miércoles, 29 de abril de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 18


Miércoles de la tercera semana de Pascua

EL HOMBRE ESPIRITUAL


El espiritual juzga todas las cosas; y él no es juzgado de nadie (1 Cor 2, 15).

I. Veamos quién es el hombre espiritual. Mas advirtamos antes que acostumbramos llamar espíritus a las substancias incorpóreas; y porque hay una parte del alma que no es el principio de existencia de algún órgano corporal, es decir, la parte intelectiva que comprende la inteligencia y la voluntad, esta parte del alma es llamada espíritu de hombre, el cual, sin embargo, es iluminado por el Espíritu de Dios, en cuanto al entendimiento, e inflamada en la parte afectiva y la voluntad.

Hombre espiritual se dirá, pues, en dos sentidos:

1º) Por la inteligencia, iluminada por el Espíritu de Dios; y en este sentido dice la Glosa que el hombre espiritual es el que, sujeto al espíritu de Dios, conoce ciertísima y fielmente las cosas espirituales.


2º) Por la voluntad, inflamada por el Espíritu. de Dios; y en este sentido dice la Glosa que la vida espiritual es la que, teniendo por dirigente, al Espíritu de Dios, rige al alma, esto es, a las fuerzas animales. Vosotros que sois espirituales, amonestadle con espíritu de mansedumbre (Gal 6, 1).

II. Consideremos por qué el hombre espiritual juzga todas las cosas, y él no es juzgado por nadie. Debe advertirse aquí que quien rectamente se conduce en todas las cosas, tiene juicio recto acerca de cada una de ellas. En cambio, el que tiene en sí deficiencia de rectitud, también es defectuoso al juzgar. Pues el que está despierto juzga rectamente que él vela y que otro duerme. Mas el que duerme no posee un juicio verdadero sobre sí mismo, ni sobre el que vela, y las cosas no son tales como las ve el que duerme, sino como las ve el que está despierto.

Sucede lo mismo con el que está sano y el que está enfermo, para juzgar de los sabores, con el que es débil y el que es fuerte, para juzgar de los pesos, con el virtuoso y el vicioso, para juzgar de los actos humanos. Por eso dice el filósofo Aristóteles que el virtuoso es regla y medida de todas las cosas humanas, porque en las cosas humanas las acciones particulares son tales como las juzga el virtuoso.

Según esto dice aquí el Apóstol que el espiritual juzga todas las cosas, porque el hombre que tiene el entendimiento ilustrado y el corazón ordenado por el Espíritu Santo, posee un criterio recto acerca de cada una de las cosas que pertenecen a la salvación. En cambio, el que no es espiritual tiene obscurecido el entendimiento y desordenado el afecto acerca de los bienes espirituales, y, por consiguiente, el hombre espiritual no puede ser juzgado por el hombre que no es espiritual, del mismo modo que el que está despierto no puede serlo por el que duerme.

Mas el hombre animal no percibe aquellas cosas que son del Espíritu de Dios (1 Cor 2, 14). El Espíritu Santo inflama el corazón para que ame los bienes espirituales, despreciando los bienes sensibles; mas el que es de vida animal no puede apreciar los bienes espirituales, pues como es cada uno, tal le parece el fin.
(In I Cor., II)

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