30 de diciembre –
Día 5º dentro de la octava de Navidad
(Si no cae ningún domingo dentro de
la octava de Navidad
en este día se celebra la fiesta de
la Sagrada Familia)
ALUMBRAMIENTO DEL
ALMA PENITENTE
En sentido místico podemos considerar que el parto de la Bienaventurada
Virgen María significa el parto del alma penitente, como se dice en Isaías: De
tu temor, Señor, concebimos y dimos a luz espíritu de salud (de buenas obras)
(26, 18). A este parto conviene místicamente el lugar del nacimiento de Cristo,
es decir, Belén. Por ello dice San Bernardo: "Si tú eres también Belén por
la contrición del corazón, de modo que tus lágrimas sean tu pan de día y de
noche, y esta refección te proporciona alegría continua (Belén se interpreta
casa de pan), y si eres Judá por la confesión y ciudad de David por las obras
de satisfacción, nacerá Cristo en ti, y llenará de alegría tu corazón por la
gracia en el presente y por la gloria en el futuro."
Pero debe advertirse que, después del parto de la penitencia, el alma penitente debe envolverse con los
pañales de la caridad contra la torpeza del pecado, que consiste en el desorden
interior del alma; debe reclinarse por el amor de la humildad contra la
soberbia, que es una aversión; y colocarse en el pesebre de la aspereza por una
penitencia proporcionada contra el deleite del pecado, que es una orientación
al mal.
De lo primero se dice en los Proverbios: La caridad cubre todas las faltas
(10, 12). Pero debemos envolvernos con ese paño por todas partes: primero, a fin de amar a Dios que está
sobre nosotros; en segundo lugar, a nosotros mismos; después, a lo que está
junto a nosotros, es decir, a nuestro prójimo; en cuarto lugar, a lo que está debajo
de nosotros, es decir, a nuestro
cuerpo. Estas cuatro cosas deben ser amadas con caridad, como dice San
Agustín.
Acerca de lo segundo se lee en el Salmo (50,19): Al corazón contrito y humillado no lo despreciarás, oh Dios.
Por ello dice San Bernardo: "La humildad nos merece la estima de Dios, nos
somete a Dios, nos atrae la complacencia de Dios, como dijo la Bienaventurada Virgen:
Porque miró la bajeza de su esclava." (Lc 1, 48).
Con relación a lo tercero dice el Evangelio: Haced, pues, frutos dignos
de penitencia (Lc 3, 8). Y San Bernardo: "Huye de la voluptuosidad, porque
en ella la muerte está emboscada a las puertas del deleite. Haz penitencia, porque
por ella se aproxima el reino de Dios. Esto te predica el establo, lo clama el
pesebre, la dicen aquellos miembros infantiles, lo anuncian sus lágrimas y sus
lloriqueos."
(De Humanitate Christi)
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