Viernes de la segunda semana
LA ENCARNACIÓN NO DEBÍA DIFERIRSE
HASTA EL FIN DEL MUNDO
En medio de los años
la harás historia (Hab. 3, 2).
Si no fue conveniente
que el Señor se encarnase desde el principio del mundo, tampoco convenía que la
Encarnación se difiriese hasta el fin del mundo. Esto parece evidente:
1º) Si se considera la
unión de las naturalezas divina y humana; pues, de un modo, lo perfecto precede
temporalmente a lo imperfecto; y de otro, por el contrario, lo imperfecto
precede en tiempo a lo perfecto. Porque en lo que de imperfecto se hace
perfecto, lo imperfecto precede en tiempo a lo perfecto; pero en lo que es
causa de progreso, lo perfecto precede en tiempo a lo imperfecto. En la obra de
la Encarnación concurren ambas cosas, pues la naturaleza humana fue elevada en
esa Encarnación a la suma perfección; y por esto no convenía que se realizase
desde el principio del género humano. Pero por otra parte, el mismo Verbo
encarnado es causa eficiente de la perfección de la naturaleza humana, según
aquello: Y de su plenitud recibimos nosotros todos (Jn 1, 16); y por tanto no
debió diferirse la obra de la Encarnación hasta el fin del mundo. Mas la perfección
de la gloria, a la cual debe finalmente ser llevada la naturaleza humana por el
Verbo encarnado, tendrá lugar al fin del mundo.
2º) Esta misma
conclusión aparece si se considera el efecto de la salvación humana, pues como
se dice: En poder del dador está el cuando y el cuanto quiera compadecerse.
Vino, pues, Cristo cuando juzgó que debía venir, y sería grato su beneficio;
porque cuando comenzó a perderse entre los hombres el conocimiento de Dios,
como consecuencia del abatimiento del género humano, y se alteraron las costumbres,
entonces Dios eligió a Abrahán, para renovar en él el conocimiento de Dios y de
las costumbres; y como luego se debilitase el respeto que les era debido, Dios
envió por medio de Moisés la ley escrita; y como los gentiles la despreciasen y
rehusasen someterse a ella, y los que la habían recibido no supiesen
observarla, movido el Señor a misericordia, envió a su Hijo, el cual, concedida
a todos la remisión de los pecados, los ofreció justificados a Dios Padre. Mas,
si este remedio se hubiera diferido hasta el fin del mundo, hubiérase borrado
totalmente en la tierra el conocimiento y el culto de Dios y la honestidad de
las costumbres.
3º) Es claro que esto
fue conveniente para manifestar el poder divino, que salvó a los hombres de
muchos modos, no sólo por la fe del futuro, sino también por la fe del presente
y del pasado.
(3ª, q. I, a. VI)
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