LA SANGRE PRECIOSA
DE CRISTO
Cardenal Adeodato Juan
Piazza
INTRODUCCIÓN
El himno eucarístico
más usado quizá por el pueblo cristiano, y el más familiar también, es el Pange lingua. En este himno se nos
invita a cantar el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa de
Cristo. De esta Sangre –cantamos- que el Rey de las gentes, fruto de unas
vísceras generosas, derramó para rescate del mundo: “in mundi pretium”
(Oficio del Corpus).
¡El misterio de la
Sangre! Santo Tomás de Aquino, el Doctor de la Eucaristía, en la primera
estrofa de ese himno con que enriqueció la inspirada Liturgia de la Iglesia,
resume como en síntesis los datos del conmovedor misterio. Son: la nobleza de
esta Sangre, que mana de la fuente virginal, que es María; el valor inestimable
que le da la Persona Divina que la asumió; su derramamiento en ofrenda por la
reconquista de la Humanidad perdida; la Realeza universal de Cristo, conquistada
con el precio de esa Sangre derramada: Rex
effudit Gentium.
Canta, ¡oh lengua!, el misterio de la Sangre. Más, antes de que
cante la lengua, es preciso que medite la inteligencia, embriagándose con las
sublimidades de este tema, sobre el que se basamenta toda la vida cristiana.
Así, pues, nosotros
contemplaremos la SANGRE PRECIOSA DE CRISTO a la luz misteriosa de estos dos
cuadros sublimes:
la Redención, y
la Iglesia.
Meditando en este
soberano misterio, no podremos menos de llegar a comprender claramente cuáles
son nuestros deberes en esta HORA DE LA SANGRE, en que amedrentados estamos
viviendo dentro del Cuerpo Místico de Cristo, que continúa perpetuando su
martirio.
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