19 de diciembre
EL ROCÍO CELESTIAL
Cielos, enviad rocío
de lo alto, y las nubes lluevan al justo: ábrase la tierra, y brote al Salvador
(Is 45, 8).
Aquí anuncia el
profeta tres cosas referentes al nacimiento de Cristo, a saber: el principio
del nacimiento, el mismo nacimiento del que es dado a luz y del fruto de ese
nacimiento.
I. El principio es
triple.
El primero es el
cielo que destila el rocío, como principio efectivo, es decir, la operación de
las tres Personas, por lo cual se dice cielos en plural. El Padre enviando al Hijo;
el Hijo tomando carne; el Espíritu Santo realizando la concepción en María.
El segundo principio
es la nube que llueve, que es el principio de preparación en el cual entra el
misterio del ángel anunciador: Haciendo de las nubes carro tuyo (Sal 104, 3).
El tercer principio
es la tierra fecunda, que es el principio de la concepción, a saber, la
Bienaventurada Virgen, de la cual se dice: Nuestra tierra producirá su fruto (Sal
84, 13), y cuyo corazón se abrirá para recibir el privilegio de la gracia: No
temas, María, porque has hallado gracia (Lc 1,30). Su entendimiento se abrirá
para creer las palabras del ángel; y su seno para concebir al Hijo de Dios.
II. El nacimiento se
compara al rocío, a la lluvia y al germen; porque Cristo es rocío para
refrigerar, como nube de rocío en el calor de la siega (Is 18, 4) Es lluvia
para fecundar: Descenderá como la lluvia sobre el retoño (Sal 71, 6). Y como
descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que
empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al
sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que
no tornará a mí vacía, sino que haya hecho cuanto yo quise y haya cumplido
aquello a que la envié (Is 55, 10-11). Es por último germen para fructificar: Y
suscitaré a David un Germen justo (Jer 23, 5).
III. El fruto del
nacimiento de Cristo es la justicia, que nace con él de tres maneras: ya la que
cumplió con la obra: Porque así nos conviene cumplir toda justicia (Mt 3, 15);
ya la que enseñó con las palabras: Yo soy el que hablo justicia, y el que
combato para salvar (Is 63, 1); ya la que dio como dádiva: El cual para
nosotros ha sido hecho por Dios sabiduría, y santificación, y justificación, y
redención; para que como está escrito: El que se gloria, se gloríe en el Señor
(1 Cor 1, 30-31).
(In Is., cap. 45).
No hay comentarios:
Publicar un comentario