domingo, 19 de abril de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - II Domingo de Pascua - Conferencia Episcopal Argentina


La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia, el segundo domingo de Pascua o de la divina misericordia.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.

Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio


Iniciamos la celebración
Una vez reunida la familia en torno a la Palabra de Dios, se propone comenzar con el canto «La gran noticia» Aquí

LA GRAN NOTICIA

Esta es la gran noticia:
“que Jesús resucitó,
que no hay muerte,
sólo hay vida, vida
plena nos da Dios”.


Por la Pascua Dios nos llama
a vivir en plenitud;
el camino está marcado,
es el paso de Jesús,
por la muerte a la vida,
de la sombra a su luz.

Alegría en el cielo
y en la tierra gozo y paz
porque Cristo ha vencido
para siempre todo mal;
con su gracia caminamos
a la fiesta celestial.

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:

G: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Familia, bendigamos al Señor resucitado, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.

Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.

Y continúa:
Hoy,segundo domingo de Pascua, es el llamado domingo de la Divina Misericordia.Jesús Resucitado nos trae la paz porque nos reconcilia con el Padre. Con un corazón confiado pidamos perdón.

Tú, que al resucitar nos ofreces la Vida Nueva.
Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Tú, que te apareciste resucitado a los Apóstoles llevándoles el anuncio de tu paz.
Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.

Tú, que les confiaste a tus discípulos y a la Iglesia el signo de tu perdón.
Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra
Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo: Juan 20, 19-31. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo distribuyendo los personajes entre los distintos miembros de la familia.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31

Lector 1: Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo:

Lector 2: «¡La paz esté con ustedes!»

Lector 1: Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo:

Lector 2; «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».

Lector 1: Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:

Lector 2: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».

Lector 1: Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron:

Lector 3: «¡Hemos visto al Señor!»

Lector 1: Él les respondió:

Lector 4: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».

Lector 1: Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo:

Lector 2: «¡La paz esté con ustedes!»

Lector 1: Luego dijo a Tomás:

Lector 2: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».

Lector 1: Tomás respondió:

Lector 4: «¡Señor mío y Dios mío!»

Lector 1: Jesús le dijo:

Lector 2: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»

Lector 1: Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

El relato del Evangelio de Juan de este domingo nos cuenta qué está pasando ese “primer día de la semana” como llamaban ellos al domingo. En realidad es el primer día de un Tiempo Nuevo. Ya nada será igual.

Los apóstoles están encerrados por temor a la muerte. Temen que les pase lo mismo que a Jesús. El miedo los tiene paralizados. Se sienten fracasados y no saben muy bien qué hacer. Todas sus ilusiones se acabaron.

Y de repente, se hace presente Jesús y los saluda: ¡Paz a ustedes! Y con ese saludo disipa el miedo, la angustia y la desesperación. ¡Jesús había cumplido su palabra! ¡Ha resucitado!

Jesús les trae la paz, la esperanza y también una misión: les manda hacer presente su Misericordia en el mundo perdonando los pecados en su nombre. Esto es lo que los apóstoles hicieron y hace la Iglesia a través del sacramento de la Reconciliación.

En este Domingo de la Misericordia pidamos estar siempre abiertos a los dones que nos trae la Resurrección de Jesús: vida nueva, paz, alegría, esperanza, reconciliación.

Demos gracias porque en estos días que parecen oscuros y atemorizantes Jesús Resucitado se hace presente en nuestros hogares para decirnos que sigue vivo en medio de su pueblo.

Para concluir este momento de reflexión se propone cantar «Alégrense, no tengan miedo» Aquí


ALÉGRENSE, NO TENGAN MIEDO

No tengan miedo, no tengan miedo,
Jesús murió,
pero está vivo, pero está vivo,
resucitó.
Vayan y cuenten, vayan y cuenten,
celébrenlo
murió la muerte, murió la muerte,
triunfó el amor.

Alégrense, dice el Señor,
yo estaba muerto y aquí estoy,
alégrense, y de corazón
demos gracias a Dios.

No tengan miedo, no tengan miedo,
si ustedes son
por bautizados, por bautizados,
hijos de Dios.
Vayan y cuenten, vayan y cuenten,
celébrenlo
que Jesucristo, que Jesucristo
es Hombre y Dios.

Confesamos nuestra fe
G: En estos momentos que vivimos frente a la pandemia, nosotros podemos sentirnos como también un poco angustiados y con cierto temor, y como Tomás no descubrir que Jesús resucitado está en medio nuestro y nos anuncia que la vida vence a la muerte.

A cada una de las profesiones de fe, digamos como Tomás: «Señor mío y Dios mío»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: Porque creemos en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra, te decimos…
Todos: «Señor mío y Dios mío»

Lector: Porque creemos en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, te decimos…
Todos: «Señor mío y Dios mío»

Lector: Porque creemos en Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, te decimos, te decimos…
Todos: «Señor mío y Dios mío»

Lector: Porque creemos en Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos, te decimos…
Todos: «Señor mío y Dios mío»

Lector: Porque creemos en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna, te decimos…
Todos: «Señor mío y Dios mío»

Presentemos nuestra oración
G: El Señor Jesús nos ha revelado al Padre como amor sin medida. Por eso, elevemos a él nuestras oraciones, que escuchará con amor. Digamos: «Escúchanos, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.

Lector: Por la Iglesia para que anuncie con palabras y hechos, el mensaje de paz y esperanza que trajo Jesús resucitado. Oremos.

Por nuestra Patria, para que la solidaridad y responsabilidad cívica en este tiempo de pandemia, ayude a restituir la paz en el tejido social. Oremos

Por todos los cristianos de las diferentes confesiones para que busquemos día a día encontrarnos en la unidad que Jesús quiso para su única familia. Oremos

Por todas aquellas personas que a diario padecen alguna situación de vulnerabilidad que les hace perder la paz interior, para que encuentren consuelo en nuestra ayuda concreta y oración. Oremos

Quien lo desee, puede agregar intenciones.

Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

G: Oremos. Dios de eterna misericordia, que en la celebración de la Pascua reavivas nuestra fe, haz que podamos reconocer a Jesús resucitado en medio nuestro, y que su presencia nos haga crecer en el amor y la esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Pedimos a Dios su bendición

Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga, nos defienda de todo mal y nos lleve a la Vida eterna.

O bien:

Que nos bendiga y nos custodie el Señor omnipotente y misericordioso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Y todos responden: Amén.

Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

Invocación del Papa Francisco a San José

Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
 especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.

Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

Podemos concluir la oración saludando a la Virgen María Aquí ó Aquí

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