Carta “Dignidad para recibir la Sagrada
Comunión. Principios Generales” del Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe al Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington y
presidente del Comité de Política Doméstica, y a Monseñor Wilton Gregory,
Obispo de Belleville y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de
Estados Unidos (junio de 2004), con ocasión de la reunión plenaria que este
organismo celebró en Denver del 14 al 19 de junio de 2004.
1. Presentarse para recibir la
Sagrada Comunión debería ser una decisión consciente, basada en un juicio
razonado respecto de la propia dignidad para hacerlo, según los criterios
objetivos de la Iglesia, haciéndose preguntas como: “¿Estoy en plena comunión
con la Iglesia Católica? ¿Soy culpable de algún pecado grave? ¿He incurrido en
una pena (p.ej. la excomunión, el entredicho) que prohíbe que reciba la Sagrada
Comunión? ¿Me he preparado ayunando por lo menos una hora antes?” La práctica
de presentarse indiscriminadamente a recibir la Sagrada Comunión, simplemente
como consecuencia de estar presente en la Misa, es un abuso que debe ser
corregido (cf. Instrucción Redemptionis
Sacramentum, n. 81, 83).
2. La Iglesia enseña que el aborto o
la eutanasia son pecado grave. La Carta Encíclica Evangelium vitae, respecto
de decisiones judiciales o leyes civiles que autorizan o promueven el aborto o
la eutanasia, declara que existe “una grave y clara obligación de oponerse por
la objeción de conciencia. En el caso de una ley intrínsecamente injusta, como
una ley que permite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito por tanto
obedecerla, o ‘participar en una campaña de propaganda a favor de tal ley o
votar por ella’” (n. 73). Los cristianos tienen “una grave obligación de
conciencia de no cooperar formalmente en prácticas que, aún permitidas por la
legislación civil, son contrarias a la ley de Dios. En efecto, desde el punto
de vista moral, nunca es lícito cooperar formalmente con el mal. Tal
cooperación nunca puede ser justificada invocando el respeto a la libertad de
otros o apelando al hecho de que la ley civil lo permite o lo requiere” (n.
74).
3. No todos los asuntos morales
tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia. Por ejemplo, si un
católico discrepara con el Santo Padre sobre la aplicación de la pena de muerte
o en la decisión de hacer la guerra, éste no sería considerado por esta razón
indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia exhorta
a las autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a ejercer
discreción y misericordia al castigar a criminales, aún sería lícito tomar las
armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital. Puede haber una
legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y
aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la
eutanasia.
4. Aparte del juicio de un individuo
respecto de su propia dignidad para presentarse a recibir la Santa Eucaristía,
el ministro de la Sagrada Comunión se puede encontrar en la situación en la que
debe rechazar distribuir la Sagrada Comunión a alguien, como en el caso de un
excomulgado declarado, un declarado en entredicho, o una persistencia obstinada
en pecado grave manifiesto (cf. canon 915).
5. Respecto del grave pecado del
aborto o la eutanasia, cuando la cooperación formal de una persona es
manifiesta -entendida, en el caso de un político católico, como hacer campaña y
votar sistemáticamente por leyes permisivas de aborto y eutanasia-, su párroco
debería reunirse con él, instruirlo respecto de las enseñanzas de la Iglesia,
informándole que no debe presentarse a la Sagrada Comunión hasta que termine
con la situación objetiva de pecado, y advirtiéndole que de otra manera se le
negará la Eucaristía.
6. Cuando “estas medidas preventivas
no han tenido su efecto o cuando no han sido posibles”, y la persona en
cuestión, con obstinada persistencia, aún se presenta a recibir la Sagrada
Comunión, “el ministro de la Sagrada Comunión debe negarse a distribuirla” (cf. Declaración del Pontificio Consejo
para los Textos Legislativos “Sagrada Comunión y Divorcio, Católicos vueltos a
casar civilmente” [2002], n. 3-4). Esta decisión, propiamente
hablando, no es una sanción o una pena. Tampoco es que el ministro de la
Sagrada Comunión esté realizando un juicio sobre la culpa subjetiva de la
persona, sino que está reaccionando ante la indignidad pública de la persona
para recibir la Sagrada Comunión debido a una situación objetiva de pecado.
Nota: Un católico sería culpable de
cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada
Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la
postura permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia. Cuando un
católico no comparte la posición a favor del aborto o la eutanasia de un
candidato, pero vota a favor de ese candidato por otras razones, esto es
considerado una cooperación material remota que sólo puede ser admitida ante la
presencia de razones proporcionalmente graves”.
+Joseph
Card. Ratzinger, Prefecto
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