jueves, 30 de abril de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 19


Jueves de la tercera semana de Pascua

REGENERACIÓN ESPIRITUAL POR MEDIO DEL BAUTISMO


1º) El bautismo quita todo pecado.

Como dice el Apóstol: Todos los que hemos sido bautizados en Jesucristo, hemos sido bautizados en su muerte (Rom 6, 3); y después concluye: Y así también vosotros consideraos que estáis de cierto muertos al pecado, pero vivos para Dios en nuestro Señor Jesucristo (Ibíd., 11). De lo cual se deduce que por el bautismo muere el hombre para el antiguo pecado y comienza a vivir a la novedad de la gracia. Mas como todo pecado pertenece a la primitiva vejez, síguese que todo pecado queda borrado por el bautismo.

2º) El bautismo libra de todo reato del pecado. Porque por el bautismo el hombre es incorporado a la Pasión y Muerte. de Cristo, según .aquello: Si somos muertos con Cristo, creemos que juntamente viviremos también con Cristo (Rom 6, 8). De donde resulta que a todo bautizado se le comunica para su remedio la Pasión de Cristo, como si él mismo hubiese padecido y muerto. Pero la Pasión de Cristo es suficiente satisfacción por todos los pecados de todos los hombres, y por eso el que es bautizado se libra del reato de toda la pena debida por los pecados, como si él mismo hubiese satisfecho suficientemente por todos sus pecados.


3º) El bautismo confiere la gracia y las virtudes. El Apóstol dice: Nos hizo salvos por el bautismo de regeneración, esto es, por el bautismo, y renovación del Espíritu Santo, el cual difundió sobre nosotros abundantemente, es decir, para perdón de los pecados y abundancia de las virtudes (Tit 3, 5-6). Así, pues, en el bautismo se dan la gracia del Espíritu Santo y abundancia de las virtudes. Por otra parte, el bautismo tiene poder para que los bautizados se incorporen a Cristo como miembros suyos. De la cabeza, Cristo, deriva la plenitud de la gracia y de la virtud a todos los miembros, según aquello de San Juan: De su plenitud recibirnos nosotros todos (1, 16).

4º) El bautismo confiere la fecundidad de las buenas obras.

En efecto, por el bautismo somos regenerados a la vida espiritual que se obtiene por la fe de Cristo: Mas la vida sólo pertenece a los miembros unidos a la cabeza, de la cual reciben la sensibilidad y el movimiento. Por  consiguiente es necesario que por el bautismo uno se incorpore a Cristo como uno de sus miembros. Y así, como de la cabeza natural deriva a los miembros el sentimiento y el movimiento, del mismo modo, de la cabeza espiritual, que es Cristo, deriva a sus miembros el sentido espiritual, que consiste en el conocimiento de la verdad, y el movimiento espiritual, que viene del influjo de la gracia. Por lo cual dice San Juan: Vimos la gloria de él (del Verbo), gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad... Y de su plenitud recibimos nosotros todos (Jn 1, 14, 16). Síguese, pues, que los bautizados son iluminados por Cristo, por el conocimiento de la verdad, y fecundados por él con la fecundidad de las buenas obras por infusión de la gracia.
(3ª part., q. LXIX)

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