DE LA HOMILÍA DE
SAN JUAN PABLO II
EN LA MISA
PARA LAS FAMILIAS
Madrid, 2 de noviembre de 1982
“hablo del respeto
absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institución, privada o
pública, puede ignorar. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana
más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no
nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede
legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la
sociedad.
¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de
sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente, o se llega incluso
a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas
humanas indefensas? ¡Queridos esposos! Cristo os ha confiado a su Espíritu para
que no olvidéis sus palabras. En este sentido sus palabras son muy serias: “¡Ay
de aquel que escandaliza a uno de estos pequeñuelos! ... sus ángeles en el
cielo contemplan siempre el rostro del Padre”. El quiso ser reconocido, por
primera vez, por un niño que vivía aún en el vientre de su madre, un niño que
se alegró y saltó de gozo ante su presencia.”
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