Meditación de Jesús que toma leche
para rezarla el 28 de diciembre.
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía.
para rezarla el 28 de diciembre.
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía.
Meditación IV
De Jesús que toma leche
Fajado que fue Jesús, buscó
y tomó leche de los pechos de María. La Esposa de los Cantares deseaba ver a su
hermanito, que tomase leche de la madre: ¿Quién te me dará a ti, hermano mío,
mamando los pechos de mi madre? Cant. VIII, 1
Esta Esposa lo deseó, pero
no lo vió: nosotros sí que somos los que hemos tenido la suerte de ver al Hijo
de Dios, hecho hombre y hermano nuestro, tomar leche del pecho de María.
¡Oh! ¡y qué espectáculo era
al paraíso ver al Verbo divino, hecho niño, pendiente del pecho de una Virgen
criatura suya! ¡Aquel que da el alimento a todos los hombres y a los animales
de la tierra, se ha hecho tan débil y tan pobre, que tiene necesidad de un poco
de leche humana para sustentar su vida!
Sor Paula, camaldulense,
contemplando una figura de Jesús que tomaba el pecho, sentía de repente
encenderse toda de un tierno y ardiente amor hacia Dios.
Poca era la leche con que
se alimentaba Jesús, pues según que revelado a sor Mariana, franciscana,
solamente tres veces al día María le daba de mamar. ¡Oh leche preciosa para
nosotros, que debiste convertirte en sangre en las venas de Jesucristo, para
hacer después de ella un baño de salud en el que fuesen lavadas nuestras
culpas!
Ponderemos que aunque Jesús
tomaba esta leche, era para sostener aquel cuerpo que quería dejarnos por
nuestro alimento en la santa comunión. ¿Con qué, mi pequeñito Redentor,
mientras Vos mamabais pensabais en mi? ¿pensabais cambiar esta leche en sangre,
para derramarla después en vuestra muerte, y con tal precio rescatar mi alma, y
aún alimentarla con el Santísimo Sacramento , que es leche saludable con la
cual el Señor nos conserva en la vida de la gracia, según aquella sentencia de
San Agustín que dice: “La leche vuestra es Cristo”
¡Oh Jesús mío! Permitid que
yo también exclame con aquella mujer del Evangelio: Feliz vientre que te trajo
y los pechos que mamaste” ¡Dichosa Vos, o Madre divina, que tuviesteis la
suerte de dar leche al Verbo encarnado.
Ea, admitidme en unión de este grande Hijo a tomar de Vos la leche de una
tierna y amorosa devoción a la infancia de Jesús, y a Vos, Madre mía amadísima.
Os doy a Vos las gracias, o divino Infante, que os habéis hecho necesitado de
leche, para manifestarme el amor que me tenéis.
Así lo dio el Señor a
conocer a santa María Magdalena de Pazzis, cuando la dijo; que él por esto se
había reducido a la necesidad de tomar leche, para dar a entender el amor que
tiene a las almas redimidas.
Afectos y súplicas.
Oh mi dulce y amabilísimo
Niño, Vos sois el pan del cielo que sustentáis a los Ángeles; Vos proveéis de
comida a todas las criaturas; ¿cómo, pues, os habéis reducido a mendigar un
poco de leche de una doncellita, para conservar la vida? ¡Oh amor divino!
¿Cómo has podido hacer tan
pobre a un Dios, que haya tenido necesidad de pedir un tan corto alimento? Más
ya os comprendo, Jesús mío: Vos tomáis leche de María en ésa gruta, para
ofrecerla después convertida en sangre a Dios sobre la cruz, en sacrificio y
satisfacción de nuestros pecados. Dad pues oh María, dad toda la leche que
podáis a ése Hijo, para que todos gocen del precioso líquido que ha de servir
para lavar las culpas de mi alma, y para nutrirla después en la santa comunión.
¡Oh Redentor mío! Y ¿Cómo he podido yo saber esto y seros ingrato?
Pero vuestra bondad es mi
esperanza. Esta me enseña que si yo quiero vuestra gracia, ella es mía. Me
arrepiento oh sumo Bien, de haberos ofendido, y os amo sino a Vos, y a Vos
solamente quiero amar.
Vos sois y habéis de ser
siempre mi único bien, el único amor mío, Mi Amado Redentor, dadme, os ruego,
una tierna devoción a vuestra santa infancia, como la habéis dado a tantas
almas, que pensando en vuestra niñez se olvidan de todo lo demás, porque no saben
pensar más que en amaros. Es verdad que ellas son inocentes, yo pecador; pero
Vos os habéis hecho niño para haceros amar también de los pecadores. Yo he
sido uno de ellos, más ahora os amo con todo el corazón y no deseo otra cosa
que vuestro amor.
¡Oh María! Dadme Vos un
poco de aquella ternura con la que dabais de mamar al infante Jesús.
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