Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1.+ Señal de la cruz.
2.Oremos: Dios y Padre nuestro, luz verdadera y
esperanza del alma, concede que nuestros corazones eleven a ti una oración
digna y te alaben siempre al proclamar tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios,
por los siglos de los siglos.
3.En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Tu que resucitaste
lleno de gloria: Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
· Tu que nos haces
pasar de la muerte a la Vida: Cristo ten piedad.
Cristo ten piedad.
· Tú que nos llamas a
vivir como resucitados: Señor ten piedad.
Señor, ten piedad.
4. Proclamamos Hechos de los Apóstoles 5,34-42 y el
evangelio de según San Juan 6,1-15.
Catequesis para mayores de 12 años
Gamaliel, era un
maestro fariseo, es decir, del grupo que creían en la resurrección en el último
día (distinto a los saduceos que no tenían esa fe). Con inteligencia y valentía
se enfrenta a los judíos del Sanedrín para advertirles que, si la obra de los
Apóstoles venía de Dios, podrían estar haciéndole la guerra a Dios. El
Sanedrín, aceptó el consejo y, después de azotar nuevamente a los Apóstoles,
los dejaron libres. Ellos se sintieron alegres por los crueles latigazos en
Nombre de Cristo y siguieron predicando la Buena Noticia.
Continuamos leyendo el
evangelio de San Juan, propio del tiempo pascual. Entramos en el capítulo 6,
muy conocido por el discurso del pan de vida. Es el relato más profundo sobre
el misterio eucarístico.
La semana de la Octava
de Pascua, se nos presentaron las apariciones del Cristo resucitado. En la
segunda semana de Pascua, hemos escuchado la Palabra que nos llama a participar
de esa resurrección renaciendo “de lo alto”. Desde hoy se nos habla de la
eucaristía como germen de la vida resucitada, comenzando con el milagro de la
multiplicación de los panes.
Al Señor lo sigue una
gran multitud por los signos de curación que hacía. La gente estaba cansada y
hambrienta. El Señor descubrió la necesidad de ellos. No se lo habían dicho, Él
mismo veía esa debilidad y quiere curar la fragilidad humana.
El Señor pone a prueba
a Felipe y lo hace enfrentarse a la realidad, aunque Él sabe qué es lo que va a
hacer. Jesús busca sacar lo mejor de Felipe y la respuesta del discípulo fue
según la lógica humana; el precio que costaría comprar comida. Pero la solución
humana no basta para saciar la necesidad de la gente.
Otro discípulo,
Andrés, buscó otra solución, y presentó a un niño, con cinco panes y dos
pescados. Ese alimento era insuficiente para tanta gente, pero ahí estaba la
salvación para el pueblo. De las manos generosas de un niño llegaría el
alimento para todas esas familias. ¿Cuántas veces es por medio de un niño que
llega la palabra de vida o la misma fe a los padres? ¿Cuántas veces los adultos
tienen hambre de Dios y buscaban sin encontrar un sentido a sus vidas?
Antes de realizar el
signo milagroso, Jesús hace sentar en el pasto a esas 5000 familias. Se
sentaron con actitud de escucha, de quienes serán amados y servidos. Un gesto
parecido al lavatorio de los pies, donde el Señor se hace servidor de los suyos
antes de darse como alimento. ¿Podremos sentarnos pacientemente para escuchar
al Señor? ¿Dejamos que Cristo nos alimente con su Palabra y con su Comunión?
Jesús tomó los panes,
dio gracias y lo repartió. Es el gesto que repetimos cuando bendecimos antes de
comer dado que la bendición es a Dios. Al Señor bendecimos por ser providente y
alimentarnos cada día, a Él damos gracias por el pan que tenemos en las manos.
No bendecimos los alimentos que Dios nos entrega, bendecimos a Dios por el
alimento que nos da su providencia. ¡Es al mismo Dios a quien bendecimos y le
damos gracias por su providencia! Como lo hizo Jesús.
Una vez que multiplicó
los panes y todos comieron hasta saciarse, mandó que recogieran todos los
pedazos que sobraron para que no se pierda nada y se llenaron doce canastos.
Una escena llena de sentido. Ser agradecidos por lo que tenemos sin
desperdiciar nada, porque para alguien puede servir. El Señor nos enseña a
recibir los justo y necesario; servir, cuidad y guardar. Cuántas veces hemos
desperdiciado alimentos, tiempo, dinero, recursos, afectos… que otros pueden
necesitar. Podríamos juntar muchas canastas con lo que sobra para poder
repartir entre los que necesitan de los bienes que tengo. Se trata de hacer un
acto de misericordia.
Finalmente, el pueblo
busca hacerlo rey porque veía a quien había venido al mundo para solucionarle
sus problemas. Pero el Señor no vino a eso, sino que nos trajo el perdón y el
alimento, la fuente de la vida que es el mismo Cristo resucitado.
Celebramos la memoria
de San Fidel de Sigmaringen, presbítero y mártir. Siendo abogado, decidió
entrar en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, llevando una vida
observante de vigilias y oraciones. Asiduo en la predicación de la Palabra de
Dios, fue enviado a la región de Recia para consolidar la verdadera doctrina
entre los calvinistas de Suiza. Fue martirizado por los herejes a causa de la
fe católica en 1622.
El papa Benedicto XIV escribió
sobre San Fidel: «Desplegando la plenitud de su caridad al socorro material de
sus prójimos, acogía paternalmente a todos los pobres y los sustentaba haciendo
colectas en favor de ellos por todas partes. Remediaba la indigencia de los
huérfanos y las viudas con las limosnas de los ricos; socorría a los presos con
toda clase de ayudas materiales y espirituales, visitaba a los enfermos y los
reconciliaba con Dios, preparándoles para el último combate. Su actividad más
meritoria fue la que desplegó con ocasión de la peste que se declaró en el
ejército austríaco, exponiéndose constantemente a las enfermedades y a la
muerte.»
Junto con esta
caridad, Fidel -hombre fiel por su nombre y por su vida- predicaba: «¡Oh fe
católica, qué estable y firme eres, qué bien arraigada, qué bien cimentada
estás sobre la roca inconmovible!»
Oración: “San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y
asechanzas del 6 demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de
la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los
otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de
las almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde las
ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados,
pero ¿qué es esto para tanta gente?”
· En silencio meditamos
con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me
desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que
alcance los brazos de Jesús, María y José. Amén.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por …
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ...
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en la cocina o con la
limpieza, estudiar, no molestar, rezar alguna oración, llamara a alguien para
saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, servir a un hermano o cónyuge, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo
Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que
ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi
corazón. (breve silencio)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Sagrada
Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
12. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente
mientras le dicen algo bonito al oído. Nos hacemos la Señal de la cruz
diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida
eterna. Amen.
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