Viernes de la quinta semana de Cuaresma
COMPASIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
Una espada traspasará tu alma de ti misma (Lc 2, 35).
En estas palabras se advierte la gran compasión de la
bienaventurada Virgen hacia Cristo. Conviene saber que cuatro cosas hicieron
sobremanera amarga la Pasión de Cristo a la bienaventurada Virgen.
Primero, la bondad del Hijo, que no hizo pecado, ni fue hallado
engaño en su boca (1 Ped 2, 22); segundo, la crueldad de los que le
crucificaron, pues ni siquiera quisieron dar agua al moribundo, ni permitieron
que la madre se la diera, aun cuando ella diligentemente se la hubiese dado;
tercero, la ignominia del suplicio: Condenémosle a la muerte más infame (Sab 2,
20); cuarto, la crueldad del tormento: Oh vosotros, todos los que pasáis por el
camino, atended, y mirad, si hay dolor como mi dolor (Lam 1, 12)
(Serm).
Orígenes (1) y algunos otros doctores entienden aquellas
palabras de Simeón: Una espada traspasará tu alma de ti misma (Lc 2, 35), del
dolor que padeció la Bienaventurada Virgen en la Pasión de Cristo. Pero San
Ambrosio dice que la espada significa la prudencia de María que no ignoraba el
misterio celestial; porque la palabra de Dios es viva y fuerte y más aguda que
la espada más afilada.
Pero otros entienden por espada la duda, pues dice San Agustín
que "la Bienaventurada Virgen dudó con cierto estupor de la muerte del
señor" (2); pero esa duda no debe entenderse, sin embargo, como duda de
infidelidad, sino de admiración y discusión; porque dice San Basilio (3) que al
asistir la Bienaventurada Virgen a la crucifixión y observarlo todo, después
del testimonio de Gabriel, después del conocimiento inefable de la divina
concepción, después de haber sido testigo de tantos milagros, vacilaba su
espíritu, al verle, por un lado, sufrir tormentos ignominiosos, y por otro, al
considerar sus maravillas.
(3ª., q. XXVII, a. 4, ad 2um)
...Aun cuando la Santísima Virgen conoció por la fe que Dios
quería que Cristo padeciese, y conformó su voluntad al querer divino, como
hacen los perfectos, la Bienaventurada estaba triste por la muerte de Cristo,
por cuanto la voluntad inferior repugnaba esa cosa particularmente querida, y
esto no es contrario a la perfección.
(I Dist. 48, q. única, a. III).
Notas:
1 Hom. XVII in Luc.
2 Erróneamente se
atribuye a San Agustín. Se trata de otro autor en Quaest. veteris et novi
Testamenti, q. 73.
3 Epist. ad Optimum,
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