Novena a San José
Antífona final para todos
los días: Tenía el mismo Jesús al empezar su vida pública, cerca de 30 años,
hijo según se pensaba, de José.
V) San José, ruega por
nosotros.
R) Para que seamos dignos
de las promesas de Cristo.
Oración: Oh Dios que
con inefable providencia te dignaste elegir al bienaventurado José por esposo
de tu Madre santísima: te rogamos nos concedas que merezcamos tener en los
cielos por intercesor, al que en la tierra veneramos por protector: Tú que
vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén. (Esta oración tiene
indulgencias plenarias y parciales.)
Día primero
¡Oh castísimo esposo de María! me compadezco de las
terribles angustias que padeciste, cuando creíste de verte separar de tu Esposa
Inmaculada; y te doy el parabién por la alegría inefable que te causó saber de
boca de un ángel el misterio de la Encarnación. Por este dolor y alegría, te
pido consueles nuestras almas en vida y en muerte, obteniéndonos la gracia de
vivir como cristianos, y morir santamente en los brazos de Jesús y de María.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
¡Oh felicísimo Patriarca, que fuiste elevado a la eminente
dignidad de padre putativo del Verbo Encarnado! Te compadezco por el dolor que
sentiste viendo nacer al Niño en tanta pobreza y desamparo; mas gózome del gozo
que tuviste al oír la suave melodía con que los ángeles celebraron el
nacimiento cantando "Gloria Dios en las alturas". Por este dolor y
gozo te pido, nos concedas oír, al salir de este mundo, los cánticos
celestiales de los ángeles en la gloria.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Día tercero
¡Oh modelo perfecto de conformidad con la voluntad divina!
Te compadezco por el dolor que sentiste al ver que el Niño Dios derramaba su
sangre en la circuncisión; y me gozo del consuelo que experimentasteis al irle
llamar Jesús. Por este dolor y gozo te pido que nos alcances que podamos vencer
nuestras pasiones en esta vida, y morir invocando el dulcísimo nombre de Jesús.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Día cuarto
¡Oh fidelísimo santo, a quien fueron confiados los
misterios de nuestra redención! Te compadezco por el dolor que te causó la
profecía con que Simeón anunció lo que habían de padecer Jesús y María; y me
gozo del consuelo que te dio el mismo Simeón, profetizando la multitud de almas
que se habían de salvar por la Pasión del Salvador. Te suplico por este dolor y
gozo nos alcances ser del número de los que se han de salvar, por los méritos
de Cristo y por la intercesión de su Madre.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Día quinto
¡Oh custodio vigilante del Hijo de Dios humanado! Me
compadezco de lo mucho que padeciste en la huida a Egipto, de las grandes
fatigas de aquella larga peregrinación y lo que costó el poder atender a la
subsistencia de la Sagrada Familia en el destierro; pero me gozo de tu alegría
al ver caer los ídolos por el suelo cuando el Salvador entraba en Egipto. Por
este dolor y gozo te pido que, huyendo de las ocasiones de pecar, veamos caer
los ídolos de nuestras aficiones terrenas, y no vivamos sino para Jesús y
María, hasta ofrecerles nuestro último suspiro.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Día sexto
¡Oh gloriosos san José, ángel de la tierra, que viste con
admiración al Rey del cielo sujeto a tus disposiciones! Si tu alegría al volver
de Egipto fue turbada con el temor de Arquelao, mas después que te sosegó el
ángel, viviste alegre con Jesús y María en Nazareth. Por este tu dolor y gozo
alcánzanos a tus devotos que, libre el corazón de temores nocivos, gocemos de
la tranquilidad y conciencia, vivamos seguros con Jesús y María, y muramos
teniéndolos a nuestro lado.
Padre nuestro, Ave María Gloria.
Día séptimo
¡Oh modelo de santidad, glorioso san José! Te compadezco
por el dolor que sentiste al perder al Niño Dios, sin poderle hallar en tres
días; y te doy el parabién por la alegría que tuviste al encontrar con Él en el
templo. Por este dolor y gozo te pido nos alcances la gracia de no perder jamás
a Jesús por el pecado; y si por desgracia lo llegamos a perder, sírvanos tu
intercesión para recobrarle al instante por las lágrimas de la penitencia, y
vivir unidos con Él hasta el último aliento de nuestra vida.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Día octavo
Oración a
San José, compuesta y prescrita por León XIII
A vos, bienaventurado san José, acudimos en nuestra
tribulación, y después de implorar el auxilio de vuestra santísima Esposa,
solicitamos también confiadamente, vuestro patrocinio. Para aquella caridad que
con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, os tuvo unido, y por el paterno
amor con que abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis
benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesu-Cristo y con
vuestro poder y auxilio socorráis nuestras necesidades. Proteged, ¡oh
providentísimo custodio de la Divina Familia! la escogida descendencia de
Jesu-Cristo; apartad de nosotros toda mancha de error y corrupción; asistidnos
propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el
poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libertasteis al Niño Jesús del
inminente peligro de la vida, así ahora defended la Iglesia santa de Dios de
las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros
protegednos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro, y sostenidos
por vuestro auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir, y alcanzad
en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.
Día noveno
Oración a
San José para pedir una buena muerte
Poderoso patrón del linaje humano, amparo de pecadores,
seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos, agradable
consuelo de los desamparados, glorioso San José, el último instante de mi vida
ha de llegar sin remedio; mi alma quizás agonizará terriblemente acongojada con
la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la
eternidad será sumamente duro; el demonio, mi enemigo, intentará combatirme
terriblemente con todo el poder del infierno, a fin de que pierda a Dios
eternamente; mis fuerzas en lo natural han de ser nulas: yo no tendré en lo
humano quien me ayude; desde ahora, para entonces, te invoco, padre mío; a tu
patrocinio me acojo; asísteme en aquel trance para que no falte en la Fe, en la
Esperanza y en la Caridad. Cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi
Señora, ahuyentaron a los demonios para que no se atreviesen a combatir tu
espíritu. Por estos favores y por los que en la vida te hicieron, te pido
ahuyentes a estos enemigos, para que yo acabe la vida en paz, amando a Jesús, a
María y a ti San José. Amén.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, recibid, cuando muera, el alma mía.
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