Juan 1,1-18
En el principio era el Verbo. Y el Verbo era con Dios. Y el Verbo era
Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas fueron hechas por El. Y nada ha sido hecho sin El.
Lo que ha sido hecho era vida en El. Y la vida era la luz de los
hombres.
Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la
comprendieron.
Fue un hombre enviado de Dios, que tenía por nombre Juan. Este vino en
testimonio, para dar testimonio de la luz, para que creyesen todos por él. No
era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba y el mundo por El fue hecho, y no le conoció el
mundo.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a cuantos le
recibieron, les dio poder de ser hechos hijos de Dios, a aquéllos que crean en
su nombre. Los cuales son nacidos no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, mas de Dios.
Y el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. Y vimos la gloria
de El; gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de El, y clama diciendo: "Este era el que yo
dije: El que ha de venir en pos de mí, ha sido engendrado antes de mí; porque
primero era que yo".
Y de su plenitud recibimos nosotros todo, y gracia por gracia. Porque la
ley fue dada por Moisés, mas la gracia y la verdad fue hecha por Jesucristo.
A Dios nadie le vio jamás: el Hijo Unigénito que existe en el seno del
Padre, El mismo lo contó.
En el principio era
el Verbo. Y el Verbo era con Dios. Y el Verbo era Dios.
San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3
Mientras los demás evangelistas empiezan
por la Encarnación, San Juan, yendo más allá de la concepción, del nacimiento,
de la educación y del desarrollo de Jesús, nos habla de su eterna generación,
diciendo: "En el principio era el Verbo".
San Agustín, Lib 83 quaest., qu 63
La palabra
griega logos ( logoV ) significa razón y verbo; pero en
este caso más bien quiere decir Verbo, para que se entienda no sólo la relación
con el Padre, sino la fuerza operativa respecto de todas las cosas que fueron hechas
por el Verbo. La razón, aun cuando nada se hace por ella, se llama razón
acertadamente 1.
San Agustín, in Ioannem, tract.1
Sucede que, con el uso diario, las
palabras, porque suenan y pasan, se nos han hecho viles. Pero hay también en el
hombre la palabra que permanece en el interior, cada vez que el sonido sale de
la boca. Por tanto, la palabra es lo que se extiende por medio del sonido y no
el mismo sonido.
San Agustín, De Trin., 15, 10 et 11
Todos podemos comprender la palabra, no
sólo antes que suene, sino también antes que sus imágenes se agiten en nuestro
pensamiento. Aquí se puede ver ya, como en espejo y enigma, alguna semejanza
del Verbo, de quien se ha dicho: "En el principio era el Verbo". Es
necesario, pues, que cuando hablemos lo que sabemos, nazca la palabra del mismo
conocimiento que tenemos en la memoria; porque la palabra debe ser,
absolutamente, de la misma naturaleza que el conocimiento de donde nace. El
pensamiento formado de la cosa que ya conocemos, es la palabra que aprendemos
en nuestro interior; lo cual no es griego, ni latín, ni lengua alguna. Pero
cuando hemos de comunicar a otros esta palabra interior, tenemos necesidad de
algún signo que la exprese.
Allí mismo, cap. 11
Por tanto, la palabra que suena en el
exterior no es otra cosa que una señal de la palabra que se encuentra en el
interior, a la que corresponde más propiamente el nombre de palabra. Porque
aquello que se pronuncia con los labios es el sonido del palabra, que no se
llama palabra sino a causa de aquella palabra interior a la cual representa en
el exterior.
San Basilio, hom super haec verba
Mas este Verbo no es el humano; porque
¿cómo podía existir en el principio el verbo humano, cuando el hombre ocupa el
último lugar en la generación? Así, pues, el verbo humano no existía en el
principio, ni el de los ángeles; porque toda criatura está dentro de los
términos de los siglos, tomando del Creador el principio de su ser
2. Oigamos, pues, el Evangelio de un modo
conveniente: llamó Verbo al mismo Unigénito.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 1
Si alguno dijere que se nos habla ahora
del Hijo sin hacer mención del Padre, diremos que el Padre era conocido de
todos, si no como Padre, como Dios. Pero el Unigénito era desconocido; por
tanto, quiso con razón darle a conocer desde luego a los que le desconocían.
Pero ni aun por esto puede decirse que se guarda silencio respecto del Padre
cuando se trata del Hijo. Por esto le llamó Verbo, porque había de enseñar que
el Verbo era el Hijo Unigénito de Dios, y para que no se crea que su generación
había sido acompañada de sufrimientos, previene esta duda por el nombre del
Verbo, manifestando que el Hijo procede de Dios de una manera impasible. La
segunda razón de esto es que debía anunciarnos todas las cosas que conciernen
al Padre, por lo cual no le llamó sencillamente Verbo, sino añadió el
artículo el, distinguiéndole de los demás. Es costumbre en la Escritura
llamar palabra a las leyes y preceptos de Dios, pero esta Palabra es cierta
sustancia, una hipóstasis, un ente que procede del Padre mismo impasiblemente.
San Basilio, ut sup
¿Y por qué se le llama Verbo? Porque ha
nacido impasiblemente; porque es imagen del que le ha engendrado, demostrándolo
todo en sí mismo, no sacando nada, mas existiendo perfecto en sí mismo.
San Agustín, De Trin., 15, 13
Así como nuestro conocimiento se
diferencia del conocimiento de Dios, así nuestra palabra, que procede de
nuestro conocimiento, se diferencia de la de Dios, que ha nacido de la esencia
del Padre. Lo mismo podría decirse si se tratara de la ciencia del Padre, de la
sabiduría del Padre o, lo que es más expresivo, del Padre ciencia, del Padre
sabiduría 3.
San Agustín, De Trin., 15, 14
Por tanto, el Verbo de Dios, Hijo
Unigénito del Padre, es en todo semejante e igual al Padre; es lo mismo que el
Padre, pero no es el Padre, porque Este es el Hijo y Aquél el Padre. Y por esto
conoce todas las cosas que conoce el Padre; y si le es propio conocer al Padre,
¿no conocerá lo que es? El conocer y el ser son ahí una misma cosa. Por esta
razón, así como no es propio del Padre proceder del Hijo, tampoco su conocimiento
procede del Hijo. Por eso, como pronunciándose a sí mismo, el Padre engendró al
Verbo igual en todo a sí, y no se hubiera pronunciado a sí mismo de una manera
completa y perfecta si hubiera algo mayor o menor en su Verbo de lo que hay en
El. Pero aunque sea nuestro verbo interior de alguna manera semejante a Aquél,
no cesemos de observar cuán diferente es a la vez.
San Agustín, De Trin., 15, 15
¿Qué es esto formable, aún no formado,
sino algo de nuestra mente que nosotros con antojo voluble lanzamos de aquí
para allá cuando pensamos ahora en una cosa y después en otra, según la
descubrimos o nos sale al encuentro? Y se hace verbo verdadero cuando aquello
que dije que nos lanzaba con movimiento incesante toma contacto con lo que
nosotros conocemos y al tomar una semejanza perfecta se forma. ¿Quién no ve
aquí la gran diferencia que hay de aquel verbo con el de Dios, que es forma de
Dios y antes de su formación no es formable, pues no puede ser nunca informe,
sino que es la forma sencilla e igual a Aquél de quien nace? Por lo que se
dicen aquellas palabras: "el Verbo de Dios".
San Agustín, De Trin., 15, 16
Por lo cual, para que en Dios no se crea
que existe algo voluble, como si siendo verbo pudiera recibir y volver a tomar
una forma que presto pudiera perder y sufrir evolución en su carencia de forma,
aquel Verbo divino no se llama pensamiento de Dios 4.
San Agustín, De verb. Dom., serm.
38
Es el Verbo de Dios cierta forma no formada,
la forma de todas las formas; forma inmutable, sin pérdida, sin defectos, sin
tiempo, sin lugar, superando todas las cosas, existiendo en todas, siendo la
base en que todo descansa y el remate que está sobre todo.
San Basilio, ut sup
Sin embargo, tiene nuestro verbo,
exteriormente, cierta semejanza del divino Verbo. Porque nuestro verbo
manifiesta todo lo que concibe nuestra inteligencia; de modo que, lo que
concebimos en nuestra inteligencia, lo expresamos por medio de la palabra. Y en
verdad que nuestro corazón es una especie de fuente, y la palabra que
pronunciamos es semejante a un riachuelo que procede de ella.
San Crisóstomo, ut sup
Véase también cuánta prudencia hay en el
espíritu del Evangelista: sabían los hombres lo que es más antiguo y lo que
había antes de todas las cosas, honrando y poniendo a Dios sobre todo. Por esto
expresa antes de todo el principio, y dice: "En el principio era el
Verbo".
Orígenes, in Ioannem, hom. 1
Esta palabra, principio, quiere
decir diversas cosas. Quiere decir principio como el comienzo de un viaje o de
una longitud: "El principio del buen camino, es la prueba de los
justos" ( Prov 16,5). Significa también el comienzo de una
generación, según aquellas palabras de Job: "Este es el principio de la
creatura de Dios" ( Job 40,14). Así pues, sin exageración se
puede decir que Dios es el principio de todas las cosas. Es principio también
la materia preexistente, para aquéllos que creen que es ingénita. También se
dice principio según la especie, así como Jesucristo es el principio de
aquéllos que han sido formados a imagen de Dios. Igualmente es principio de
disciplina, según aquello: "Cuando deberíais ser maestros por el tiempo
transcurrido, otra vez necesitáis ser enseñados en lo que constituye el fundamento
del principio de las palabras de Dios" ( Heb 5,12). El
principio, pues, es de dos maneras: según su naturaleza y según su relación con
nosotros; de modo que se puede decir Jesucristo es por naturaleza el principio
de la sabiduría (en cuanto es la Sabiduría y la Palabra de Dios), y es el
principio con relación a nosotros en cuanto a que el Verbo se ha hecho carne
( Jn 1,14). Por tanto, con todas estas significaciones de la palabra
principio, se puede comprender que se llama principio a aquello por lo cual se
dice de algo que es agente; porque el autor de todo es Cristo, como principio,
según lo que es Sabiduría; es el Verbo en el principio, como en la sabiduría.
Es infinito el número de bienes que se dicen del Salvador. Y así como la vida
está en el Verbo, el Verbo estaba en el principio (esto es, en la sabiduría).
Consideremos, pues, si es posible que tomemos la palabra principio en
el sentido de que se hagan todas las cosas según la sabiduría y los ejemplos
que en ella existen. O bien, si el Padre es el principio del Hijo y el
principio de todas las criaturas y de todos los seres; según aquellas palabras:
"En el principio era el Verbo", por las que es preciso entender que
el Verbo Hijo era en el principio, esto es, en el Padre.
San Agustín, De Trin., 6, 2
Se dice en el principio, como si se
dijera "antes de todas las cosas".
San Basilio, ut sup
El Espíritu Santo previó que había de
haber algunos envidiosos y detractores de la gloria de Jesucristo, que
proferirían sofismas para engañar a los que los oyesen, diciendo que si fue
engendrado no era, y que no existía antes de ser engendrado. Y para que no
pudiesen hacer alarde de ello, el Espíritu Santo dice: "En el principio
era el Verbo".
San Hilario, De Trin., 1, 2
Pasan los tiempos, se suceden los
siglos, desaparecen las edades; imaginad el principio que queráis, y si no
pensáis en el tiempo, comprenderéis el asunto de que se trata.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 1
Así como el que está en un buque cerca
de la orilla, ve las ciudades y los puertos, y cuando llega a alta mar los
pierde de vista aun cuando trate de fijarla en ellos, así el Evangelista,
remontándonos más allá de donde principia toda criatura, nos deja como mirando
al vacío, sin fijar límite alguno a las alturas a que nos eleva, o en que podamos
fijarnos; esto es, pues, lo que significa en el principio era lo infinito del
tiempo y del ser.
San Agustín, De verb. Dom., serm.
38
Pero dicen algunos: si es Hijo, ha
nacido. Y en verdad que es así. Añaden después: si el Hijo ha nacido del Padre,
el Padre es anterior al nacimiento del Hijo. La fe rechaza esto. Pero, dicen,
explicadnos cómo ha podido el Hijo nacer del Padre para ser coetáneo de aquél
de quien ha nacido; porque el hijo nace después del padre, y debe, por tanto,
ser sucesor suyo. Para esto aducen el ejemplo de lo que sucede entre las
creaturas; y nosotros debemos tratar de encontrar la semejanza con aquello que
afirmamos. ¿Pero cómo podremos encontrar en la creatura lo coeterno, cuando
nada eterno encontramos en ella? Si en el mundo pudieran encontrarse dos cosas
coetáneas, una que engendra y una engendrada, entonces entenderíamos lo
coeterno. La sabiduría es llamada en las Escrituras el brillo de la luz eterna,
la imagen del Padre. Y de aquí podemos tomar la comparación para que encontremos
lo que se entiende por coetáneo, y de ello desprendamos lo que se entiende por
coeterno. Nadie ignora que la luz nace del fuego; digamos, pues, que el fuego
es el padre de aquella luz. Y bien, en el momento que encendemos una antorcha,
brota la luz al mismo tiempo que el fuego. Dadnos este fuego sin luz, y
creeremos que el Padre pudo existir sin el Hijo. La imagen existe en el espejo,
y existe en cuanto que una persona se mira en él; pero ésta ya existía antes
que se acercase al espejo. Supongamos que crece alguna cosa sobre el agua, como
un matorral o una yerba; ¿no nace con su propia imagen? Por tanto, estará
siempre la imagen de la yerba mientras ésta subsista allí. En virtud de esto,
lo que procede de otro ser ha nacido de él; se puede ser siempre generador, y
estar siempre con aquél que ha nacido de sí. Pero se dirá: yo entiendo que el
Padre es eterno, y que el Hijo es coeterno; pero como la luz que brilla menos
que el fuego de donde nace, y como la imagen del matorral que es menos clara
que el matorral mismo. No; es necesaria una igualdad absoluta. Yo no creo, se
dirá, porque no hay semejanza que satisfaga. Acaso encontremos en las criaturas
una razón para comprender que el Hijo es coeterno con el Padre, y no menos que
El; pero no podemos encontrarla en un solo género de semejanzas. Por tanto,
reunamos dos géneros diferentes: uno de donde ellos toman la semejanza, y otro
de donde nosotros la damos. La que ellos presentan la toman de que el ser que
engendra a otro, le precede en el tiempo, como sucede en el hombre que nace de
otro hombre, siendo los dos de la misma sustancia. Admitimos, pues, en este
orden de nacimiento la igualdad de naturaleza; pero falta la de tiempo. En el
orden de semejanzas que hemos sentado acerca de la luz del fuego y de la imagen
del matorral, no encontráis la igualdad de naturaleza, y sí la igualdad del
tiempo. Y bien; todo lo que allí se encuentra respecto de cada parte y de cada
cosa, lo encuentro, no como en las criaturas, sino como en el Creador.
