Tercer domingo de Adviento
FUE CONVENIENTE QUE EL HIJO DE DIOS
ASUMIESE LA NATURALEZA HUMANA
DE LA RAZA DE ADÁN
I. Como dice San
Agustín 1: "Dios podía tomar un hombre fuera de la estirpe
de Adán, que había encadenado al género humano a su pecado; pero juzgó que era
mejor tomarlo del mismo linaje que había sido vencido para que llegase a vencer
al enemigo del género humano." Y esto por tres razones:
1º) Porque parece ser
propio de la justicia el dar satisfacción el mismo que pecó; y por eso convenía
que de la naturaleza corrompida por el pecado se sacase lo que serviría para
satisfacer por toda la naturaleza.
2º) Porque es más
digno del hombre que el vencedor del diablo salga de la raza que había sido
vencida por el diablo.
3º) Porque más
resplandece el poder de Dios tomando la naturaleza corrompida y enferma para
elevarla a tanta perfección y dignidad.
Cristo, en efecto,
debió ser segregado de los pecadores, como dice el Apóstol, en cuanto a la
culpa que venía a destruir, no en cuanto a la naturaleza que venía a salvar,
según la cual debió asimilarse en todo a los hermanos como dice el mismo
Apóstol a los Hebreos (2, 17). Y es también más de admirar en esto su
inocencia, porque la naturaleza tomada de una raza de pecado guardó tan gran
pureza.
(3ª, q. IV, a. VI)
II. Dícese por tanto
muy bien: A los suyos vino, y los suyos no le recibieron (Jn 1, 11). Aun cuando
la luz estaba presente en el mundo y era visible o manifiesta por los efectos,
no era, sin embargo, conocida por el mundo, y por eso vino a lo propio, para
ser conocida. Pero para que cuando dice vino, no se entienda movimiento local,
como si viniese dejando de estar donde antes estaba y comenzando a existir donde
primero no existía, dice a lo propio, esto es, a las cosas que eran suyas, que
él mismo hizo. Y vino adonde ya estaba; vino tornando un cuerpo; era invisible,
y vino para ser visible. A lo suyo, esto es., a Judea, que ciertamente era suya
de manera especial; pero, en un sentido mejor, al mundo criado por él.
Y los suyos no le
recibieron. "Los suyos" son los hombres, porque han sido formados por
él, han sido hechos a su imagen. Pero podemos decir mejor: los suyos, es decir,
los judíos, no le recibieron, creyendo en él por la fe y el respeto.
Los judíos son
realmente suyos, porque fueron elegidos por él como un pueblo particular: Y el
Señor te ha escogido hoy para que seas un pueblo peculiar suyo (Deut 26, 18).
Los suyos, unidos
según la carne (Rom 4, 3): De los cuales Cristo es deudo según la carne.
Los suyos, por último,
enriquecidos por él con beneficios, conforme a aquello de Isaías (1, 2): Hijos crié, y engrandecí; mas ellos me despreciaron.
(In Joan., I)
Nota
1 De Trinit., lib.
XIII, cap. 18.
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