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martes, 27 de octubre de 2020

Los niños y los jóvenes no deben ser confundidos o inducidos al error por una educación fuera del hogar que esté en conflicto con la educación que se imparte en el hogar - Card. Raymond Leo Burke

 

Conferencia virtual del Card. Raymun Burke a

Voz de la familia

sobre los derechos de los padres en la educación de los hijos

Septiembre de 2020

Los derechos de los padres como educadores primarios de sus hijos y la obligación de los padres de oponerse a un plan de estudios contrario a la ley moral

Me complace mucho ayudar a Voice of the Family en su noble labor de promover la sana doctrina y la disciplina de la Iglesia con respecto al matrimonio y su fruto incomparable: la familia. En particular, me complace abordar el tema crítico de la educación, que es la misión esencial de la familia y una expresión fundamental de nuestra cultura.

No puede escapar a la atención de ninguna persona reflexiva que la educación hoy en día está bajo un ataque feroz. Tanto en la educación como en el derecho, como expresiones fundamentales de nuestra cultura, asistimos al abandono de la comprensión de la naturaleza humana y de la conciencia por la que Dios nos llama a respetar la verdad de la naturaleza y a vivir de acuerdo con esa verdad en amor puro y desinteresado.

San Pablo, en su Carta a los Efesios, refiriéndose a la alienación del hombre de Dios y, por tanto, del mundo, declaró:

Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.[1]

Sólo Cristo abre el entendimiento y anima el corazón a abrazar la verdad y vivirla en el amor. Los educadores, por tanto, cooperando con los padres, llevan a los niños a conocer a Cristo y a seguirlo en todo, y así llevarlos a la paz que es el deseo de todo corazón humano. La educación, tanto en el hogar como en la escuela, abre los ojos del niño para contemplar el misterio del amor de Dios por nosotros en el envío de su Hijo unigénito en nuestra carne humana y en el envío de su Espíritu Santo a nuestras almas, el gran fruto de la Encarnación redentora.

Los padres que en el pasado han dependido de las escuelas para ayudarlos a criar a sus hijos para que sean verdaderos ciudadanos del cielo y de la tierra, buenos miembros de la Iglesia y buenos miembros de la sociedad civil, encuentran que algunas escuelas son lugares de adoctrinamiento en el materialismo ateo con su relativismo concurrente. Esas escuelas, de hecho, intentan destruir la educación recibida en el hogar sobre las verdades más fundamentales: la verdad sobre la inviolable dignidad de la vida humana inocente, la integridad de la sexualidad humana y del matrimonio, y la irremplazabilidad de la relación del hombre con Dios o de la santa religión. Es más, cuando los padres intentan con razón proteger a sus hijos de una ideología tan nihilista, estas escuelas intentan imponer el adoctrinamiento a sus hijos de manera totalitaria.

lunes, 21 de septiembre de 2020

¿El culto de Dios no es una «actividad esencial»? - Mons. Héctor Aguer

 


Parece inevitable, si se juzga con objetividad, reconocer que la política sanitaria impuesta para enfrentar la pandemia en la Argentina, no ha logrado los resultados que sus autores esperaban. Se encerró prematuramente a la población cuando los contagios masivos no existían, y al cabo de medio año, cuando se registra un pico temible de la difusión del virus, aunque con devaneos, con idas y vueltas, aflojan la presión porque la gente no soporta más una cuarentena tan larga, y no se pueden negar las consecuencias desastrosas para la economía, con las repercusiones sociales correspondientes. Los expertos señalan asimismo daños psicológicos serios. Los varios y extendidos «banderazos», un tipo nuevo y originalísimo de manifestación haciendo flamear en las protestas nuestra enseña patria, han proclamado el hartazgo.

En este caso se verifica una confirmación de un problema más amplio: el Estado argentino padece una congénita inclinación al autoritarismo, que con el actual gobierno se desliza hacia el totalitarismo; a sus partidarios se les atribuye el lema «¡vamos por todo!». Se han jactado de un acierto inexistente en el propósito de cuidar nuestra salud. Además, ya no vivimos en la República Argentina, sino en Argentina Presidencia, como se dice en los anuncios oficiales. Con el Congreso y la Justicia en cuarentena, somos gobernados por el Poder Ejecutivo mediante «decretos de necesidad y urgencia» (DNU), en sus manos, a su arbitrio, han quedado los derechos y garantías que la Constitución reconoce a los ciudadanos, como si la emergencia sanitaria pudiera justificar su conculcación. Ya no hay Estado de Derecho; más allá de otros numerosos desquicios, solo por ese desprecio de los valores elementales de una sociedad democrática, se podría decir que estamos viviendo al margen de la ley.

