CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA
Celebración familiar para el IV Domingo de Cuaresma
22 de Marzo de 2020
Preparar antes
de la celebración:
- Un lugar
cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño
altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una
vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia
desde la cual se proclamará el evangelio.
El Señor y la Virgen del Milagro de Salta |
Iniciamos la celebración
Ya reunida la
familia en torno a la Palabra de Dios, el adulto que guía la celebración (G)
comienza diciendo:
G: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos
invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa:
Todos nosotros queremos crecer como cristianos y
vivir el evangelio, pero no siempre nuestras palabras, sentimientos, obras y
pensamientos son buenos. Por eso, reconozcamos ahora la misericordia infinita
que en la cruz nos perdonó.
Tú, que has cargado sobre ti nuestros sufrimientos
y has llevado nuestros dolores: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Tú, que en tu bondad hacia todos has pasado
haciendo el bien y sanando a los enfermos: Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
Tú, que has dicho a tus apóstoles que impongan las manos sobre los enfermos:
Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo: Juan
9, 1-41. También se puede proclamar la versión más breve del evangelio: Juan 9,
1. 6-9. 13-17. 34-38 que transcribimos aquí abajo distribuyendo los personajes
entre los distintos miembros de la familia.
Del Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Lector 1: Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de
nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los
ojos del ciego, diciéndole:
Jesús: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé»,
Lector 1: que significa «Enviado.» El ciego fue, se
lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto
mendigar, se preguntaban:
Lector 2: «¿No es este el que se sentaba a pedir
limosna?» Lector 1: Unos opinaban:
Lector 2: «Es el mismo.»
Lector 1: Otros respondían
Lector 2: «No, es uno que se le parece.»
Lector 1: Él decía:
Ciego curado: «Soy realmente yo.»
Lector 1: El que había sido ciego fue llevado ante
los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los
fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió:
Ciego curado: «Me puso barro sobre los ojos, me
lavé y veo.»
Lector 1: Algunos fariseos decían:
Lector 2: «Ese hombre no viene de Dios, porque no
observa el sábado.»
Lector 1: Otros replicaban:
Lector 2: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes
signos?»
Lector 1: Y se produjo una división entre ellos.
Entonces dijeron nuevamente al ciego:
Lector 2: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los
ojos?»
Lector 1: El hombre respondió:
Ciego curado: «Es un profeta.»
Lector 1: Ellos le respondieron:
Lector 2: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres
darnos lecciones?»
Lector 1: Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo
habían echado y, al encontrarlo, le preguntó:
Jesús: «¿Crees en el Hijo del hombre?»
Lector 1: Él respondió: Ciego curado: «¿Quién es,
Señor, para que crea en él?»
Lector 1: Jesús le dijo: Jesús: «Tú lo has visto:
es el que te está hablando.»
Lector 1: Entonces él exclamó:
Ciego curado: Creo, Señor»,
Lector 1: y se postró ante él.
Lector 1: Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión
El Evangelio de este
domingo es parte de las catequesis bautismales de Cuaresma (el domingo anterior
Jesús nos ofrecía el “Agua Viva”). Hoy se nos presenta como la “Luz del mundo”.
Con gran maestría el
evangelista Juan nos plantea una paradoja: los que aparentemente ven en
realidad están ciegos y el ciego termina siendo el que “ve”.
La curación de Jesús
del ciego va más allá de devolverle la visión. Lo curó dándole una luz
especial: la luz de la fe.
Jesús se enfrenta al
fariseísmo una vez más, aquellos atrapados en concepciones erróneas del pecado
y sus consecuencias, de su manera de interpretar la Ley y los Profetas, de su
ceguera que los lleva a detenerse en detalles y no ver las maravillas que Dios
estaba obrando en los pequeños y débiles.
Pero en el contexto de
la Cuaresma este texto tendría que servirnos para algo más que criticar a los
fariseos. Hemos sido iluminados con la Luz de la fe. Podríamos reflexionar cómo
está nuestra fe en estos tiempos en que la necesitamos más que nunca.
Podríamos plantearnos
si nuestra fe es un mero cumplir por costumbre; algo que vivimos por tradición
familiar o cultural.