Actas del Concilio de Efeso
Por esto, pues, tan pronto se le llama
Hijo del Padre, como Verbo, como luz en la Sagrada Escritura, para que se
comprenda que cada uno de estos nombres con que designa a Cristo, son contra la
blasfemia. Porque como tu hijo es de tu misma naturaleza, queriendo manifestar
que el Padre y el Hijo tienen una misma sustancia, le llama Hijo Unigénito del
Padre. Además, como el nacimiento y el Hijo nos manifiestan los sufrimientos
que acompañan o se mezclan en la generación, le llama también Verbo,
demostrando con este nombre la impasibilidad de su nacimiento. Pero como todo
padre, entre los hombres, es indudablemente de más edad que el hijo, para que
no se entienda así de la naturaleza divina, llama luz al Unigénito del Padre;
porque la luz nace del sol, y no se concibe que sea posterior a él. Por tanto,
la luz demuestra que el Hijo coexiste siempre con el Padre, y el Verbo la
impasibilidad de su nacimiento, así como el nombre de Hijo indica la
consustancialidad con el Padre.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 2
Pero se dice que el ser en el principio
no indica simplemente la eternidad, porque así se dice también del cielo y de
la tierra. Dice el Génesis: "En el principio hizo Dios el cielo y la
tierra" ( Gén 1,1); mas ¿en qué se parecen, "era" e
"hizo"? Así como la palabra "es", cuando se trata del
hombre se refiere a la vida presente, y a la eternidad cuando se trata de Dios,
así la palabra "era", cuando se habla de nuestra naturaleza significa
el tiempo pasado, y la eternidad cuando se habla de Dios.
Orígenes, hom. 2., in div. loc
El verbo ser tiene dos significaciones;
unas veces expresa movimientos temporales, según la analogía de otros verbos, y
otras la sustancia de una cosa sin sucesión ninguna de tiempo; por cuya razón
se le llama sustantivo.
San Hilario, De Trin., l. 2
Observa el mundo y mira lo que está
escrito acerca de él: "En el principio hizo Dios el cielo y la
tierra" ( Gén 1,1). En un principio es hecho aquello que es
creado, e incluye a lo largo del tiempo lo que en el principio es incluido para
que sea creado. Pero el pescador iletrado, sin ciencia 5, está libre del tiempo, ha sido
liberado de los siglos, ha vencido todo principio: en efecto, el Verbo de Dios
era lo que es, y no es encerrado en tiempo alguno para empezar a ser lo que
había sido incluido en un principio, pues existía desde el principio.
Alcuino
Contra aquellos que decían que
Jesucristo no ha existido siempre por su nacimiento temporal, empieza el
Evangelista diciendo de la eternidad del Verbo: "En el principio era el
Verbo".
San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 2
Como es principalmente propio de Dios el
ser eterno y sin principio, dijo esto al comenzar. Y después, para que oyendo
que "en el principio era el Verbo", no se dedujese que el Verbo era
ingénito, dice en seguida para combatir este error: "Y el Verbo era con
Dios".
San Hilario, De Trin., l. 2
Existe con Dios sin principio; pero el
que carece de tiempo no carece de autor.
San Basilio, hom. 1 super haec.
verb
Dice también esto por los que blasfeman
diciendo que no existía. ¿Pero en dónde estaba el Verbo? No en un lugar, porque
no cabe en un lugar que tenga límite. ¿Pero en dónde estaba? Con Dios; ni el
Padre puede estar en un lugar, ni el Hijo se contiene en circunscripción
ninguna.
Orígenes, in Ioannem, hom. 2
También es conveniente observar que el
verbo fue hecho en algunos, como en Oseas, Isaías o Jeremías; pero no fue hecho
en Dios, porque el no ser no se encuentra en él, y por esto se dice a
continuación que el "Verbo estaba con Dios", porque ni desde el
principio ha estado el Hijo separado del Padre.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3
No dijo estaba en Dios, sino con Dios;
manifestándonos que poseía la eternidad como persona.
Teofilacto
Me parece que Sabelio fue rechazado por
estas palabras; él decía que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, eran una
sola persona; que unas veces aparecía como Padre, otras como Hijo y otras como
Espíritu Santo. Pero le contradicen evidentemente estas palabras: "Y el Verbo
estaba con Dios"; porque aquí el Evangelista declara que uno es el Hijo, y
otro el Padre, que aquí designa con el nombre de Dios.
San Hilario, De Trin., 1, 2
Dirás: el Verbo es el sonido de la voz,
la enunciación de los asuntos y la expresión de los pensamientos. Este es el
Verbo que en el principio estaba con Dios, porque la palabra de un pensamiento
es eterna cuando el que piensa es eterno. Pero ¿cómo existía en el principio lo
que no existió antes ni después del tiempo? Y yo ignoro si puede existir en el
tiempo. La palabra de los que hablan, ni existe antes de que hablen, ni después
de que han hablado, y cuando llega el fin de esa palabra no existe ya el
principio de ella 6. Pero si como oyente inexperto habías dejado pasar la primera
afirmación: "En el principio era el Verbo", ¿qué es lo que buscas en
lo que sigue: "Y el Verbo estaba con Dios?" ¿Acaso escuchaste
' en Dios' (y no con Dios) y habías entendido la expresión
de un pensamiento oculto? ¿O crees que confundió San Juan la diferencia que hay
entre 'estar en ' y 'estar con '? Así se dice que lo que
existía en el principio, no existía en otro, sino con otro. Por lo tanto veamos
el estado y el nombre del Verbo. Dice, pues: "Y el Verbo era Dios".
Termina el sonido de la voz, y la enunciación del pensamiento; pero este Verbo
es un ser, y no un sonido; una naturaleza, y no una palabra; un Dios, y no una
nada.
San Hilario, De Trin., 1, 7
Es un simple nombre, y carece de
tropiezo alguno; se dijo a Moisés: "Te he constituido como el dios de
Faraón" ( Ex 7,1). Pero ¿no se añadió la causa de este nombre,
cuando se dijo a Faraón? Porque había sido dado Moisés como dios de Faraón,
para ser temido, rogado y para que le castigase 7. Y una cosa es ser dado como dios, y
otra es ser Dios. También me acuerdo de otra sentencia que se encuentra en el
Salmo: "Yo dije, sois dioses" ( Sal 81,6); pero aquí debe
entenderse que es un nombre que se les concede. Y las palabras "Yo
dije", expresan más bien la palabra del que habla que el nombre de la
cosa. Pero cuando dice: "Y el Verbo era Dios", no oigo sólo que se
dice el Verbo, sino entiendo que se demuestra que es Dios.
San Basilio, ut sup
Así, pues, para hacer imposible la
blasfemia y la duda de los que preguntan ¿Qué es el Verbo? responde: "Y el
Verbo era Dios".
Teofilacto
De otro modo, después de decir que el
Verbo estaba con Dios, claro es que eran dos personas, aun cuando existiese una
misma naturaleza en ellas. Por esto dice: "Y el Verbo era Dios", para
demostrar que así como es una misma naturaleza la del Padre y la del Hijo, así
también es una misma divinidad.
Orígenes
También debe añadirse que cuando el
verbo es hecho en los profetas, los ilumina con la luz de la sabiduría. Mas el
Verbo está con Dios, obteniendo de El el ser Dios; por lo que antes de "el
Verbo era Dios", dijo: "El Verbo estaba con Dios".
San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3
Y no como Platón, que dice que es una inteligencia
cualquiera, o ya el alma verdadera del mundo; porque esto dista mucho de la
naturaleza divina. Pero se dice: el Padre es llamado Dios con la adición del
artículo ("el"); pero el Hijo, sin artículo. ¿Qué es lo que dice,
pues, el Apóstol, " del gran Dios y Salvador nuestro
Jesucristo" ( Tit 2,13)? Y en otro lugar: "Quien es Dios
sobre todas las cosas" ( Rom 9,5). Y escribiendo a los Romanos
dice: "La gracia y la paz os han venido de Dios nuestro Padre"
( Rom 1,7), sin añadir el artículo 8. Pero era superfluo ponerle aquí,
después de haberlo añadido constantemente más arriba. Así que aun cuando el
artículo no haya sido añadido a la palabra Hijo, no por eso el Hijo es menos
que Dios Padre.
Este era en el
principio con Dios. (v. 2)
San Hilario, De Trin., 1, 2
Las palabras del Evangelista "Y el
Verbo era Dios", me hacen temblar por lo inesperadas, puesto que los
profetas anunciaron que Dios era uno solo; pero para que mi temor no pueda pasar
más allá, se me presenta el pescador resolviendo tan gran misterio, y refiere a
uno solo todas las cosas sin ofensa, sin supresión y sin tiempo, diciendo:
"Este era en el principio con Dios", cerca de Dios no engendrado, de
quien es proclamado Unigénito Hijo.
Teofilacto
Para que una sospecha diabólica no
inquietase a algunos sobre si el Verbo, siendo Dios, se levantaba en contra del
Padre (como dicen las fábulas de los gentiles), y que separado del Padre fuese
contrario al Padre, dice el Evangelista: "Este era en el principio con
Dios". Como diciendo, este Verbo de Dios nunca ha existido separado de
Dios.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3
Y para que al oír "En el principio
era el Verbo" siendo eterno, no se crea que la vida del Padre fue anterior
en algún espacio de tiempo a la del Hijo, añadió: "Este era en el
principio con Dios", porque nunca estuvo separado de El, sino que Dios
siempre estuvo con Dios. Y más adelante, para que las palabras "El Verbo
era Dios" no hagan creer que era menor la divinidad del Hijo, añade en
seguida la eternidad como atributo de la divinidad, cuando dice: "Este era
en el principio con Dios". Y lo que ha hecho, cuando añade: "Todas
las cosas fueron hechas por El".
Orígenes, ut sup
Después de enunciar el Evangelista estas
tres proposiciones, las reúne en una, diciendo: "Este era en el principio
con Dios". En la primera proposición hemos conocido en quién era el Verbo,
porque era en el principio; en la segunda, con quién, porque era y estaba con
Dios, y en la tercera, que era el Verbo, porque era Dios. Como dando a conocer
que el Verbo de quien se trata era Dios, porque dijo, reuniéndolo todo en la
cuarta proposición: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con
Dios y Dios era el Verbo", dice: "Este era en el principio con
Dios". Si se pregunta, pues, por qué no ha dicho: "En el principio
era el Verbo de Dios, y el Verbo de Dios estaba con Dios, y Dios era el Verbo
de Dios"; podemos responder que, siendo una sola la verdad, una sola
también es su demostración, que es la sabiduría. Pero si es una sola la verdad
y una la sabiduría, también el Verbo, que anuncia la verdad y derrama la
sabiduría sobre los que son susceptibles de ella, será uno solo también. Y no
decimos por esto que no es el Verbo de Dios, sino que manifestamos la utilidad
de la omisión de esta palabra, "de Dios". Y el mismo San Juan dice en
su Apocalipsis: "Que su nombre es el Verbo de Dios"
( Ap 19,13).
Alcuino
¿Por qué pone el verbo sustantivo
"era"? Para que se comprenda que había precedido a todos los tiempos
el Verbo coeterno con Dios Padre.
Todas las cosas
fueron hechas por El. Y nada ha sido hecho sin El. (v. 3)
Alcuino
Después que habló de la naturaleza del
Hijo, habló de su obra, diciendo: "Todas las cosas fueron hechas por
El"; esto es, todo lo que existe, o en sustancia o en cualquier otra
propiedad.
San Hilario, De Trin., 1, 2
De otro modo, existía el Verbo en el
principio, pero pudo no existir antes del principio. ¿Pero cómo subsistiría?
"Todas las cosas fueron hechas por El". Es infinito Aquél por quien
han sido hechas todas las cosas. Y como todas las cosas han sido hechas por El,
también lo ha sido el tiempo.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 4
Moisés, empezando la escritura del
Antiguo Testamento, nos habla de las cosas sensibles, y enumera éstas con
profusión; dice, pues: "En el principio hizo Dios el cielo y la
tierra" ( Gén 1,1). Y nos manifiesta a continuación que se hizo
la luz, y el firmamento, toda clase de astros y todo género de animales. Pero
el Evangelista, abreviando, comprende todo esto en una sola palabra, como ya
conocido por los oyentes, elevándose a cosas más altas y tratando en su libro,
no de las criaturas, sino de su Creador.
San Agustín, super Genesim 1, 2
Y cuando dice: "Que todas las cosas
fueron hechas por El", manifiesta evidentemente que la luz fue hecha por
El, cuando dijo Dios: "Hágase la luz" ( Gén 1,3), y del
mismo modo en las demás creaciones. Si es, pues, así, es eterno lo que dice
Dios: "Hágase la luz"; porque el Verbo de Dios es Dios con Dios y
coeterno con el Padre, aun cuando la criatura haya sido hecha temporal. Porque
aunque indican tiempo las palabras "cuando" y "alguna vez",
sin embargo es eterno en el Verbo de Dios lo que debe ser hecho, y se hace
cuando debe ser hecho lo que existe en aquel Verbo, en el cual no hay
"cuando" ni "alguna vez", porque todo aquel Verbo es
eterno.
San Agustín, in Ioannem, tract.1
¿Y cómo puede suceder que el Verbo de
Dios haya sido hecho, cuando Dios hizo todas las cosas por el Verbo? Y si el
Verbo mismo ha sido hecho, ¿por cuál otro Verbo ha sido creado? Si dices que
existe un verbo del Verbo, por el cual ha sido hecho, yo digo que éste mismo es
el Hijo Unigénito de Dios. Y si no le llamas Verbo de Dios, concede que
entonces el Verbo no ha sido hecho por el mismo por quien han sido hechas todas
las cosas.
San Agustín, De Trin., 1, 6
Pero si no ha sido hecho, no es
criatura. Y si no es criatura es de la misma sustancia que el Padre, porque
toda sustancia que no es Dios es criatura, y lo que no es criatura es Dios.
