AMOR SOBRE TODO AMOR
El que ama a su padre o a su madre
por encima de mí, no, es digno de mí. Y el que ama a su hijo o a su hija por encima
de mí, no es digno de, mí. Y el que no toma su cruz y viene en pos de mí, no es
digno de mí. Mirad la dignidad del Maestro. Mirad cómo se muestra a sí mismo
hijo legítimo del Padre, pues manda que todo se abandone y todo se posponga a
su amor. Y ¿qué digo—dice—, que no améis a amigos ni parientes por encima de
mí? La propia vida que antepongáis a mi amor, estáis ya lejos de ser mis
discípulos. — ¿Pues qué? ¿No está todo esto en contradicción con el Antiguo Testamento?
— ¡De ninguna manera! Su concordia es absoluta. Allí, en efecto, no Sólo
aborrece Dios a los idólatras, sino que, manda que se los apedree; y en el
Deuteronomio, admirando a los que así obran, dice Moisés: El que dice a su
padre y a su madre: No os he visto; el que no conoce a sus hermanos y no sabe
quiénes son sus hijos, ése es el que, guarda mis mandamientos*1. Y si es cierto
que Pablo ordena muchas cosas acerca de los padres y manda que se les obedezca
en todo, no hay que maravillarse de ello, pues sólo manda que se les obedezca
en aquello que no va contra la piedad para con Dios. Y, a la verdad, fuera de
eso, cosa santa es que se les tribute todo honor. Más, cuando exijan algo más
del honor debido, no se les debe obedecer. De ahí que diga Lucas: El que viene
a mí y no aborrece a su padre, y a su madre, y a su mujer, y a sus hijos, y a
sus hermanos, más aún, a su propia vida, no puede ser mi discípulo*2. Sin embargo,
no nos manda el Señor que los aborrezcamos de modo absoluto, pues ello sería sobremanera
inicuo. Si quieren—dice- ser amados por encima de mí, entonces, sí, aborrécelos
en eso. Pues eso sería la perdición tanto del que es amado como del que ama.
HAY QUE ABORRECER LA PROPIA VIDA
2. Con este modo de hablar quería el
Señor templar el valor de los hijos y amansar también a los padres que tal vez
hubieran de oponerse al llamamiento de sus hijos. Porque, viendo que su fuerza
y poder era tan grande que podía separar de ellos a sus hijos, desistieran de
oponérseles, como quienes intentaban una empresa imposible. Luego porque los
padres mismos no se irritaran ni protestaran, mirad cómo prosigue el Señor su
razonamiento. Después que dijo: El que no aborrece a su padre y a su madre,
añadió: Y hasta a su propia vida. ¿A qué me hablas—dice—de padres y hermanos y
hermanas y mujer? Nada hay más íntimo al hombre que su propia vida. Pues bien,
si aún a tu propia vida no aborreces, sufrirás todo lo contrario del que ama,
será como si no me amaras. Y no nos manda simplemente que la aborrezcamos, sino
que lleguemos hasta entregarla a la guerra, a las batallas, a la espada y a la
sangre. Porque el que no lleva—dice—su cruz y sigue en pos de mí, no puede ser
mi discípulo. Porque no dijo simplemente que hay que estar preparado para la
muerte, sino para la muerte violenta, y no sólo para la muerte violenta, sino
también para la ignominia. Nada, sin embargo, les dice todavía de su propia pasión,
pues quería que, bien afianzados antes en estas enseñanzas, se les hiciera
luego más fácil de aceptar lo que sobre ella había de decirles. Ahora bien, ¿no
es cosa de admirarse y pasmarse que, oyendo todo esto, no se les saliera a los
apóstoles el alma de su cuerpo? Porque lo duro por todas partes se les venía a
las manos; el premio, empero, estaba todo en esperanza. — ¿Cómo es, pues, que
no se les salió? —Porque era mucha la virtud del que hablaba y mucho también el
amor de los que oían. De ahí que ellos, que oían cosas más duras y molestas que
las que se mandaron a aquellos grandes varones, Moisés y Jeremías,
permanecieron fieles al Señor y no le contradijeron.
