jueves, 19 de diciembre de 2019

Meditaciones de Adviento con textos de Santo Tomás de Aquino 19


19 de diciembre

EL ROCÍO CELESTIAL

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Cielos, enviad rocío de lo alto, y las nubes lluevan al justo: ábrase la tierra, y brote al Salvador (Is 45, 8).

Aquí anuncia el profeta tres cosas referentes al nacimiento de Cristo, a saber: el principio del nacimiento, el mismo nacimiento del que es dado a luz y del fruto de ese nacimiento.

I. El principio es triple.

El primero es el cielo que destila el rocío, como principio efectivo, es decir, la operación de las tres Personas, por lo cual se dice cielos en plural. El Padre enviando al Hijo; el Hijo tomando carne; el Espíritu Santo realizando la concepción en María.

El segundo principio es la nube que llueve, que es el principio de preparación en el cual entra el misterio del ángel anunciador: Haciendo de las nubes carro tuyo (Sal 104, 3).


El tercer principio es la tierra fecunda, que es el principio de la concepción, a saber, la Bienaventurada Virgen, de la cual se dice: Nuestra tierra producirá su fruto (Sal 84, 13), y cuyo corazón se abrirá para recibir el privilegio de la gracia: No temas, María, porque has hallado gracia (Lc 1,30). Su entendimiento se abrirá para creer las palabras del ángel; y su seno para concebir al Hijo de Dios.

II. El nacimiento se compara al rocío, a la lluvia y al germen; porque Cristo es rocío para refrigerar, como nube de rocío en el calor de la siega (Is 18, 4) Es lluvia para fecundar: Descenderá como la lluvia sobre el retoño (Sal 71, 6). Y como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí vacía, sino que haya hecho cuanto yo quise y haya cumplido aquello a que la envié (Is 55, 10-11). Es por último germen para fructificar: Y suscitaré a David un Germen justo (Jer 23, 5).

III. El fruto del nacimiento de Cristo es la justicia, que nace con él de tres maneras: ya la que cumplió con la obra: Porque así nos conviene cumplir toda justicia (Mt 3, 15); ya la que enseñó con las palabras: Yo soy el que hablo justicia, y el que combato para salvar (Is 63, 1); ya la que dio como dádiva: El cual para nosotros ha sido hecho por Dios sabiduría, y santificación, y justificación, y redención; para que como está escrito: El que se gloria, se gloríe en el Señor (1 Cor 1, 30-31).

(In Is., cap. 45).


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