Teofilacto
Suelen decir los arrianos que así como
por medio de una sierra se hace una puerta, así se dice que todas las cosas han
sido hechas por el Hijo, no porque sea el creador, sino el instrumento. Y que
de este modo, dicen, ha sido hecho el Hijo, para que por medio de él fueran
hechas todas las cosas. Mas nosotros únicamente respondemos a estos forjadores
de mentiras: si, pues, como decís, el Padre hubiese creado al Hijo para
emplearle como instrumento, habría que deducir que la dignidad del Hijo sería
inferior a la de las cosas que han sido hechas, como es inferior la sierra a lo
hecho por ella, no existiendo más que para ello. Así si, según dicen, el Padre
creó al Hijo a causa de aquellas cosas que por El han sido hechas, entonces, si
Dios no hubiese creado nada, tampoco habría producido al Hijo. ¿Qué disparate
mayor puede concebirse? Pero dicen: ¿Por qué no dijo que el Verbo hizo todas
las cosas? ¿Por qué usó de esta preposición? Para que no se creyese que el Hijo
era ingénito y sin principio, y creador de Dios.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 4
Pero si te confunde la preposición
"por", y buscas en la Escritura que el mismo Verbo hizo todas las
cosas, veamos lo que dice David: "Señor, en el principio tú creaste la
tierra, y los cielos son obras de tus manos" ( Sal101,26). Que dijo
esto refiriéndose al Unigénito, puede comprenderse por las palabras del
Apóstol, en su carta a los hebreos ( Heb 1,10), cuando les habla del
Hijo. Y si se dice que el profeta se refería con estas palabras al Padre, y que
San Pablo las refirió al Hijo, aparece la misma dificultad. Porque no hubiera
dicho que convenían al Hijo, si no hubiese creído con toda evidencia que todas
las cosas que son de dignidad honran lo mismo al Padre que al Hijo. Y si además
se cree enunciar alguna sujeción por dicha preposición, ¿por qué San Pablo la
pone hablando del Padre? Dijo: "Fiel es el Señor, por quien hemos sido
llamados a unirnos con su Hijo" ( 1Cor 1,9). Y en otro lugar:
"Pablo, apóstol, por voluntad de Dios" ( 2Cor 1,1).
Orígenes, ut sup
También erró en esto Valentino, diciendo
que el Verbo fue para el Creador la causa de la creación del mundo. Pero si la
verdad de las cosas es así como él lo entiende, convenía que se hubiese escrito
que el Verbo había hecho todas las cosas por el Creador, y no al contrario, que
lo había hecho todo por el Verbo.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 4
Y para que no se crea que cuando dice:
"Todas las cosas fueron hechas por El", se refiere sólo a aquéllas de
que habla Moisés, añade oportunamente: "Y nada ha sido hecho sin El",
ya sea lo visible o ya lo inteligible. O de otro modo, para que por las
palabras "todas las cosas han sido hechas por El", no se entiendan
los signos (esto es, milagros) referidos por los demás evangelistas, dice: "Y
nada ha sido hecho sin El".
San Hilario, De Trin., l. 2
O bien alguien dirá que la frase
"Todas las cosas fueron hechas por El" es una afirmación sin límite
alguno. Y que está el ingénito, que no ha sido hecho por nadie, y está el mismo
Hijo, que fue engendrado por el que no fue engendrado. Pero el Evangelista se
refiere al Creador y supone que tiene un compañero cuando dice: "Y nada se
hizo sin El". Y cuando nada se ha hecho sin El, comprendo que no está
solo; porque uno es por quien se han hecho las cosas, y otro aquel sin el cual
nada se ha hecho.
Orígenes, hom 3 in div. loc
De otro modo, y para que no se crea que
hay cosas que se han hecho por el Verbo, y otras que existen por sí mismas y
que no se contienen en el Verbo, dice: "Y nada ha sido hecho sin El";
esto es, nada se hizo fuera de El, porque El lo abraza todo, conservándolo
todo.
San Agustín, de quest nov, et vet
test. Qu. 97
O cuando dice: "Nada ha sido hecho
sin El", nos enseña que de ningún modo puede suponerse que El ha sido
creado. ¿Cómo puede decirse que Dios ha sido hecho, cuando nada se ha hecho sin
El?
Orígenes, in Ioannem, tom. 2
Si todas las cosas han sido hechas por
el Verbo, también habrá hecho la malicia y la inclinación al pecado; pero esto
no es verdad. En cuanto al significado, la nada y el no ser son una misma cosa.
Y bien: el Apóstol llama mal a lo que no tiene ser. Dios, dice, llama a las
cosas que no son como a las que son ( Rom 4,17) y se llama nada al
mal que ha sido hecho sin el Verbo.
San Agustín, in Ioannem, tract.1
En efecto, el pecado no ha sido hecho
por El, y bien sabido es que el pecado es la nada, y que los hombres caen en
ella cuando pecan. Y el ídolo no ha sido hecho por el Verbo. Tiene, es verdad,
cierta forma humana y el mismo hombre ha sido hecho por el Verbo. Mas la forma
del hombre, en el ídolo, no ha sido hecha por el Verbo, porque está escrito:
"Sabemos que el ídolo es nada" ( 1Cor 8,4); luego estas
cosas no han sido hechas por el Verbo, sino aquéllas que han sido hechas en la
naturaleza; la naturaleza universal de las cosas, como también todas las
criaturas, desde el ángel hasta el gusanillo.
Orígenes, ut sup
Valentino excluye de todo lo hecho por
el Verbo, todo lo hecho en los siglos que cree que existieron antes del Verbo.
Pero habla contra la evidencia, porque lo que él cree divino, está separado de
todas las cosas (como él dice) que bajo esta denominación se destruyen
enteramente. Dicen algunos, faltando a la verdad, que el diablo no ha sido
creado por Dios; porque en tanto que es diablo, no es criatura de Dios. Pero
aquél a quien acontece ser diablo, es criatura de Dios; que es como si
dijéramos que el homicida no era criatura de Dios, siendo así que lo es en
cuanto es hombre.
San Agustín, De natura boni, cap.
25
No deben escucharse los delirios de los
hombres que creen por este pasaje debe entenderse que la nada es algo, porque
la palabra 'nada' aparezca al final de la frase 9. No comprenden que es lo mismo decir:
"sin El nada ha sido hecho", que "sin El ha sido hecho
nada".
Orígenes, ut sup
Si se interpreta el verbo en el sentido
en que se encuentra en todo hombre, porque fue dado a todos por Aquél que era
en el principio, también sin él no podemos cometer nada, entendiendo en el
sentido más sencillo la palabra nada. Dice, pues, el Apóstol, "que el
pecado había muerto sin la ley; pero una vez establecida ésta, el pecado
revivió". No puede concebirse el pecado si no existe la ley. Y no había
pecado cuando no existía el Verbo; porque el Señor dice: "Si yo no hubiese
venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado" (Jn 15,22). No
tiene excusa el que quiere excusar la falta que ha cometido, cuando sucede que
estando el Verbo presente y diciendo lo que debe hacerse, no le obedece. Y en
esto no debe acusarse ni culparse al Verbo, como tampoco al maestro cuando no
deja lugar al discípulo para que respecto de sus enseñanzas alegue ignorancia.
Por lo tanto, todas las cosas han sido hechas por el Verbo, no sólo las
naturales, sino también las que proceden de lo irracional.
Lo que ha sido
hecho era vida en El. Y la vida era la luz de los hombres. (v. 4)
Beda, in Ioannem, in. cap 1
Como el Evangelista había dicho que toda
criatura había sido hecha por el Verbo, para que no se creyese que su voluntad
era mudable (como si de pronto hubiese querido hacer la criatura, sin haberla
hecho nunca ab eterno), tuvo cuidado de enseñar que la criatura había sido
hecha ciertamente en el tiempo, pero que había sido dispuesto en la eterna
sabiduría del Creador, en qué tiempo y a cuántos había de crear; por esto dice:
"Lo que ha sido hecho era vida en El".
San Agustín, in Ioannem, tract. 1
Puede redactarse también de este modo:
"Lo que ha sido hecho en El", añadiendo después: "Era
vida". Luego todo El es vida, si así lo expresáramos; porque ¿qué hay que
no haya sido hecho en El? El es la sabiduría de Dios. Y se dice en el salmo:
"Todas las cosas las has hecho en la sabiduría". Por tanto, así como
todas las cosas han sido hechas por El, así han sido hechas en El. Si, pues, lo
que se ha hecho en El es vida, la tierra es vida y la piedra es vida. Pero no
se debe entender así, para que la secta de los maniqueos 10 no nos arguya diciendo que si la
piedra tiene vida, también la tiene la pared, como suelen decirlo en su
delirio. Y cuando son reprendidos y rechazados suponen que lo han sacado de la
Escritura, diciendo: ¿por qué se ha dicho que lo que ha sido hecho en El era
vida? Dígase, pues, así: "Lo que ha sido hecho", y distíngase aquí y
después añádase: "Era vida en El". Fue hecha, pues, la tierra, pero
la misma tierra que fue hecha, no es vida. Pero está en la misma sabiduría de
Dios espiritualmente cierta razón por la cual la tierra ha sido hecha; ésta es
vida. Así como un arca no es vida en cualquier obra, pero es vida en el arte,
porque vive en el alma del artífice, así, pues, la sabiduría de Dios, por quien
han sido hechas todas las cosas, contiene, según el arte, todas las cosas que
se hacen por dicho arte. Estas no son vida en sí mismas, pero lo son en el
Verbo, por quien todo ha sido hecho.
Orígenes, hom 2 in div. loc.
Puede también distinguirse de este modo
sin error: "Lo que ha sido hecho en El", y después añadir: "Era
vida", para que el sentido sea éste: "Todas las cosas que han sido
hechas por El y en El, son vida en El y una misma cosa en El", puesto que
existían causalmente (esto es, subsisten en El mismo) antes de existir
realizadas en sí mismas. Pero si se pregunta de qué modo y por qué causa todas las
cosas que han sido hechas por el Verbo subsisten en El de una manera vital,
uniforme y causal, tómense ejemplos de la naturaleza de las criaturas. Véase de
qué modo las causas de todo lo que se contiene en la esfera de este mundo
sensible subsisten uniforme y juntamente en este sol, que es la mayor de las
lumbreras del mundo; de qué modo la multitud de hierbas y frutos se contiene en
sus respectivas semillas; de qué modo las reglas, muchas en verdad, se juntan
en el arte del artífice y viven en el alma del que las dispone; de qué modo el
número infinito de líneas subsiste como una en un solo punto, y de esta manera
examinemos los varios ejemplos naturales, desde los cuales, como ayudados por
una teoría física, podremos elevarnos con los ojos del alma hasta los arcanos
del Verbo, y en cuanto es permitido a la inteligencia humana, conocer cómo
todas las cosas que han sido hechas por el Verbo viven y han sido hechas en
El.
San Hilario, De Trin., 1, 2
También puede leerse de este modo.
Cuando dijo "Y nada se hizo sin el mismo", alguno puede decir como
perturbado: luego, hay algo que ha sido hecho por otro y que no ha sido hecho
sin embargo sin El. Y si algo ha sido hecho por otro (aun cuando no sin El), ya
no ha sido hecho todo por El, porque una cosa es hacer, y otra intervenir en lo
que se hace. Pero el Evangelista refiere que no se ha hecho nada sin El,
diciendo: "Lo que ha sido hecho en El". Por tanto, no se ha hecho sin
El lo que en El ha sido hecho. Y esto que ha sido hecho en El, también ha sido
hecho por El; porque "todas las cosas han sido creadas por El y en
El". En El han sido creadas, porque era engendrado Dios creador. Pero por
esta misma razón nada ha sido hecho sin El de lo hecho en El, porque el Dios
naciente era vida, y el que así era, fue hecho vida antes de haber nacido. Por
tanto, nada sucedía sin El, de entre todas las cosas que se hacían en El.
Porque era vida la que hacía estas cosas, y el Dios que ha nacido no ha
existido después de haber nacido, sino que existía también cuando nacía.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 4
No pongamos punto final donde dice:
"Y nada se hizo sin El", según entienden los herejes 11. Porque aquéllos, como quieren probar
que el Espíritu Santo ha sido creado, dicen: "Lo que ha sido hecho en El,
era vida". Pero esto no puede entenderse en tal sentido, porque no era aún
el momento de hablar aquí del Espíritu Santo. Pero dejémoslos hablar del
Espíritu Santo, y pasemos por su interpretación, con lo cual veremos el
inconveniente que resulta. Cuando se dice, pues, "Lo que ha sido hecho en
El, era vida", dicen que el Espíritu Santo se llama vida. Pero se ve luego
que esta vida es la luz, porque añade: "Y la vida era la luz de los
hombres", lo que interpretan los herejes diciendo que el Espíritu Santo es
la luz de todos. Lo que llama antes Verbo, aquí, como consecuencia, le llama
Dios, vida y luz. Pero el Verbo se hizo carne; se habrá, pues, encarnado el
Espíritu Santo y no el Hijo. Por tanto, renunciemos a esta interpretación de la
lectura, y hagamos una lección y exposición conveniente. Después de las
palabras: "Todas las cosas han sido hechas por El, y sin El nada se ha
hecho de lo que ha sido hecho", debe suspenderse el sentido hasta las
siguientes: "En El estaba la vida", como si dijese: "Sin El nada
se ha hecho de lo que ha sido hecho", esto es, de las cosas factibles. Y
véase cómo con esta adición sencilla se corrige todos los inconvenientes que
pudieran ocurrir. Añadiendo a las palabras "sin El nada se ha hecho",
estas otras "de lo que ha sido hecho" comprende a todos los seres
inteligentes, y exceptúa al Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo no existía
en el Verbo como habiendo de ser hecho. Mas estas cosas de que hemos hablado
las dijo San Juan respecto de la condición de las cosas, e introduce lo
siguiente sobre la providencia, diciendo: "En El estaba la vida". Del
mismo modo, pues, que del manantial que engendra los mares, o de una
profundísima fuente no se puede agotar el agua por mucho que se beba, así, por
lo que respecta al Unigénito, todo lo que se considere hecho por El no le hace
menor en nada, porque este nombre de vida no se refiere aquí solo a la
naturaleza de las cosas, sino también a su cuidado y conservación. Y cuando
oímos que en El estaba la vida, no debemos considerarle compuesto. Porque así
como el Padre tiene la vida en sí mismo, concedió al Hijo que la tuviera
(Jn 5,26), por lo tanto, así como no podemos decir que el Padre es
compuesto, tampoco el Hijo.
Orígenes, in Ioannem, tom. 3
Conviene tener en cuenta que el Salvador
dice de algunas cosas que no son para sí sino para otros, mientras que de otras
dice que son tanto para sí como para otros. Donde dice: "Lo que ha sido
hecho en el Verbo era vida", debe examinarse si es vida para sí y para
otros, o para otros únicamente. Y si para otros, para qué otros. La vida es lo
mismo que la luz. El es la luz de los hombres, y así El es la vida de los
hombres, de quienes es luz. Y de este modo cuando se dice vida, puede decirse
el Salvador, vida, no de sí mismo, sino de otros de quienes es también luz.
