Meditación
XVI
Sacaréis
aguas con gozo de las fuentes del Salvador
Haurietis
aquas un Gaudio de fontubus Salvatoris, (Is. XIII, 3)
Considera
las cuatro fuentes de gracias, que nosotros tenemos en Jesucristo contempladas
por san Bernardo. La primera fuente es de misericordia, en la que nosotros
podemos lavarnos de todas las suciedades del pecado. Está fuente se formó para
nosotros con lágrimas y con la sangre del Redentor; el que, como dice san Juan,
nos amó y nos lavó de nuestros pecados en su sangre. Ap 1, 5.
La
segunda fuente es de paz y consuelo en nuestras tribulaciones, pues el mismo
Jesucristo nos dice; Invócame en el día de la tribulación y yo te consolaré.
Qui sitit veniat ad me. Jn 7, 37.
Quien
pruebe las aguas de mi amor desdeñará para siempre las delicias del mundo, y se
satisfará enteramente después, cuando entrare en el reino de los bienaventurados;
pues que el agua de mi gracia le elevará de la tierra al cielo. Jn 4, 13.
Así
también la paz, que Dios de a las almas que le aman, no es la que ofrece el
mundo en los placeres sensuales, que dejan en el alma más amargura que paz.
La que
Dios de, sobrepuja a todos los deleites de los sentidos: Pax quoe exuperat
omnem sensum. ¡Dichosos, pues, los que desean esta fuente divina! La
tercera fuente es de devoción.
¡Oh! Y
cómo se hace devoto, y pronto a ejecutar las voces de Dios, y crecer siempre en
la virtud, quien a menudo medita cuánto ha hecho Jesucristo por nuestro amor.
El
será como el árbol plantado en la corriente de las aguas: Erit tamquam
lignum quod plantatum est secus decursus aquarum. La cuarta fuente es de
amor. Quien medita los padecimientos y las ignominias de Jesucristo sufridas
por nuestro amor, no es posible que deje de sentirse inflamado de aquel fuego
santo que ha venido a encender en la tierra; según aquellas palabras de David: En
mi meditación se inflamará el fuego. Sal. 1, 3.
Con lo que va dicho se
verifica cumplidamente que el que se aprovecha de estas dichosas fuentes que
nosotros tenemos en Jesucristo, sacará siempre de ellas aguas de gozo y de
salvación: Haurietis aquas in Gaudio de fontibus Salvatoris.
Afectos
y súplicas
¡Oh mi
dulce y amado Salvador, cuánto os debo! Cuánto me habéis obligado a amaros,
habiendo hecho por mí lo que no habrá hecho un hijo por su padre, ni un siervo
por su señor! Sí, Vos me habéis amado más que otro alguno; rezón es que yo os
ame sobre todos los otros. Quisiera morir de dolor al pensar que Vos habéis
aceptado por amor mío la muerte más dolorosa e ignominiosa que puede padecer un
hombre; y ¡tantas veces yo he despreciado vuestra amistad! ¡Cuántas veces me
habéis perdonado, y he vuelto a ofenderos! Pero vuestros méritos son mi
esperanza.
Ahora
aprecio más vuestra gracia, que todos los reinos de la tierra. Yo os amo, y por
amor vuestro acepto toda pena, toda muerte.
Y si
no soy digno de morir por mano de verdugo para daros gloria, al menos acepto
voluntariamente aquella muerte que me tenéis destinada; y la acepto en el modo
y en el tiempo que Vos dispongáis. Madre mía, María, alcanzadme el vivir
siempre y morir amando a Jesús.
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