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martes, 22 de abril de 2014

Música Sagrada texto y encuesta

Encuesta para las Conferencias Episcopales,

los Institutos Religiosos Mayores

y las Facultades de Teología

MÚSICA SACRA

50 años después del Concilio

 
Texto de acompañamiento
1. Este texto se propone como subsidio a la encuesta “Música Sacra, 50 años después del Concilio”, y tiene en cuenta, particularmente, la Instrucción Musicam Sacram del 5 de marzo de 1967, promulgada por la Sagrada Congregación de Ritos con el fin de ilustrar el oficio ministerial de la música al servicio de la liturgia.
2. La música sacra, parte integrante del ars celebrandi, mantiene con la celebración litúrgica un nexo del todo peculiar, y está llamada a favorecer en los fieles un participación plena, orante y respetuosa del silencio sacro. El estilo celebrativo de la música litúrgica debe hacer resplandecer el primado de Dios y su obra de salvación en favor nuestro, testimoniando la centralidad de Cristo, muerto y resucitado, que en la Eucaristía renueva su ofrenda sacrificial. El lenguaje sonoro, capaz de llegar a cualquier confín geográfico-cultural y de hacerse comprensible en todo tiempo y lugar, es instrumento privilegiado con que celebrar la universalidad de la Iglesia, cuyo Misterio de Unidad se hace presente en cada comunidad reunida en torno a la mesa eucarística. Del mismo modo que la liturgia, la Música sacra debe aspirar a una noble belleza, y saber conjugar los tesoros del pasado con el verdadero arte de nuestro tiempo.
3. “La belleza, por tanto, no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 35). Por tanto, si la celebración del misterio de Cristo es también schola et via pulchritudinis, la música sacra puede ofrecer una notable contribución para que la asamblea llegue a percibir, conocer y amar a Aquél que, en la interpretación de los salmos hecha por los padres de la Iglesia, es “el más bello de los hombres” (Sal 44,3). De hecho, como toda auténtica obra de arte musical es capaz de purificarnos, elevarnos, hacernos advertir la grandeza y la belleza de Dios, así la música sacra, suscitando vivo estupor, favoreciendo la contemplación, y despertando un íntimo deseo de encontrar al Señor resucitado, abre a los fieles a la acción salvífica de la gracia de Dios invitándolos a corresponder a su amor.

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