Esta vida existe en el Verbo de Dios de una manera inseparable, y existe
juntamente desde que ha sido hecha por El. Conviene, pues, que la razón o el
verbo preexista en el alma para purificarla, a fin de que, una vez limpia de
sus pecados, aparezca pura, y se introduzca así, y se engendre la vida en aquél
que se ha hecho susceptible del Verbo de Dios. No se dice que el Verbo fue
hecho en el principio, porque no existía el principio sin el Verbo de Dios;
pero la vida de los hombres no estaba siempre en el Verbo, sino que esta vida
de los hombres fue hecha porque la vida es la luz de los hombres. Cuando el
hombre no existía, tampoco existía la luz de los hombres que después habían de
poder ver. Y por tanto dice: "Lo que ha sido hecho en el Verbo era
vida". Y no "lo que estaba en el Verbo era vida". Se encuentra
otra variante aceptable, que dice: "Lo que ha sido hecho en El es
vida". Si entendemos, pues, que la vida de los hombres, que está en el
Verbo, es Aquél de quien dice San Juan: "Yo soy la vida"
( Jn 14,6), debemos confesar que no vive ninguno de los infieles de
Cristo, sino que están muertos todos los que no viven en Dios.
Teofilacto
Había dicho "que en El estaba la
vida", para que no se crea que el Verbo estaba separado de ella. Ahora
manifiesta que es la vida espiritual y la luz de todos los seres racionales.
Por esto añade: "Y la vida era la luz de los hombres". Como diciendo:
Esta luz no es sensible, sino intelectual, e ilumina a la misma alma.
San Agustín, in Ioannem, tract. 1
Y por esta misma vida son iluminados los
hombres; los animales no son iluminados, porque no tienen alma racional que
pueda conocer la sabiduría; pero el hombre, porque ha sido hecho a imagen de
Dios, tiene alma racional, por la que es capaz de sabiduría. Luego aquella
vida, por medio de la que han sido hechas todas las cosas, es luz y es vida, y
no de cualquiera de los animales, sino de los hombres.
Teofilacto
No dijo, por tanto: Es luz únicamente
para los judíos, sino para todos los hombres. Todos los hombres en tanto
recibimos inteligencia y razón del Verbo que nos creó, en cuanto somos
iluminados por El; porque la razón que nos ha sido dada (por la cual somos
racionales) es luz que nos dirige para obrar y para no obrar.
Orígenes, in Ioannem 3, 1
No debe pasarse en silencio que la vida
precede a la luz de los hombres; no era propio que tuviese luz el que aún no
vivía, y que a la vida precediese la luz. Pensar que "la vida era la luz
de los hombres" significa que Cristo es luz y vida sólo de los hombres es
herético. Lo que se dice de algunos, no se dice solamente de algunos. Porque
está escrito de Dios "que es el Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob"; pero no se dice que sea Dios sólo de estos solos patriarcas. Y no
porque se diga que es luz de los hombres se excluye que sea luz de otros seres.
Hay un intérprete que por las palabras: "hagamos al hombre a nuestra
imagen y semejanza" ( Gén 1,26) supone que todo lo que ha sido
hecho a imagen y semejanza de Dios debe entenderse por el hombre, y que así la
luz de los hombres es la luz de toda criatura racional.
Y la luz en las
tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron. (v. 5)
San Agustín, in Ioannem, tract.1
Aquella vida es la luz de los hombres, pero
no pueden comprenderla los corazones insensatos, porque no se lo permiten sus
pecados. Y para que no crean que esta luz no existe, porque no pueden verla,
prosigue: "Y la luz resplandece en las tinieblas; mas las tinieblas no la
comprendieron". Así como el hombre ciego, puesto delante del sol, aun
cuando está en su presencia se considera como ausente de él, así todo insensato
está ciego, aun cuando tiene delante la sabiduría. Pero en tanto que ésta se
encuentra delante de él, está él ausente por su ceguera y no es que ella está
lejos de él, sino él lejos de ella.
Orígenes, in Ioannem, tom. 3
Y si la vida es lo mismo que la luz de
los hombres, ninguno que está en las tinieblas tiene vida, ni ninguno de los
que viven está en las tinieblas. Y como todo el que vive se encuentra en la
luz, todo el que está en la luz vive a la vez. Y bien, teniendo esto en cuenta
podemos entender recíprocamente que la muerte es lo contrario de la vida, y las
tinieblas de los hombres lo contrario de la luz de los hombres. De aquí que el
que existe en las tinieblas está también en la muerte, y que el que hace obras
de muerte no puede subsistir más que en las tinieblas. Por el contrario, aquél
que hace cosas propias de la luz, o aquél cuyas acciones brillan delante de los
demás hombres, y el que se acuerda de Dios, no está en la muerte, según aquello
que se dice en el Salmo: "No tiene parte en la muerte aquél que se acuerda
de ti" ( Sal 6).
En cuanto a que las tinieblas de los
hombres y la muerte sean de naturaleza semejante, no es asunto de este lugar.
Nosotros éramos tinieblas en otro tiempo, pero ahora somos luz en el Señor si
somos santos y espirituales en algún modo. Todo aquél que fue alguna vez
tinieblas lo ha sido como San Pablo, cuando fue capaz y apto de convertirse en luz
en el Señor, etc. Además la luz de los hombres es nuestro Señor Jesucristo,
quien se ha dado a conocer por la naturaleza humana a toda criatura racional e
intelectual, como también ha manifestado los misterios de su divinidad, por los
que es igual al Padre, a los corazones de los fieles, según aquellas palabras
del Apóstol: "En otro tiempo fuisteis tinieblas; pero ahora sois luz en el
Señor". Di, pues: "La luz luce en las tinieblas", porque todo el
género humano, no por su naturaleza sino por causa del pecado original, estaba
en las tinieblas de la ignorancia de la verdad. Mas Jesucristo resplandece en
los corazones de los que le conocen después de nacer de la Virgen. Y como hay
algunos que todavía permanecen en las tinieblas oscurísimas de la impiedad y de
la perfidia, el Evangelista añade: "Mas las tinieblas no la
comprendieron". Como diciendo: "La luz resplandece en la tinieblas de
las almas fieles, partiendo de la fe y llevando a la esperanza". Pero la
ignorancia y la perfidia de los corazones inexpertos no han comprendido la luz
del Verbo de Dios que resplandece en la carne: éste es el sentido moral. Y la
teoría de estas palabras (o sea su examen o su meditación), es de esta manera;
la naturaleza humana, aun cuando no pecase, no podría brillar por sus propias
fuerzas, porque no es luz por naturaleza sino que participa de la luz; es capaz
de sabiduría, pero no es la sabiduría misma. Así como el aire no luce por sí
mismo sino que se llama tinieblas, así nuestra naturaleza, mientras se examina
por sí misma, no es más que cierta sustancia tenebrosa, capaz de participar de
la luz de la sabiduría. Y así como el aire, cuando recibe los rayos del sol, no
se dice que brilla por sí mismo, sino que la luz del sol resplandece en él, así
la parte de nuestra naturaleza racional, mientras participa de la presencia del
Verbo de Dios, no conoce por sí misma a su Dios ni las cosas comprensibles sino
por la luz divina que se halla en ella. Y la luz brilla así en las tinieblas,
porque el Verbo de Dios, vida y luz de los hombres, no cesa de lucir en nuestra
naturaleza, que considerada y estudiada no es más que cierta oscuridad informe.
Y como esta misma luz es incomprensible para toda criatura, las tinieblas no la
comprendieron.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 4
Las palabras: "Y la vida era la luz
de los hombres", nos han enseñado de qué condición somos nosotros; después
dice qué beneficios nos ha concedido el Verbo en su venida, respecto del alma.
Por esto dice: "Y la vida era la luz de los hombres". No dice: la luz
de los judíos, sino en general de los hombres; porque no sólo los judíos, sino
también los gentiles han llegado a este conocimiento. Y no añadió: Y de los
ángeles, porque hablaba sólo de la humanidad, a la cual el Verbo ha venido
anunciando buenas nuevas.
Orígenes, ut sup
Preguntan algunos por qué el Verbo no se
llama la luz de los hombres, sino la vida que hay en el Verbo. Y nosotros
respondemos, que la vida de que se trata no es la que se dice común a los seres
racionales e irracionales, sino aquélla que tiene el Verbo, y que se realiza en
nosotros por participación del Verbo primitivo, para distinguir la vida
aparente y falsa, y desear la verdadera vida. Por lo tanto, en primer lugar,
participamos de la vida, que para algunos no es la luz en acto sino en potencia,
a saber para los que no están ávidos de conseguir lo concerniente a la ciencia.
Para otros, al contrario, esa participación se hace también luz en acto, y
éstos son, según el Apóstol, "los que pretenden los mejores dones", a
saber: el verbo de la sabiduría, al que sigue a continuación la palabra de
conocimiento y de ciencia, etc.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 4
La palabra vida en este caso,
no se refiere a aquella que hemos recibido por la creación, sino a aquella
perpetua e inmortal, que se nos prepara por la providencia de Dios. A la
llegada de esta vida queda destruido el imperio de la muerte y, brillando para
nosotros una luz esplendorosa, no volveremos a ver las tinieblas. Porque esta
vida subsistirá siempre, no pudiendo vencerla la muerte ni obscurecerla las
tinieblas. Por lo que sigue: "Y la luz brilla en las tinieblas".
Llama tinieblas a la muerte y al error, porque la luz sensible no brilla en las
tinieblas, sino sin ellas. Pero la predicación de Jesucristo brilló en medio
del error reinante y le hizo desaparecer, y Jesucristo muerto cambió la muerte
en vida, venciéndola de modo que redimió a los que eran sus cautivos. Y como ni
la muerte ni el error vencieron a esta predicación que brilla por todas partes
y con su propia fuerza, añade: "Mas las tinieblas no la
comprendieron".
Orígenes, ut sup
Debe saberse también que así como la
palabra hombre está tomada en dos sentidos espirituales, así también
las tinieblas. Y como decimos que el hombre que posee esta luz perfecciona las
obras de la luz, y conoce también como iluminado por la antorcha de la ciencia,
así también, por el contrario, decimos que las tinieblas son los actos
ilícitos, y aquella que parece ciencia no lo es en realidad. Mas así como el
Padre subsiste y no hay tinieblas en El, del mismo modo el Salvador. Pero como
tomó sobre sí la semejanza de nuestra carne pecadora, no es incongruente decir
respecto de El que tenga en sí algunas tinieblas, porque ha tomado las nuestras
para disiparlas. Esta luz, por tanto, que se ha convertido en vida de los
hombres, resplandece en las tinieblas de nuestras almas, y ha llegado hasta
donde el príncipe de estas tinieblas lucha contra el género humano. Las
tinieblas han perseguido esta luz, lo que se demuestra por las batallas que han
sostenido el Salvador y sus hijos, luchando estas tinieblas contra los hijos de
la luz. Pero, como Dios los defiende, las tinieblas no invaden la luz, ya
porque no pueden seguir la velocidad de ella por su propia lentitud, ya porque,
si esperan a que llegue tienen que huir cuando se aproxima. Conviene considerar
que no siempre las tinieblas expresan algo malo, sino que algunas veces algo
bueno, según aquellas palabras del Salmo: "Puso las tinieblas como su
escondrijo" ( Sal12,12). Porque aquellas cosas que se refieren a Dios
son desconocidas e imperceptibles. Diremos acerca de estas tinieblas
provechosas que marchan en dirección a la luz, y entonces la comprenden; porque
lo que era tinieblas mientras se ignoraba, ahora se convierte en luz conocida
para aquél que ha aprendido a conocerla.
San Agustín, De civ. Dei. 8, 9
Este principio del santo Evangelio,
decía cierto platónico 12, debió ser escrito con letras de oro, y colocarse en los sitios más
visibles de todas las iglesias.
Beda, in Ioannem, in cap. 1
Porque los evangelistas hablan de
Jesucristo naciendo en el tiempo, mas San Juan atestigua que en el principio ya
era él mismo, diciendo: "En el principio era el Verbo". Los otros
dicen que apareció de repente en medio de los hombres; él atestigua que siempre
estuvo con Dios cuando dice: "Y el Verbo estaba con Dios". Los
primeros dicen que era verdadero hombre; y el último, que era verdadero Dios,
diciendo: "Y el Verbo era Dios". Los demás evangelistas le consideran
como hombre que vive temporalmente entre los hombres; pero San Juan le
considera Dios con Dios, subsistiendo en el principio, diciendo: "Este era
en el principio con Dios". Los otros exponen las grandes cosas que hizo
después de la Encarnación; pero San Juan enseña que Dios Padre hizo por El toda
criatura, diciendo: "Todas las cosas fueron hechas por El y nada de lo que
fue hecho se hizo sin El".
Fue un hombre
enviado de Dios, que tenía por nombre Juan. Este vino en testimonio, para dar
testimonio de la luz, para que creyesen todos por él. No era él la luz, sino
para que diese testimonio de la luz. (vv. 6-8)
San Agustín, in Ioannem, tract. 2,
sparsim
Todo lo que se ha dicho hasta ahora, se
refiere a la divinidad de Jesucristo, quien vino a nosotros bajo la forma
humana. Y como era hombre en quien Dios se encontraba oculto, fue enviado antes
de El un hombre grande, por cuyo testimonio se supiese que era más que hombre.
¿Y quién es éste? "Fue un hombre".
Teofilacto
No un ángel, para que nadie
sospechase.
San Agustín, ut sup
¿Y cómo podía este hombre decir la
verdad de Dios? "Fue enviado por Dios".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 5
No creas que hay algo humano en aquello
que es dicho por él, porque no dice lo que es de él, sino lo que es de parte
del que lo envía. Por esto es llamado ángel por el profeta, cuando dice:
"Yo envío a mi ángel" ( Mal 3,1). Es propiedad del ángel no
decir cosa alguna de sí mismo. Cuando dice: "Fue enviado", no se
refiere a su ser, sino al ministerio que traía. Y así como Isaías fue enviado
desde el mundo, y fue hacia el pueblo luego que vio al Señor sentado sobre un
solio elevado y excelso, así San Juan fue enviado desde el desierto para
bautizar. Por esto dice: "El que me envió a bautizar me dijo: Sobre aquél
que veas, etc.".
San Agustín, ut sup
¿Quién era el llamado? "El que tenía
por nombre Juan".
Alcuino
Esto es: gracia de Dios, o en quien
habita la gracia, y que dio a conocer al mundo, el primero y con su propio
testimonio, la gracia del Nuevo Testamento, esto es, a Jesucristo. Juan quiere
decir: "ha sido dado", porque le fue donado por la gracia de Dios no
sólo ser precursor sino también bautizar al Rey de los reyes.
San Agustín, in Ioannem, tract. 2
¿Para qué vino? Vino en testimonio, para
dar testimonio de la luz.