EL QUE PIERDE SU VIDA, LA GANA
El que hallare—dice—su
vida, la perderá, y el que perdiere su vida por causa mía la encontrará. ¿Veis
cuán grande es el daño de los que aman de modo inconveniente? ¿Veis cuán grande
la ganancia de los que aborrecen? Realmente, los mandatos del Señor eran duros.
Les mandaba declarar la guerra a padres, hijos, naturaleza, parentesco, a la
tierra entera y hasta a la propia vida. De ahí que tiene que ponerles delante
el provecho de tal guerra, que es máximo. Porque no sólo—viene a decirles—no
os ha de venir daño alguno de ahí, sino más bien provecho muy grande. Lo
contrario, empero, sí que os dañaría. Es el procedimiento ordinario del Señor:
por lo mismo que deseamos, nos lleva a lo que no pretende. ¿Por qué no quieres
despreciar tu vida? Sin duda porque la quieres mucho. Pues por eso mismo debes
despreciarla, ya que así le harás el mayor bien y le mostrarás el verdadero
amor. Y considerad aquí la inefable sabiduría del Señor. No habla sólo a sus
discípulos de los padres, ni sólo de los hijos, sino de lo que más íntimamente
nos pertenece, que es la propia vida, y de lo uno resulta indubitable lo otro.
Es decir, que quiere que se den cuenta cómo odiándolos les harán el mayor bien
que pueden hacerles, pues así acontece también con tu vida, que es lo más
necesario que tenemos.
PREMIOS A LA HOSPITALIDAD CON LOS ENVIADOS DEL SEÑOR
Todo esto, ciertamente,
eran motivos suficientes para persuadir a ejercitar la hospitalidad con
quienes venían a traer la salud a los mismos que los acogieran. Porque ¿quién
no había de recibir con la mejor voluntad a tan generosos y valientes
luchadores, a los que recorrían la tierra entera como leones, a quienes todo
lo suyo desdeñaban a trueque de llevar la salud a los demás? Sin embargo, aun
pone el Señor otra recompensa, haciendo ver que en esto se preocupa Él más de
los que reciben que de quienes son recibidos. Y ante todo les concede el más
alto honor, diciendo: El que a vosotros os recibe, a Mí me recibe; y el que me
recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. ¿Puede haber honor mayor que
recibir juntamente al Padre y al Hijo? Pues aún promete el Señor otra recompensa
juntamente con la dicha: Porque el que recibe—dice—a un profeta en nombre de
profeta, recibirá galardón de profeta; y el que recibe a un justo en nombre de
justo, recibirá galardón de justo. Antes había amenazado con el castigo a
quienes les negaran hospitalidad; ahora señala los bienes que les ha de
conceder. Y porque os deis cuenta que se preocupa más de quienes reciben que de
sus propios apóstoles, notad que no dijo simplemente: El que recibe a un
profeta; o el que recibe a un justo, sino que añadió: En nombre de profeta, o:
En nombre de justo. Es decir, si no le recibe por alguna preeminencia mundana
ni por otro motivo perecedero, sino porque es profeta o justo, recibirá
galardón de profeta o galardón de justo. Lo que se ha de entender o que
recibirá galardón de quien reciba a un profeta y a un justo, o el que
corresponde al mismo profeta o justo. Es exactamente lo que decía Pablo: Que
vuestra abundancia ayude a la necesidad de ellos, a fin de que también la
abundancia de ellos ayude a vuestra necesidad*3.
Luego, porque nadie pudiera
alegar su pobreza, prosigue el Señor: El que diere un simple vaso de agua fría
a uno de estos pequeños míos sólo porque son mis discípulos, yo os aseguro que
no perderá su galardón. Un simple vaso de agua fría que des, que nada ha de
costarte, aun de tan sencilla obra tienes señalada recompensa. Porque por
vosotros, que acogéis a mis enviados, yo estoy dispuesto a hacerlo todo.
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (I), homilía 35, 1-2,
BAC Madrid 1955, 700-705
_____________________________________
*1- Dt 33, 9
*2- Lc 14, 26
*3- 2 Co 8, 14
*1- Dt 33, 9
*2- Lc 14, 26
*3- 2 Co 8, 14
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