Solemnidad de María, Santísima Madre
de Dios
CEC 464-469:
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre
CEC 495, 2677:
María es la Madre de Dios
CEC 1, 52, 270,
294, 422, 654, 1709, 2009: nuestra adopción como hijos de Dios
CEC 527, 577-582:
Jesús observa la Ley y la perfecciona
CEC 580, 1972: la
Ley nueva nos libera de las restricciones de la Ley antigua
CEC 683, 689, 1695,
2766, 2777-2778: por medio del Espíritu Santo podemos llamar a Dios “Abba”
CEC 430-435,
2666-2668, 2812: el nombre de Jesús
CEC 464-469:
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre
464 El
acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios
no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el
resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo
verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es
verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta
verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la
falseaban.
465 Las
primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo que su humanidad
verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época apostólica la fe cristiana
insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, "venido en la
carne" (cf. 1 Jn 4, 2-3; 2 Jn 7). Pero desde
el siglo III, la Iglesia tuvo que afirmar frente a Pablo de Samosata, en un
Concilio reunido en Antioquía, que Jesucristo es Hijo de Dios por naturaleza y
no por adopción. El primer Concilio Ecuménico de Nicea, en el año 325, confesó
en su Credo que el Hijo de Dios es «engendrado, no creado, "de la misma
substancia" [en griego homousion] que el Padre» y condenó a
Arrio que afirmaba que "el Hijo de Dios salió de la nada" (Concilio
de Nicea I: DS 130) y que sería "de una substancia distinta de la del Padre"
(Ibíd., 126).
466 La
herejía nestoriana veía en Cristo una persona humana junto a la persona divina
del Hijo de Dios. Frente a ella san Cirilo de Alejandría y el tercer Concilio
Ecuménico reunido en Efeso, en el año 431, confesaron que "el Verbo, al unirse
en su persona a una carne animada por un alma racional, se hizo hombre"
(Concilio de Efeso: DS, 250). La humanidad de Cristo no tiene más sujeto que la
persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido y hecho suya desde su
concepción. Por eso el concilio de Efeso proclamó en el año 431 que María llegó
a ser con toda verdad Madre de Dios mediante la concepción humana del Hijo de
Dios en su seno: "Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya tomado de
ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de quien tiene el cuerpo
sagrado dotado de un alma racional [...] unido a la persona del Verbo, de quien
se dice que el Verbo nació según la carne" (DS 251).