domingo, 26 de abril de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - III Domingo de Pascua - Conferencia Episcopal Argentina


La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia, el segundo domingo de Pascua o de la divina misericordia.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.

Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio


Iniciamos la celebración

RESUCITÓ

Resucitó, resucitó,
Resucitó, ¡Aleluya!
Aleluya, aleluya,
Aleluya, ¡Resucitó!

1. La muerte, dónde está la muerte, dónde está mi muerte, dónde su victoria.

2. Gracias, sean dadas al Padre, que nos pasó a Su Reino, donde se vive de Amor.

3. Alegría, alegría, hermanos, que si hoy nos queremos, es que Resucitó.

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:
G: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Familia, bendigamos al Señor resucitado, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.

Todos responden: Bendito sea Dios, por los siglos.

Y continúa: En este tercer domingo de Pascua Jesús Resucitado se sigue haciendo presente en medio de nosotros trayéndonos su paz. Con confianza en su misericordia pidamos perdón por nuestros pecados:

Tú, que resucitaste lleno de gloria: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Tú, que nos haces pasar de la muerte a la Vida: Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.

Tú, que nos llamas a vivir como resucitados: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo: Lucas 24, 13-35. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo distribuyendo los personajes entre los distintos miembros de la familia.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 13-35

Relator: El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo:

Jesús: «¿Qué comentaban por el camino?»

Discípulos: Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió:

Discípulos: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»

Jesús: «¿Qué cosa?»

Discípulos: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron».

Jesús: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?»

Relator: Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron:

Discípulos: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba».

Relator: Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista. Y se decían:

Discípulos: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

Relator: En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron:

Apóstoles: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»

Relator: Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

El mismo día de la Resurrección, por la tarde, Jesucristo se aparece a dos discípulos que regresan a su pueblo, Emaús.

Estos dos seguidores no son apóstoles pero conocen a Jesús, lo han escuchado predicar, seguramente lo vieron hacer milagros. Sin embargo están tristes, desilusionados. Cobardes y derrotados se escaparon de Jerusalén después del arresto y la crucifixión de Jesús. Incapaces de aceptar el testimonio de las mujeres que afirmaban que lo habían visto resucitado, se vuelven a su pueblo porque sus planes mesiánicos se habían muerto con Jesús.

Y en ese camino de regreso, mientras pensaban cómo se iban a justificar ante su gente del estrepitoso fracaso, se les aparece el Señor. ¡Y no lo pudieron reconocer!

Es que cuando triunfa la desesperanza nos encerramos en nosotros mismos y no registramos a los demás. Nos enceguece la angustia y no podemos ver lo bueno que tenemos delante. Pero Jesús quiere hacerlos sus testigos y se les manifiesta por medio de la Palabra de Dios y la Fracción del Pan. ¡Entonces lo reconocieron!

En este tiempo lleno de dificultades y limitaciones en que no podemos participar físicamente de la Misa, mientras esperamos el feliz reencuentro con Jesús Sacramentado, no nos desanimemos, levantemos el corazón a través de la lectura y oración con la Palabra de Dios, con la comunión espiritual y por todos los medios a nuestro alcance para cuidar nuestra unión con Jesús que es lo que nos da fortaleza y esperanza en toda adversidad.

Los discípulos de Emaús experimentaron la alegría de la presencia de Jesucristo y olvidándose de su cansancio volvieron rápidamente a Jerusalén sin temores y llenos de entusiasmo para compartir su testimonio.

Nosotros también en este día reafirmemos nuestra fe en Jesús Resucitado y miremos a nuestro alrededor todas las manifestaciones que tenemos del amor del Señor. Él es el que nos hace conocer el camino hacia la Vida.


QUEDATE CON NOSOTROS
Quedate con nosotros, Señor de la esperanza,
el pueblo que tu amas hoy lucha por vivir,
y aunque a veces dudamos
de tu presencia en casa,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Y porque ya anochece, quedate con nosotros,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Quedate con nosotros, Señor de la pobreza,
los pobres y los niños te quieren descubrir,
porque a veces no saben
que son tus preferidos,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Quedate con nosotros, Señor de la justicia,
los hombres no aprendemos a dar sin recibir,
vivimos muchas veces
una justicia falsa,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Quedate con nosotros, Señor de la promesa,
tu mismo aseguraste amarmos hasta el fin,
por eso humildemente
volvemos a pedirte,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Confesamos nuestra fe
G: Como los discípulos de Emaús, nos llenamos de alegría cuando descubrimos que Jesús camina a nuestro lado y se queda para siempre con nosotros. Y como ellos, queremos salir a proclamar esta buena noticia a todos y a compartirles nuestra fe.
Por eso ahora vamos a realizar con esa misma alegría nuestra profesión de fe diciendo: «Creo, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»

Presentemos nuestra oración
G: Dios, como un padre bueno escucha siempre nuestros pedidos. Con confianza de hijos le presentamos nuestras intenciones diciendo: «Te rogamos, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.

Lector: Por nuestros pastores, para que el Señor les aumente la fe y la creatividad en estos tiempos inéditos, y puedan ser fieles a la misión que el Maestro les confió. Oremos.

