Miércoles de la segunda semana de Pascua
LA GRACIA O PRINCIPIO DE LA NUEVA VIDA
I. Porque el fin
último de la criatura racional (que es el mismo Dios visto en su esencia)
sobrepasa la capacidad de su naturaleza, y los medios deben ser proporcionados
al fin, según el orden recto de la providencia, síguese que los auxilios
también deben ser conferidos por Dios a la criatura racional, no sólo aquellos
que son proporcionados a la naturaleza, sino también los que sobrepasan la
capacidad de la naturaleza. De donde proviene que, además de la facultad
natural de la razón, se impone divinamente al hombre la luz de la gracia por la
cual el hombre es perfeccionado interiormente para la virtud, y esto en cuanto
al conocimiento, puesto que al ser elevado el espíritu del hombre por esta luz,
puede conocer lo que excede a la razón; y también en cuanto a la capacidad de
obrar y de amar, puesto que por esta luz el corazón del hombre se eleva sobre
todo lo creado hasta amar a Dios y esperar en él, y ejecutar todo lo que
requiere este amor.
II. Estos dones o
auxilios dados al hombre, sobrenaturalmente, se llaman gratuitos por dos
razones:
1º) Porque Dios los da
gratuitamente. En efecto, nada hay en el hombre que pueda exigir en justicia la
donación de tales auxilios, puesto que sobrepasan la capacidad de la naturaleza
humana.
2º) Porque el hombre
se hace grato a Dio de un modo especial, por estos dones. Así, como el amor de
Dios es causa de la bondad que hay en las cosas —y no que él haya sido
provocado por una bondad preexistente en ellas, como lo es nuestro amor—, es
necesario que, con respecto a aquellos a quienes da algunos efectos especiales
de bondad, se considere una razón especial de amor divino. Por eso se dice que
Dios ama principal y absolutamente a aquéllos sobre quienes derrama tales
afectos de bondad, por los cuales llegan al fin último, que es él mismo, fuente
de toda bondad.
(Ad Regin).
III. Sólo Dios da la gracia.
El Señor dará la gracia y la gloria (Sal 83, 12). Porque el don de la gracia
excede toda capacidad de la naturaleza creada, ya que la gracia no es otra cosa
que una participación de la naturaleza divina. De ahí que sea imposible que una
criatura cause la gracia. Por lo tanto, necesariamente sólo Dios deifica,
comunicando el consorcio de la naturaleza divina por una cierta participación
de semejanza, del mismo modo que es imposible que otra cosa queme, a no ser el
fuego.
La humanidad de Cristo
es una especie de órgano de su Divinidad. Ahora bien, un instrumento no produce
la acción del agente principal por propia virtud, sino por virtud del agente
principal. Por consiguiente, la humanidad de Cristo no causa la gracia por su
propia virtud, sino por virtud de la Divinidad unida a ella, y por la cual las
acciones de la humanidad de Cristo son saludables. Igualmente en los
Sacramentos de la nueva ley, la gracia es causada instrumentalmente, por los
mismos sacramentos, pero principalmente por la virtud del Espíritu Santo que
obra en los sacramentos.
(1ª 2ae., q. CXII, a.
1º)
No hay comentarios:
Publicar un comentario