Iconografía - El icono de
la Virgen de Vladimir - El gesto de María - El gesto de Jesús - La
figuración – Teología - Oración - El Papa Francisco y la Virgen de la Ternura
1 Introducción
Eleousa (Ἐλεούσα, "ternura",
en griego) es el nombre con el cual se conoce al icono de la "Virgen
de la Ternura". La inscripción "Eleusa" aparece ya en algunos
iconos bizantinos del tipo Nuestra Señora de Odigitria en los siglos
IX-X. Es una iconografía muy estandarizada que representa a la Virgen
María y al Niño Jesús en una relación personal entrañable.
María, que aparece
sentada, sostiene al Niño con uno de sus brazos mientras presiona la mejilla
del bebé contra su propia mejilla y el Niño le devuelve ese gesto de cariño,
bien abrazándose a ella, con un brazo, bien acariciándola el rostro. El
tipo Eleousa es la serie más tierna de la iconografía mariana,
revelando el lado íntimo de la comunión de la Madre de Dios con su Hijo.
En Rusia, un cierto
tipo de íconos de la Madre de Dios que no se correspondía exactamente con la
línea iconográfica griega "Eleousa" (ελεουσα), recibió este
nombre de "Ternura” y con el paso del tiempo se fue consolidando a través
de un cierto esquema iconográfico propio. En la versión griega, este tipo de
icono se llamaba "Glycophilus" (γλυκυφιλουσα) - "Dulce beso.
En algunos iconos de
la tradición bizantina la Virgen aparece dándole al Niño un rollo con el texto
de una profecía mesiánica, dando a quien es el Verbo de Dios la Palabra
revelada. El gesto de la Virgen que da al niño la Palabra, lo podemos encontrar
en los iconos llamados "Eleusa Kykkotissa", que toman este nombre del
monasterio de Kikko, en Chipre, donde se ve a la Virgen que lleva al niño, en
sus brazos y que le ha dado el libro de Isaías. Dentro de estos iconos de
la ternura son variantes muy conocidas la "Virgen Glicofilussa"
(la del dulce beso), y también la Virgen Glicofilussa Kardiotissa (la
del dulce beso que sale del corazón). Este icono presenta aún más acentuada si
cabe la expresión de ternura: el Hijo en posición de abrazo quiere abarcar el
cuello de la Madre con un tierno gesto.
2.-Iconografía
El esquema
iconográfico incluye dos figuras: la Virgen y el Niño Jesús, que se aferran
entre sí las caras. La característica principal del tipo iconográfico es el
contacto de los rostro del Bebé y de la Madre.
La veneración del
icono "Nuestra Señora de la Ternura" en Rusia fomentó la
creación de numerosas repeticiones, que, sin embargo, nunca fueron copias. El
iconógrafo reprodujo sólo la característica iconográfica principal de este tipo
de imagen, pero, al repensar la imagen de la Virgen con su Hijo, el antiguo
artista ruso hizo cambios en sus iconos y creó nuevas imágenes del mismo
misterio, no menos veneradas. ("Nuestra Señora de Vladimir", hecho
por el maestro Rublev, y "Nuestra Señora del Don", de Teófanes el
griego, que pueden observarse conjuntamente, muestran tanto la fidelidad
al esquema iconográfico del tipo Eleousa, como la libertad propia del
artista en la realización de su obra.
Es tradicional
retratar a la Virgen con ropas de dos colores: la maforia de color rojo
o cereza , y la túnica, generalmente azul. La maforia presenta tres
estrellas doradas, situadas en la frente y en cada hombro, como signo de su
inocencia virginal ("inmaculada antes del parto, en el parto y después del
parto"). Porta la aureola o nimbo propio de la participación en la
santidad de Dios que adorna a todos los santos.
Pero de vez en
cuando podemos ver a la Madre de Dios, vestida de maforia azul, color de la
pureza. Así fue escrita por Teófanes el griego en la deesis de la Catedral de
la Anunciación del Kremlin, en Moscú, enfatizando con ello la virginidad, la
pureza de la Madre de Dios.
3.-El icono de la Virgen de Vladimir
Estrechamente
vinculado a la historia de Rusia esta figura de la Virgen es uno de los iconos
más populares, venerados en el orbe cristiano, y desde el siglo XIV se venera
esta imagen de la Virgen como “Madre de Rusia”.
El icono de Vladimir
mezcla admirablemente dos estilos de representar a la Madre de Dios. Por un
lado, pertenece indudablemente al tipo Eleousa, es decir, de la
ternura, y, por otro, al de la Hodigitria, la que muestra el camino, como
indica su gesto. La Virgen estrecha al Niño mientras lo sujeta en un claro
gesto de cariño maternal con su brazo derecho, mientras lo señala con su mano
izquierda como el camino único de salvación.
La Virgen de
Vladimir es, de forma semejante al de la Trinidad, de Rublev, el
arquetipo de los iconos de la Madre de Dios, por lo que merece detenerse en la
contemplación del mismo considerando la catequesis que, con luces, colores y
figuras, el artista nos quiere hacer llegar.