Por los hombres y mujeres que trabajan en la política y la economía para que el Señor ilumine sus corazones en las difíciles decisiones que tienen que tomar en este tiempo de pandemia. Oremos.

Por todos los trabajadores que esta semana celebran su día, para que no pierdan la esperanza en medio de las dificultades que se presentan en estos tiempos. Oremos.

Por todos los cristianos y cristianas para que podamos unirnos en “la fracción del pan”, y reconocer al Señor Resucitado en todos los que esperan un gesto o una palabra solidaria. Oremos.

Quien lo desee, puede agregar intenciones.

Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

G: Oremos. Dios nuestro, que en este día que hacemos memoria de la Pascua nos reúnes como Iglesia doméstica, regálanos tu Espíritu para que siempre podamos reconocer a tu Hijo resucitado que está en medio nuestro, y que como hizo con los discípulos nos explica las escrituras y parte para nosotros el pan. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.

O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Y todos responden: Amén.

Rezamos juntos a María
Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, los invitamos a hacer memoria del Año Mariano que estamos transitando, especialmente este fin de semana que celebramos a la Virgen del Valle en el año en el que se conmemoran los 400 años del hallazgo de su imagen en Catamarca. Como gesto les proponemos rezarle a María una decena del rosario y la oración del Año Mariano.

G: Hasta el 8 de diciembre, en Argentina, estamos viviendo el Año Mariano, en el cual hacemos una memoria agradecida por la presencia de la Virgen María en la vida de nuestro país. El motivo de esta celebración son los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen del Valle en Catamarca.
Pongamos en sus manos nuestra oración y nuestra acción de gracias, para que las presente a Dios, intercediendo por sus hijos.

Lector: Gracias, Madre, por regalarnos tu presencia que nos lleva a Dios.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Gracias, Madre, porque tu amor materno nos anima a mantenernos firmes en la fe.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Gracias, Madre, por interceder por las necesidades del pueblo argentino.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Intercede, Madre, por los enfermos de coronavirus, dengue, y otras enfermedades.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Intercede, Madre, por los que trabajan en la salud, la seguridad y otros trabajos esenciales en este tiempo de pandemia.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Intercede, Madre, por los que están solos y perdieron la esperanza en este tiempo.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Intercede, Madre, por quienes deben tomar decisiones por el bien de tu pueblo.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Intercede, Madre, por quienes están padeciendo la falta de trabajo y sufren hambre y miseria.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Intercede, Madre, por las mujeres, niños y ancianos violentados y denigrados.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: Intercede, Madre, por nuestra familia y nuestros amigos.
Todos: Dios te salve, María…

Lector: María, Madre del Pueblo, esperanza nuestra..
Todos: Ruega por nosotros

Y todos juntos, recitan la oración del Año Mariano

ORACIÓN DEL AÑO MARIANO NACIONAL
María, Madre del Pueblo, esperanza nuestra,
hermosa Virgen del Valle,
ayúdanos a renovar nuestra fe y nuestra alegría cristiana.

Tú que albergaste al Hijo de Dios hecho carne,
enséñanos a hacer vida el Evangelio,
para transformar la historia de nuestra Patria.

Tú que nos diste el ejemplo de tu hogar en Nazaret,
haz que en nuestras familias recibamos y cuidemos la vida
y cultivemos la concordia y el amor.

Tú que al pie de la cruz te mantuviste firme,
y viviste el alegre consuelo de la resurrección,
enséñanos a ser fuertes en las dificultades
y a caminar como resucitados.

Tú que eres signo de una nueva humanidad,
impúlsanos a ser promotores de amistad social
y a estar cerca de los débiles y necesitados.

Tú que proclamaste las maravillas del Señor,
consíguenos un nuevo ardor misionero
para llevar a todos la Buena Noticia.

Anímanos a salir sin demora al encuentro de los hermanos,
para anunciar el amor de Dios
reflejado en la entrega total de Jesucristo.

Madre preciosa, recibe todo el cariño de este pueblo argentino
que siempre experimentó tu presencia amorosa
y tu valiosa intercesión.

Gracias Madre. Amén.


Oh! Virgen del Valle
(Miranda-Popular)


Oh Virgen del Valle, tu pueblo argentino
de largos caminos hoy llega a tu altar,
y canta tu nombre milagros y glorias
de antiguas historias hermosas sin par.

¡Ave, ave, ave María!
¡Ave, ave, ave María!

Tu manto bordado de gracias divinas
a nuestra Argentina propicie su luz.
Conserva su historia, su escudo y bandera
de vidas señeras en pos de Jesús.

¡Ave, ave, ave María!
¡Ave, ave, ave María!

Otrora tú fuiste oh Virgen Morena,
bendita azucena, del valle natal.
Feliz misionera de razas diaguitas
dulzura en sus cuitas de pena mortal.

¡Ave, ave, ave María!
¡Ave, ave, ave María!

Blasón del cristiano que lucha valiente,
llevando en su mente la santa visión.
Conserva a los hijos de tierra ambateña
tú que eres la dueña de su corazón.

¡Ave, ave, ave María!
¡Ave, ave, ave María!

¡Ave, ave, ave María!
¡Ave, ave, ave María!



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