El
CORAZÓN DE JESÚS
ESTÁ SOLO
PESAR DE TODO
Solo en tierra (Mc 6,47)
¿Queréis
que tengamos un rato de expansión en la intimidad de la familia?
Pues
figuraos que celebramos nuestra entrevista no junto al Sagrario abandonado que
tanto conocéis y sobre el que tanto habéis llorado, sino junto al Sagrario más
frecuentado que conozcáis.
Tengo
gran interés en que ese Sagrario Tabor, al parecer por lo menos, inspire mi
conversación.
Llevo
muchos años hablando y escribiendo de abandono de Sagrario y muchos sintiendo
en mi alma de sacerdote la acerbidad y la transcendencia de ese mal y, sea por
la fuerza de la costumbre, sea por gracia de Dios, sea por ambas cosas a la
par, yo no acierto a ver ni a sentir, ni a querer a mi Señor Jesucristo más que
a través de esta pregunta:
¿Solo
o acompañado?
¿Cuándo
está más solo?
Sin
negar el valor de otros criterios, para mí prácticamente no hay más que éste
para dar patente de buena a una obra o a una acción y entusiasmarme ante ella:
¿acompaña, busca compañía a Jesús Sacramentado?
Buena
es, y más buena mientras más acompañe.
¿Deja
solo a Jesús Sacramentado, aunque lleve mucho ruido de cántico y de orquesta, y
mucho olor de incienso, y mucha suntuosidad de culto externo y ruido de
multitudes y aplausos de triunfos y mucho de otras cosas buenas?
Pues
llamadle rarezas, idiosincrasias, parcialidades, lo que queráis, pero no me
pidáis en favor de esas obras ni una brizna de entusiasmo, ni un latido de
corazón, ni un acento de aprobación, ni un ligero ademán de aquiescencia: lo
más, lo más, que podéis esperar de mí es que no proteste contra o que me calle.
Y
no me pidáis más. Porque me veré obligado a deciros que en la Iglesia de Dios
lo que no sirve para dar compañía a Jesús Sacramentado no sirve para nada...
oídlo bien, ¡para nada!
Como
para nada sirve lo que extravía, lo que engaña, lo que mata, y en la presente
economía de la Iglesia produce eso todo lo que no está en contacto con Jesús
Sacramentado, único camino sobrenatural, única verdad sobrenatural y única vida
sobrenatural. Sin El, ¡nada! (Jn 15,5)
Y
¡lo siento tan solo!
No
ya en los Sagrarios, a los que nadie va, que ahí su soledad se impone con
evidencia aterradora, sino en los Sagrarios frecuentados de las iglesias más
concurridas.
Mi
ministerio de sacerdote, cultivador de almas, primero y de Obispo ahora,
inspector de almas y de cultivadores de almas, junto con la luz de que
Dios acompaña esos ministerios ¡me dan a conocer los adentros de tantas cosas!
¡Cuántas y cuántas veces siento ganas de llorar por lo que los demás festejan y
aplauden! ¡Cuántas veces una prudencia, no sé hasta qué punto recta, pone en la
boca palabras y en la cara gestos que dicen todo lo contrario de lo que el
corazón siente! ¡Cuántas veces es derrota vergonzosa lo que como triunfo se celebra!
y ¡cuántas se toman como triunfos de Jesucristo los triunfos de la vanidad, del
egoísmo, de la sensualidad, de los falsos o equivocados amigos de Jesucristo!
Y
si esto lo siento yo con el corazón, que por ser humano es torpe, corto y
flaco, ¿qué no sentirá el Corazón fino, largo, ancho, puro y grande que vive en
nuestros Tabernáculos?
Sí,
¿qué sentirá Él entre esas muchedumbres de las Misas de doce, de las novenas
suntuosas, de las fiestas de caridad, de las bodas aristocráticas, de los
funerales de adinerados, de las Misas de campaña...?
¡Él
sólo lo sabrá! Pero, ¿no nos dicen nada aquel estar sin recogimiento, y aun sin
el respeto de la casa ajena, aquel mirar en todas direcciones, aquel hablar y
reír y aquel aire de curiosidad o aburrimiento de muchos, muchos de los que
forman esas multitudes?
Marías,
que ya os vais acostumbrando a adivinar lo que da grata compañía al Amado,
¿verdad que en medio de esas muchedumbres que llenan el templo estáis sintiendo
solo a Jesús?
Y
no creáis que nada más que entre esas muchedumbres de cristianos frívolos y
mundanos se siente solo Jesús, que cuando se oye hablar y se ve vivir a otros
muchos que por devoción y hasta por consagración parece que lo acompañan, se
sienten en el alma los mismos escalofríos de la soledad del más solo de los
Sagrarios.
¡Solo
a pesar de la compañía!
No,
no, ¿cómo va a sentirse acompañado el buenísimo y purísimo y generosísimo
Corazón de Jesucristo con aquellos rezos y aquellas Comuniones y aquellas
devociones y aquellas caridades y aquellos celos y aquellos cariños tan poco
buenos, tan poco puros y tan nada sobrenaturales...?
Marías,
¡qué campo tan dilatado se abre aquí a vuestro amor reparador y a vuestra
compañía desagraviadora! ¡Qué estímulos tan eficaces para la purificación y
perfección crecientes de vuestras acciones!
Sabedlo
y no lo olvidéis. El Corazón de Jesús Sacramentado padece hartas soledades no
sólo en sus Sagrarios-Calvarios, sino en sus Sagrarios-Tabor.
¡Hay
muchas más soledades que las que se ven con los ojos de carne!
Siempre
paso con pena sobre esa frase del Evangelio: «Llegada la noche, se hallaba la
barca en medio del mar y Él solo, en tierra» (Mc 6,47). Jesús, solo, en
tierra...
¿Sabéis
cuándo se ha dicho de Él?
Precisamente
en el espacio de siete u ocho horas que media entre dos grandes milagros: el de
la multiplicación de los panes y peces obrado por la tarde y el de la aparición
milagrosa en la barca por la madrugada siguiente...
¡Solo!,
¡y cuántas veces lo está ahora, no ya después o antes de sus grandes milagros
como son sus Sacramentos, su culto y sus Misas, sino durante los mismos y en
medio de muchedumbres que con la boca le llaman Rey, Padre, Señor...!
Y
¡qué!, almas de Sagrario, ¿no habrá compañía interior para estas interiores
soledades de Jesús Sacramentado?
¿No
habrá Marías especiales para estos Viernes Santos disfrazados de Domingos de
Gloria?
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