3.1.-El gesto de María
El rostro de María
refleja el peso del sufrimiento que lleva dentro, con una expresión de
melancólica dulzura y un gesto de maternal ternura hacia su hijo. A la vez,
parece abandonarse en ese abrazo de quien es Hijo de Dios. Resuenan en el icono
la profecía del anciano Simeón “Una espada te atravesará el alma”(Lc 2, 35),
mientras “conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (
Lc. 2,19).
No es el rostro de
ninguna mujer concreta porque no puede ser confundida con ninguna otra y, a la
vez, debe ser una mujer universal, modelo de cada uno de sus hijos llamados a
dar a acogida a Dios en nuestro interior. La serena belleza de su rostro no es
deslumbrante, surge de su interior, exige serena contemplación para dejarse
impregnar del Espíritu Santo, de cuya gracia está llena.
La mirada de María
refleja la Filantropía de Dios, ese amor a los hombres que está en el principio
de la creación y de la Historia de la Salvación. Mira cargada de una pesadumbre
indefinida, lleno su corazón de los presentimientos de los dolores que sufrirá
su hijo en su misión salvífica y en los de la humanidad pecadora que no dejará
de ofender a su hijo. Una vez más, se dirige al espectador para
tranquilizarle:
“Los que confían en
el Señor son como el monte Sión: no tiembla; está asentado para siempre” (Sal
124)
“Aunque camine por
cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 22)
Su mirada no se
cruza con la de Jesús, se encuentra con ella en la lejanía, en el misterio de
Dios, donde parece encontrar la respuesta serena a tanto dolor, a tanto
sufrimiento de la humanidad que, vistos con la perspectiva del Padre, se
revelan llenos de paz y sentido, se llenan de gozo en el amor.
De una forma
refleja, el espectador busca las manos de la Virgen. En el centro del
icono el brazo izquierdo de la Virgen señala a Jesús, mientras lo sostiene y lo
muestra sostenido por el derecho. El gesto de señalar a Jesús con las manos es
un signo que aparece en todas las figuras iconográficas, sean éstas ángeles,
apóstoles, profetas o, como aquí, la misma Virgen. Es la gran catequesis del
iconógrafo que señala al único Camino, a la fuente de Vida, a la Verdad.
Su pequeña boca, de
labios bien delineados, nos habla de la necesidad de la escucha ante la Palabra
de Dios. Un Dios que habla al interior del hombre, por ello los oídos de la
Virgen están cubiertos, porque es en el corazón donde se le encuentra, como nos
enseña san Agustín"> “tú estabas dentro de mí y yo afuera”.
3.2.-El gesto de Jesús
En el rostro de
Jesús podemos ver el rostro de cualquier niño que se abraza a su madre
queriéndola transmitir protección y consuelo cuando la ve sufrir, dándola
seguridad y protección con su abrazo y consuelo con su mirada compasiva y
con el incipiente beso en la mejilla de María. Es un gesto que exige
siempre una respuesta personal. La respuesta de María se dirige al
espectador cuando señala a su hijo, y nos invita a rezar con ella:
“Protégeme, Dios mío,
que me refugio en ti” (sal 15)
“Guárdame como a las
niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme”. (Sal 17)
“Dios mío, en ti
confío” (sal 24).
3.3.-La figuración
Sus manos dibujan un
gesto universal, que es parte de las experiencias más íntimas de todo niño y de
toda madre, cuando acaricia con su pequeña mano el rostro de la Virgen. Por un
lado, el misterio de todo hombre que puede reconocerse en ese conjunto de dolor
e incertidumbre que refleja el rostro de María y que, a la vez, puede ser
consolado por un Dios tan pequeño que puede introducirse en las profundidades
del alma, en los secretos más recónditos y llenarlos de su Gracia sanadora. Es
el Dios que, además de hacerse pequeño en una eterna kenosis para “ser
uno de tantos”, se hace Paráclito consolador de todos.
El conjunto del
dibujo se encuentra en un triángulo, con vértice en la cabeza y base en la del
cuadro, inscrito en el rectángulo que forma el icono mismo. Simboliza el
misterio de la Trinidad inscrita en el ser del mundo. La espalda recta y
vertical de la Virgen se encuentra con la del niño, que se presenta con una
importante inclinación respecto a ella y que levanta un hombro sobre el otro,
rompiendo cualquier monotonía del contorno.
El color púrpura,
color exclusivo del emperador, domina el vestido de María, como
corresponde a su condición de Reina. Tiene tres estrellas, una en la cabeza y
dos en los hombros, signo de su virginidad antes, durante y después del
parto, así como de la Santísima Trinidad que la habita. Dos de ellas son
evidentes en el dibujo. La tercera estrella, la de su lado derecho es el mismo
Niño que reposa sobre su hombro y cumple la profecía: “Yo soy la estrella
radiante de la mañana” (Ap 22,16).
La Trinidad,
simbolizada en la composición triangular del icono, es insinuada también por el
manto que cubre todo el cuerpo de la Virgen y da expresión plástica al anuncio
del ángel: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te
cubrirá con su sombra”, (Lc 1, 35).
