Para hacer oración
familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin
prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo
seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia
en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o
blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen
María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno
de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración
para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
Santa María junto a la cruz
1.+ Señal de la cruz.
2. Ven, Espíritu Santo. Entra hasta el fondo del alma, divina luz,
y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el
poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
3. Señor Dios todopoderoso, te pedimos perdón:
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he
pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi
culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los
ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios,
Nuestro Señor. Amén.
4. Proclamamos el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San
Juan 19,25-27.
Catequesis para mayores de 12 años
Jesús en la cruz
dijo: Padre, ¿por qué me has abandonado? Pero no dijo: Madre, ¿por qué me has abandonado?
María estaba junto a su Hijo. El Padre no lo había dejado sólo.
Escucharemos
distintas homilías de San Juan Pablo II referidas a María al pie de la cruz:
“En el cuarto
evangelio, san Juan narra que «junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana
de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena». Con el verbo «estar»,
que etimológicamente significa «estar de pie», «estar erguido», el evangelista
tal vez quiere presentar la dignidad y la fortaleza que María y las demás
mujeres manifiestan en su dolor.
En particular, el
hecho de «estar erguida» la Virgen junto a la cruz recuerda su inquebrantable
firmeza y su extraordinaria valentía para afrontar los padecimientos.
En el drama del
Calvario, a María la sostiene la fe, que se robusteció durante los
acontecimientos de su existencia y, sobre todo, durante la vida pública de
Jesús.
El Concilio recuerda
que «la bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo
fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz» (Lumen Gentium).
A los crueles
insultos lanzados contra el Mesías crucificado, ella, que compartía sus íntimas
disposiciones, responde con la indulgencia y el perdón, asociándose a su
súplica al Padre: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen». (…)
El particular papel
de cooperadora que desempeñó la Virgen tiene como fundamento su maternidad
divina. Engendrando a Aquel que estaba destinado a realizar la redención del
hombre, alimentándolo, presentándolo en el templo y sufriendo con él, mientras
moría en la cruz, «cooperó de manera totalmente singular en la obra del
Salvador». María, nueva Eva, se convierte así en icono perfecto de la Iglesia.
(…)
La realidad que
producen las palabras de Jesús, es decir, la maternidad de María con respecto
al discípulo, constituye un nuevo signo del gran amor que impulsó a Jesús a dar
su vida por todos los hombres.
Las palabras de
Jesús: «Mujer, he ahí a tu hijo», permiten a María intuir la nueva relación
materna que prolongaría y ampliaría la anterior. Su «sí» a ese proyecto
constituye, por consiguiente, una aceptación del sacrificio de Cristo, que ella
generosamente acoge, adhiriéndose a la voluntad divina. (…)
Las palabras: «He
ahí a tu madre» expresan la intención de Jesús de suscitar en sus discípulos
una actitud de amor y confianza en María, impulsándolos a reconocer en ella a
su madre, la madre de todo creyente.
La historia de la
piedad cristiana enseña que María es el camino que lleva a Cristo y que la
devoción filial dirigida a ella no quita nada a la intimidad con Jesús; por el
contrario, la acrecienta y la lleva a altísimos niveles de perfección.
Los innumerables
santuarios marianos esparcidos por el mundo testimonian las maravillas que
realiza la gracia por intercesión de María, Madre del Señor y Madre nuestra. Al
recurrir a ella, atraídos por su ternura, también los hombres y las mujeres de
nuestro tiempo encuentran a Jesús, Salvador y Señor de su vida.
El texto evangélico,
siguiendo el original griego, prosigue: «Y desde aquella hora el discípulo la
acogió entre sus bienes», subrayando así la adhesión pronta y generosa de Juan
a las palabras de Jesús, e informándonos sobre la actitud que mantuvo durante
toda su vida como fiel custodio e hijo dócil de la Virgen.
Juan acogió a María
«entre sus bienes». En efecto, la expresión griega, traducida al pie de la
letra «entre sus bienes», no se refiere a los bienes materiales, dado que Juan
-como observa san Agustín «no poseía nada propio», sino a los bienes
espirituales o dones recibidos de Cristo: la gracia, la Palabra, el Espíritu,
la Eucaristía.
Ojalá que todo
cristiano, a ejemplo del discípulo amado, «acoja a María en su casa» y le deje
espacio en su vida diaria, reconociendo su misión providencial en el camino de
la salvación.”
Oración: “San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y
asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, príncipe de
la milicia celestial, arroja al infierno, con tu divino poder, a Satanás y a
los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición
de las almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde
las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Elegimos la frase:
Jesús dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre.»
· En silencio
meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oremos:
Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni
de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que alcance los brazos de
Jesús, José y María. Amén.
5.Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por …
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ...
7. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
8.Nos damos la
Paz del Señor, como gesto de amor.
9. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
10. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a
Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
11. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente
mientras le dicen algo bonito al oído. Entre los hermanos también pueden
hacerlo. Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos
guarde de todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
Posibilidades para acompañar el día en
oración familiar
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