Orígenes, in Ioannem, tom. 5
Algunos se esfuerzan en desaprobar los
testimonios de los profetas, respecto de Jesucristo, diciendo que el Hijo de
Dios no necesita de testimonios, porque tiene en sí suficientes motivos para
hacer creer, tanto por sus saludables palabras como por sus milagros. Y el
mismo Moisés mereció ser creído por su palabra y sus milagros, no necesitando
de otros testimonios. Responderemos a esto que, existiendo muchas causas para
creer, los que no se mueven por una demostración, se admiran por otra. Y puede
Dios dar muchas pruebas también a los hombres, para que crean en El, que se ha
hecho hombre por todos los hombres. Consta, además, que algunos se han visto
obligados a admirar a Jesucristo por los testimonios de los profetas,
asombrándose de que fueran tantos los que anunciaron con su voz, antes de su
venida, el lugar de su nacimiento y otras cosas por el estilo. También debe
advertirse, que las prodigiosas virtudes de Jesucristo podían impulsar a creer
a los que vivían en su tiempo, pero no del mismo modo hubiesen podido ser
atraídos a la misma fe si hubieran vivido después de mucho tiempo. Porque
entonces hubiesen podido considerar como fábula lo que acerca de ello se les
refiriese. Porque cuando los milagros han pasado, alienta más la fe su
consonancia con las profecías. También es preciso decir que algunos han sido
honrados por este testimonio dado a Dios. Quiere, pues, privar al coro de los
profetas de una gran gloria el que dice que no convenía que ellos diesen
testimonio de Jesucristo. Y a éstos debe agregarse San Juan, que da testimonio
de la luz.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 5
No porque necesitase testimonio de la
luz, sino para dar razón de su venida, nos enseña Juan diciendo: "Para que
creyesen todos por él". Así como se hizo carne para que no se perdiesen
todos los hombres, así envió delante un mensajero para que oyendo una voz que
conociesen, acudiesen con mayor facilidad.
Beda
Pero no dice: para que todos creyesen en
él -porque es maldito aquel hombre que confía en el hombre
( Jer 17,5)-, sino "para que todos creyesen por él", esto
es para que creyesen en la luz por testimonio suyo.
Teofilacto
Y así, si algunos no creyesen, él
quedaría suficientemente excusado. Porque así como cuando alguno entra en una
casa tenebrosa y no recibe los rayos del sol no debe culpar de ello al mismo
sol, así San Juan fue enviado para que creyesen todos; pero si esto no sucede,
no es él quien será la causa de ello.
Crisóstomo, ut sup
Como entre nosotros es mayor el que da
testimonio que aquél de quien lo da, y más digno de ser creído, para que nadie
sospechase esto de San Juan, dice: "No era él la luz, sino que dio
testimonio de la luz".
Pero si no repitió con intención las
palabras "para dar testimonio de la luz", sería inútil lo que dice, y
más bien repetición de la palabra que explicación de doctrina.
Teofilacto
Pero se dirá: luego no podemos decir que
San Juan, ni ninguno de los santos, es o ha sido luz. Y si queremos decir que
alguno de los santos fue luz, digámoslo sin artículo 13 para que si nos preguntan si San
Juan es luz, lo concedamos seguramente, sin artículo. Porque si se nos pide con
artículo, debemos negarlo, en atención a que San Juan no es la luz principal,
sino que se llama luz porque es en virtud de la participación con la verdadera
luz que tiene luz.
Era la luz
verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. (v. 9)
San Agustín, in Ioannem, tract.2
Ahora da a conocer de qué luz da
testimonio cuando dice: "Era la luz verdadera".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 6
Como el Evangelista había dicho antes
acerca de San Juan, que vino y fue enviado para dar testimonio de la luz, con
el fin de que quien oiga esto no crea que se habla como más arriba del que da
testimonio; y para que no quede sospecha alguna acerca de aquello de que da
testimonio, se recoge sobre sí mismo y se eleva hacia la existencia que está
sobre todo principio diciendo: "Era la luz verdadera".
San Agustín, ut sup
¿Y por qué añade verdadera? Porque un
hombre iluminado se llama luz, pero la verdadera luz es aquella que ilumina;
porque aunque los ojos de nuestro cuerpo se llaman antorchas, si de noche no se
enciende una luz, o si no sale el sol por el día, serán en vano aquellas luces.
Por esto añade: "Que alumbra a todo hombre", por consiguiente también
a San Juan. El mismo iluminaba a aquél por quien quería ser anunciado. Del
mismo modo se conoce que el sol ha salido por algún cuerpo iluminado, aunque no
lo veamos con nuestros ojos, al igual que aquellos que no tienen buenos los
ojos (y no pueden ver el sol), sin embargo, pueden ver una pared iluminada por
el sol, o cosa parecida, así todos aquéllos para quienes vino Jesucristo no
eran idóneos para verle. Pero reflejó sus rayos en San Juan, y entonces, cuando
San Juan confesaba que era iluminado, Aquél que ilumina fue conocido por medio
de él. Dice además: "Que viene a este mundo", porque si no hubiera
salido de donde estaba, no hubiese sido iluminado; pero hubo de ser iluminado,
porque salió de allí en donde el hombre no puede estar iluminado.
Teofilacto
Avergüéncese Maniqueo 14, que dice que nosotros somos obra de un
creador malo y tenebroso; pues no seríamos iluminados si no fuésemos criaturas
del que es la verdadera luz.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 7
¿Y en dónde se encuentran los que no
confiesan a Jesús verdadero Dios?, dado que El es llamado verdadera luz. Pero
si ilumina a todo hombre que viene a este mundo, ¿cómo es que tantos existen
sin participar de esta luz? Porque no todos han conocido el modo de adorar a
Jesucristo. Ilumina, pues, a todos en cuanto de El depende. Pero si algunos,
cerrando los ojos de su inteligencia, no quisieron recibir los rayos de su luz,
no puede decirse que ellos viven en tinieblas por la naturaleza de la luz, sino
por su propia malicia, queriendo privarse a sí mismos del don de la gracia. La
gracia se difunde sobre todos y los que no quieren disfrutar de esta gracia
deben imputarse a sí mismos su propia ceguera.
San Agustín, Enchir. cap.103
Y cuando dice: "Ilumina a todo
hombre", debemos entender que no es que alguno de entre los hombres no sea
iluminado, sino que ninguno es iluminado sino por El.
Beda
Ya sea por su talento especial, ya por
la sabiduría divina; porque así como ninguno se debe a sí mismo la existencia,
así también ninguno puede ser sabio por sí mismo.
Orígenes, hom. 2 in div. loc
No debemos entender que ilumina al
hombre que viene al mundo por las causas ocultas de la generación, sino de
aquellos que vienen al mundo invisible, espiritualmente, por regeneración de la
gracia (que se concede en el bautismo). Por lo tanto, ilumina aquella verdadera
luz a los que vienen al mundo de las virtudes y no a los que caen en el mundo
de los vicios.
Teofilacto
O de otro modo, la inteligencia que se
nos ha concedido para que nos guíe, y que se llama la razón natural, es lo que
llamamos luz recibida de Dios; pero algunos la han oscurecido por usar mal de
ella.
En el mundo estaba
y el mundo por El fue hecho, y no le conoció el mundo. (v. 10)
San Agustín, in Ioannem, tract.2
La luz que ilumina a todo hombre que
viene a este mundo, vino aquí por la carne. Porque si hubiera venido sólo por
la divinidad, no hubiese podido ser vista por los necios, por los ciegos ni por
los malvados, de quienes se ha dicho antes: "Las tinieblas no la
comprendieron", por esa razón dice: "En el mundo estaba".
Orígenes, hom. 2 in div. loc
Porque la voz del que habla, cuando cesa
de hablar, concluye y se desvanece; así, si el Padre celestial deja de hablar,
su Verbo, su efecto (esto es, todo lo creado en el Verbo), no subsiste ya.
San Agustín, ut sup
Y no creas que estaba en el mundo como
están la tierra, los rebaños y los hombres; o como están el cielo, el sol, la
luna y las estrellas; sino como el artífice que dirige lo que ha hecho. Por
cuya razón prosigue: "Y el mundo por él fue hecho". No lo hizo como
hace un artífice, que lo que fabrica es extrínseco a quien lo fabrica; mas Dios
fabrica en el mundo; confundiéndose con él 15 se encuentra fabricando en todas partes y no está ausente de nada.
La presencia de su majestad, hace lo que hace y gobierna lo que ha hecho. Así
estaba en el mundo como Aquél por quien el mundo fue hecho.
Crisóstomo, ut sup
Y además, como estaba en el mundo pero
no era contemporáneo del mundo, añadió: "Y el mundo fue hecho por
El". Y de aquí nos conduce de nuevo a la eterna existencia del Unigénito,
porque aquél de quien se diga que todo es obra suya, aun cuando careciese de
sentido, se vería obligado a confesar que antes de la obra ha existido el
autor.
Teofilacto
Esto ahoga también la rabia de
Marción 16, que decía que era malo el creador de todas las cosas, y de Arrio 17, que decía que el Hijo de Dios era
criatura.
San Agustín, ut sup
¿Qué quiere decir, pues, que el mundo
fue hecho por El mismo? El cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos se
contiene, se llama mundo. Además, en otro sentido, se llama mundo a los amantes
del mundo, acerca de lo cual prosigue: "Y el mundo no le conoció".
¿Cómo ni los cielos, ni los ángeles, ni los astros, conocieron a su Creador, a
quien confiesan los demonios? Todas las cosas dan testimonio de El; pero
¿quiénes no lo han conocido? Los que amando al mundo se llaman mundo. Amando,
pues, al mundo, habitamos con el corazón en el mundo; porque los que no aman al
mundo viven en él por la carne, pero con el corazón habitan en el cielo, como
dice el Apóstol: "Nosotros somos ciudadanos del cielo"
( Flp 3,20). Por tanto, amando al mundo merecieron llamarse mundanos
del lugar donde habitan. Como sucede cuando decimos: aquella casa es mala o buena.
No vituperamos ni alabamos sus paredes, sino a los que la habitan, así llamamos
"mundo" a los que habitan en él amándole.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 7
Los que eran amigos de Dios le
conocieron antes de su presencia corporal (o sea de su venida al mundo). Por
eso Jesucristo dice: "Abraham, vuestro padre, saltó de gozo pensando en si
vería mi día" ( Jn 8,56). Cuando, pues, nos interpelan los
gentiles diciendo: "¿cómo es que en los últimos días vino a concedernos la
salvación habiéndonos descuidado por tanto tiempo?", decimos que antes de
esto ya existía en el mundo, y proveía a sus obras, siendo conocido de todos
los que eran dignos. Y aun cuando el mundo no le conoció, le conocieron todos
aquellos de quienes el mundo no era digno. Y diciendo: "Y no le conoció el
mundo" expresa brevemente la causa de su ignorancia. Porque llama mundo a
los hombres que se aficionan sólo a él y que saben lo que es del mundo. Y nada
perturba tanto la inteligencia como el deleitarse en el afecto de las cosas
presentes.
A lo suyo vino, y
los suyos no le recibieron. Mas a cuantos le recibieron, les dio poder de ser
hechos hijos de Dios, a aquéllos que crean en su nombre. Los cuales son nacidos
no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios.
(vv. 11-13)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 8
Dice que el mundo no le conoció,
hablando de tiempos anteriores. Pero en cuanto a lo demás, lo refirió al tiempo
de su predicación, y por esto dice: "A lo suyo vino".
San Agustín, in Ioannem, tract.1
Esto es porque todas las cosas habían
sido hechas por El.
Teofilacto
Se entiende por "lo suyo" al
mundo o a Judea, que había elegido por su heredad.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 9
Luego vino a lo suyo, no porque tuviera
necesidad de ello, sino por colmar a los suyos de beneficios. ¿Pero de dónde
viene el que todo lo llena y en todas partes se encuentra? Todas las cosas las
ha hecho por su misericordia. Aún cuando estaba en el mundo, no se creía que
estaba porque no se le conocía; por esto se dignó tomar nuestra carne. Llama
presencia (o venida) a esta manifestación y condescendencia. Dios, siendo
misericordioso, hace todas las cosas para que nosotros brillemos según nuestra
virtud. Y por esto en realidad no trae hacia sí a ninguno por violencia ni por
necesidad, sino a los que quieren venir por la persuasión y por los beneficios.
Y, por tanto, al venir el Señor, unos le aceptaron, pero otros no le
recibieron. Pues el Señor no quiere que nadie le sirva obligado o forzado,
porque el traer a uno por la fuerza es lo mismo que no servir. Por esto sigue:
"Y los suyos no le recibieron".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 8
El mismo llama ahora suyos a los judíos,
como pueblo escogido. Pero llama a todos los hombres, porque todos han sido
hechos por El. Como antes decía, avergonzándose por la naturaleza humana, que
con el mundo hecho por El no había reconocido a su autor por quien había sido
hecho, así ahora se indigna otra vez por la ingratitud de los judíos, y los
reprende diciendo: "Y los suyos no le recibieron".
San Agustín, ut sup
Mas si ninguno le recibió, ninguno se ha
salvado; porque ninguno puede salvarse sino el que recibe a Jesucristo cuando
viene. Y por esto añade: "Mas a cuantos le recibieron".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 9
Ya sean siervos, ya libres, ya griegos,
ya bárbaros, ya necios, ya sabios, ya mujeres, ya hombres, ya niños, ya
ancianos, todos son dignos del mismo honor. Por lo que dice: "Les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios".
San Agustín, ut sup
Gran benevolencia, nació solo y no quiso
permanecer solo; no temió tener coherederos, porque su herencia no disminuye
aun cuando la posean muchos.
Crisóstomo, ut sup
Y no dijo que los obligó a hacerse hijos
de Dios, sino que les dio poder de ser hechos hijos de Dios, manifestando que
se necesita de mucho cuidado para que conservemos siempre la imagen de la
adopción, que se ha impreso y formado en nosotros por el bautismo. Además nos
manifiesta así que a ninguno de nosotros podrá arrebatársele esta gracia, si
nosotros no nos privamos de ella. Por tanto, si los que reciben de los hombres
el dominio de algunas cosas poseen el dominio de ellas casi tanto como los que
se las conceden, mucho más nosotros, que recibimos de Dios esta gracia. También
quiere dar a entender que esta gracia se concede a los que la quieren y la buscan.
Porque depende del libre albedrío y de la obra de la gracia que los hombres se
hagan hijos de Dios.
Teofilacto
Y como en el día de la resurrección
conseguiremos ser hijos perfectísimos de Dios, según lo que dice el Apóstol:
"Esperando la adopción de los hijos de Dios, la redención de nuestro
cuerpo" ( Rom 8,23). Nos concedió, pues, el poder de ser hechos
hijos de Dios, esto es, de obtener esta gracia en la vida futura.
Crisóstomo, ut sup
Y como en estos mismos bienes inefables
es propio de Dios dar la gracia y del hombre prestar su fe, añade: "A los
que creen en su nombre". Y ¿por qué no nos dices a nosotros ¡oh Juan! qué
castigo tendrán aquellos que no le recibieron? ¿Acaso será mayor para ellos por
haber podido hacerse hijos de Dios y haberse privado voluntariamente a sí
mismos de tan grande honor? Un fuego inextinguible se apoderará de ellos, como
más adelante dice claramente.
