lunes, 9 de diciembre de 2019

Meditaciones de Adviento con textos de Santo Tomás de Aquino 9


Lunes de la segunda semana

SE DICE MÁS CONVENIENTEMENTE QUE,
SI EL HOMBRE NO HUBIESE PECADO,
DIOS NO SE HUBIERA ENCARNADO

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San Agustín 1 dice sobre aquello de San Lucas: El Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que había perecido (19, 10). Luego si el hombre no hubiese pecado, el Hijo del hombre no hubiera venido. Y en la 1ª a Timoteo sobre esto: Jesucristo vino a este mundo para salvar a los pecadores (1, 15), dice la Glosa: "Ninguna otra causa tuvo Cristo Señor para venir, sino la de salvar a los pecadores: quitad las enfermedades, quitad las heridas, y no hay lugar para la medicina."

I. Hay quienes opinan de distinta manera acerca de esta cuestión, pues unos dicen que el Hijo de Dios se habría encarnado aun cuando el hombre no hubiese pecado; pero otros aseguran lo contrario, aserción a la cual se debe asentir con preferencia. En efecto, las cosas que provienen de la sola voluntad de Dios y a las cuales no tiene ningún derecho la criatura, no pueden sernos conocidas sino en cuanto se nos enseñan en la Sagrada Escritura, por la cual nos es conocida la voluntad divina.


Por consiguiente, puesto que en la Sagrada Escritura la razón de la Encarnación se señala en todas partes por el pecado del primer hombre, se dice convenientemente que la obra de la Encarnación ha sido ordenada por Dios para remedio contra el pecado; de modo que, no existiendo éste, no se habría verificado la Encarnación, aunque la potencia de Dios no esté limitada a esto, pues Dios hubiera podido encarnarse aun sin existir el pecado.

II. Muchas otras cosas deben deducirse de la Encarnación de Cristo, además de la absolución del pecado, como, por ejemplo, el progreso del hombre en la fe, la esperanza, la caridad, etc. Pero todos estos motivos pertenecen en definitiva al remedio del pecado; pues, si el hombre no hubiese pecado, hubiera sido iluminado con la luz de la divina sabiduría, y establecido por Dios en la rectitud moral perfecta para conocer y hacer todo lo necesario. Mas, puesto que el hombre, abandonando a Dios, se había aferrado a las cosas corporales, fue conveniente que Dios, tomando carne, exhibiera también el remedio de salvación aun por las cosas corporales. Por lo cual dice San Agustín 2: "La carne te había obcecado, la carne te sana, puesto que Cristo vino para destruir con su carne los vicios de la carne."

Nada impide que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más elevado después del pecado; porque Dios permite que se haga el mal, para sacar de ello un bien mejor. Por lo cual se dice: Donde creció el pecado sobrepujó la gracia (Rom 5, 20). Por eso se repite en la bendición del cirio pascual: ¡Oh culpa feliz, que mereció tener tal y tan grande Redentor! 3
(3ª, q. I, a. III)
Notas:
1 De verbis
2 Tract. 2 in Joan.
3 Estas palabras forman parte del Exultet jam Augelica conocido
vulgarmente por la Angélica, atribuido a San Ambrosio.



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