Combate Espiritual
¡Atended bien! En
este mundo se está librando un combate espiritual entre el Ejército de Dios,
capitaneado por Jesucristo, y las fuerzas de Satanás, y todos nosotros estamos
llamados a posicionarnos bajo una bandera… ¿Cuál elegirás? De esa elección
depende tu destino eterno.
Todos los cristianos
en la tierra formamos parte de la ecclesia militans, la Iglesia militante, que
está en la lucha contra los tres enemigos del alma: el mundo, el demonio y la
carne. “Tenemos que luchar contra las malas inclinaciones de nuestro cuerpo, que
combaten contra el alma” (1P 2,11) Jesús dijo que “si alguno quiere venir
detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque
el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la
encontrará” (Mt 16,24-25).
Ahora dirás: “OK, ya
me he enterado, pero… ¿cómo tengo que luchar?” Muy sencillo: usa las armas que
Dios nos ha dado. He aquí tus armas más poderosas:
§ Misa diaria: el
soldado de Cristo debe alimentarse de la Eucaristía; es el “alimento de los fuertes”.
En ella encontrará el valor y la fortaleza que le faltan para enfrentarse
contra cualquier enemigo. “Es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir,
remedio para vivir en Jesucristo para siempre” (San Ignacio de Antioquía).
Quien no recibe a Jesús Sacramentado se queda anémico, carece de fuerzas para
correr la carrera… y ésta es la carrera más dura. La Misa debe ser el centro de
nuestra vida, el momento más importante del día. Los actos cotidianos, hasta
los más sencillos, adquieren un valor sobrenatural inefable al ser presentados
en la misa.
§ Confesión:
si realmente entramos en la lucha contra el pecado, es normal que salgamos
heridos en incontables ocasiones. No te preocupes, Dios cuenta con ello. Para
alcanzar la perfección es preciso caer y levantarse muchas veces. La confesión
nos cura de todas esas caídas, como un padre cura a su hijo cuando cae y se
hace daño. Acude con frecuencia a la confesión, arrepiéntete de tus malas obras
y haz firme propósito de no volver a pecar. No hay pecado, por muy horrendo que
sea, que pueda agotar la misericordia de Dios.
§ Lectura
espiritual: San Bernardo dijo que “la lectura y la oración son las armas con
que se vence al demonio y se conquista el cielo”. La lectura de buenos libros
ayuda a inflamar el alma en deseos de santidad, y le da nuevas luces para
reconocer y aceptar la voluntad de Dios. Son una gran ayuda para rechazar las
tentaciones y llevar una vida interior más profunda. Leed vidas de santos
preferentemente (S. Francisco de Asís, Sta. Teresa de Jesús, S. Juan María
Vianney…), pues ellos son vuestros modelos; siguiendo sus ejemplos y
enseñanzas, vosotros también podréis ser santos.
§ Rosario: San
Luis María Grignon de Montfort dijo que “a quien Dios quiere hacer muy santo,
lo hace muy devoto de la Virgen María”. Y nadie puede ser devoto de la Virgen
María sin serlo del Santo Rosario. “El Rosario es de todas las oraciones la más
bella, la más rica en gracias y la que más complace a la Santísima Virgen” (S.
Pío X). Si no lo rezas aún, ponte manos a la obra cuanto antes, empezando con
un misterio, y continúa con los demás a medida que sientas crecer en ti el
deseo de amar más a la Virgen. El rosario vence cualquier dificultad y obtiene
todas las virtudes. Nada le puede negar Jesús a la Virgen, ¡aprovéchate de
ello! El demonio teme más que a nadie a la Virgen María; con el Santo Rosario
todas las tentaciones acabarán siendo vencidas.
§ Oración: en
la oración recibimos de Dios las instrucciones para presentar batalla contra el
pecado, y le pedimos fuerzas para vencer. Todos los santos han sido almas de
oración… si quieres ser como ellos, si deseas conseguir el mismo premio que
ellos, imítales haciendo mucha y buena oración. “Con la oración conocemos
nuestro puesto en presencia de Dios, quién es Dios y quiénes somos nosotros”
(San Maximiliano Kolbe). Es bueno que acompañemos nuestra oración con la
lectura de la Biblia, especialmente de los Evangelios; de esa manera,
llegaremos a conocer a Jesucristo y podremos imitarle. “Quien desconoce la
Biblia desconoce a Jesucristo” (San Jerónimo).
Muchos soldados de
Cristo son abatidos porque no utilizan las armas que el Señor nos ha dado para
el combate espiritual. Ahora vosotros, sin embargo, ya sabéis cuáles son
vuestras armas… ¡reaccionad! “Revistámonos con la coraza de la fe y del amor, y
cubrámonos con el casco de la esperanza de la salvación” (1Tes 5,8), pues
“vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién
devorar. Resistidle firmes en la fe” (1P 5, 8-9).
Un último consejo:
“¡No tengáis miedo!” (S. Juan Pablo II). Si os decidís con sincero corazón a
ser santos, ya habéis dado el paso más difícil. Dios está deseando haceros más
felices de lo que podáis imaginar.
Un siervo de Dios
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