San Agustín, ut sup
Y los que creen, por cuanto que se hacen
hijos de Dios desde luego nacen hermanos de Jesucristo. Porque si los hijos no
nacen, ¿cómo pueden existir? Pero los hijos de los hombres nacen de la carne y
de la sangre y de la voluntad del varón y de la unión con su consorte. Cómo
nacen los demás, lo dice a continuación: "Los cuales son nacidos no de sangres",
como las del marido y de la mujer. Porque "sangres" no es palabra
latina, mas como en griego está puesta en plural, quiso más bien el intérprete
ponerla así, aunque faltando al latín según la gramática, y explicar la verdad
a los menos inteligentes. Porque los hombres nacen de la sangre del hombre y de
la sangre de la mujer.
Beda
Debe tenerse en cuenta también que en
las Sagradas Escrituras, cuando se habla de sangre en plural, suele
significarse el pecado. Por eso en el Salmo dice: "Líbrame de las sangres"
(Sal 50, 16).
San Agustín, in Ioannem, tract.2
Y en lo que sigue: "Ni de la
voluntad de la carne, ni de la voluntad del varón", puso carne en vez de
mujer porque cuando fue hecha de la costilla del hombre, dijo Adán: "Esto
ahora es hueso de mis huesos y carne de mi carne" ( Gén 2,23).
Se dice carne en lugar de mujer, como cuando se dice espíritu en vez de marido,
porque éste es quien debe mandar y aquélla obedecer. ¿Cuánto peor está aquella
casa donde la mujer lleva el dominio sobre el hombre? Los hijos, pues, ni por
voluntad de la carne ni de la voluntad del varón han nacido, sino por voluntad
de Dios.
Beda
La generación carnal de todos procede de
la unión de los consortes, pero la espiritual se concede en virtud de la gracia
del Espíritu Santo.
Crisóstomo, ut sup
Todo esto lo refiere el Evangelista,
para que, conociendo la utilidad y la humildad del primer parto (que sucede
según la sangre y la voluntad de la carne), y la elevación del segundo (que
consiste en la gracia y la nobleza), formemos una idea grande y digna de la
gracia que nos ha dado el que nos engendró y para que demostremos siempre un
gran celo.
Y el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. Y vimos la gloria
de El; gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (v.
14)
San Agustín, in Ioannem, tract.2
Habiendo dicho: "Han nacido de
Dios", para que no nos admirásemos ni nos asombrásemos ante gracias tan
extraordinarias, y para que no nos pareciese imposible que los hombres podían
nacer de Dios, queriendo darnos seguridad de ello dice: "Y el Verbo fue
hecho carne". ¿Por qué te admiras de que los hombres nazcan de Dios? Mira
cómo el mismo Dios ha nacido de los hombres.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 10
Y habiendo dicho que han nacido de Dios
los que le reciben, expuso la causa de este honor, a saber: Que el Verbo se
había hecho carne. El verdadero Hijo de Dios se ha hecho Hijo del hombre, para
poder hacer a los hijos de los hombres hijos de Dios. Y cuando oigas que el
Verbo se ha hecho carne no te turbes, porque no convierte su esencia en carne
(pensar esto sería verdaderamente impío) sino que permanece tal y como es,
aunque toma la forma de siervo. Como hay algunos que dicen que son fantasías
todo lo que afecta a la Encarnación, para destruir esta blasfemia usó de las
palabras: "Ha sido hecho", queriendo expresar no la mutación de
sustancia, sino la unión a una verdadera carne. Y si dicen que Dios es
omnipotente, ¿cómo puede transformarse en carne? Contestaremos diciendo que no
es posible la transformación de aquella naturaleza inmutable.
San Agustín, De Trin., 15, 11
Así como en nosotros la palabra en
cierto modo es la voz del cuerpo, y toma el sonido por el que se manifiesta a
los sentidos de los hombres, así el Verbo de Dios hecho carne ha tomado aquella
forma por la que puede darse a conocer a los mismos. Y así como nuestro verbo
se convierte en voz, aun cuando no se transforma en voz 18, así el Verbo de Dios se ha hecho
carne. Pero lejos de nosotros la idea de que se ha transformado en carne,
porque la ha tomado no siendo absorbido por ella. Y, así nuestra palabra se
convierte en voz, y la de Dios se ha convertido en carne.
De lo ocurrido en el Concilio de Efeso
Además, la palabra que pronunciamos y de
que hacemos uso en varias conversaciones (o en los diálogos), es incorpórea,
independiente de la vista y del tacto; pero cuando nuestra palabra se reviste
con letras u otros elementos, se hace visible, y se comprende con la vista y se
observa con el tacto; así el Verbo de Dios, por naturaleza invisible, se hizo
visible, y siendo por naturaleza incorpóreo, se hace tangible.
Alcuino
Lo que se dice aquí: "El Verbo se
ha hecho carne", no debe entenderse sino como si dijese: Dios se ha hecho
hombre, esto es, ha tomado cuerpo y alma. Porque así como cada uno de nosotros
es un hombre que consta de cuerpo y de alma, así Jesucristo, desde el tiempo de
su Encarnación, aparece como un solo hombre, por la divinidad, por la carne y
por el alma. Y además, la divinidad del Verbo se ha dignado tomar la naturaleza
de un hombre escogido, con quien se ha constituido una sola persona, que es la
de Jesucristo, sin transformar en ningún sentido la esencia del hombre en la
esencia divina, sino tomando la naturaleza humana, de que antes carecía.
Además, consta seguramente respecto de aquella persona que tuvo desde la
eternidad, que el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana pero no la persona. El
hombre se transformó en Dios, no por el cambio de naturaleza, sino por la
unidad de la divina persona. Por tanto, no son dos, sino un solo Cristo,
Dios-hombre. El Verbo está unido con la carne de un modo tan inefable, que bien
podemos decir que el Verbo se hizo carne. Y aun cuando el Verbo no se ha
transformado en carne, y aquella carne que se llama Dios no se ha transformado
en la naturaleza divina, etc., confesamos que las dos naturalezas están unidas
en la persona de Jesucristo de una manera tan inefable que, subsistiendo la
propiedad de cada una de ellas, hay en esta santa y admirable unión, no un
cambio de la divinidad, sino una exaltación de la humanidad. Esto es, Dios no
se ha convertido en hombre, pero el hombre ha sido glorificado en Dios, etc.
Glosa
Como creemos que el alma incorpórea se
une con el cuerpo, y que de ambos resulta un solo hombre, podremos creer más
fácilmente que la divina sustancia incorpórea se une al alma con el cuerpo por
la unidad de persona. Y así, el Verbo no se ha convertido en carne, ni la carne
en el Verbo, del mismo modo que el cuerpo no se transforma en alma ni el alma
en cuerpo.
Teofilacto
Apolinario de Laodicea fundó su herejía
en esta palabra: decía que Jesucristo no tuvo alma racional, sino únicamente
carne; teniendo a la divinidad por alma que dirige y gobierna el cuerpo 19.
San Agustín, contra serm. Arian.,
cap. 9
Si decían esto porque veían escrito que
"el Verbo se hizo carne", y allí no se habla del alma, deben
comprender que la carne representa al hombre y que por la parte se representa
el todo en sentido figurado. Y así, dice en el Salmo: "Toda carne vendrá a
ti" ( Sal 64,3). Además, en la Carta a los Romanos se lee:
"que no se justificará la carne por el cumplimiento de la ley" ( Rom 3,20).
Y esto mismo dice con más claridad en la Carta a los Gálatas: "No se
justificará el hombre por el cumplimiento de la ley"
( Gál 2,16). Por esto se ha dicho: "El Verbo fue hecho
carne", como si dijese "El Verbo fue hecho hombre".
Teofilacto
Mas queriendo el Evangelista mostrar la
incomparable condescendencia de Dios, dice carne para que admiremos más su gran
misericordia, puesto que tomó la carne por nuestra salvación, a pesar de que
esto es impropio y dista mucho de su naturaleza, aunque el alma tiene alguna
semejanza con Dios. Y si el Verbo se encarnó y no tomó el alma humana, se
deduciría que nuestras almas no habían sido redimidas, porque no santificó lo
que no tomó. Y no dejaría de ser una irrisión, que habiendo sido el alma la que
pecó primero, al tomar carne el divino Verbo no santificase al alma, y que
dejase enferma la parte principal. Con esto es refutado también Nestorio que
decía que el Verbo Dios no era el mismo que había sido hecho hombre por la
concepción de la sangre de la Virgen, y que la Virgen había parido a un hombre,
que dotado y enriquecido con toda clase de virtudes, se había unido con el
Verbo de Dios. De aquí deducía que hubo dos hijos: uno nacido de la Virgen,
esto es, el hombre, y el otro de Dios, esto es, el Hijo de Dios, unido a aquel
hombre por la gracia habitual y por el amor 20. Contra el cual dijo el Evangelista que el mismo Verbo se hizo hombre,
y no que el Verbo, hallando un hombre virtuoso, se había unido con él.
San Cirilo, ad Nestorium, epist. 8
Uniéndose el Verbo a la carne, animada
por el alma racional, según la sustancia, de un modo inefable e ininteligible,
se hizo hombre y fue llamado Hijo del hombre, no según la voluntad sola o su
beneplácito, ni tampoco por haber tomado su persona. Pueden, ciertamente,
reunirse varias naturalezas en una verdadera unión, pero aquí no hay más que
una persona como resultado de las dos: Cristo y el Hijo, no dejando de existir
por su unión la diferencia de naturalezas 21.
Teofilacto
Aprendamos, pues, en estas palabras:
"Que el Verbo se ha hecho carne", que el mismo Verbo es hombre, y
existiendo Hijo de Dios se ha hecho hijo de una mujer, la que especialmente se
llama Madre de Dios porque engendró a Dios en su carne.
San Hilario, De Trin., l. 10
Algunos, queriendo que el Unigénito de
Dios -que en el principio era Dios Verbo con Dios- no sea un Dios sustantivo
sino únicamente la palabra emitida por medio de la voz -de modo que el Hijo sea
respecto de Dios Padre lo que es para los que hablan su palabra- tratan de
manifestar con malicia que Cristo nacido como hombre no es el Verbo Dios que
subsiste personalmente y permanece en la forma de Dios. Y ya que a este hombre
le dio vida el principio de la generación humana más que el misterio de su
concepción espiritual, el Verbo Dios no tuvo una existencia propia al hacerse
hombre por el parto de la Virgen, sino que en Jesús estuvo el Verbo de Dios
como en los profetas el Espíritu de profecía. Y suelen acusarnos diciendo que
creemos en el nacimiento de Jesucristo, pero no el que haya nacido un hombre
que tenga cuerpo y alma como nosotros, siendo así que nosotros predicamos que
el Verbo se ha hecho carne y que ha nacido hombre a nuestra semejanza. De tal
manera que, siendo verdadero Hijo de Dios, nació verdadero Hijo del hombre. Así
como tomó el cuerpo de la Santísima Virgen, el alma la tomó de sí mismo, la
cual es sabido que no puede proceder del hombre en el orden de la generación.
Pero siendo uno mismo el Hijo del hombre y el Hijo de Dios, ¿no sería harto
ridículo el decir que además del Hijo de Dios, que es el Verbo hecho carne,
haya nacido otro no sé quién como profeta, animado por el Verbo de Dios, siendo
así que nuestro Señor Jesucristo es Hijo de Dios e Hijo del hombre?
Crisóstomo, ut sup
Para que por aquello que se ha dicho:
"Que el Verbo se ha hecho carne", no se sospeche inconvenientemente
que ha habido una conversión (o mutación) de aquella naturaleza incorruptible,
añade: "Y habitó entre nosotros". Lo que habita no es lo mismo que la
habitación, sino una cosa diferente. Digo una cosa diferente por su naturaleza.
Pero por la unión o por la conjunción, resulta una sola cosa: Dios Verbo carne,
no porque se haya verificado una mezcla, ni porque haya habido destrucción de
sustancias.
Alcuino
"Y habitó entre nosotros",
esto es, vivió entre los hombres.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 11
Habiendo dicho el Evangelista que fuimos
hechos hijos de Dios, y no por otra razón más que porque el Verbo se haya hecho
carne, otra vez nos habla del mismo. Cita luego una nueva gracia: "Y vimos
la gloria de El", al cual no hubiésemos podido verlo sino por la unión
suya con nuestra humanidad. Si la vista de Moisés no pudo resistir el ver la
gloria de Dios, sino que necesitó de un velo, ¿cómo podríamos nosotros tolerar
la visión de la divinidad desnuda, existiendo como inaccesible aun para las
virtudes más elevadas, siendo, como somos, polvo y barro de la tierra?
San Agustín, in Ioannem, tract.2
Y como el Verbo se ha hecho carne y ha
habitado entre nosotros, ha hecho por medio de su nacimiento una especie de
colirio, para que purificados los ojos de nuestra alma podamos ver su majestad
por medio de su humanidad. Por esto se dice: "Y vimos la gloria de
El". Ninguno puede ver su gloria si no se purifica con la humildad de la
carne. Había caído sobre los ojos del hombre polvo que procedía de la tierra,
enfermo el hombre de los ojos, se le envía tierra a ellos para que sane. La
carne le había cegado, y la carne le cura; el alma se había hecho carnal,
entregándose a los afectos carnales; de aquí que el ojo del alma quedó ciego.
El médico hizo el colirio para curarle y así vino a destruir las enfermedades
de la carne por medio de la carne. Por lo tanto el Verbo se ha hecho carne para
que podamos decir: "Y vimos la gloria de El".
Crisóstomo, ut sup
Añade, pues: "Gloria como de
Unigénito del Padre", porque muchos de los profetas habían sido
glorificados, como Moisés, Elías, Eliseo y otros, que demostraron sus milagros.
Y aun los ángeles, apareciéndose a los hombres y manifestando aquella luz
brillante, propia de su naturaleza. Y aun el querubín y el serafín fueron
vistos por el profeta con todo el esplendor de su gloria. El Evangelista,
elevándonos sobre todas esas cosas, levanta nuestra inteligencia sobre toda
otra naturaleza y sobre la claridad de nuestros consiervos hasta la cima de los
bienes, como diciendo: la gloria que hemos visto no es como la del profeta o la
de otro hombre, ni como la del ángel, ni la del arcángel, o la de alguna otra
de las virtudes superiores, sino como la del mismo dominador, del mismo rey,
del mismo natural Hijo Unigénito.
San Gregorio, Moralium, 28, 4
En la Sagrada Escritura se toman alguna
vez las partículas "como", "cuasi", no por la semejanza
sino por la verdad. Por esto dice aquí: "Como de Unigénito del
Padre".
