Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1.+ Señal de la cruz.
2.Oremos: Dios nuestro, que has hecho crecer a tu Iglesia en
América con la dedicación pastoral y el celo por la verdad del obispo santo
Toribio, concede al pueblo a ti consagrado crecer constantemente en la fe y en
la santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
3.En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Señor, ten
misericordia de nosotros.
(Respondemos) Porque hemos pecado contra ti.
· Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
(Respondemos) Y danos tu salvación.
4. Proclamamos el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 9,35-38
Catequesis para mayores de 12 años
Hoy celebramos a
Santo Toribio de Mogrovejo (obispo de Lima-Perú). Pero ¿Qué es un obispo y cuál
es su misión?
La palabra Obispo
proviene del griego Epíscopo; es la persona responsable de “vigilar desde
arriba”.
Nos enseña en el
Concilio Vaticano II: “En la consagración episcopal se recibe la plenitud del
sacramento del Orden (el Orden sagrado es la consagración sacerdotal).
Confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar
y gobernar. En efecto, por la imposición de las manos y por las palabras de la
consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se queda marcado con el
carácter sagrado. En consecuencia, los obispos, de manera eminente y visible,
hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su
Nombre.
Los obispos, en el
ejercicio de su deber de enseñar, anuncien a los hombres el Evangelio de
Cristo, deber que sobresale entre los principales de los obispos, llamándolos a
la fe con la fortaleza del Espíritu o confirmándolos en la fe viva.
Propónganles el
misterio integro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuyo desconocimiento es
ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que se ha revelado para la
glorificación de Dios y por ello mismo para la consecución de la felicidad
eterna. Expliquen la doctrina cristiana con métodos acomodados a las
necesidades de los tiempos, es decir, que respondan a las dificultades y
problemas que más preocupan y angustian a los hombres; defiendan también esta
doctrina enseñando a los fieles a defenderla y propagarla. Demuestren en su
enseñanza la materna solicitud de la Iglesia para con todos los hombres, sean
fieles o infieles (católicos o no católicos), teniendo un cuidado especial de
los pobres y de los débiles, a los que el Señor les envió a evangelizar.”
Ahora hablaremos del
santo que conmemoramos hoy. Toribio nació en España (1538-1606) y nadie más que
él contribuyó a implantar la Iglesia en América Latina. Desde su llegada a Lima
como Arzobispo, empezó a peregrinar sin descanso, fundando seminarios,
construyendo hospitales e iglesias y promoviendo, a través de numerosos sínodos
y concilios, la vida religiosa en todo al virreinato. Viajaba siempre a pie, en
ayuno y oración.
Tres veces visitó
completamente su inmensa arquidiócesis de Lima. En la primera vez gastó siete
años recorriéndola. En la segunda vez duró cinco años y en la tercera empleó
cuatro años. La mayor parte del recorrido era a pie. Los preferidos de sus
visitas eran los indios y los negros, especialmente los más pobres, los más
ignorantes y los enfermos. Logró la conversión de un enorme número de indios.
Santo Toribio recorrió unos 40.000 kilómetros visitando y ayudando a sus
fieles. Pasó por caminos jamás transitados, llegando hasta tribus que nunca
habían visto un hombre blanco. Al final de su vida envió una carta al rey
contándole que había administrado el sacramento de la confirmación a más de
800.000 personas. Administró la confirmación a tres santos: Santa Rosa de Lima,
San Francisco Solano y San Martín de Porres.
Nuestro santo era un
gran trabajador. Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía
frecuentemente: "Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que
aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará
estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo". Fundó el
primer seminario de América.
Insistió y obtuvo
que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Cuando
él llegó había 150 y cuando murió ya existían 250 parroquias en su territorio.
Su generosidad lo
llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus
camisas a un necesitado le recomendó: "Váyase rapidito, no sea que llegue
mi hermana y no permita que Ud. se lleve la ropa que tengo para
cambiarme".
Cuando llegó una
terrible epidemia gastó sus bienes en socorrer a los enfermos, y él mismo
recorrió las calles acompañado de una gran multitud llevando en sus manos un
gran crucifijo y rezándole con los ojos fijos en la cruz, pidiendo a Dios
misericordia y salud para todos.
Ya moribundo pidió a
los que rodeaban su lecho que entonaran el salmo que dice: "De gozo se
llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a la Casa del Señor. Que
alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor". Estaba a 440
kilómetros de Lima y repetía aquellas palabras de San Pablo: "Deseo verme
libre de las ataduras de este cuerpo y quedar en libertad para ir a encontrarme
con Jesucristo".
Las últimas palabras
que dijo antes de morir fueron las del salmo 30: "En tus manos encomiendo
mi espíritu". El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una
capillita de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y
confirmando a los indígenas.
Su cuerpo, cuando
fue llevado a Lima, un año después de su muerte, todavía se hallaba incorrupto,
como si estuviera recién muerto. Después de su muerte se consiguieron muchos
milagros por su intercesión.
Juan Pablo II lo
nombró Patrono de los Obispos de América Latina, por tal motivo hoy es el día
del Obispo de cada diócesis. Recemos especialmente por ellos.
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde
las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las palabras:
“Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha.”
· En silencio
meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de
noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que alcance los brazos
de Jesús, María y José. Amén.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por …
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ...
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en la cocina o con la
limpieza, estudiar, no molestar, rezar alguna oración, llamara a alguien para
saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, servir a un hermano o cónyuge, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a
Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Sagrada Familia de Nazaret:
Ruega por nosotros.
12. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente
mientras le dicen algo bonito al oído. Nos hacemos la Señal de la cruz
diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida
eterna. Amen.
Sugerencias
1. Rezar el Regina Caeli y/o la Cronilla de la Divina Misericordia.
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