lunes, 13 de abril de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 2


Lunes Santo

NECESIDAD DE LA PERFECTA PURIFICACIÓN


I. Si no te lavare, no tendrás parte conmigo (Jn 13, 8).

Nadie puede llegar a participar de la herencia eterna y ser coheredero de Cristo, si no está purificado espiritualmente, pues se dice en la Escritura: No entrará ninguna cosa contaminada (Ap 21, 27). Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? (Sal 14, 1). El inocente de manos y de corazón limpio (Sal 23, 4) Como si dijese: Si no te lavare, no estarás limpio, y si no estás limpio, no tendrás parte conmigo.

II. Simón Pedro le dice: Señor, no solamente mis pies, mas las manos también y la cabeza (Jn 13, 9) Aterrado Pedro se ofrece todo él a ser lavado, turbado por el amor y el temor. Pues, como se lee en el Itinerario de Clemente, de tal modo estaba unido a la presencia corporal de Cristo, a la que fervorosísimamente había amado, que cuando se acordaba, después de la Ascensión de Cristo, de su presencia dulcísima y trato santísimo, se deshacía todo él en lágrimas hasta el punto que sus mejillas parecían abrasadas.


Es menester saber que en el hombre existen tres (miembros principales que deben ser purificados): la cabeza, que es la parte superior; los pies, que constituyen la ínfima, y las manos, que ocupan un lugar intermedio. Del mismo modo en el hombre interior, es decir, en el alma, está la cabeza, que es la razón superior, con la que el alma se adhiere a Dios; las manos, esto es, la razón interior, que se ocupa de las obras activas, y los pies, que son la sensualidad. El Señor sabía que sus discípulos estaban purificados en cuanto a la cabeza, porque estaban unidos a Dios por la fe y la caridad; y en cuanto a las manos, porque sus acciones eran santas; pero en cuanto a los pies, tenían por la sensualidad algunos afectos terrenos.

Mas temiendo Pedro la amenaza de Cristo, no sólo consiente en la ablución de los pies, sino también en la de las manos y la cabeza, diciendo: Señor, no, solamente mis pies, mas las manos también y la cabeza. Corno si dijese: Ignoro si necesito la ablución de las manos y de la cabeza; Porque de nada me arguye la conciencia, mas no por eso soy justificado (1 Cor 4, 4) Por consiguiente estoy preparado a la ablución no solamente de los pies, esto es, de los afectos inferiores, sino de las manos también, esto es, de las acciones, y de la cabeza, a saber, de la razón superior.

III. Jesús le dice: El que está lavado, no necesita sino lavar los pies. Y vosotros limpios estáis (Jn 13, 10). Dice Orígenes que estaban limpios, pero que todavía necesitaban mayor limpieza; porque la razón debe siempre emular carismas mejores, debe siempre subir a elevadas virtudes, brillar por el candor de la justicia. El que es santo, sea aún santificado (Ap 22, 11).
(In Joan., XIII)


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