sábado, 21 de marzo de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - Domingo IV de cuaresma - Conferencia Episcopal Argentina


CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA

Celebración familiar para el IV Domingo de Cuaresma
22 de Marzo de 2020
Preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el evangelio.

El Señor y la Virgen del Milagro de Salta

Iniciamos la celebración
Ya reunida la familia en torno a la Palabra de Dios, el adulto que guía la celebración (G) comienza diciendo:
G: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.

Y continúa:
Todos nosotros queremos crecer como cristianos y vivir el evangelio, pero no siempre nuestras palabras, sentimientos, obras y pensamientos son buenos. Por eso, reconozcamos ahora la misericordia infinita que en la cruz nos perdonó.


Tú, que has cargado sobre ti nuestros sufrimientos y has llevado nuestros dolores: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Tú, que en tu bondad hacia todos has pasado haciendo el bien y sanando a los enfermos: Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad. Tú, que has dicho a tus apóstoles que impongan las manos sobre los enfermos: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra
Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo: Juan 9, 1-41. También se puede proclamar la versión más breve del evangelio: Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38 que transcribimos aquí abajo distribuyendo los personajes entre los distintos miembros de la familia.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan

Lector 1: Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole:

Jesús: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé»,

Lector 1: que significa «Enviado.» El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban:

Lector 2: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?» Lector 1: Unos opinaban:

Lector 2: «Es el mismo.»

Lector 1: Otros respondían

Lector 2: «No, es uno que se le parece.»

Lector 1: Él decía:

Ciego curado: «Soy realmente yo.»

Lector 1: El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió:

Ciego curado: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»

Lector 1: Algunos fariseos decían:

Lector 2: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado.»

Lector 1: Otros replicaban:

Lector 2: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?»

Lector 1: Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego:

Lector 2: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?»

Lector 1: El hombre respondió:

Ciego curado: «Es un profeta.»

Lector 1: Ellos le respondieron:

Lector 2: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?»

Lector 1: Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó:

Jesús: «¿Crees en el Hijo del hombre?»

Lector 1: Él respondió: Ciego curado: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?»

Lector 1: Jesús le dijo: Jesús: «Tú lo has visto: es el que te está hablando.»

Lector 1: Entonces él exclamó:

Ciego curado: Creo, Señor»,

Lector 1: y se postró ante él.

Lector 1: Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión

El Evangelio de este domingo es parte de las catequesis bautismales de Cuaresma (el domingo anterior Jesús nos ofrecía el “Agua Viva”). Hoy se nos presenta como la “Luz del mundo”.
Con gran maestría el evangelista Juan nos plantea una paradoja: los que aparentemente ven en realidad están ciegos y el ciego termina siendo el que “ve”.
La curación de Jesús del ciego va más allá de devolverle la visión. Lo curó dándole una luz especial: la luz de la fe.
Jesús se enfrenta al fariseísmo una vez más, aquellos atrapados en concepciones erróneas del pecado y sus consecuencias, de su manera de interpretar la Ley y los Profetas, de su ceguera que los lleva a detenerse en detalles y no ver las maravillas que Dios estaba obrando en los pequeños y débiles.
Pero en el contexto de la Cuaresma este texto tendría que servirnos para algo más que criticar a los fariseos. Hemos sido iluminados con la Luz de la fe. Podríamos reflexionar cómo está nuestra fe en estos tiempos en que la necesitamos más que nunca.
Podríamos plantearnos si nuestra fe es un mero cumplir por costumbre; algo que vivimos por tradición familiar o cultural.
O, por el contrario, plantearnos si nuestra fe:
-es un encuentro personal con Dios que venido a para hacer una alianza con cada uno de nosotros.
-es realmente una respuesta, una entrega, una adhesión al Dios de Jesucristo.
-es una opción fundamental por el Evangelio.
-es un compromiso capaz de orientar toda nuestra vida, mente, corazón y conducta al estilo de Jesús.
Si nuestra fe es así entonces será un nuevo modo de ver y entender la vida, el mundo, la humanidad, las relaciones humanas, el amor, el trabajo, el éxito y el fracaso, el sufrimiento y la muerte.
En estos tiempos tan difíciles es cuando aparecerá lo que somos o no somos; aparecerá el valor de nuestras convicciones.
Pidamos al Señor una fe grande, fuerte, valiente, para estar a la altura de lo que Dios nos pide, siendo testigos de Cristo acompañando a tantos hermanos que sufren. Que la Virgen nuestra madre nos sostenga, proteja e interceda por todos nosotros.

Confesamos nuestra fe

G: En estos momentos que vivimos frente a la pandemia, nosotros podemos sentirnos también un poco angustiados y con cierto temor. Pero Jesús se nos acerca, como hizo con aquel hombre, y «nos abre los ojos» para que la luz se encienda en nuestra vida y podamos «ver» lo que a veces se nos oculta detrás de nuestros miedos. La fe nos abre los ojos. Digámosle a Jesús como aquel hombre: «Creo, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

Lector:
En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…

Todos: «Creo, Señor»

Lector:
En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…

Todos: «Creo, Señor»

Lector:
En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…

Todos: «Creo, Señor»

Lector:
En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…

Todos: «Creo, Señor»

Lector:
En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…

Todos: «Creo, Señor»

Presentemos nuestra oración

G: El Señor Jesús nos ha revelado al Padre como amor sin medida. Por eso, elevemos a él nuestras oraciones, que escuchará con amor. Digamos: «Escúchanos, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.

Lector:
Para que la Iglesia sepa ser «luz del mundo», dando siempre testimonio de confianza en Dios y en su amor. Oremos.

Para que aquellos que gobiernan las naciones sepan discernir los mejores caminos para promover la dignidad de cada hombre, especialmente de los más pobres y necesitados, en este tiempo de crisis en el cual la tentación del descarte se hace sentir, Oremos.

Por todos aquellos que son golpeados por el virus y por cualquier enfermedad, para que encuentren consuelo en la Palabra del Evangelio y, en la cercanía cordial del personal médico, un signo del amor de Dios. Oremos.

Por nosotros, para que, aunque no podamos participar por ahora de la Eucaristía, sigamos esparciendo las semillas de la Palabra entre nosotros y entre aquellos con quienes nos comuniquemos. Oremos.

Quien lo desee, puede agregar intenciones.

Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre Nuestro…

G: Oremos.
Señor, Padre misericordioso, conduce hacia ti nuestros ojos,
ojos tantas veces agobiados, incapaces de mirar con profundidad.
Envía sobre nosotros tu Espíritu Santo
para que, iluminados por la luz de tu amor
y consolados por sabernos cuidados por ti,
contemplemos al mundo, a los enfermos
y a nosotros mismos, con tu mirada llena de ternura.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:

El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.

O bien:

Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Y todos responden:
Amén.

Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

                   Invocación del Papa Francisco a San José


Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
 especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.

Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero



Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Textos para meditar con los Padres de la Iglesia:

Domingo IV de Cuaresma (ciclo a) Catena Aurea



Domingo IV de cuaresma (ciclo a) - San Agustín



1 comentario:

  1. Felicitar a la Conferencia Episcopal Argentina por estos relatos. Es como si asistiéramos a la misa dominical. Esperamos recibirlos todos los domingos mientras dure esta pandemia. Muchas gracias.

    ResponderEliminar

Vistas de página en total

contador

Free counters!