O, por el contrario,
plantearnos si nuestra fe:
-es un encuentro personal con Dios que venido
a para hacer una alianza con cada uno de nosotros.
-es realmente una respuesta, una entrega, una adhesión
al Dios de Jesucristo.
-es una opción fundamental por el Evangelio.
-es un compromiso capaz de orientar toda
nuestra vida, mente, corazón y conducta al estilo de Jesús.
Si nuestra fe es así
entonces será un nuevo modo de ver y entender la vida, el mundo, la humanidad,
las relaciones humanas, el amor, el trabajo, el éxito y el fracaso, el
sufrimiento y la muerte.
En estos tiempos tan
difíciles es cuando aparecerá lo que somos o no somos; aparecerá el valor de
nuestras convicciones.
Pidamos al Señor una
fe grande, fuerte, valiente, para estar a la altura de lo que Dios nos pide,
siendo testigos de Cristo acompañando a tantos hermanos que sufren. Que la
Virgen nuestra madre nos sostenga, proteja e interceda por todos nosotros.
Confesamos nuestra fe
G: En estos momentos
que vivimos frente a la pandemia, nosotros podemos sentirnos también un poco
angustiados y con cierto temor. Pero Jesús se nos acerca, como hizo con aquel
hombre, y «nos abre los ojos» para que la luz se encienda en nuestra vida y
podamos «ver» lo que a veces se nos oculta detrás de nuestros miedos. La fe nos
abre los ojos. Digámosle a Jesús como aquel hombre: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las
que todos responden.
Lector:
En Dios Padre, creador
del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu
Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En Jesucristo, que
padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En Jesucristo, que
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y
que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentemos nuestra
oración
G: El Señor Jesús nos ha revelado al Padre como amor sin
medida. Por eso, elevemos a él nuestras oraciones, que escuchará con amor.
Digamos: «Escúchanos, Señor»
Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para
presentar al Señor.
Lector:
Para que la Iglesia
sepa ser «luz del mundo», dando siempre testimonio de confianza en Dios y en su
amor. Oremos.
Para que aquellos que
gobiernan las naciones sepan discernir los mejores caminos para promover la
dignidad de cada hombre, especialmente de los más pobres y necesitados, en este
tiempo de crisis en el cual la tentación del descarte se hace sentir, Oremos.
Por todos aquellos que
son golpeados por el virus y por cualquier enfermedad, para que encuentren
consuelo en la Palabra del Evangelio y, en la cercanía cordial del personal
médico, un signo del amor de Dios. Oremos.
Por nosotros, para
que, aunque no podamos participar por ahora de la Eucaristía, sigamos
esparciendo las semillas de la Palabra entre nosotros y entre aquellos con
quienes nos comuniquemos. Oremos.
Quien lo desee, puede agregar intenciones.
Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra
celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los
apóstoles: Padre Nuestro…
G: Oremos.
Señor, Padre
misericordioso, conduce hacia ti nuestros ojos,
ojos tantas veces
agobiados, incapaces de mirar con profundidad.
Envía sobre nosotros
tu Espíritu Santo
para que, iluminados
por la luz de tu amor
y consolados por
sabernos cuidados por ti,
contemplemos al mundo,
a los enfermos
y a nosotros mismos,
con tu mirada llena de ternura.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Pedimos a Dios su
bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y
santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo
mal
y nos lleve a la Vida
eterna.
O bien:
Que nos bendiga y nos
custodie
el Señor omnipotente y
misericordioso,
el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.
Y todos responden:
Amén.
Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede
realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este
tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos sepan -
como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de
la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico
de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su
propia seguridad.
Bendice, San José, la
Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a
las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y el
desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre,
suplica al Señor
que libere al mundo de
cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la protección
de
San José Gabriel del
Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San
José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero,
su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su
intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la
asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra
Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual
pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
Textos para meditar con los Padres de la Iglesia:
Felicitar a la Conferencia Episcopal Argentina por estos relatos. Es como si asistiéramos a la misa dominical. Esperamos recibirlos todos los domingos mientras dure esta pandemia. Muchas gracias.
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