En esta nota deseo ocuparme del significado de las recientes disposiciones que limitan la libertad de culto; las mismas afectan a las actividades de todas las religiones, pero adquieren una especial relevancia las que atentan contra un precepto constitucional. Los constituyentes de 1853 eligieron, respecto de la presencia religiosa en la sociedad, una fórmula intermedia entre la que consagra un Estado confesional y la definición de un Estado laico o ateo. El artículo 2 de nuestra Carta Magna establece que el Estado nacional sostiene el culto católico, apostólico y romano. El verbo, que ha sido objeto de numerosas interpretaciones y discusiones, no se limita al apoyo económico. Este ocupa un lugar ínfimo en el presupuesto nacional, y tal aporte financiero cubre una porción pequeñísima del gasto total de la Iglesia. Sostiene significa apoya, promueve, facilita su difusión. Es muy poco conocida una explicación de Juan Bautista Alberdi, el autor de las «Bases», que aquí reproduzco ad sensum: «El Estado no puede sostener un culto que no es el propio». Estas palabras expresan un hecho histórico: la Argentina es un país católico; el artículo 2 se ha conservado en todas las reformas del texto constitucional.

Aun considerando el menoscabo evidente de la presencia católica en la vida nacional, la razón histórica no ha perdido valor, y se manifiesta en diversas circunstancias de modo sorprendente; puede afirmarse que en algunas provincias sobrevive la Argentina profunda. Un caso por demás interesante es el de la Provincia de Buenos Aires; en la Constitución bonaerense, promulgada en 1994, el artículo 199 reza: «Los escolares bonaerenses recibirán una educación integral, de sentido trascendente y según los principios de la moral cristiana, respetando la libertad de conciencia». Me consta que los políticos en general, incluyendo ministros y legisladores, ignoran esa disposición, que nunca se ha cumplido, y que se refiere obviamente en primer lugar a las escuelas de gestión estatal.

sábado, 25 de enero de 2020

Histórico discurso del presidente Donald Trump en defensa de la vida y la libertad religiosa en la marcha por la vida



DISCURSO DEL PRESIDENTE DONALD TRUMP
EN LA 47ª MARCHA POR LA VIDA
EN ESTADOS UNIDOS
(24 de enero de 2020)

Muchas gracias, Jeanne. Es un gran honor ser el primer presidente de la historia en asistir a la Marcha por la Vida. Estamos aquí por una razón muy simple: defender el derecho de cada niño, nacido y no nacido, a cumplir su potencial dado por Dios. Durante 47 años, los estadounidenses de distintos orígenes han viajado desde todo el país para defender la vida. Y hoy, como Presidente de los Estados Unidos, estoy realmente orgulloso de estar con ustedes.

Quiero dar la bienvenida a decenas de miles, es una participación tremenda, decenas de miles de estudiantes de secundaria y universitarios que hicieron largos viajes en autobús para estar aquí en la capital de nuestra nación. Y para que se sientan aún mejor, hay decenas de miles de personas afuera que pasamos por el camino hacia aquí. Si alguien quiere dejarle su lugar a otro, podemos resolverlo. Tenemos un tremendo grupo de personas afuera. Miles y miles que querían entrar. Esto ha sido un gran éxito.

Los jóvenes son el corazón de la Marcha por la Vida. Y es tu generación la que está haciendo de Estados Unidos una nación pro familia y pro vida.

El movimiento por la vida está siendo dirigido por mujeres fuertes, líderes religiosos increíbles y estudiantes valientes que continúan con el legado de los pioneros que lucharon por elevar la conciencia de nuestra nación y defender los derechos de nuestros ciudadanos. Ustedes abrazan a las madres con cuidado y compasión. Ustedes están empoderados por la oración y motivados por un amor desinteresado. Ustedes están agradecidos y nosotros estamos muy agradecidos, estas son personas increíbles, a las que se unirán el Secretario Alex Azar y Kellyanne Conway.

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