IX
Mi querido Orugario:
Espero que mi última carta te haya
convencido de que el seno de monotonía o "sequía" que tu paciente
está atravesando en la actualidad no te dará, por sí mismo, su alma, sino que
necesita ser adecuadamente explotado. Ahora voy a considerar qué formas debería
tomar esta explotación.
En primer lugar, siempre he
encontrado que los períodos bajos de la ondulación humana suministran una
excelente ocasión para todas las tentaciones sensuales, especialmente las del
sexo. Esto quizá te sorprenda, porque, naturalmente, hay más energía física, y
por tanto más apetito potencial, en los períodos altos; pero debes recordar que
entonces los poderes de resistencia están también en su máximo. La salud y el
estado de ánimo que te conviene utilizar para provocar la lujuria pueden también,
sin embargo, ser muy fácilmente utilizados para el trabajo o el juego o la
meditación o las diversiones inocuas. El ataque tiene mucho mayores
posibilidades de éxito cuando el mundo interior del hombre es gris, frío y
vacío. Y hay que señalar también que la sexualidad de los bajos es sutilmente
distinta, cualitativamente, de la de los altos; es mucho menos probable que
conduzca a ese débil fenómeno que los humanos llaman "estar
enamorados", mucho más fácil de empujar hacia las perversiones, mucho menos
contaminado por esas concomitancias generosas, imaginativas e incluso
espirituales que tan a menudo hacen tan decepcionante la sexualidad humana. Lo
mismo ocurre con otros deseos de la carne. Es mucho más probable que consigas
hacer de tu hombre un buen borracho imponiéndole la bebida como un anodino
cuando está aburrido y cansado, que animándole a usarla como un medio de
diversión junto con sus amigos cuando se siente feliz y expansivo. Nunca
olvides que cuando estamos tratando cualquier placer en su forma sana, normal y
satisfactoria, estamos, en cierto sentido, en el terreno del Enemigo. Ya sé que
hemos conquistado muchas almas por medio del placer. De todas maneras, el
placer es un invento Suyo, no nuestro. Él creó los placeres; todas nuestras
investigaciones hasta ahora no nos han permitido producir ni uno. Todo lo que
podemos hacer es incitar a los humanos a gozar los placeres que nuestro Enemigo
ha inventado, en momentos, o en formas, o en grados que Él ha prohibido. Por
eso tratemos siempre de alejarnos de la condición natural de un placer hacia lo
que en él es menos natural, lo que menos huele a su Hacedor, y lo menos
placentero. La fórmula es un ansia siempre creciente de un placer siempre
decreciente. Es más seguro, y es de mejor estilo. Conseguir el alma del
hombre y no darle nada a cambio: eso es lo que realmente alegra el
corazón de Nuestro Padre. Y los bajos son el momento adecuado para empezar el
proceso.
Pero existe una forma mejor todavía
de explorar los bajos; me refiero a lograrlo por medio de los propios
pensamientos del paciente acerca de ellos. Como siempre, el primer paso
consiste en mantener el conocimiento fuera de su mente. No le dejes sospechar
la existencia de la ley de la Ondulación. Hazle suponer que los primeros
ardores de su conversión podrían haber durado, y deberían haber durado siempre,
y que su aridez actual es una situación igualmente permanente. Una vez que
hayas conseguido fijar bien en su mente este error, puedes proseguir por varios
medios. Todo depende de que tu nombre sea del tipo depresivo, al que se puede
tentar a la desesperación, o del tipo inclinado a pensar lo que quiere; al que
se le puede asegurar que todo va bien. El primer tipo se está naciendo raro
entre los humanos. Si, por casualidad, tu paciente pertenece a él, todo es
fácil. No tienes más que mantenerle alejado de cristianos con experiencia (una
tarea fácil hoy día), dirigir su atención a los pasajes adecuados de las
Escrituras, y luego ponerle a trabajar en el desesperado plan de recobrar sus
viejos sentimientos por pura fuerza de voluntad, y la victoria es nuestra. Si
es del tipo más esperanzado, tu trabajo es hacerle resignarse a la actual baja
temperatura de su espíritu y que gradualmente se contente convenciéndose a sí
mismo de que, después de todo, no es tan baja. En una semana o dos le estarás
haciendo dudar si los primeros días de su cristianismo no serían, tal vez, un
poco excesivos. Habíale sobre la "moderación en todas las cosas". Una
vez que consigas hacerle pensar que "la religión está muy bien, pero hasta
cierto punto", podrás sentirte satisfecho acerca de su alma. Una religión
moderada es tan buena para nosotros como la falta absoluta de religión —y más
divertida.
Otra posibilidad es la del ataque
directo contra su fe. Cuando le hayas hecho suponer que el bajo es permanente,
¿no puedes persuadirle de que su "fase religiosa" va a acabarse, como
todas sus fases precedentes? Por supuesto, no hay forma imaginable de pasar
mediante la razón de la proposición: "Estoy perdiendo interés en
esto" a la proposición: "Esto es falso". Pero, como ya te dije,
es en la jerga, y no en la razón, en lo que debes apoyarte. La mera palabra fase
lo logrará probablemente. Supongo que la criatura ha atravesado varias
anteriormente —todas lo han hecho—, y que siempre se siente superior y
condescendiente para aquellas de las que ha salido, no porque las haya superado
realmente, sino simplemente porque están en el pasado. (Confío en que le tengas
bien alimentado con nebulosas ideas de Progreso y Desarrollo y el Punto de
Vista Histórico, y en que le des a leer montones de biografías modernas; en
ellas, la gente siempre está superando "fases", ¿no?)
¿Te das cuenta? Mantén su mente
lejos de la simple antítesis entre lo Verdadero y lo Falso. Bonitas expresiones
difusas —"Fue una fase", "Ya he superado todo eso"—, y no
olvides la bendita palabra "Adolescente".
Tu cariñoso tío,
ESCRUTOPO
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