Conferencia virtual del Card. Raymun Burke a
Voz de la familia
sobre los derechos de los padres en la educación de los hijos
Septiembre de 2020
Los derechos de los padres como educadores primarios de sus hijos y la obligación de los padres de oponerse a un plan de estudios contrario a la ley moral
Me complace mucho ayudar a Voice of the Family en su noble labor de promover la sana doctrina y la disciplina de la Iglesia con respecto al matrimonio y su fruto incomparable: la familia. En particular, me complace abordar el tema crítico de la educación, que es la misión esencial de la familia y una expresión fundamental de nuestra cultura.
No puede escapar a la
atención de ninguna persona reflexiva que la educación hoy en día está bajo un
ataque feroz. Tanto en la educación como en el derecho, como expresiones
fundamentales de nuestra cultura, asistimos al abandono de la comprensión de la
naturaleza humana y de la conciencia por la que Dios nos llama a respetar la
verdad de la naturaleza y a vivir de acuerdo con esa verdad en amor puro y desinteresado.
San Pablo, en su Carta
a los Efesios, refiriéndose a la alienación del hombre de Dios y, por tanto,
del mundo, declaró:
Pero ahora en Cristo
Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos
por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo
uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las
enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para
crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y
mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando
en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros
que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos
y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la
familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,
siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el
edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el
Espíritu.[1]
Sólo Cristo abre el
entendimiento y anima el corazón a abrazar la verdad y vivirla en el amor. Los
educadores, por tanto, cooperando con los padres, llevan a los niños a conocer
a Cristo y a seguirlo en todo, y así llevarlos a la paz que es el deseo de todo
corazón humano. La educación, tanto en el hogar como en la escuela, abre los
ojos del niño para contemplar el misterio del amor de Dios por nosotros en el
envío de su Hijo unigénito en nuestra carne humana y en el envío de su Espíritu
Santo a nuestras almas, el gran fruto de la Encarnación redentora.
Los padres que en el pasado han dependido de las escuelas para ayudarlos a criar a sus hijos para que sean verdaderos ciudadanos del cielo y de la tierra, buenos miembros de la Iglesia y buenos miembros de la sociedad civil, encuentran que algunas escuelas son lugares de adoctrinamiento en el materialismo ateo con su relativismo concurrente. Esas escuelas, de hecho, intentan destruir la educación recibida en el hogar sobre las verdades más fundamentales: la verdad sobre la inviolable dignidad de la vida humana inocente, la integridad de la sexualidad humana y del matrimonio, y la irremplazabilidad de la relación del hombre con Dios o de la santa religión. Es más, cuando los padres intentan con razón proteger a sus hijos de una ideología tan nihilista, estas escuelas intentan imponer el adoctrinamiento a sus hijos de manera totalitaria.