Los rostros, las
vestiduras y, en general, el cuadro todo irradian la intensa luz del Tabor, la
luz propia de la santidad de Cristo, luz del mundo.
El diálogo sin
palabras entre el hijo y su madre inundan el espíritu del creyente de otros
diálogo futuros. La mirada de la Virgen se vuelca en el espectador porque él
también está llamado a ser “madre” de Cristo, recibiéndole en su corazón: “mi
madre y mis hermanos son estos, los que escuchan la palabra de Dios y la
cumplen” (Jn 8, 22). La mirada de María se dirige al espectador porque
ambos son los destinatarios de la herencia de Jesús: “Jesús, al ver a su madre
y junto a ella al discípulo que amaba, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes
a tu hijo”. Luego, dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 27).
4.-Teología
El simbolismo de
este tipo iconográfico es el amor. Ese estrechamiento entre las mejillas de la
Madre y del Hijo comunican al espectador la amorosa comunión que une a las dos
personas. Pero el símbolo remite a algo superior al evidente afecto filial humano.
Si María, como Mater Ecclesiae, representa a cada uno de sus hijos, el
Niño-Cristo es la persona divina que se ha entregado a la humanidad por
amor.
Así, la conmovedora
composición contiene una profunda idea teológica: la Madre de Dios se nos
revela no sólo como una Madre que acaricia a su Hijo, sino también como un
símbolo del alma en estrecha comunión con Dios. La relación del alma con Dios
es un tema místico frecuente en los Padres. Por ello, Nuestra Señora de la
Ternura es uno de los tipos de iconos de Theotokos más místicos.
Ahonda en esta
relación entre significante (el amor filial humano) y significado (algún
aspecto de la relación entre Dios y el hombre) una variación del tipo
iconográfico de "ternura": aquél en el que la imagen de la Madre de
Dios está amamantando al Niño Jesús. Tal detalle no es sólo un detalle íntimo
de esta variante iconográfica, sino que revela un aspecto místico más profundo.
La Madre alimenta al Hijo, de la misma manera que alimenta nuestras almas,
realizando lo que pide la Escritura:
“Como niños recién
nacidos, ansiad la leche espiritual, no adulterada, para que con ella vayáis
progresando en la salvación, ya que habéis gustado qué bueno es el Señor” (1Pe
2,2s)
“Seguís necesitando
que alguien os vuelva a enseñar los primeros rudimentos de los oráculos
divinos; y estáis necesitados de leche y no de alimento sólido” .(Heb 5, 12).
En el icono de la
Virgen de la Ternura “amamantando” a su Hijo-Jesús la Iglesia ve a la Mater
Eclesiae amamantando con “leche espiritual” a sus hijos espirituales.
5.-Oración
Bajo tu amparo nos
acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos siempre de todos los peligros,
OH Virgen gloriosa y bendita.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos siempre de todos los peligros,
OH Virgen gloriosa y bendita.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
6. El Papa Francisco y la Virgen de la Ternura
El 5 de julio de
2019 en la mañana, en la Sala Bolonia del Palacio Apostólico Vaticano,
Francisco ha recibido en audiencia a los miembros del Sínodo permanente de la
Iglesia greco-católica ucraniana y les contó su devoción mariana más personal
relacionada con el icono de Nuestra Señora de la Ternura, donado por la Iglesia
ucraniana cuando Francisco era arzobispo de Buenos Aires, y la cual ocupa un
lugar destacado en su habitación de Santa Marta, en el Vaticano.
En la reunión de dos
días convocada por el Sucesor de Pedro en el Vaticano estaba presente el
arzobispo mayor de Kiev y de Galitzia, Sviatoslav Schevchuk, primado de la
Iglesia greco-católica de Ucrania. Los dos se conocen desde hace mucho tiempo.
Hace algunos años, Mons. Schevchuk regaló a Jorge Mario Bergoglio, cuando era
arzobispo de Buenos Aires, un icono de “la Virgen de la Ternura”.
“Saben que mi mirada
se dirige todas las mañanas y todas las noches a la Virgen que Su
Beatitud me regaló, cuando dejó Buenos Aires para asumir el oficio de arzobispo
mayor que la Iglesia le había confiado. Frente a ese icono comienzo y
concluyo las jornadas encomendando a la ternura de la Virgen, que es Madre, a
todos vosotros, a vuestra Iglesia. Se puede decir que empiezo el día y lo
acabo “en ucraniano” mirando a la Virgen”, dijo Francisco.
El icono de Nuestra
Señora de la Ternura, del que hay varias versiones, es uno de los iconos más
venerados del mundo. Con su mano izquierda el Niño Jesús toca con ternura el
mentón de su Madre. Francisco confió conservar y venerar “un pequeño icono
ucraniano de la Virgen de la ternura, regalo de vuestro arzobispo mayor cuando
estábamos juntos en Buenos Aires” y compartió que reza por sus “hermanos
“ucranianos” con las oraciones que aprendió desde niño con el “obispo Stefano
Chmil, entonces sacerdote salesiano; él me las enseñó cuando yo tenía 12 años,
en 1949, y aprendía con él a servir la Divina Liturgia tres veces por semana”.
Que buena reseña excelente,
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