Crisóstomo, ut sup
Como si dijese: hemos visto su gloria
tal y como convenía y conviene que sea la gloria del Unigénito e Hijo natural
de Dios. Es costumbre de muchos, cuando ven a un rey ataviado con espléndido
ornato y cuando no pueden, al querer explicarlo a otros, reproducir en su mente
tanta magnificencia, terminar diciendo: ¿qué más puede decirse? Iba como debe
ir un rey. Pues esto mismo dice San Juan: "Hemos visto su gloria, gloria
como de Unigénito del Padre". Los ángeles, apareciendo como siervos y
teniendo a su Señor, hacían todas las cosas; pero Jesús aparece como Señor,
aunque en forma humilde. Y las creaturas le conocieron como a su Señor. La
estrella guiando a los magos, los ángeles llamando a los pastores y el niño
saltando en el vientre de su madre. Además el Padre da testimonio de El desde
los cielos, y el Paráclito descendiendo sobre su cabeza. También la naturaleza
toda gritó diciendo que había venido el Rey de los cielos, porque los demonios
huían, todas las enfermedades eran curadas, los muertos abandonaban sus
sepulcros, las almas pasaban del extremo de la malicia a la cumbre más alta de
virtud. ¿Y quién explicará dignamente la filosofía de sus preceptos, la virtud
de las leyes celestiales y el buen orden de su trato angelical?
Orígenes, hom. 2 in div. loc
Lo que se dice respecto de Jesucristo a
continuación: "lleno de gracia y de verdad", se debe entender en dos
sentidos. Porque puede referirse a la humanidad y a la divinidad del Verbo
encarnado. De tal modo, que la plenitud de la gracia se refiera a la humanidad,
en virtud de que Jesucristo es cabeza de la Iglesia y el primogénito de toda
criatura. Porque el ejemplo mayor y principal de la gracia, por la cual, sin
otros méritos precedentes, el hombre se hace Dios, se demuestra primeramente en
El mismo. Puede también entenderse esta plenitud de gracia por el Espíritu
Santo, cuya operación de siete formas o dones enriqueció la humanidad de
Jesucristo. La plenitud de la verdad se refiere a la divinidad.
Orígenes, in Ioannem, tom. 2
Y si la plenitud de la gracia y de la
verdad se quiere entender que se refiere al Nuevo Testamento, no se dirá sin
razón que la plenitud de la gracia del Nuevo Testamento ha sido donada por
Jesucristo, y que se ha cumplido en El la verdad de figuras legales.
Teofilacto
"Lleno de gracia", en cuanto
que su palabra era gracia; habiendo dicho David en el Salmo: "La gracia ha
sido derramada en tus labios" ( Sal 44,3), etc., "Y de
verdad", para significar que Moisés y los profetas hablaban u obraban sólo
en figura, mientras que Jesucristo en cumplimiento de la verdad.
Juan da testimonio
de El, y clama diciendo: "Este era el que yo dije: El que ha de venir en
pos de mí, ha sido engendrado antes de mí; porque primero era que yo". (v.
15)
Alcuino
Había dicho antes el Evangelista, que
había sido enviado un hombre para dar testimonio. Y ahora explica lo que expresa
ese testimonio, en el cual anuncia el precursor, bien claramente, lo excelso de
la humanidad y lo eterno de la divinidad, por lo que dice: "Juan da
testimonio de El".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 13
O bien adujo esto como diciendo: No
creáis que nosotros, que estuvimos con El mucho tiempo y que hemos comido a su
mesa, decimos esto por agradecimiento. Porque San Juan, que no le había visto
antes ni había habitado con El, daba testimonio de El. Muchas veces el
Evangelista alega su testimonio, y lo especifica bajo todas sus fases con todo
cuidado, contento con citarlo sencillamente, porque los judíos tenían a Juan en
gran veneración. Los otros evangelistas refirieron los testimonios de los
antiguos profetas, diciendo: "Esto ha sucedido para que se cumpla lo que
dijo el Profeta" ( Mt1,22). Mas este evangelista presenta un testigo
más elevado y moderno, no con el fin de apoyar la autoridad del Señor en el
testimonio del siervo, haciéndole por éste digno de fe, sino acomodándose a la
debilidad de los que escuchan. Del mismo modo que si no hubiese tomado la forma
de siervo no hubiese podido hacerse asequible fácilmente, ni tampoco hubiera
excitado la atención de sus contemporáneos sin la voz de su siervo, ni hubiesen
recibido la palabra de Dios muchos de los judíos. Prosigue: "Y clama",
esto es, que predica todas las cosas públicamente, con libertad, sin
restricción alguna. No dijo: desde el principio éste es el Hijo Unigénito y
natural de Dios, sino que exclama, diciendo: "Este era el que yo dije: el
que ha de venir después de mí, ha sido engendrado antes que yo, porque primero
era que yo". Así como las madres de las aves no enseñan a volar a sus
polluelos inmediatamente, sino que primero los sacan del nido y después los van
haciendo volar con más ligereza, así San Juan no lleva a los judíos
inmediatamente a lo más alto, sino que les enseña a remontarse sobre la tierra
poco a poco, diciendo que Jesucristo era mejor que él (lo cual, en verdad, no
era poco por lo pronto). Y véase cómo da testimonio de El con toda sabiduría,
porque no sólo demuestra a Jesucristo cuando se presenta, sino que lo predice
antes de que aparezca. Lo cual da a entender en estas palabras: "Este era
el que yo dije". Hizo esto para facilitar más el conocimiento de
Jesucristo, porque la inteligencia de los hombres ya andaba distraída en otras
cosas que se habían dicho de El; y con el fin de que no le perjudicase en nada
la humildad de su vestido. Porque Jesucristo usaba un vestido humilde y común,
de modo que los que hubiesen oído estas cosas de El y lo hubiesen visto después,
acaso se hubiesen burlado del testimonio de San Juan.
Teofilacto
Dice también: "El que ha de venir
detrás de mí", esto es, según el tiempo del nacimiento. San Juan había
nacido seis meses antes que Jesucristo, según la humanidad.
Crisóstomo, ut sup
Y no dice esto refiriéndose a la
generación que había recibido el Salvador de María, porque ya había nacido
cuando San Juan decía esto, sino de su venida a la predicación. Por esto dice:
"Ha sido engendrado antes de mí", esto es, es más esclarecido, más
digno de honor que yo. Como si dijese: no porque he venido primero a predicar,
debéis creer que yo soy mayor.
Teofilacto
Mas los arrianos interpretan estas
palabras queriendo manifestar que el Hijo de Dios no ha sido engendrado por el
Padre, sino creado como una criatura cualquiera.
San Agustín, in Ioannem, tract.3
Y no se entiende: ha sido hecho antes
que yo fuera hecho, sino que ha sido antepuesto a mí.
Crisóstomo, ut sup
Si porque se dice: "ha sido
engendrado antes de mí", se entendiese que se hablaba de producción, sería
superfluo lo que se dice "Porque primero era que yo". ¿Quién es tan
necio que ignore que lo que ha sido hecho antes que él era anterior a él? De
otro modo conviene decir, a saber: era antes que yo, porque fue hecho antes que
yo. Luego cuando dice: "Ha sido engendrado antes de mí", se entiende
del honor, porque lo que había de existir dice que ya ha sido hecho, siendo
costumbre entre los antiguos profetas hablar de lo futuro como si ya hubiese
pasado.
Y de su plenitud
recibimos nosotros todo, y gracia por gracia. Porque la ley fue dada por
Moisés, mas la gracia y la verdad fue hecha por Jesucristo. (vv. 16-17)
Orígenes
Estas palabras no se profirieron
refiriéndose a la persona del Bautista que da testimonio de Cristo. Y se
engañan muchos creyendo que desde aquí hasta donde dice: "El mismo lo
contó", se habla de San Juan Apóstol. Pero sería violentar el texto y
falta de ilación lógica el que -súbitamente y fuera de razón- se interrumpiesen
las palabras del Bautista por las del discípulo. Y bien claro se ve por el
contexto para todo aquél que sepa percibir el enlace de las ideas. Por esto,
pues, había dicho: "Ha sido engendrado antes que yo, porque era primero
que yo". De esto deduzco o entiendo que El es anterior a mí mismo, porque
lo mismo yo que los profetas hemos recibido de su plenitud una gracia después
de otra gracia, dado que también aquéllos llegaron, después de las figuras y
por obra del Espíritu, a la adquisición de la verdad. De aquí también que, en
virtud de la misma plenitud, hayamos comprendido que si bien la Ley ha sido
dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad ha sido, no ya dada, sino
producida por Jesucristo. El Padre, ciertamente, da la Ley sirviéndose de
Moisés, y obra la gracia y la verdad por Jesucristo. Pero si Jesús dice:
"Yo soy la verdad" ( Jn 14,6), ¿cómo por Jesús se ha de
obrar la verdad? Hay que entender en esto que de ninguna manera ha sido obrada
por Jesucristo ni por algún otro ser, aquella verdad sustancial y primaria a la
cual se ajustan, por vía de imagen, todas las otras verdades secundarias en
razón de verdad, sino que la verdad obrada por Jesucristo es aquélla que
resplandecía en San Pablo y en los apóstoles.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 13
San Juan Evangelista confirma el
testimonio del Bautista con su propio testimonio, diciendo: "Y de la
plenitud de El todos hemos recibido", etc. En tal caso, no son palabras
del precursor sino del discípulo, que significarían: También nosotros doce y la
muchedumbre toda de los fieles, los que ahora existen y habrán de existir,
participamos de la plenitud de su gracia.
San Agustín, in Ioannem, tract. 3,
sparsim
¿Pero qué habéis recibido? Una gracia
por otra gracia. Y yo no sé qué quiere darnos a entender cuando nos dice que
hemos participado de la plenitud de su gracia en primer término, y después que
hemos recibido una gracia por otra gracia. ¿Qué gracia hemos recibido primero?
La fe. Y se llama gracia porque se da gratis. El pecador recibió esta primera
gracia para que se le perdonasen todos sus pecados. Y después recibió una
gracia por otra gracia. Esto es por esta gracia, según la cual vivimos de la
fe, habremos de recibir otra, esto es la vida eterna. La vida como el premio de
la fe (porque la misma fe es gracia). Y la vida eterna es eterna. Por lo tanto
es la gracia que se concede en virtud de aquella gracia. Esta no existía en el
Antiguo Testamento, porque la Ley amenazaba y no ofrecía ayuda; mandaba, y no
curaba; señalaba la enfermedad, pero no la quitaba, sino que preparaba para
presentarse al médico que había de venir con la gracia y la verdad. Por esto
sigue: "Porque la Ley fue dada por Moisés; mas la gracia y la verdad fue
hecha por Jesucristo". La muerte de nuestro Señor mató la muerte temporal
y eterna. Ella es la gracia que ha sido prometida y no manifestada en la Ley.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 13,
sparsim
Hemos recibido una gracia por otra. Esto
es, una nueva a cambio de otra vieja. Así como hay una justicia y otra
justicia, una adopción y otra adopción, una circuncisión y otra circuncisión;
así hay una gracia y otra gracia. La primera es como la figura, la segunda es
como la realidad. Dio a conocer todo esto para demostrar que los judíos se
salvaban por la gracia, pero que todos nosotros también somos salvados con la
gracia. Fue, por lo tanto, un acto de caridad y de gracia recibir la Ley. Por
lo que cuando dijo: "Gracia por gracia", manifestó la magnitud
relativa de los beneficios concedidos, añadiendo: "Porque la Ley fue dada
por Moisés, mas la gracia", etc. Y más adelante, comparándose el Bautista
con Jesucristo, dice: "Ha sido engendrado antes que yo". Mas el
Evangelista compara también a Jesucristo con aquél que a la sazón era para los
judíos objeto de mayor admiración aun que el mismo Bautista, esto es, con
Moisés. Y véase su prudencia; no hace comparación de las personas, sino de las
cosas, oponiendo la gracia y la verdad a la Ley. Y a esto añade: "Ha sido
dada" (lo cual supone oficios de servidor); mas a este "Ha sido
hecha" (lo cual es propio de un rey, que todo lo hace con propia
facultad). Decimos que con gracia, porque con potestad perdonaba todos los
pecados. Con verdad porque confirmaba los dones de su benignidad, ostentándose
esta gracia, ora por el don de su bautismo, ya por la adopción que de nosotros
hace el Espíritu, ya, finalmente, por otra multitud de cosas. Conoceremos mejor
la verdad si conocemos las figuras de la Ley antigua. Todas aquellas cosas que
habían de cumplirse en el Nuevo Testamento las cumplió Jesucristo con su
venida, por lo cual la figura ha sido dada por Moisés y la verdad ha sido hecha
por Jesucristo.
San Agustín, De Trin., 13, 19
Debemos comparar la gracia con la
ciencia y la verdad con la sabiduría. En las cosas temporales se encuentra
aquella suma gracia, porque en Cristo el hombre se unió con Dios en unidad de
persona. Y en las cosas eternas, la suma verdad se atribuye rectamente al Verbo
de Dios.
A Dios nadie le vio
jamás: el Hijo Unigénito que existe en el seno del Padre, El mismo lo contó.
(v. 18)
Orígenes, in Ioannem, tom. 6
Verdaderamente no tiene razón alguna
Heracleón 22 para asegurar que estas palabras pertenecen no a Juan Bautista
sino al discípulo 23. Porque si el aserto: "De su plenitud todos hemos recibido"
se refiere al Bautista, ¿cómo no deducir que el que participó de la gracia de
Cristo, y recibió una gracia después de otra primera, y confesó que la Ley
había sido dada por Moisés al mismo tiempo que la gracia y la verdad eran obras
de Jesucristo, fuera el mismo que se anonadara ante el hecho de que nadie ha
visto a Dios jamás, y de que fuera necesario que esto lo contase el mismo que
residía en el seno del Padre, y lo interpretase claramente, no sólo a Juan sino
a todos aquéllos que han gustado un alto grado de perfección? Y esto no lo dice
ahora por primera vez, porque nos enseña que El existía antes de Abraham, y que
Abraham había deseado vehementemente el contemplar su gloria.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 14
Puede también entenderse aquí que el
Evangelista, para encomiar la gran superioridad de los dones de Cristo en
relación con los dispensados por medio de Moisés, quiere patentizar la razón de
tal diferencia valiéndose de otras consideraciones. Porque siendo Moisés un
mero siervo, no podía desempeñar otro cargo que el de simple ministro en
menores cosas. Pero Jesús, dominador e Hijo del Rey, coexistiendo eternamente
con el Padre y contemplándole, nos prestó mayores servicios. Por tal razón se
expresa de esta manera: "Nadie vio jamás a Dios".
San Agustín, ad Paulina epistola
110, cap. 4
¿Por qué dice Jacob: "He visto al
Señor cara a cara" ( Gén 32,30), y se ha escrito de Moisés:
"Que hablaba cara a cara" ( Ex 33,11), y que el profeta
Isaías, hablando de sí mismo, dice: "He visto al Dios Sebaot sentado sobre
un trono" ( Is 6,1)?
