Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1.+ Señal de la cruz.
2.Oremos: Señor nuestro, al celebrar el misterio
pascual, que cada año renueva la dignidad original del hombre con la esperanza
de la resurrección; te pedimos humildemente que obtengamos con amor lo que
celebramos con fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los
siglos.
3.En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Tu que resucitaste
lleno de gloria: Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
· Tu que nos haces
pasar de la muerte a la Vida: Cristo ten piedad. Cristo ten piedad.
· Tú que nos llamas a
vivir como resucitados: Señor ten piedad.
Señor, ten piedad.
4. Proclamamos el evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según San Juan 3,16-21
Catequesis para mayores de 12 años
Seguimos en el tercer
capítulo de San Juan, escuchando la respuesta de Jesús a Nicodemo.
Dios amó tanto al
mundo que entregó a su Hijo único. La encarnación de Cristo acontece para
salvarnos del pecado y la muerte eterna. Tanto la creación del hombre como su
redención son a efectos del amor infinito de Dios.
Encontramos en la
primera carta del mismo evangelista San Juan una explicación a este amor
divino: "Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y
todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido
a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene;
en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de
él."
Nacer de lo alto, es
amar como Dios nos ama. Esta es la respuesta a Nicodemo que sólo es posible con
la gracia porque: "Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano,
es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a
Dios a quien no ve." El Hijos de Dios vino a salvarnos por amor. ¿Podré
amar a Dios, amando de verdad al que tengo junto a mí?
Hemos escuchado
también las palabras de Jesús: “Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo.”
Y la relacionamos con las palabras de Jesús: No juzguen y no serán juzgados.
Es una afirmación que
la debemos entender correctamente. Algunos dicen que “no juzgar” es “no
meterse” cuando otro está obrando mal; pero no es así el verdadero sentido
bíblico. Cuando en la Escritura se habla de “juzgar”, se refiere a emitir una
sentencia que es definitiva para una persona, es determinarle su destino. De
hecho, hay otras traducciones que dicen que Cristo no vino a “condenar” al mudo.
Es decir, que no podemos determinar que el otro se va a condenar o se va a
salvar, porque significaría tomar el lugar de Dios. Pero sí tenemos la
capacidad de discernir para ver cuándo mi hermano se equivoca o comete un
pecado. En este caso, por caridad, tengo el deber de hacer una corrección
fraterna para ayudarlo. No pretendo juzgarlo “para siempre” al modo de una
sentencia, sino que tengo la esperanza de que se convierta y viva. Jesús mismo
nos habla de lo bueno y lo malo, nos enseña el modo de vivir según una buena
moral de bautizados. Él llamaba a la conversión cuando decía “vete y no peques
más”.
La primera venida de
Cristo al mundo fue para salvarnos, es el sentido de su crucifixión gloriosa.
Nuestra vida es el tiempo de gracia para salvarnos. Estamos esperando que venga
Cristo por segunda vez como Rey y Juez, y en ese momento recibiremos la
sentencia definitiva de salvación o de condenación. Encontramos en el evangelio
de Mateo 25 la Segunda venida triunfante de Cristo, quien nos juzgará separando
a los “benditos” que irán al cielo y a los “malditos” al infierno. Será en la
Parusía el juicio final donde recibiremos el destino eterno, el cual nosotros
no lo sabemos, pero sí confiamos en la misericordia.
Recibamos el perdón
del Hijo de Dios que nos entrega el Padre en este tiempo de gracia y
misericordia divina. Dejemos atrás la oscuridad de la noche donde se oculta el
mal para poder caminar en la claridad de la luz, permitiendo que otros vean las
buenas obras que Dios hace en mi vida.
Hoy recordamos a San
Jorge, cuyo nombre tiene un origen griego que significa “agricultor”. Nació en
el seno de una familia cristiana en la Capadocia cerca del 280. Se trasladó a
Palestina y entró a formar parte del ejército de Diocleciano. En el 303, cuando
el emperador ordena la persecución contra los cristianos, Jorge dona todos sus
bienes a los pobres y, ante el mismo Diocleciano, rompe el documento y profesa
su fe en Cristo. Por esta acción sufre terribles torturas y al final fue
decapitado. Sobre el lugar donde fue sepultado (hoy Tel Aviv), se erige una
basílica donde están sus restos mortales.
Sobre este santo se
originó la leyenda de haber matado a un dragón. Se podría decir que San Jorge
nos recuerda que el bien siempre vence al mal.
También es el día de
la Beata María Gabriela Sagheddu. Nació en la isla de Cerdeña (Italia). A los
18 años María Gabriela entró a la Acción Católica. Era inflexible ante la
mediocridad, entregándose al estudio, la oración y el apostolado. Luego ingresó
al monasterio cisterciense de Grottaferrata, cerca de Roma. Fue muy breve su
vida religiosa pues en 1939, a la edad de 25 años, murió de tuberculosis,
ofreciendo su vida por la unidad de los cristianos.
Oración: “San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y
asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de
la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los
otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las
almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde las
ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos la
palabras: “El que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se
ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.”
· En silencio meditamos
con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me
desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que
alcance los brazos de Jesús, María y José. Amén.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por …
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ...
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en la cocina o con la
limpieza, estudiar, no molestar, rezar alguna oración, llamara a alguien para
saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, servir a un hermano o cónyuge, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo
Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que
ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi
corazón. (breve silencio)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. San José:
Ruega por mi.
12. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente
mientras le dicen algo bonito al oído. Nos hacemos la Señal de la cruz
diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida
eterna. Amen.
Sugerencias
1.Seguir rezando la bonita oración del Regina Caeli
al mediodía.
2. Hacer la Oración familiar siguiendo alguna
filmación en vivo de un Adoración eucarística.
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