Viernes de la segunda semana de Pascua
DESEO DEL AGUA VIVA
Si supieses el don de
Dios y quién es el que te dice: Dame de beber; tú tal vez le pedirías a él, y
te daría agua viva (Jn 4, 10).
I. En los adultos se
llega a poseer el agua viva, esto es, la gracia, por el deseo, es decir,
pidiéndola: Oyó el Señor el deseo de los pobres (Sal 9, 17), pues la gracia no
se da sin una petición y un deseo. Por eso decimos que en la justificación del
impío se requiere el libre albedrío para detestar los pecados y desear la
gracia, según aquello de San Mateo: Pedid, y se os dará (7, 7). Para tanto se
requiere el deseo que aun el mismo Hijo es invitado a pedir: Pídeme, y le daré
(Sal 2, 8). Por lo cual, el que resiste a la gracia, no la recibe, si primero
no la desea, como sucedió con San Pablo, que antes de recibir la gracia, fue
reducido a desearla, diciendo: Señor ¿qué quieres que yo haga? (Hech 9, 6). Por
eso claramente se dice: Tú tal vez le pedirías a él. Tal vez, a causa del libre
albedrío, por el cual el hombre unas veces pide y desea la gracia, y otras no.
II. Dos cosas mueven
el deseo del hombre a pedir la gracia, a saber: el conocimiento del bien deseable,
y el conocimiento del que la da, y por eso propone conocer dos cosas:
1º) El mismo don. Por
lo cual dice: Si supieses el don de Dios, el cual es todo el bien deseable, y
procede del Espíritu Santo. Llegué a entender que de otra manera no podría ser
continente, si Dios no me lo daba (Sab 8, 21). Esto es el don de Dios.
2º) El dador. Por eso
dice: Y quién es el que te dice, etc., esto es: si conocieses al que puede dar,
que soy yo. Cuando viniere el Consolador, que yo os enviaré del Padre... él
dará testimonio de mí (Jn 15, 26). Y el Apóstol dice: Dio dones a los hombres
(Ef 4, 8).
(In Joan., IV)
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