Lunes de la segunda semana
SE DICE MÁS CONVENIENTEMENTE QUE,
SI EL HOMBRE NO HUBIESE PECADO,
DIOS NO SE HUBIERA ENCARNADO
San Agustín 1 dice sobre aquello de
San Lucas: El Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que había perecido (19,
10). Luego si el hombre no hubiese pecado, el Hijo del hombre no hubiera
venido. Y en la 1ª a Timoteo sobre esto: Jesucristo vino a este mundo para
salvar a los pecadores (1, 15), dice la Glosa: "Ninguna otra causa tuvo
Cristo Señor para venir, sino la de salvar a los pecadores: quitad las
enfermedades, quitad las heridas, y no hay lugar para la medicina."
I. Hay quienes opinan
de distinta manera acerca de esta cuestión, pues unos dicen que el Hijo de Dios
se habría encarnado aun cuando el hombre no hubiese pecado; pero otros aseguran
lo contrario, aserción a la cual se debe asentir con preferencia. En efecto,
las cosas que provienen de la sola voluntad de Dios y a las cuales no tiene
ningún derecho la criatura, no pueden sernos conocidas sino en cuanto se nos
enseñan en la Sagrada Escritura, por la cual nos es conocida la voluntad
divina.
Por consiguiente,
puesto que en la Sagrada Escritura la razón de la Encarnación se señala en
todas partes por el pecado del primer hombre, se dice convenientemente que la
obra de la Encarnación ha sido ordenada por Dios para remedio contra el pecado;
de modo que, no existiendo éste, no se habría verificado la Encarnación, aunque
la potencia de Dios no esté limitada a esto, pues Dios hubiera podido
encarnarse aun sin existir el pecado.
II. Muchas otras cosas
deben deducirse de la Encarnación de Cristo, además de la absolución del
pecado, como, por ejemplo, el progreso del hombre en la fe, la esperanza, la
caridad, etc. Pero todos estos motivos pertenecen en definitiva al remedio del
pecado; pues, si el hombre no hubiese pecado, hubiera sido iluminado con la luz
de la divina sabiduría, y establecido por Dios en la rectitud moral perfecta
para conocer y hacer todo lo necesario. Mas, puesto que el hombre, abandonando
a Dios, se había aferrado a las cosas corporales, fue conveniente que Dios,
tomando carne, exhibiera también el remedio de salvación aun por las cosas corporales.
Por lo cual dice San Agustín 2: "La carne te
había obcecado, la carne te sana, puesto que Cristo vino para destruir con su
carne los vicios de la carne."
Nada impide que la
naturaleza humana haya sido destinada a un fin más elevado después del pecado;
porque Dios permite que se haga el mal, para sacar de ello un bien mejor. Por
lo cual se dice: Donde creció el pecado sobrepujó la gracia (Rom 5, 20). Por
eso se repite en la bendición del cirio pascual: ¡Oh culpa feliz, que mereció
tener tal y tan grande Redentor! 3
(3ª, q. I, a. III)
Notas:
1 De verbis
2 Tract. 2 in Joan.
3 Estas palabras forman parte del Exultet jam Augelica
conocido
vulgarmente por la Angélica, atribuido a San
Ambrosio.
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