Para hacer oración
familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin
prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo
seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia
en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o
blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen
María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de
ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración
para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
2. “Ven, Espíritu
Creador. Por ti conozcamos al Padre al Hijo revélanos también. Creamos en ti,
su Espíritu, por los siglos de los siglos. Gloria al Padre, y al Hijo que
resucitó, y al Espíritu consolador, por los siglos de los siglos. Amén.”
3. Señor Dios
todopoderoso, te pedimos perdón:
4. Proclamación del
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 8,1-11.
Catequesis
para mayores de 12 años
Homilía del Papa Francisco (13-03-2016) “El Evangelio [de hoy], es
tan bonito, a mí me gusta mucho leerlo y releerlo. Nos presenta el episodio de
la mujer adúltera, poniendo de relieve el tema de la misericordia de Dios, que
nunca quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. La escena
ocurre en la explanada del Templo. Jesús está enseñando a la gente, y llegan
algunos escribas y fariseos que conducen delante de Él a una mujer sorprendida
en adulterio. Esa mujer se encuentra así en el medio entre Jesús y la multitud,
entre la misericordia del Hijo de Dios y la violencia, la rabia de sus
acusadores. En realidad ellos no fueron al Maestro para pedirle su opinión —era
gente mala—, sino para tenderle una trampa. De hecho, si Jesús siguiera la
severidad de la ley, aprobando la lapidación de la mujer, perdería su fama de
mansedumbre y bondad que tanto fascina al pueblo; si en cambio quisiera ser
misericordioso, debería ir contra la ley, que Él mismo dijo que no quería
abolir sino dar cumplimiento. Y Jesús está en medio de esta situación.
Esta mala intención se esconde bajo la pregunta que le plantean a
Jesús: «¿Tú que dices?» Jesús no responde, se calla y realiza un gesto
misterioso: «inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra». Quizás
hacía dibujos, algunos dicen que escribía los pecados de los fariseos... de
cualquier manera, escribía, estaba en otro lado. De este modo invita a todos a la
calma, a no actuar inducidos por la impulsividad, y a buscar la justicia de
Dios. Pero aquellos malvados insisten y esperan de él una respuesta. Parecía
que tenían sed de sangre. Entonces Jesús levanta la mirada y les dice: «Aquel
de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» Esta
respuesta desubica los acusadores, los desarma a todos en el sentido estricto
de la palabra: todos depusieron las «armas», o sea las piedras listas para ser
arrojadas, tanto las visibles contra la mujer, como las escondidas contra
Jesús. Y mientras el Señor sigue escribiendo en la tierra, los acusadores se
van uno tras otro, con la cabeza baja, comenzando por los más ancianos que eran
más conscientes de no estar sin pecado. ¡Qué bien nos hace ser conscientes de
que también nosotros somos pecadores! Cuando hablamos mal de los otros —todas
estas cosas que nosotros conocemos bien—, ¡qué bien nos hará tener el coraje de
hacer caer en el suelo las piedras que tenemos para arrojárselas a los demás y
pensar un poco en nuestros pecados!
Se quedaron allí solos la mujer y Jesús: la miseria y la
misericordia, una frente a la otra. Y esto cuántas veces nos sucede a nosotros
cuando nos detenemos ante el confesionario, con vergüenza, para hacer ver
nuestra miseria y pedir el perdón. «Mujer, ¿dónde están?», le dice Jesús. Y
basta esta constatación, y su mirada llena de misericordia y llena de amor,
para hacer sentir a esa persona —quizás por primera vez— que tiene una
dignidad, que ella no es su pecado, que ella tiene una dignidad de persona, que
puede cambiar de vida, puede salir de sus esclavitudes y caminar por una senda
nueva.
Esa mujer nos representa a todos nosotros, que somos pecadores, es
decir adúlteros ante Dios, traidores a su fidelidad. Y su experiencia representa
la voluntad de Dios para cada uno de nosotros: no nuestra condena, sino nuestra
salvación a través de Jesús. Él es la gracia que salva del pecado y de la
muerte. Él ha escrito en la tierra, en el polvo del que está hecho cada ser
humano (Gén 2, 7), la sentencia de Dios: «No quiero que tú mueras, sino que tú
vivas». Dios no nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que
hemos cometido. Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con el
pecado que hemos cometido. Nos quiere liberar y quiere que también nosotros lo
queramos con Él. Quiere que nuestra libertad se convierta del mal al bien, y
esto es posible ¡es posible! con su gracia.
Que la Virgen María nos ayude a confiarnos completamente a la
misericordia de Dios, para convertirnos en criaturas nuevas.”
¿Qué nos suscita esta Palabra? ¿Qué podemos decir sobre cada uno de
los personajes que aparecen? Jesús, la mujer, los escribas y fariseos, los más
viejos y los más jóvenes… ¿Por qué solemos acusar rápidamente a los otros?
Oración:
“San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y
asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de
la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los
otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de
las almas. Amén.”
Catequesis
para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde
las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Elegimos la frase:
“Aquel de ustedes, que no tenga pecado, que tire la primera piedra.”
· Comentamos esta
Palabra. ¿Solemos acusar rápida y cruelmente a los demás, sin tener en cuenta
nuestras propias faltas y pecados?
Oración:
Ángel de mi guarda,
dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me
perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, José y María. Amén.
5. Cada uno de la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos
gracias por …
6. Ahora, cada uno hace una petición.
Dios misericordioso,
te pedimos por ...
7. Oramos como Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
8.Nos damos la Paz del Señor, como gesto de amor.
9. Oramos a nuestra Madre:
Dios te salve María…
10.Comunión espiritual:
Creo, Jesús mío, que
estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo
recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al
menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio)
Y ahora, como si ya te
hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás
me separe de ti.
11. Los padres se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos,
haciendo una cruz en la frente mientras le dicen algo bonito al oído. Entre los
hermanos también pueden hacerlo. Nos hacemos la Señal de la cruz. +
Posibilidades
para acompañar el día en oración familiar
Canto: María
Magdalena - Luciana Talquenca
Película: Juan XXIII
(2 partes)
Sugerencias
1. Ver la parte de
la película La pasión de Cristo, donde es perdonada María Magdalena.
2. Rezar el Ángelus,
todos los días, 3 veces, o al menos una vez, al mediodía.
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