CARTA APOSTÓLICA
AUGUSTINUM HIPPONENSEM
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
EN EL XVI CENTENARIO
DE LA CONVERSIÓN DE SAN AGUSTÍN
I. La conversión - II. El Doctor, 1. Razón y fe, 2. Dios
y el hombre, 3. Cristo y la Iglesia, 4. Libertad y gracia, 5. La
caridad y las ascensiones del espíritu - III. El Pastor - IV. Agustín a los
hombres de hoy
San Agustín - Philippe de Champaigne
A
los obispos,
sacerdotes,
familias religiosas
y fieles de toda la Iglesia católica
en el XVI centenario de la conversión
de san Agustín,
Obispo y Doctor de la Iglesia
Venerables hermanos y
queridos hijos e hijas, salud y bendición apostólica.
1. Agustín de
Hipona, desde que apenas un año después de su muerte fue catalogado como uno de
los "mejores maestros de la Iglesia" 1 por mi lejano
predecesor Celestino I, ha seguido estando presente en la vida de la Iglesia y
en la mente y en la cultura de todo el Occidente. Después, otros Romanos
Pontífices, por no hablar de los Concilios que con frecuencia y abundantemente
se han inspirado en sus escritos, han propuesto sus ejemplos y sus documentos
doctrinales para que se les estudiara e imitara. León XIII exaltó sus
enseñanzas filosóficas en la Encíclica Aeterni Patris 2; Pío XI reasumió sus virtudes y su pensamiento
en la Encíclica Ad salutem humani generis, declarando que por su ingenio
agudísimo, por la riqueza y sublimidad de su doctrina, por la santidad de su
vida y por la defensa de la verdad católica nadie, o muy pocos se le pueden
comparar de cuantos han florecido desde los principios del género humano hasta
nuestros días 3; Pablo VI afirmó que "además de brillar en él de
forma eminente las cualidades de los Padres, se puede afirmar en verdad que
todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de ella derivan
corrientes de pensamiento que empapan toda la tradición doctrinal de los siglos
posteriores 4.
Yo mismo he añadido mi
voz a la de mis predecesores, expresando el vivo deseo de que "su doctrina
filosófica, teológica y espiritual se estudie y se difunda, de tal modo que
continúe... su magisterio en la Iglesia; un magisterio, añadía, humilde y
luminoso al mismo tiempo, que habla sobre todo de Cristo y del amor" 5. He tenido ocasión además de recomendar especialmente a
los hijos espirituales del gran Santo que mantengan "vivo y atrayente el
encanto de San Agustín también en la sociedad moderna", ideal estupendo y
entusiasmante, porque "el conocimiento exacto y afectuoso de su
pensamiento y de su vida provoca la sed de Dios, descubre el encanto de Jesucristo,
el amor a la sabiduría y a la verdad, la necesidad de la gracia, de la oración,
de la virtud, de la caridad fraterna, el anhelo de la eternidad
feliz" 6.
Me es muy grato, pues,
que la feliz circunstancia del XVI centenario de su conversión y de su bautismo
me ofrezca la oportunidad de evocar de nuevo su figura luminosa. Esta nueva
evocación será al mismo tiempo una acción de gracias a Dios por el don que hizo
a la Iglesia, y mediante ella a la humanidad entera, gracias a aquella
admirable conversión; y será también una ocasión propicia para recordar que el
convertido, una vez hecho obispo, fue un modelo espléndido de Pastor, un
defensor intrépido de la fe ortodoxa o, como decía él, de la
"virginidad" de la fe 7, un constructor
genial de aquella filosofía que por su armonía con la fe bien puede llamarse
cristiana, y un promotor infatigable de la perfección espiritual y religiosa.
I. La conversión