Martes de la primera semana de Cuaresma
CÓMO SOBRELLEVÓ CRISTO TODOS LOS SUFRIMIENTOS
Los padecimientos humanos pueden considerarse de dos modos:
1º) En cuanto a la especie, y así no convino que Cristo sufriese
todo padecimiento, porque muchas especies de padecimientos son contrarias entre
sí, como cuando uno se quema por el fuego o es sumergido en el agua; ahora
hablamos de los padecimientos inferidos exteriormente, puesto que no fue
conveniente que él sufriese los padecimientos que son causados interiormente,
como son las enfermedades corporales.
2º) En cuanto al género; sufrió todo padecimiento humano, lo
cual puede considerarse de tres maneras:
1ª) Por parte de los hombres de quienes recibió padecimiento,
pues padeció algo de los gentiles, de los judíos, de los hombres y de las
mujeres, como se manifiesta por las sirvientas que acusaban a San Pedro.
Padeció también por parte de los príncipes y de sus ministros y del pueblo,
según aquello del Salmo (2, 1, 2): ¿Por qué bramaron las gentes, y los pueblos
meditaron cosas vanas? Asistieron los reyes de la tierra, y se mancomunaron los
príncipes contra el Señor, y contra su Cristo. Padeció también de parte de los
amigos y conocidos, como se manifestó cuando Judas le entregó, y Pedro le negó.
2ª) Por todo lo que el hombre puede padecer. En efecto, Cristo
sufrió por sus amigos que lo abandonaban; en su reputación, por las blasfemias
proferidas contra él; en su honra y gloria, por los escarnios y afrentas que se
le causaron; en sus cosas, porque hasta fue despojado de sus vestiduras; en su
alma, por la tristeza, tedio y temor, y en su cuerpo, por las heridas y azotes.
3ª). En sus miembros corporales. Porque Cristo sufrió en su
cabeza la corona de punzantes espinas; en su pies y manos, taladrados por los
clavos; en su rostro, las bofetadas y salivazos; y azotes en todo el cuerpo.
Padeció también con todos sus sentidos corporales: con el del
tacto, al ser flagelado y crucificado con los clavos; con el del gusto, al
beber hiel y vinagre; con el del olfato, al ser suspendido en un patíbulo
levantado en un lugar que los cadáveres hacían fétido y que se llamaba
Calvario; con el del oído, al ser atacado por las voces de blasfemos y
burladores; con el de la vista, al ver llorar a su Madre y al discípulo a quien
amaba.
Por lo que hace a la eficacia, ciertamente el más mínimo de los
padecimientos de Cristo hubiese bastado para redimir al género humano de todos
sus pecados; pero según la conveniencia, fue preciso que sufriese todo género
de padecimientos.
(3ª, q.
XLVI, a. 5)
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