San Gregorio, Moralium 18, 37
Pero bien claramente se da a entender
que en todo el tiempo que vivimos en esta vida mortal, únicamente puede verse a
Dios por medio de ciertas imágenes, pero no en cuanto a su misma esencia. Y aun
cuando el alma, iluminada por la gracia del Espíritu, ve al mismo Dios, sin
embargo no alcanza a comprender la fuerza de su esencia. Y de aquí es que
Jacob, que asegura haber visto a Dios, no vio más que a un ángel. Y de aquí
también que Moisés, que habló con Dios cara a cara, dice: "Manifiéstate a
mí para que yo te vea" ( Ex 33,18). De cuya petición se deduce
que él deseaba ver en la claridad de su naturaleza infinita a Aquél a quien ya
había empezado a ver por medio de ciertas figuras.
Crisóstomo, ut sup
Por lo tanto, si los antiguos padres
vieron la naturaleza de Dios, nunca lo hubiesen contemplado de una manera
diferente. Porque la esencia divina es simple y no tiene figura. No está
sentado, ni está en pie, ni anda. Esta es la propiedad de los cuerpos. Por esto
dice por medio del profeta: "Yo les he multiplicado la vista, y me he
revestido de imágenes en las manos de los profetas" ( Os 12,10),
esto es, he condescendido con ellos, y he aparecido, como lo que no era. Mas el
Hijo de Dios, que había de aparecérsenos en verdadera carne, quiso ejercitarlos
primero en ver a Dios, en cuanto les era posible verle.
San Agustín, ad Paulinam epistola
112, sparsim
Estando escrito: "Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" ( Mt 5,8), y
en otro lugar: "Cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos
tal y como es" ( 1Jn 3,2). ¿Cómo es que aquí se dice:
"Ninguno ha visto a Dios nunca"? ¿No podría responderse que aquellos
testimonios se refieren a ver a Dios y no a haberle visto? Porque lo que se ha
dicho es que ellos verán a Dios, y no que le vieron. No que le hemos visto sino
que le veremos tal y como es. En este sentido se dice: "Que ninguno ha
visto a Dios nunca". Esto es, en esta vida no puede verse tal y como es
-ni en la vida de los ángeles- según esta vida visible, como se ven las cosas
sensibles, por medio de los ojos de la carne.
San Gregorio, Moralium, 18, 38
Si bien es verdad que algunos pueden ver
la majestad de Dios, aun viviendo en esta vida pasajera, por medio de la
contemplación y elevándose a los más altos grados de la virtud, esto no se
opone a lo que se acaba de decir. Porque todo el que ve la sabiduría (que es
Dios) muere absolutamente a esta vida, sin que le quede afecto alguno a las
cosas de la tierra.
San Agustín, super Genesim 12, 27
De modo que si alguno no muere a las
cosas de esta vida, bien desnudándose de las cosas corporales, bien alejándose
y despojándose de los sentidos exteriores -hasta el punto de que no pueda saber
perfectamente, como dice el Apóstol ( 2Cor 12,2), si está en el
cuerpo o fuera del cuerpo- no será arrebatado por aquella visión ni jamás la
alcanzará.
San Gregorio, ut sup
Debe tenerse en cuenta que hubo algunos
que dijeron que Dios podía ser visto en la eterna bienaventuranza en toda su
majestad, pero que no podía verse en cuanto a su naturaleza. La nimia sutileza
de este pensamiento engañó a éstos con exceso, porque no hay diferencia alguna
entre la claridad y la naturaleza en aquella esencia simple e inmutable.
San Agustín, ad Paulinam epistola
110, cap. 4
Y si se dice, respecto de lo que está
escrito, que "A Dios nadie le vio jamás" -en lo que sólo debe
entenderse que se refiere a los hombres- el Apóstol explica esto más claramente
diciendo: "A quien ninguno de los hombres vio, ni puede ver" ( 1Tim 6,16).
Y así, si se dijese "ninguno de los hombres" parecerá que aquella
cuestión estaría resuelta, porque no se opone a esto lo que dice el Señor:
"Los ángeles del Señor siempre ven la cara de mi Padre" ( Mt 18,10),
para que creamos que los ángeles ven a Dios, a quien "nadie le vio
jamás" esto es, de los hombres.
San Gregorio, ut sup
Hay algunos que dicen que no pueden ver
a Dios ni aun los ángeles.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 14
Es verdad que no sólo los profetas, ni
los ángeles, ni los arcángeles, pueden ver a Dios tal y como es. Y si se les
pregunta, esto es, a los ángeles, oirás que nada responden acerca de su esencia.
No sólo cantan gloria a Dios en las alturas, sino también paz en la tierra a
los hombres de buena voluntad (Lc 2,14). Y aun cuando se desee aprender
algo por el querubín y el serafín, se oirá la melodía mística de su santa
misión, esto es, un himno espiritual, en que dicen que el cielo y la tierra
están llenos de su gloria.
San Agustín, ad Paulinam epistola
112, cap.7
Lo cual es tan verdadero, que ninguno
podrá jamás comprender la grandeza de su Dios, no sólo con los ojos de la
carne, sino ni aun con la más alta contemplación. Una cosa es ver y otra cosa
comprender la totalidad de lo que se ve. Porque una cosa se ve en tanto que
está presente al sentido de la vista, pero para comprenderla en su integridad
cuando se ve es necesario conocerla de tal modo que se vea todo lo que encierra
y los límites que la determinan.
San Agustín, ut sup
En este sentido sólo el Hijo y el
Espíritu Santo ven al Padre. Lo que es de naturaleza creada, ¿cómo podrá ver lo
que es increable? Y así ninguno conoce a Dios como el Hijo. Por esto sigue:
"El Hijo Unigénito", etc. Y no se crea que se entiende con este
nombre a alguno de aquellos que han sido constituidos por hijos en virtud de la
gracia, porque se añade el artículo. Y por si esto no es suficiente, se ha
añadido el otro nombre: Unigénito.
San Hilario, De Trin., 1, 6
La cualidad de la naturaleza divina no
parecía bastante explícita con el nombre "Hijo" si no se hubiese
añadido, para dar más propiedad a la frase y para significar la excepción, otra
palabra: "Unigénito". Diciéndola además de "el Hijo" se
concluye la idea de adopción, dado que la palabra "Unigénito" sólo
puede referirse a su naturaleza divina.
Crisóstomo, ut sup
Y puso también otra cosa diciendo:
"Que está en el seno del Padre". Porque el estar en este seno ¿no es
mucho más que verle sencillamente? Y el que simplemente ve no tiene
conocimiento de la cosa que ve, mas el que está en el interior, nada desconoce.
Y cuando se oiga, por lo tanto, que ninguno conoce al Padre más que el Hijo, no
debe decirse que aunque le conoce más que todos, no le conoce en cuanto es.
Porque además el Evangelista dice que El habita en el seno del Padre para que
no creamos que por esto se da a conocer otra cosa que la íntima unión del
Unigénito y la coeternidad con el Padre.
San Agustín, in Ioannem, tract.3
En el seno del Padre, esto es, en el
secreto del Padre, porque el Padre no tiene seno como nosotros lo tenemos en
los vestidos, ni debe pensarse que se sienta como nosotros nos sentamos. De
modo que no está ceñido para tener seno, sino que así como nuestro seno es
interior, al secreto del Padre se le llama seno del Padre. Y el que conoce al
Padre en su secreto es el que contó lo que vio.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 14
¿Y cómo lo refirió? Diciendo que no hay
sino un solo Dios; pero esto lo dicen Moisés y los profetas. ¿Qué más, pues,
aprendimos por el Hijo que existe en el seno del Padre? En primer lugar, que
las cosas que han referido otros las han referido con la cooperación del
Unigénito. Y además que hemos recibido un don mucho mayor por medio del
Unigénito y conocido que Dios es espíritu y que los que le adoran le deben
adorar en espíritu y que Dios es Padre del Unigénito.
Beda
Además, si se refiere a tiempo pasado,
cuando dice "contó", una vez hecho hombre el Hijo nos enseñó lo que
debe saberse acerca de la unidad de la Trinidad, y cómo podemos llegar hasta su
conocimiento, y por qué medio puede llegarse hasta ello. Y si se refiere a lo
futuro entonces referirá cómo lleva a sus escogidos hasta el conocimiento de su
gloria.
San Agustín, ut sup
Hay algunos hombres que dicen, engañados
por la vanidad de su corazón, que el Padre es invisible y que el Hijo es
visible. Pero si se dice que el Hijo es visible en virtud de la carne, nosotros
lo concedemos también. Y esto es un dogma católico. Pero si, como ellos dicen,
era visible antes de haberse encarnado, se equivocan en gran manera, porque
Jesucristo es la sabiduría y el poder de Dios. La sabiduría de Dios no puede
verse por medio de los ojos. Y si la palabra del hombre no se ve con los ojos,
¿cómo puede verse la Palabra de Dios?
Crisóstomo, ut sup
Y esto no es exclusivamente de El,
porque ninguno ha visto a Dios nunca; pero vio al Hijo, porque, como San Pablo
dice ( Col 1,15): "Es la imagen de Dios invisible". Aquél
que es imagen de lo invisible, El también es invisible.
Notas
1- Se expresa aquí la analogía agustiniana entre las relaciones al
interior de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo; y las relaciones entre
los elementos básicos de su antropología: alma, conocimiento (verbo interior),
amor. A ello se añade la palabra o verbo exterior. Aunque distintos,
conocimiento y amor se implican mutuamente. En este caso la razón designa más
al conocimiento que obtiene una expresión de algo, mientras que el verbo a la
fuerza que lleva a realizarlo.
2- El verbo humano no existía en el principio desde el momento que no
existía el ser humano. Se alude aquí a la narración de la creación
de Gén 1, cuando se afirma que ocupó el último lugar en el proceso de
la creación que allí se describe.
3- La ciencia divina todo lo conoce, y es al mismo tiempo sabiduría, en
tanto que según ese conocimiento Dios crea, ordena y dirige el universo. Esta
nota brota de la esencia de Dios y se añade a ella. Es por ello que se habla de
"Padre ciencia" o "Padre sabiduría".
4- Se habla aquí, en términos agustinianos, del modo de conocer del ser
humano, para referirse análogamente a Dios. La analogía se da entre las
relaciones al interior de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo; y las
relaciones entre los elementos básicos de su antropología: alma, conocimiento
(verbo interior), amor. A ello se añade la palabra o verbo exterior. El
conocimiento humano se da al encontrarse el conocimiento con un objeto, lo que
da lugar al verbo interior, el mismo que se forma por la reactualización de la
idea innata correspondiente y "ya sabida".
Mientras en el ser humano el conocimiento o verbo se forma al contacto
con el objeto conocido y no antes, en Dios no sucede igual: el Verbo no se
forma sino que preexiste a cualquier contacto. Además no se hace analogía del
pensamiento humano con la realidad de Dios en tanto que el pensamiento o
formación del verbo interior es voluble, mientras que el Verbo es estable y
eterno.
5- Se refiere al evangelista San Juan, quien ha recibido de Dios el
conocimiento de esta doctrina y ha trascendido todo principio al decir "En
el principio era el Verbo".
6- San Agustín anota la insuficiencia de la analogía entre la palabra
que pronuncia el ser humano, y la Palabra del Padre, el Verbo, que El mismo no
es voz sino ser.
7- Aparece aquí la perspectiva del Dios castigador. La fe de la Iglesia
enseña que Dios es Ser y Amor, y que se acerca a nosotros con un amor
misericordioso que supone la justicia y va más allá de ella.
8-
Las dos primeras citas, referidas
al Hijo, llevan en griego artículo, y no así la última, referida al Padre,
contradiciéndose así la opinión mencionada acerca de la presencia del artículo
para distinguir entre el Padre y el Hijo como Dios.
9-
Así en el latín y el griego. Hay
un juego de palabras, pues, en estos idiomas la frase de San Juan puede
entenderse tanto "Nada ha sido hecho sin El" como "La nada ha
sido hecha sin El", cuando evidentemente no es esto último lo que indica
el evangelista.
10-
Los maniqueos afirmaban la
coexistencia de dos principios, uno para el bien y otro para el mal, actuantes
en el universo, oponiéndose entre sí hasta una resolución que es la vuelta al
estado primero de todo.
11-
Quienes afirman que el Espíritu
Santo ha sido creado como un ser espiritual subordinado a Dios, a semejanza de
los ángeles, son llamados macedonianos o pneumatómacos.
12-
Se refiere a un seguidor del
pensamiento del filósofo griego Platón.
13-
El artículo "la", en
"la luz".
14-
Los maniqueos afirmaban la
coexistencia de dos principios, uno para el bien y otro para el mal, actuantes
en el universo, oponiéndose entre sí hasta una resolución que es la vuelta al
estado primero de todo.
15-
Entiéndase: sosteniendo en el ser
cada cosa del mundo.
16-
Marción parte de la afirmación de
que el AT habla de un Dios distinto del aquél del NT, testimoniado por
Jesucristo, que es sólo una manifestación visible de Dios, pero que no ha
asumido la naturaleza humana. El primero es desconocido, justiciero, iracundo,
vengativo, autor de todo mal. El segundo es bueno. Por ello Marción rechaza el
AT y parte de los libros del NT.
17-
Arrio y sus seguidores sostenían
que el Hijo es la primera y suprema criatura de Dios, creado directamente por
Padre para crear por El todo el universo. El Padre le participa sus
prerrogativas divinas como don por su fidelidad.
18-
Se trata aquí de la imagen
agustiniana del verbo (externo) o palabra humana que es conocida como tal por
la persona en su interior (verbo, conocimiento) antes de que sea pronunciada.
19-
Los apolinaristas decían que el
Verbo Encarnado no había asumido plenamente la naturaleza humana, sino sólo su
dimensión físico-síquica. La dimensión espiritual, la misma que comprendía el
entendimiento, era asumida, según afirmaban, directamente por el mismo Verbo,
Segunda Persona de la Trinidad. Algunos extremaron sus posiciones y llegaron a
afirmar que ni la psiqué ni el cuerpo había sido asumido, sino que la divinidad
se había transformado en ellos.
20-
El nestorianismo sostiene que
Santa María no es Madre de Dios, sino madre del "hombre Jesús". Este
habría sido "tomado" por Dios siendo mayor, habitando la divinidad en
él como si habitase en un templo.
21-
En el Señor Jesús la persona
divina, el Hijo, Segunda Persona de la Trinidad, tiene en sí, de modo pleno,
las dos naturalezas: la divina -que ya tenía- y la humana -que asume por la
Encarnación-.
22-
Heracleón perteneció a la secta
gnóstica de los valentinianos y compuso un comentario al Evangelio según San
Juan.
23-
El Apóstol San Juan, autor de un
Evangelio.
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