto a ser consciente de la prioridad de
Dios y de la Liturgia Divina. La malinterpretación de la reforma litúrgica, que
se ha extendido ampliamente en la Iglesia Católica, llevó a poner siempre cada
vez más en primer plano el aspecto de la instrucción y de la propia actividad y
creatividad. El hacer de los hombres hizo casi olvidar la presencia de Dios. En
esta situación se hace cada vez más claro que la existencia de la Iglesia vive
de la correcta celebración de la liturgia y que la Iglesia está en peligro
cuando el primado de Dios ya no aparece en la liturgia y, por tanto, en la
vida.
La causa más
profunda de la crisis que ha derruido a la Iglesia reside en el oscurecimiento
de la prioridad de Dios en la liturgia. Todo esto me llevó a dedicarme al tema
de la liturgia más ampliamente que en el pasado, porque sabía que la verdadera
renovación de la liturgia es una condición fundamental para la renovación de la
Iglesia. Sobre la base de esta convicción nacieron los estudios que se han
recogido en este volumen 11 de las Opera
omnia. Pero en el fondo, a pesar de todas las diferencias, la esencia de la
liturgia en Oriente y Occidente es única y la misma. Y así, espero que este
libro pueda ayudar también a los cristianos de Rusia a comprender de modo nuevo
y mejor el gran regalo que se nos ha dado en la Santa Liturgia.
Ciudad del Vaticano, en la fiesta de san Benito, 11 de julio de
2015
El texto original, en
italiano, se publicó en Il Corriere della Sera el 16 de abril de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario