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viernes, 4 de mayo de 2018

Los fundamentos de la moral. A los 25 años de la Veritatis Splendor - Rvdo. Dr. D. Juan José Pérez-Soba


LOS FUNDAMENTOS DE LA MORAL:
 A 25 AÑOS DE LA VERITATIS SPLENDOR
Dr. D. Juan José Pérez-Soba

“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca” (Mt 7,24). Son las últimas palabras, de Jesucristo en el Sermón de la Montaña de San Mateo que es la carta magna de la moral cristiana. Como dice San Agustín, comentando esta misma frase: “Quien considere pía y sobriamente el Sermón que pronunció nuestro Señor Jesucristo en el monte, tal como leemos en el evangelio según Mateo, creo que encontrará en él todo lo que concierne a las costumbres perfectas, al modo perfecto de la vida cristiana”1.

Por una parte, muestra algo que podría parecer evidente, pero que, en cambio, para muchos ha dejado de serlo, esto es: existe una vida cristiana y Cristo nos la enseña. El cristianismo contiene en sí un modo de vida con unas características propias. El mismo Jesucristo ha querido transmitirlo así de un modo claro y la Iglesia nos lo comunica para formar en nosotros unas convicciones básicas en la moralidad. El hecho de que surjan dudas al respecto viene por tanto de otra fuente, de otras voces que no son las de Cristo. Poder pensar que no existe, o que es simplemente un conjunto de actitudes vagas, es un modo claro de no escuchar sus palabras y fundar la vida sobre arena. La propia evolución que ha tenido el debate sobre la especificidad de la moral cristiana en estos últimos años así nos lo muestra 2, acabó por inanición y por la necesidad de supervivencia 3. Si no existía tal especificidad en relación al obrar concreto, los moralistas nos quedábamos sin trabajo, porque bastaría unos pocos trazos genéricos sobre algunas pretendidas actitudes cristianas para mostrar todo lo cristiano de la moral.

viernes, 9 de mayo de 2014

Las propuestas del Card. Kasper ya fueron rechazadas dos veces por el Magisterio de la Iglesia - Pbro. Juan José Pérez Soba

Entrevista concedida por el Pbro. Dr. Juan José Pérez Soba, profesor de pastoral familiar en el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Latenarense a Zenit, con motivo del próximo sínodo sobre la familia.
 
¿Por qué el Santo Padre ha convocado este sínodo sobre la familia?

El papa Francisco una vez que ha visto el conjunto de lo que es su pontificado ha querido dar una prioridad ahora al tema de la familia. Se ha concretado el desafío de la familia en el contexto de la evangelización. En ese sentido se unen dos cosas: la familia como recurso para la nueva evangelización, como lo ha destacado en el sínodo de la nueva evangelización; y ahora se pone también el acento sobre los desafíos.

 

Al poner los desafíos, la secretaría del sínodo envió la encuesta sobre el tema para tener un conocimiento general

Una encuesta que ha sido recibida de maneras muy distintas porque la encuesta es muy heterogénea, no sabemos que resultados podrán salir visto que había datos muy diversos que no es fácil homologar, pero sí se ha creado una cierta expectativa, también muy diversa según los distintos lugares. 

 

¿A qué punto está la encuesta?

El material ya debería haber llegado si bien puede aún llegar algo más. Los datos se han recibido y ahora una comisión de expertos de la secretaría del sínodo va a preparar una ponencia que saldrá en mayo que será el documento básico cuyos datos utilizará el sínodo. Era una encuesta compleja ya que tomaba una perspectiva más centrada sobre los problemas que en la evangelización. Por lo tanto dependerá mucho de cómo las personas que preparan el sínodo insertar los datos dentro de la problemática de la nueva evangelización, porque contrariamente se perdería la unidad del tema.

 

¿Qué desafíos se pone el sínodo?

La Iglesia no puede pretender resolver todos los problemas de las familias, mientras evangelizar sí se puede pues es la misión que Cristo le ha confiado. No se trata de resolver todos los problemas sino de llevar luz. La primacía del evangelio de la familia sobre los problemas es necesaria. Sobre el evangelio de la familia tenemos la aportación muy importante de Juan Pablo II, la toma de conciencia del papel de familia en la Iglesia.

 

¿Antes no había esta conciencia sobre la familia?

Ciertamente no, el tema del matrimonio ahora está mucho más en el centro de la Iglesia y su valor sacramental se reconoce mucho más. Muchas veces quienes se casan no saben qué es un matrimonio y no saben por qué es un sacramento.  Ven a la Iglesia como a quien llena de leyes pero no ven cómo el matrimonio procede de la gracia. Juan Pablo II tomó un gran empeño para ello pero aún no ha sido suficientemente recibido por parte de la Iglesia y ciertamente si el sínodo ayudara a esto sería un aporte enorme.

 

El cardenal Kasper levantó una serie de problemáticas y algunos ya sacaron conclusiones

lunes, 24 de marzo de 2014

La misericordia y el matrimonio indisoluble - Pbro. Dr. Juan José Pérez Soba

En alguna ocasión negar la misericordia es el único modo de defenderla de su adulteración. El Cardenal Kasper lo afirma con claridad en su libro Misericordia: «Una posterior falta de comprensión grave de la misericordia es la que induce a desatender en nombre de la misericordia, el mandamiento divino de la justicia (...) No podemos aconsejar, por una falsa misericordia, que alguien aborte» (p. 221). Una misericordia injusta no es misericordia. No se puede atentar contra la dignidad humana en nombre de la misericordia.
Por eso mismo, para hablar de misericordia en relación con el matrimonio es muy importante entender bien qué realidad de dignidad humana está implicada en esta institución. No cabría misericordia alguna que atentase contra dicha dignidad. Este bien es lo que la tradición cristiana ha denominado vínculo y es precisamente lo que ha considerado el sujeto real de la indisolubilidad que se atribuye al matrimonio. Es el modo como el Concilio Vaticano II define el matrimonio como una realidad trascendente: «Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana» (GS 48), por lo que lo califica de indisoluble (n. 50). Es un término intrínsecamente unido a la doctrina del matrimonio, pues el Concilio de Trento se sirve de él en sus cánones 5 y 7 sobre este sacramento. Pero no se debe entender como una expresión ajena al amor. El mismo amor en su verdad une las personas mediante vínculos estables. El teólogo Kasper en su libro Teología del matrimonio habla así: «En el vínculo de la fidelidad el hombre y la mujer encuentran su estado definitivo. Se convierten en «un solo cuerpo» (Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31), esto es, un nosotros-persona» (1978, 26).
Es decir, cuando se habla de justicia respecto de la relación hombre y mujer sacramental se refiere al respeto de esta dignidad intangible. Cualquier acercamiento a la pastoral matrimonial con el nombre de la misericordia debe saber determinar la realidad del vínculo, si existe o no. Sin esta aclaración previa cualquier posible actitud misericordiosa sería claramente contraria a la justicia. El mismo Cardenal Kasper parece hacerse eco de ello cuando afirma: «La indisolubilidad de un matrimonio sacramental y la imposibilidad de un nuevo matrimonio durante la vida del otro partner «forma parte de la tradición de fe vinculante de la Iglesia que no puede ser abandonada o disuelta apelando a una comprensión superficial de la misericordia a bajo precio».

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