Lunes de la primera semana de Cuaresma
CRISTO DEBIÓ SER TENTADO EN EL DESIERTO
Estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y le
tentó Satanás (Mc 1, 13).
I. Cristo se manifestó voluntariamente al diablo, para ser
tentado, como también por propia voluntad se ofreció a sus miembros para ser
matado; de otro modo no se hubiese atrevido el diablo a acercarse a él. Mas el
diablo tienta más a uno cuando está solo, como dice la Escritura: Si alguno
prevaleciere contra el uno, los dos le resisten (Eccles., IV, 12). De ahí que
Cristo se fuese al desierto, como a un campo de lucha, para ser tentado allí
por el diablo. Por eso dice San Ambrosio que "Cristo se iba al desierto
para provocar al diablo. Porque si éste, el diablo, no le hubiese combatido,
aquél, es decir, Cristo, no hubiese venido para mí"1 .
Añade aún otras razones, diciendo que Cristo obró así por
misterio, para librar del destierro a Adán, que había sido arrojado del paraíso
al desierto; y como ejemplo, para mostrarnos que el diablo mira con malos ojos
a los que tienden a lo más perfecto.
II. Cristo se expuso, efectivamente, a la tentación, porque, al
decir de San Juan Crisóstomo, el diablo se apresura más a tentar cuando nos ve
solitarios; por lo que tentó primero a la mujer cuando se encontraba sin el
varón. Sin embargo, no se sigue de aquí que el hombre deba ponerse en peligro
de tentación.
Hay dos ocasiones de tentación. Una por parte del hombre, por
ejemplo, cuando alguno se expone próximamente al pecado, no evitando las
ocasiones de pecar, y tal ocasión de tentación debe ser evitada; según se dijo
a Lot: No te pares en toda esta comarca alrededor de Sodoma (Gen 19, 17).
Otra ocasión de tentación existe por parte del diablo que
"siempre mira con malos ojos a los que tienden a cosas mejores", como
dice San Ambrosio, y tal ocasión de tentación no debe ser evitada. Por lo cual
dice San Juan Crisóstomo que no solamente Cristo fue llevado al desierto por el
Espíritu, sino también todos los hijos de Dios que poseen al Espíritu Santo;
pues no se contentan con permanecer ociosos; sino que el Espíritu Santo los
insta a emprender algo grande, cual es estar en el desierto con relación al
diablo, porque no hay allí injusticia, en la que el diablo se deleita. También
toda obra buena es desierta con respecto a la carne y al mundo, porque no es
conforme a la voluntad de la carne ni a la del mundo.
Pero no es peligroso dar al diablo tal ocasión de tentación,
pues es más bien un consejo del Espíritu Santo, que es el autor de la obra
perfecta, que una impugnación del diablo envidioso.
(3ª, q.
XLI, a. 2)
Nota:
1 Super Lucam, cap, 4. 7; Super Matth., hom, XII.
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