viernes, 13 de diciembre de 2019

Meditaciones de Adviento con textos de Santo Tomás de Aquino 13


Viernes de la segunda semana

LA ENCARNACIÓN NO DEBÍA DIFERIRSE
HASTA EL FIN DEL MUNDO

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En medio de los años la harás historia (Hab. 3, 2).

Si no fue conveniente que el Señor se encarnase desde el principio del mundo, tampoco convenía que la Encarnación se difiriese hasta el fin del mundo. Esto parece evidente:

1º) Si se considera la unión de las naturalezas divina y humana; pues, de un modo, lo perfecto precede temporalmente a lo imperfecto; y de otro, por el contrario, lo imperfecto precede en tiempo a lo perfecto. Porque en lo que de imperfecto se hace perfecto, lo imperfecto precede en tiempo a lo perfecto; pero en lo que es causa de progreso, lo perfecto precede en tiempo a lo imperfecto. En la obra de la Encarnación concurren ambas cosas, pues la naturaleza humana fue elevada en esa Encarnación a la suma perfección; y por esto no convenía que se realizase desde el principio del género humano. Pero por otra parte, el mismo Verbo encarnado es causa eficiente de la perfección de la naturaleza humana, según aquello: Y de su plenitud recibimos nosotros todos (Jn 1, 16); y por tanto no debió diferirse la obra de la Encarnación hasta el fin del mundo. Mas la perfección de la gloria, a la cual debe finalmente ser llevada la naturaleza humana por el Verbo encarnado, tendrá lugar al fin del mundo.


2º) Esta misma conclusión aparece si se considera el efecto de la salvación humana, pues como se dice: En poder del dador está el cuando y el cuanto quiera compadecerse. Vino, pues, Cristo cuando juzgó que debía venir, y sería grato su beneficio; porque cuando comenzó a perderse entre los hombres el conocimiento de Dios, como consecuencia del abatimiento del género humano, y se alteraron las costumbres, entonces Dios eligió a Abrahán, para renovar en él el conocimiento de Dios y de las costumbres; y como luego se debilitase el respeto que les era debido, Dios envió por medio de Moisés la ley escrita; y como los gentiles la despreciasen y rehusasen someterse a ella, y los que la habían recibido no supiesen observarla, movido el Señor a misericordia, envió a su Hijo, el cual, concedida a todos la remisión de los pecados, los ofreció justificados a Dios Padre. Mas, si este remedio se hubiera diferido hasta el fin del mundo, hubiérase borrado totalmente en la tierra el conocimiento y el culto de Dios y la honestidad de las costumbres.

3º) Es claro que esto fue conveniente para manifestar el poder divino, que salvó a los hombres de muchos modos, no sólo por la fe del futuro, sino también por la fe del presente y del pasado.
(3ª, q. I, a. VI)


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