Lunes de la tercera semana de Cuaresma
LA PASIÓN DE CRISTO
NOS LIBRÓ DEL PODER DEL DIABLO
Cuando ya estaba próxima la Pasión, dijo el Señor: Ahora será
lanzado fuera el príncipe de este mundo. Y si yo fuere alzado de la tierra,
todo lo atraeré a mí mismo (Jn 12, 31-32). Fue alzado de la tierra por la
Pasión de la Cruz. Luego por ella fue despojado el diablo del poder que tenía
sobre los hombres.
Acerca del poder que el diablo ejercía en los hombres antes de
la Pasión de Cristo deben considerarse tres cosas:
Primero, por parte del hombre, que mereció, por su pecado, ser
entregado al poder del diablo, por cuya tentación había sido vencido. Segundo,
por parte de Dios, a quien el hombre había ofendido pecando, y el cual, por su
justicia, había abandonado al hombre al poder del diablo. En tercer lugar, por
parte del diablo, que por su depravada voluntad impedía al hombre lograr la
salvación.
Respecto a lo primero, el hombre fue librado del poder del
diablo por la Pasión de Cristo, en cuanto que ésta es causa del perdón de los
pecados. Respecto a lo segundo, la Pasión de Cristo nos libró de la potestad
del diablo, en cuanto que nos reconcilió con Dios. Y respecto a lo tercero, la
Pasión de Cristo nos libró del poder del diablo, en cuanto que la Pasión de
Cristo excedió el modo de la potencia que Dios le ha dado, trabajando para que
muriese Cristo, que no merecía la muerte, ya que no tenía pecado. Por esta
razón dice San Agustín 1: "El diablo fue vencido por la justicia de
Cristo; porque no encontrándose cosa alguna digna de muerte, sin embargo, le
mató. Por tanto es justo que quedasen libres los deudores que tenía creyendo en
aquel a quien mató sin que debiese nada."
Es cierto que también ahora el diablo tiene poder sobre los
hombres; porque, permitiéndolo Dios, puede tentarlos en lo que atañe al alma, y
atormentarlos en lo que atañe al cuerpo; y sin embargo, la Pasión de Cristo ha
preparado al hombre el remedio con el cual puede defenderse contra los ataques
del enemigo, para no caer en el abismo de la muerte eterna; y cualesquiera de
los que antes de la Pasión de Cristo resistían al diablo, podían hacerlo por la
fe en la Pasión de Cristo, aun cuando todavía ésta no se había consumado. Mas
en alguna cosa, no obstante, nadie podía escapar de las manos del diablo, esto
es, de no bajar al infierno, del cual, después de la Pasión de Cristo, pueden
defenderse los hombres, por virtud de él.
También es verdad que Dios permite al diablo engañar a los
hombres en ciertas personas, tiempos y lugares, según la razón oculta de sus
designios, como ocurrirá en tiempos del Anticristo; sin embargo, por la Pasión
de Cristo, siempre está preparado a los hombres el remedio por el que pueden
defenderse de las maldades de los demonios, aun en el tiempo del Anticristo.
Mas si algunos descuidan usar de ese remedio, en nada se menoscaba la eficacia
de la Pasión de Cristo.
(3ª, q. XLIX, a. 2)
Nota:
17 De Trinit., lib.
XIII, cap. 14.
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