Martes de la cuarta semana de Cuaresma
EJEMPLO DE CRISTO CRUCIFICADO
Cristo tomó la naturaleza humana para reparar la caída del
hombre. Fue, por lo tanto, necesario que Cristo padeciese y ejecutase según la
naturaleza humana todo aquello que puede darse como remedio contra la caída del
pecado.
El pecado del hombre consiste en que el hombre se da a los
bienes corporales, y abandona los bienes espirituales. Fue, así, conveniente
que el Hijo de Dios, por lo que hizo y padeció en la naturaleza humana que
había tomado, se mostrase tal que los hombres tuviesen por nada los bienes y
los males temporales, y no se diesen menos intensamente a los bienes
espirituales, impedidos por el desordenado afecto hacia los temporales.
Por eso eligió Cristo padres pobres pero perfectos en virtud,
para que nadie se gloriase de la sola nobleza de la carne y de las riquezas de
los padres.
Llevó vida pobre, para enseñarnos a despreciar las riquezas.
Vivió privado de dignidades, para apartar a los hombres del
apetito desordenado de los honores.
Padeció trabajos, sed, hambre y azotes del cuerpo, para que los
hombres, tentados por las delicias y voluptuosidades, no se desviasen del bien
de la virtud a causa de las asperezas de esta vida.
Sufrió, por último, la muerte, para que no abandonasen algunos
la verdad, por el temor de la muerte. Y para que nadie temiese padecer muerte
ignominiosa por la verdad, eligió el género de muerte más ignominioso, esto es,
la muerte de cruz.
Fue, también, conveniente que el Hijo de Dios hecho hombre
sufriese la muerte, para excitar a los hombres con su ejemplo a la virtud, a
fin de que de este modo fuera verdad lo que dice San Pedro: Cristo padeció
también por nosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas (I Ped 2,
21)
(Contra Armen. Sarac., VII)
Mas Cristo padeció por nosotros, dejando ejemplo de tribulación,
de afrentas, de azotes, de cruz, para que sigamos sus pisadas. Si sufriéremos
tribulaciones y padecimientos por Cristo, reinaremos también con él en la
eterna bienaventuranza. A este respecto dice San Bernardo: "Qué pocos,
Señor, quieren ir detrás de ti, siendo así que no hay nadie que no quiera llegar
a ti, sabiendo todos que los deleites están a tu diestra hasta el fin; por eso
todos quieren gozarte, pero no quieren imitarte de la misma manera; desean
reinar contigo, pero no sufrir contigo; no se cuidan de buscar, a quien, sin
embargo, desean hallar, ansiando conseguir, pero no seguir."
(De Humanitate Christi, cap. 47)
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