martes, 10 de marzo de 2020

Novena a San José



Novena a San José

Antífona final para todos los días: Tenía el mismo Jesús al empezar su vida pública, cerca de 30 años, hijo según se pensaba, de José.
V) San José, ruega por nosotros.
R) Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Oración: Oh Dios que con inefable providencia te dignaste elegir al bienaventurado José por esposo de tu Madre santísima: te rogamos nos concedas que merezcamos tener en los cielos por intercesor, al que en la tierra veneramos por protector: Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén. (Esta oración tiene indulgencias plenarias y parciales.)


Día primero

¡Oh castísimo esposo de María! me compadezco de las terribles angustias que padeciste, cuando creíste de verte separar de tu Esposa Inmaculada; y te doy el parabién por la alegría inefable que te causó saber de boca de un ángel el misterio de la Encarnación. Por este dolor y alegría, te pido consueles nuestras almas en vida y en muerte, obteniéndonos la gracia de vivir como cristianos, y morir santamente en los brazos de Jesús y de María.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Día Segundo

¡Oh felicísimo Patriarca, que fuiste elevado a la eminente dignidad de padre putativo del Verbo Encarnado! Te compadezco por el dolor que sentiste viendo nacer al Niño en tanta pobreza y desamparo; mas gózome del gozo que tuviste al oír la suave melodía con que los ángeles celebraron el nacimiento cantando "Gloria Dios en las alturas". Por este dolor y gozo te pido, nos concedas oír, al salir de este mundo, los cánticos celestiales de los ángeles en la gloria.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.


Día tercero

¡Oh modelo perfecto de conformidad con la voluntad divina! Te compadezco por el dolor que sentiste al ver que el Niño Dios derramaba su sangre en la circuncisión; y me gozo del consuelo que experimentasteis al irle llamar Jesús. Por este dolor y gozo te pido que nos alcances que podamos vencer nuestras pasiones en esta vida, y morir invocando el dulcísimo nombre de Jesús.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.


Día cuarto

¡Oh fidelísimo santo, a quien fueron confiados los misterios de nuestra redención! Te compadezco por el dolor que te causó la profecía con que Simeón anunció lo que habían de padecer Jesús y María; y me gozo del consuelo que te dio el mismo Simeón, profetizando la multitud de almas que se habían de salvar por la Pasión del Salvador. Te suplico por este dolor y gozo nos alcances ser del número de los que se han de salvar, por los méritos de Cristo y por la intercesión de su Madre.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.


Día quinto

¡Oh custodio vigilante del Hijo de Dios humanado! Me compadezco de lo mucho que padeciste en la huida a Egipto, de las grandes fatigas de aquella larga peregrinación y lo que costó el poder atender a la subsistencia de la Sagrada Familia en el destierro; pero me gozo de tu alegría al ver caer los ídolos por el suelo cuando el Salvador entraba en Egipto. Por este dolor y gozo te pido que, huyendo de las ocasiones de pecar, veamos caer los ídolos de nuestras aficiones terrenas, y no vivamos sino para Jesús y María, hasta ofrecerles nuestro último suspiro.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.


Día sexto

¡Oh gloriosos san José, ángel de la tierra, que viste con admiración al Rey del cielo sujeto a tus disposiciones! Si tu alegría al volver de Egipto fue turbada con el temor de Arquelao, mas después que te sosegó el ángel, viviste alegre con Jesús y María en Nazareth. Por este tu dolor y gozo alcánzanos a tus devotos que, libre el corazón de temores nocivos, gocemos de la tranquilidad y conciencia, vivamos seguros con Jesús y María, y muramos teniéndolos a nuestro lado.

Padre nuestro, Ave María Gloria.


Día séptimo

¡Oh modelo de santidad, glorioso san José! Te compadezco por el dolor que sentiste al perder al Niño Dios, sin poderle hallar en tres días; y te doy el parabién por la alegría que tuviste al encontrar con Él en el templo. Por este dolor y gozo te pido nos alcances la gracia de no perder jamás a Jesús por el pecado; y si por desgracia lo llegamos a perder, sírvanos tu intercesión para recobrarle al instante por las lágrimas de la penitencia, y vivir unidos con Él hasta el último aliento de nuestra vida.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.


Día octavo

Oración a San José, compuesta y prescrita por León XIII

A vos, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de vuestra santísima Esposa, solicitamos también confiadamente, vuestro patrocinio. Para aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, os tuvo unido, y por el paterno amor con que abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesu-Cristo y con vuestro poder y auxilio socorráis nuestras necesidades. Proteged, ¡oh providentísimo custodio de la Divina Familia! la escogida descendencia de Jesu-Cristo; apartad de nosotros toda mancha de error y corrupción; asistidnos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libertasteis al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora defended la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro, y sostenidos por vuestro auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir, y alcanzad en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.


Día noveno

Oración a San José para pedir una buena muerte

Poderoso patrón del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos, agradable consuelo de los desamparados, glorioso San José, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio; mi alma quizás agonizará terriblemente acongojada con la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad será sumamente duro; el demonio, mi enemigo, intentará combatirme terriblemente con todo el poder del infierno, a fin de que pierda a Dios eternamente; mis fuerzas en lo natural han de ser nulas: yo no tendré en lo humano quien me ayude; desde ahora, para entonces, te invoco, padre mío; a tu patrocinio me acojo; asísteme en aquel trance para que no falte en la Fe, en la Esperanza y en la Caridad. Cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron a los demonios para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores y por los que en la vida te hicieron, te pido ahuyentes a estos enemigos, para que yo acabe la vida en paz, amando a Jesús, a María y a ti San José. Amén.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, recibid, cuando muera, el alma mía.


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